Escuela de los Annales

Summary

La Escuela de los Annales (en francés, École des Annales) es una corriente historiográfica francesa, que toma su nombre de la publicación Annales d'histoire économique et sociale (Anales de historia económica y social), fundada por Lucien Febvre y Marc Bloch en 1929.

Los historiadores de Annales renovaron la práctica historiográfica con una metodología orientada por problemas y con una novedosa atención puesta en la historia social. Esta empresa los llevó a criticar verazmente los postulados de la escuela metódica y del historicismo, y dennotar sus limitaciones para investigar la complejidad de las sociedades del pasado.

En la revista se publicaron varios de los principales aportes de la corriente, y en su comité editorial figuraron algunos de sus mayores exponentes. Además de los ya citados Bloch y Febvre, las sucesivas generaciones de annalistes estuvieron guiadas por figuras como Fernand Braudel, Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie, Pierre Nora, Roger Chartier y Jacques Revel. A partir 1947, su principal foco de influencia fue la VI sección de la École Pratique des Hautes Études, germen de la actual École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS, por sus siglas en francés).

Los Annales dominaron prácticamente la historiografía francesa y europea desde la segunda mitad del siglo XX, ofreciendo un modelo hegemónico para la práctica del historiador. La llamada Nueva historia suele considerarse como una evolución ulterior.

Características

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La «corriente de los Annales» se fundó en oposición a la escuela metódica, dominante en Francia a inicios del siglo XX. Los metódicos ponían en el centro de la investigación a los acontecimientos políticos y militares y la acción de los individuos ("grandes hombres"), mientras que consideraban a la crítica de las fuentes como el principal método de la Historia. Contra este enfoque, Bloch y Febvre desarrollaron una historia social preocupada por los procesos históricos y las estructuras sociales y económicas. Ambos impulsaron la interdisciplinariedad como un principio rector de la historiografía, permitiendo así la incorporación de métodos y temáticas de otras ciencias sociales, como la economía, la geografía y la sociología. Haciendo de las sociedades el sujeto de la historia, y no ya solo al pasado en sí, los annalistes eligieron perseguir el ideal de una historia total que busque abarcar todas las dimensiones posibles de la vida social.

El historiador en esta corriente adhiere a un modo de escribir la historia desde el planteamiento de problemas que resolver o preguntas que contestar,[1]​ postura heredada de las ciencias naturales y, en segundo término, de las sociales. Además, a diferencia del historicismo, estos autores toman conciencia de que no están escribiendo sobre el pasado reproduciéndolo de modo fiel sino interpretándolo, partiendo de sus propios conceptos y subjetividades, así como de teorías, para escribir su versión del fenómeno histórico sobre el que trabajan. La subjetividad del investigador, lejos de constituir un obstáculo, es un presupuesto necesario para una investigación consecuente con la empresa de una historiografía moderna, orientada por los problemas y el conocimiento del presente. Así lo define Bloch: "No hay, pues, más que una ciencia de los hombres en el tiempo, y esa ciencia tiene la necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los vivos".[2]

En cuanto a las fuentes de la historia, los Annales ampliaron el abanico de recursos de los que dispone el historiador. Todo aquello elementos que pueda arrojar luz sobre los comportamientos humanos en el tiempo es susceptible de convertirse en una fuente: Homo sum, humani nihil a me alienum puto. Este enfoque permite abarcar desde la cultura material y las imágenes artísticas hasta los testimonios de la cultura oral. El acercamiento a las ciencias económicas, por otra parte, dio a los índices de precios y los datos contables una importancia tan grande o mayor que la de las fuentes primarias, privilegiadas hasta entonces por la historiografía tradicional.

La novedad más característica de la corriente de Annales consistió el desarrollo del enfoque de la historia social, seguido por el de la llamada historia de las mentalidades. Más específicamente, se le pueden atribuir aportes importantes y originales en los campos de la historia agraria, la historia ambiental, la historia demográfica, la historia cuantitativa, la historia comparada, la historia de las civilizaciones, la historia cultural, la antropología histórica, la historia de las mujeres, la historia del libro, la historia de la vida cotidiana, la historia de las sensibilidades y los estudios sobre la memoria histórica.

Nacimiento

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La revista Annales[3]​ fue fundada por los historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929, mientras enseñaban en la Universidad de Estrasburgo. Ambos propugnaban una ampliación en los temas de estudio de la historia, y rechazaban el énfasis predominante en la política, la diplomacia, y los hechos bélicos al que suscribían muchos de los historiadores del siglo XIX y principios del XX. Influenciados por el trabajo de los historiadores Henri Berr y Henri Pirenne, como también de los planteamientos de la sociología durkheimiana, Bloch y Febvre buscaron buscaron captar el hecho histórico en su totalidad. En adelante, la historia ya no es más definida como el estudio de los hechos del pasado sino, como diría Bloch: "la ciencia de los hombres en el tiempo".

No obstante el afán de renovación que buscaba la revista, el esfuerzo de sus editores debió esperar a que terminara la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación nazi, Bloch fue miembro activo de la resistencia francesa y vivió en la clandestinidad antes de ser torturado y asesinado por miembros de la Gestapo en 1944. Aun así, logró redactar durante estos años la Apología para la Historia o el oficio del historiador, lejos de su biblioteca y de cualquier centro de investigación. Esta obra llegaría a convertirse en los años posteriores en el manifiesto de los primeros Annales.

Ya en la posguerra, la Fundación Rockefeller buscó fundar en Francia un centro de investigación de alto nivel en Ciencias Sociales, capaz de proponer un enfoque alternativo al marxismo. Esta iniciativa resultó en la creación de la VI sección de la École Pratique des Hautes Études, abocada al estudio de las "ciencias económicas y sociales". Lucien Febvre, quien había ejercido la dirección de la revista en solitario desde la guerra, fue elegido para dirigir el instituto, liderando hasta su muerte la primera gran expansión de la corriente de Annales.

La segunda generación

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Placa en el n.º 59 de la calle Brillat-Savarin, en París 13, donde vivió el historiador Fernand Braudel del año 1970 al año 1985.

La publicación en 1949 de El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II vino a marcar un punto de inflexión en la historia de Annales. Su autor, Fernand Braudel, había desarrollado en prisión la idea central del libro, y posteriormente la expandió como parte de su tesis doctoral bajo la dirección de Febvre. La obra tuvo un notable impacto y dio a Braudel un gran renombre dentro del campo historiográfico, a la vez que consolidó la posición de Annales como el centro de la renovación historiográfica en Europa.

Lo novedoso de la metodología ofrecida por Braudel consistió en primer lugar su objeto: haciendo foco en las transformaciones globales del siglo XVI, Braudel eligió por presentar al Mar Mediterráneo como una totalidad que trasciende a los individuos, los reinos y las sociedades específicas. En su mirada, los cambios y continuidades relevantes se observan allí donde se cruzan la historia y la geografía, razón por la cual se vuelve necesario adoptar una perspectiva de larga duración (longue durée) que contemple los lentos e imperceptibles -casi estáticos- movimientos de la geohistoria.

La otra gran innovación se halla ligada a la primera. En El Mediterráneo, Braudel da cuenta de que el tiempo histórico no es lineal y uniforme: los fenómenos sociales contienen diferentes ritmos de cambio y duración, razón por la cual se vuelve necesaria una categorización que contemple la pluralidad del tiempo histórico. Así, tendríamos el tiempo de larga duración, o de las estructuras; el tiempo de media duración, o de las coyunturas; y el tiempo de corta duración, o del acontecimiento. Mientras que la historia tradicional sólo se dedicaba a este último, Braudel buscó integrar los tres, realizando el intento más logrado de una historia total que abarque todas las dimensiones de la vida social.[4][5]

El Mediterráneo consistió el punto más destacado de la segunda generación de los Annales, junto los trabajos de Ernest Labrousse sobre la historia de los precios. Otros grandes exponentes serían Pierre Chaunu y Pierre Goubert, también dando primacía a los fenómenos de larga duración por encima de los cambios superficiales del acontecimiento, como del mismo modo a las estructuras por sobre los individuos, en sintonía con el estructuralismo en boga en la academia francesa. Por su parte, la historia cultural, o historia de las mentalidades, ocupó un lugar que, si bien no predominante, logró hallar continuidad en la obra del propio Febvre hasta su muerte, así como en las de Robert Mandrou, Henri-Jean Martin, Georges Duby, Alphonse Dupront y Jacques Le Goff.

A la muerte de Febvre en 1956, Braudel sucedió a Febvre en la dirección de la VI sección y en el comité de la revista, ahora llamada Annales. Economies, sociétés, civilisations. Progresivamente, fue tomando el control de las becas francesas y de algunas internacionales, consolidando una hegemonía académica apoyada en satélites internacionales y en el mecenazgo de la Fundación Rockefeller. Ante la progresiva consolidación de su poder se produjeron episodios como la destitución de Robert Mandrou en la disputa por el legado de Febvre, o la depuración que llevó a cabo en 1969 sobre el comité editorial para imponer a sus discípulos más leales (Marc Ferro y Jacques Le Goff).

En 1979, Braudel publica su Civilización material, economía y capitalismo (XVI-XVIII). En esta obra, en gran parte influida por las teorías de Immanuel Wallerstein, Braudel analiza la civilización europea haciendo foco en las actividades económicas, todavía desde un esquema trino: la base, o “civilización material”, donde se sitúa toda la actividad de base que escapa al mercado; la “economía” propiamente dicha, que analiza desde la perspectiva de la competencia perfecta y la regularidad del mercado; y un tercer ámbito donde actúa el juego de las “jerarquías sociales activas”, el monopolio y el privilegio. Este último es, para Braudel, el ámbito de un “capitalismo” que escapa a las reglas del mercado y que es sinónimo de especulación.

Durante esta etapa, la escuela de Annales mantuvo un diálogo pragmático con historiadores marxistas como Georges Lefebvre y Pierre Vilar, dadas las inquietudes teórico-metodológicas compartidas por ambas tradiciones. Sin embargo, desde el materialismo histórico se ha criticado a Braudel por desplazar o postergar dentro del análisis histórico a las relaciones de producción entre las clases dominantes y las clases explotadas. Esto tanto en el caso de la servidumbre feudal como en las diversas formas de explotación capitalista.

Para Alain Guerreau, Braudel proporciona una salida a la difícil situación del abandono de la teoría con su “motor de tres tiempos”. En El Mediterráneo, Braudel ideó una estructura caracterizada por sus distintos ritmos de evolución. En su base se situaría la “geohistoria”, la relación del hombre con el medio que le rodea. Luego, la estructura social de los “destinos colectivos y movimientos de conjunto”, subdividida en economías, imperios, civilizaciones, sociedades y formas de guerra. Para terminar, Braudel sitúa a “los acontecimientos, la política y los hombres” como la espuma de las olas que chocan contra la roca de las estructuras. El problema de esta estructuración lo supone el hecho de que crea un esquema holista en el que no encontramos relación causal entre sus partes. Al enmarcarlo todo en una explicación determinista, apenas aporta datos de la transición del feudalismo al capitalismo.

La tercera generación

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Al iniciar la década de los setenta Braudel se retiró de Annales por discrepancias internas, exacerbadas por los movimientos académicos posteriores al Mayo Francés. Con su salida, se abrió paso una tercera generación caracterizada por el interés de sus integrantes por estudiar la cultura, incorporando los métodos de la antropología para explicar el cambio y la continuidad en las estructuras mentales de las sociedades. Liderados por Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie y Pierre Nora, los historiadores franceses adoptaron para su práctica la denominación de Nueva historia, teniendo como una de sus señas la disposición a responder nuevas preguntas para un público más amplio.

En las obras de los historiadores de esta generación, vemos convertirse en objeto de análisis por derecho propio los aspectos de la esfera de la cultura en un sentido amplio. Esto incluye las representaciones del orden social, pero también de la sexualidad, la muerte, la niñez y la familia, la usura, el cuerpo y la alteridad, por sólo citar algunos ejemplos. Para esto acuden a categorías como las de imaginario social, ideologías y, principalmente, mentalidades, buscando dar cuenta del "contenido impersonal del pensamiento". Esta sensibilidad, que había sido cultivada por Febvre y Bloch y continuada en los márgenes de Annales por Robert Mandrou, Henri-Jean Martin y Philippe Ariès, emergió durante los años 70 como prioritaria bajo la denominación de historia de las mentalidades. La Nueva historia también recuperó para la historiografía francesa el interés por el acontecimiento y por la historia política, e incluso por las biografías, todos ellos temas excluidos de la agenda por la generación anterior. Duby realizó monografías sobre las figuras de Guillermo el Mariscal y Leonor de Aquitania, como también una renovadora interpretación de la Batalla de Bouvines que fue llevada a la pantalla chica. La biografía del rey Luis IX de Francia de Le Goff fue un suceso editorial.

Si bien esta generación plantea un cambio de rumbo para la agenda historiográfica, es importante señalar que no rompe con la historia serial de los segundos Annales, y tampoco cuestiona la vigencia del estructuralismo que por ese entonces iluminaba las prácticas de la mayor parte de las disciplinas sociales. Durante la década de 1970, varios de los grandes protagonistas de la Nueva historia fueron epígonos de Braudel como Jean Delumeau, Georges Duby, Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie y François Furet, los cuales habían buscado promover la aplicación de los métodos cuantitativos a nuevos objetos. En particular, las investigaciones de Michel Vovelle fueron celebradas por Pierre Chaunu como una demostración de la pertinencia de explicar la cultura con los métodos de la historia serial. La antropología estructural de Lévi-Strauss también mantuvo durante estos años un muy alto prestigio, particularmente entre historiadores de la Antigüedad como Jean-Pierre Vernant, Pierre Vidal-Naquet y Marcel Detienne. En cambio, sí se abandona la agenda de la historia total tal y como había sido formulada por Bloch, Febvre y Braudel, siendo el gran síntoma de esto el progresivo relegamiento de la historia económica.

La nueva historia contó con un cuerpo destacado de obras de corte programático como El territorio del historiador (Le Roy Ladurie, 1973 y 1978), Hacer la historia (Le Goff y Nora, eds., 1974) y La nueva historia (Le Goff, Chartier y Revel dirs., 1978). No obstante, quizás más importante es la recepción sin precedentes que tuvo entre el público francés, siendo la Bibliothèque des histoires de Éditions Gallimard, dirigida por Nora, el canal privilegiado para difundir la obra de esta generación. Entre sus mayores sucesos se cuentan Montaillou, aldea occitana de Emmanuel Le Roy Ladurie (1975), La época de las catedrales de Georges Duby (1975) y San Luis de Jacques Le Goff (1996). Por otro lado, fue grande el impacto -académico y editorial- de las obras colectivas: Historia de la edición francesa de Henri-Jean Martin y Roger Chartier (1983-1986); Los lugares de la memoria de Nora (1984-1992); Historia de la vida privada de Duby y Ariès (1985-1987); Historia de las mujeres en Occidente de Duby y Michelle Perrot (1990-1991).

La amplia exposición pública de los nuevos historiadores favoreció el debate historiográfico en torno a sus supuestos teóricos y metodológicos, que demostraron tener una vida corta. Los críticos no tardaron en señalar que el empleo difuso de conceptos como mentalidades, inconsciente colectivo, psicohistoria o episteme dotaba de gran debilidad empírica a los tesis de los historiadores de las mentalidades. Esta crítica fue también común a varios de los pensadores posestructuralistas que mantuvieron un fluido diálogo con la tercera generación de Annales, tales como Lacan, Barthes, Foucault, Derrida, Deleuze y Latour. El supuesto de que es posible inferir una mentalidad o actitud social extensible a todo un tejido social fue seriamente cuestionado por la práctica historiográfica. Figuras como Robert Darnton, Carlo Ginzburg y Michel de Certeau dieron cuenta de la enorme complejidad que demandaba el estudio de la cultura popular y que los métodos cuantitativos o las generalizaciones estructuralistas no lograban abarcar, proponiendo en su lugar un enfoque interpretativo y particularista.

En 1977, François Furet sucedió a Le Goff en la presidencia de la EHESS. Junto a su predecesor, había defendido la continuidad entre las diferentes generaciones de annalistes en obras colectivas como Hacer la historia. Sin embargo, en lo sucesivo su obra historiográfica tomó un camino divergente con respecto a la línea principal de Annales. Partiendo de la crítica a las interpretaciónes de la Revolución predominantes hasta la década de 1970 en la academia francesa, Furet construyó un enfoque predominantemente político para la comprensión de los fenómenos de los siglos XVIII, XIX y XX, secundado por los intelectuales del Centre de recherches politiques Raymond Aron (Claude Lefort, Pierre Rosanvallon, Marcel Gauchet, Pierre Manent) fundado en la propia EHESS.

La cuarta generación

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Desde la década de 1980, historiadores como Francois Dosse, Josep Fontana y Gérard Noiriel anunciaron una "crisis" o "desmigajamiento" de la historia, marcada por la creciente parcelación del campo historiográfico, la reducción del alcance de sus investigaciones, y la carencia de certidumbres teóricas. Los grandes paradigmas que habían orientado la práctica de las ciencias sociales, como el funcionalismo, el estructuralismo, el materialismo histórico y la historia cuantitativa, se veían ya caducos y desautorizados, sin haber nada que los suplante para legitimar la búsqueda de síntesis macrosociales, o de investigar la larga duración de los fenómenos históricos.

Con este diagnóstico en mente, los historiadores de Annales buscaron ampliar el legado de la Nueva historia sin dejar de recoger las críticas a la historia de las mentalidades. Surge así la "cuarta generación", liderada por Roger Chartier, Bertrand Lepetit y Jacques Revel, que tuvo su bautismo con el famoso editorial de Annales de 1988. En el mismo, la redacción llamó a por un giro crítico (tournant critique) o reflexivo que reconozca los logros de la escuela pero continúe renovando la disciplina siguiendo las banderas de la innovación y la experimentación metodológica, que habían sido las que le dieron su estatus como referencia mundial. Lepetit sugirió dos de los temas en torno a los cuales los historiadores podrían contribuir a esta renovación: las escalas de análisis y la escritura de la historia.[6]

En adelante, se recogerían aportes metodológicos y temáticos novedosos que busquen problematizar las acciones de los sujetos para significar y constituir su realidad social en contextos de cambio, en lugar de deducirlos en función de su pertenencia a estructuras sociales, económicas y culturales. Las normas sociales y las relaciones de poder no desaparecen, más sí son evaluadas a la luz de "las estrategias sociales desarrolladas por los diferentes actores en función de su posición y de sus recursos respectivos, individuales, familiares, de grupo".[7]​ Si las estructuras y las mentalidades habían sido hasta ahora la prioridad de la escuela de Annales, en adelante las actitudes sociales y las prácticas culturales ligadas a la experiencia y la representación del mundo pasan al centro del análisis.[6]​ Esto supone una ruptura con el determinismo estructuralista de la tradición braudeliana, pero sin por ello caer en el ingenuo individualismo de la teoría de la elección racional, en boga durante estos años. Al mismo tiempo, se recoge el desafío lanzado por la gran variedad de defensores del giro lingüístico en la Historia que, desde Koselleck hasta Hayden White, habían dado cuenta de las operaciones conceptuales y narrativas que los historiadores emplean para hacer inteligible el pasado.[8]

En un panorama de descentralización del campo historiográfico y de mayor heterogeneidad en las investigaciones, los historiadores de la cuarta generación de Annales no pretendieron como sus antecesores establecer una agenda general o centralizar los debates sobre historia y ciencias sociales. Al contrario, fueron muy receptivos hacia desarrollos de otras escuelas como los estudios culturales británicos, la microhistoria italiana y la nueva historia cultural estadounidense. Figuras como Carlo Ginzburg, Robert Darnton, Giovanni Levi y Peter Burke fueron invitadas con asiduidad a participar en la revista y en los proyectos de la EHESS, trayendo consigo los aportes de tradiciones diferentes a las de Annales. Además, esta generación se enriqueció en el diálogo con corrientes contemporáneas de otras disciplinas, entre las que cabe destacar la teoría de las prácticas de Pierre Bourdieu, la geografía radical de Henri Lefebvre, la teoría de la estructuración de Anthony Giddens y la antropología interpretativa de Clifford Geertz.

La obra de varios de estos historiadores se abocó al estudio de la cultura en la Modernidad temprana. Por ejemplo, en sus trabajos sobre la literatura popular, Chartier investigó las prácticas de lectura, escritura, edición, traducción, y distribución de los textos impresos, renovando completamente el campo de la historia del libro. Bertrand Lepetit, por su parte, continuó la línea de la nueva historia urbana fundada por Jean-Claude Perrot, combinando diversos métodos y escalas de análisis para rastrear las complejas interacciones y relaciones que constituyen la aparente unidad de la ciudad como sistema social.[9]Alain Corbin retomó a partir del enfoque microhistórico el llamado de Febvre a por una historia de las sensibilidades, dando cuenta de los cambios culturales reflejados en las representaciones sobre el olor, el ruido, las emociones y las sensaciones corporales en la sociedad francesa. El trabajo de François Hartog en torno a los regímenes de historicidad dio legitimidad como campo a la historia de las representaciones del tiempo, en diálogo con la historia conceptual de Reinhart Koselleck.[10]

Si bien el campo de la cultura popular en la transición a la Modernidad resultó un campo privilegiado, la verdad es que no hay una cohesión temática ni metodológica en la cuarta generación de Annales. Varias de sus producciones se inscriben y contribuyen al desarrollo de nuevas perspectivas como la microhistoria, la nueva historia política, los estudios de género, la historia de la memoria y la historia del presente; varias de ellas englobadas de alguna forma en la nueva historia cultural. Más recientemente, se introdujo en Annales la línea de la historia global, que había sido prácticamente abandonada -pese que Braudel era el gran precursor- hasta que Serge Gruzinski y Sanjay Subrahmanyam la retomaron a fines del siglo XX.

Para inicios del siglo XXI, varios investigadores de Annales se hallaron en actividad, consagrados y realizando trabajos influyentes, como los ya mencionados Nora, Corbin, Chartier, Revel, Hartog y Gruzinski. Además, continuaron surgiendo nuevos investigadores, entre los que hoy destacan Patrick Boucheron, Étienne Anheim, Sabina Loriga y Antoine Lilti. En la actualidad, Boucheron parece ser el exponente más destacado, contando en su haber varios éxitos editoriales entre los que destaca su Historia mundial de Francia (2017). Pese a no pertenecer al círculo estricto de Annales, esto también puede aplicarse al historiador Ivan Jablonka, con su resonado Historia de los abuelos que nunca tuve (2012) y el influyente La historia es una literatura contemporánea (2016).

Miembros notables

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Entre los académicos que suelen considerarse parte de la Escuela de Annales, es posible destacar a los siguientes: Marc Bloch, Lucien Febvre, Fernand Braudel, Ernest Labrousse, Jean Meuvret, Pierre Chaunu, Henri-Jean Martin, Robert Mandrou, Pierre Goubert, Ruggiero Romano, Alberto Tenenti, Georges Duby, Jean-Pierre Vernant, Jacques Le Goff, Marc Ferro, Emmanuel Le Roy Ladurie, Jean Delumeau, Philippe Ariès, Pierre Vidal-Naquet, Michel de Certeau, Paul Veyne, Nathan Wachtel, Michel Vovelle, André Burguière, Pierre Nora, Jean-Claude Perrot, François Furet, Maurice Agulhon, Michelle Perrot, Alain Corbin, Roger Chartier, Jean-Claude Schmitt, Lucette Valensi, Arlette Farge, Mona Ozouf, François Hartog, Daniel Roche, Serge Gruzinski, Gérard Noiriel, Bernard Lepetit, Jacques Revel, Maurizio Gribaudi, Pierre Rosanvallon, Étienne Anheim y Patrick Boucheron. Casi todos ellos se formaron y realizaron gran parte de su actividad como profesores e investigadores en la EHESS, si bien no es este un criterio excluyente para caracterizar a la corriente. Por otra parte, figuras como Henri Berr, Maurice Halbwachs, Georges Lefebvre, Pierre Vilar, Michel Foucault, Edgar Morin, Pierre Bourdieu, Nicole Lapierre, Jean-Claude Passeron, Laurent Thévenot e Ivan Jablonka mantuvieron una relación de influencia mutua con varios annalistes, a la vez que tomas de distancia más o menos marcadas dependiendo el caso.

Fuera de Francia

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Desde 1950, la EHESS comenzó a atraer investigadores de diferentes latitudes, entablando a su vez lazos con instituciones de otros países dispuestas a colaborar en la agenda promovida por la Escuela de Annales. Paralelamente, en varios países se desarrollaron escuelas propias fuertemente influenciados por la revolución annaliste. Se repasan a continuación sólo algunas de estas extensiones, que de ninguna manera agotan el panorama historiográfico de cada país, aunque en varias ocasiones sí lo delinearon, al menos en parte.

En Alemania Occidental, la Escuela de Bielefeld (Hans-Ulrich Wehler, Jürgen Kocka) buscó, influida por los Annales, romper con el predominio de una tradición de historia política que allí era tan antigua como la misma disciplina historiográfica. Como parte de esta renovación también surgieron los enfoques de la historia conceptual de Reinhart Koselleck y la historia de la vida cotidiana de Alf Lüdtke. En Italia, historiadores destacados como Ruggiero Romano, Carlo Cipolla y Alberto Tenenti formaron parte del círculo braudeliano, décadas antes de que Carlo Ginzburg y Giovanni Levi hicieran famosa la microhistoria y motivaran su adopción por la misma escuela de Annales.

En Inglaterra, Lewis Bernstein Namier propuso tempranamente un método prosopográfico para explicar la acción política según los intereses económicos de los individuos de las clases dominantes. Sin embargo, fueron Edward Hallett Carr y Hugh Trevor-Roper los responsables de introducir la agenda de historia social propia de Annales. En paralelo, el diálogo con la historiografía marxista dio varios frutos al compartir ambas corrientes preocupaciones por las grandes transformaciones materiales que subyacen a los hechos históricos. Particularmente, varios de los investigadores que conformaron el Grupo de Historiadores del Partido Comunista de Gran Bretaña (Rodney Hilton, Eric Hobsbawm, Christopher Hill, E. P. Thompson, Perry Anderson) articularon la preocupación por comprender las dinámicas de las sociedades históricas con la atención hacia los cambios y las modalidades de los modos y las relaciones de producción. Estos desarrollos, en paralelo con los de los cultural studies (estudios culturales), tuvieron una nueva culminación en las obras de Raymond Williams (La ciudad y el campo) y E. P. Thompson (La formación de la clase obrera en Inglaterra) que delinearon el emergente campo de la historia desde abajo (history from below). El enfoque marcaría a nuevas generaciones de historiadores a ambos lados del Atlántico, incluidos los annalistes. Pueden considerarse a Peter Burke y Gareth Stedman Jones como dos de los epígonos más destacados de esta corriente en Inglaterra.

En los Estados Unidos, los historiadores fueron reticentes en su mayoría a abandonar el crudo empirismo rankeano, aún si figuras marginales como Carl L. Becker y Adam Schaff bregaron tempranamente por una historia centrada en las preguntas del historiador. Esto sin embargo no impidió que durante el siglo XX florecieran escuelas que cultivaran la historia social y económica bajo diferentes modalidades, fomentando la interdisciplinariedad y la adopción de nuevas perspectivas. Quizás la más destacada fue la de los "historiadores progresistas" (Carl L. Becker, Charles Beard y James Harvey Robinson), quienes revisaron críticamente las interpretaciones whig de la historia estadounidense, con criterios un tanto similares al que los Annales esgrimieron contra los metódicos, buscando abarcar las dimensiones social, económica y cultural que sus predecesores tendían a relegar. También se destacan corrientes como la historia de la frontera (Frederick Jackson Turner, Herbert Eugene Bolton, Ray Allen Billington) y la etnohistoria (John Murra, John Rowe, Bruce Trigger), que permitieron abarcar las realidades de la frontera y las sociedades indígenas históricas con nuevos métodos y preguntas. Estos últimos desarrollos llegarían a tener gran influencia entre los americanistas de Annales, como Nathan Wachtel, Serge Gruzinski y Guillaume Boccara.

Ya en la segunda mitad del siglo XX, fundado en una crítica similar a la que Febvre y Braudel dirigían a las tradicionales historias universales al estilo de Spengler o Toynbee, el historiador estadounidense William H. McNeill renovó completamente este campo al poner en el centro del análisis las interconexiones e influencias que se generan a partir del encuentro entre culturas y Estados. Estos aportes, junto a los de Norbert Elias y el propio Braudel, sentaron las bases de la actual corriente de la historia global. Paralelamente, investigadores como Robert Fogel y Douglass North desarrollaron una escuela de historia cuantitativa en diálogo con la economía neoclásica y la economía institucional, que fue muy influyente en el circuito anglosajón y sus periferias, pero con raíces muy diferentes a la de la Escuela de Annales. Fue solo a partir de los años 60, que la academia estadounidense se abrió en mayor medida a la historia problema que los Annales y los marxistas venían desarrollando en Europa desde hace décadas. Figuras como Robert Darnton, Natalie Zemon Davis, Lynn Hunt y Joan Scott desarrollaron un fructífero diálogo con la escuela de Annales, para realizar algunas de las mayores contribuciones al emergente campo la nueva historia cultural, así como al de la historia de género. El historiador Howard Zinn popularizó el enfoque de la historia desde abajo con su La otra historia de los Estados Unidos (1980).

En los países de América Latina, fueron varias las fuentes de las que los investigadores bebieron para embarcarse en empresas ligadas a la historia social. Además de la escuela de Annales, otra influencia fueron las teorías de la modernización, el funcionalismo y los aportes de la historia económica estadounidense. En el Río de la Plata, esto se produjo gracias a la presencia de historiadores europeos como Claudio Sánchez-Albornoz y Ruggiero Romano y su colaboración con José Luis Romero y sus discípulos a partir de los años 40, 50 y 60. Este esfuerzo conjunto derivó en los trabajos pioneros del propio Romero, Tulio Halperín Donghi, Nicolás Sánchez Albornoz, Reyna Pastor, Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde. De otros países de Latinoamérica, cabe citar al historiador mexicano Enrique Florescano, al colombiano Germán Colmenares y al chileno Mario Góngora como seguidores de la corriente annalista.

Obras historiográficas de los miembros de los Annales

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  • Ariès, Philippe. L'enfant et la vie familiale sous l'Ancien Régime (1960). Traducido al castellano como El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen.
  • Bloch, Marc. Les Rois thaumaturges (1924). Traducido como Los reyes taumaturgos.
  • Bloch, Marc. La société féodale (1939). Traducido como La sociedad feudal.
  • Bloch, Marc. Apologie pour l'histoire ou Métier d'historien (1949). Traducido como Introducción a la Historia.
  • Braudel, Fernand. La Méditerranée et le Monde Méditerranéen a l'époque de Philippe II (1949). Traducido como El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II.
  • Braudel, Fernand. Ecrits sur l'histoire (1969). Traducido como La Historia y las Ciencias Sociales.
  • Braudel, Fernand. Civilisation matérielle, économie et capitalisme, xve et xviiie siècles (1969-1977). Traducido como Civilización material, economía y capitalismo. Siglos XV-XVIII.
  • Chartier, Roger. Cultural History: Between Practices and Representations (1988). Traducido como El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural.
  • Chartier, Roger. Les origines culturelles de la Révolution française (1992). Traducido como Los orígenes culturales de la Revolución francesa (1992).
  • Duby, Georges. Guerriers et paysans, VIIe-XIIe siècles. Premier essor de Véconomie européenne (1973). Traducido como Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea (500-1200).
  • Duby, Georges. Les Trois ordres ou l'imaginaire du féodalisme (1978). Traducido como Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo.
  • Duby, Georges y Ariès, Philippe (dirs.). Histoire de la vie privée (5 vols.) (1985-1987). Traducido como Historia de la vida privada.
  • Duby, Georges y Perrot, Michelle (dirs.). Histoire des femmes en Occident (5 vols.) (1990-1991). Traducido como Historia de las mujeres en Occidente.
  • Febvre, Lucien. Le problème de l'incroyance aux xvie siècle. La religion de Rabelais (1947). Traducido como El problema de la incredulidad en el siglo XVI. Rabelais.
  • Febvre, Lucien. Combats pour l'histoire (1957). Traducido como Combates por la historia.
  • Goubert, Pierre. Beauvais et le Bauvaisis de 1600 à 1730 (1958).
  • Hartog, François. Régimes d'historicité. Présentisme et expériences du temps (2003). Traducido como Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo.
  • Le Goff, Jacques. La civilisation de l'Occident médiéval (1964). Traducido como La civilización del Occidente medieval.
  • Le Roy Ladurie, Emmanuel. Montaillou, village occitan de 1294 à 1324 (1975). Traducido como Montaillou, aldea occitana. De 1294 a 1324.
  • Revel, Jacques (dir.) Jeux d'échelle (1996). Traducido como Juegos de escalas.
  • Nora, Pierre (dir.) Les lieux de mémoire (3 vols.) (1984-1992). Traducido como Pierre Nora en Les lieux de mémoire.
  • Vernant, Jean-Pierre. Les Origines de la pensée grecque (1962). Traducido como Los orígenes del pensamiento griego.

Bibliografía

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  • Aguirre Rojas, Ca.rlos. La escuela de los Annales: ayer, hoy y mañana, Rosario: Prohistoria Ediciones, 2005 (incompleto).
  • Bourdé, Guy; Martin, Hervé. Las escuelas históricas.
  • Borguière, André. La escuela de los Annales. Valencia: Universidad de Valencia, 2008, ISBN 9788437075181
  • Burke, Peter. La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales, 1929-1984, Barcelona: Gedisa, 1999, ISBN 84-7432-506-4.
  • Dosse, François. La historia en migajas.
  • Fontana, Josep. Historia, análisis del pasado y proyecto social.
  • Iggers, GG. Historiography in the Twentieth Century: From Scientific Objectivity to the Postmodern Challenge. Wesleyand University Press: Connecticut, EE. UU.
  • Pasamar, La Historia Contemporánea. Aspectos teóricos e historiográficos, Madrid: Síntesis, 2000. pp 69 - 217.

Véase también

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Referencias

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  1. Febvre, L ( 1993) Combates por la Historia
  2. Bloch, Marc (2010). Introducción a la historia. México: Fondo de Cultura Económica. p. 50. 
  3. Daniel Álvarez, [https://web.archive.org/web/20160129050239/http://www.medieval-spain.com/Daniel/Daniel2.htm Archivado el 29 de enero de 2016 en Wayback Machine. La aportación de la te revista "ANNALES"
  4. Israel Nungaray González, Los tiempos históricos de Braudel, mayo de 2009.
  5. María Victoria Menéndez Jiménez, Comentarios sobre la obra de Fernand Braudel titulada "Civilización material, economía y capitalismo", "Revista Complutense de Historia de América", vol 12 (1987), págs 231-236.
  6. a b López, Abel Ignacio (1999). «La historiografía francesa de los años noventa». Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Consultado el 19 de mayo de 2024. 
  7. Revel, Jacques (2015). «Microanálisis y construcción de lo social». En Revel, J., ed. Juegos de escalas. Experiencias de microanálisis. UNSAM EDITA. p. 26. ISBN 978-987-1435-96-8. 
  8. Araujo, C., Álvarez, M. A., y Medina, C. G. (2013). «Verdad y ficción en la historia: el debate entre Hayden White y Roger Chartier». Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy. Consultado el 19 de mayo de 2024. 
  9. «➻ Bernard Lepetit [1948-1996]». Teoría de la historia. 7 de marzo de 2014. Consultado el 8 de julio de 2025. 
  10. Silva, Renán (1 de septiembre de 2012). «Memoria e historia: entrevista con François Hartog». Historia Crítica (48). ISSN 1900-6152. Archivado desde el original el 14 de septiembre de 2024. Consultado el 8 de julio de 2025. 

Enlaces externos

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  • (en francés) Annales. Histoire, sciences sociales en la web de la École des hautes études en sciences sociales.
  • (en francés) Libre acceso a los archivos de la revista Annales de 1960 a 1999 en la web Persée.
  • (en italiano) Índice de la revista Annales desde el n.º 9 en la web del Instituto internacional de historia económica.
  • (en español) Texto sobre la corriente de los Annales en un blog de la Universidad de Alicante.
  •   Datos: Q336241