Vazimba es el nombre con que la tradición oral malgache designa a los primeros habitantes de Madagascar. En la memoria colectiva ocupan un lugar ambiguo entre lo histórico y lo mítico: en unas versiones se los describe como comunidades humanas antiguas —a menudo de estatura menor que la media— asentadas en bosques y colinas; en otras, como seres liminares o espíritus ligados a enclaves sagrados como ríos, rocas o gargantas.[8]
Vazimba | ||
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Otros nombres | Bazimba | |
Ubicación | Madagascar (tradición: Tierras Altas centrales e interior occidental) | |
Fundación | Antigüedad (primeras oleadas de poblamiento de Madagascar) | |
Fundadores | — | |
Descendencia | Desconocida (grupo tradicional/legendario) | |
Idioma | Malgache (transmisión por tradición oral) | |
Religión | Religiosidad malgache tradicional (Fomba Gasy); culto a ancestros | |
Patrono | — | |
Etnias relacionadas | Pueblos malgaches (p. ej., Merina, Betsileo, Sakalava); Vezo (según algunas tradiciones) | |
Asentamientos importantes | ||
—[1] | Tierras Altas de Imerina | |
—[2] | Valle del Betsiriry (vazimba antety) | |
—[3] | Zona kárstica de Tsingy de Bemaraha (vazimba antsingy) | |
—[4] | Riberas y lagos del interior (vazimba andrano) | |
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La noción de época vazimba (faha vazimba) abre la historia oral de las Tierras Altas: antecede a la expansión de los reinos Merina y Betsileo, y concluye —según las crónicas merina compiladas por François Callet— con las conquistas de Andriamanelo (siglo XVI) y sus sucesores Ralambo y Andrianjaka.[9]
La historiografía contemporánea interpreta el término en dos planos: (a) como categoría étnico-histórica hipotética, asociada a las primeras oleadas de poblamiento austronesio-africano, y (b) como etiqueta cultural con la que los merina —y en otros contextos los betsimisaraka— designaron a los tompontany («maestros de la tierra») anteriores a su hegemonía política, es decir, una categoría de alteridad más que un grupo biológico bien delimitado.[10][11]
En este marco, las descripciones de sepulturas lacustres o en cajones/lakanas de madera se consideran sobre todo atribuciones legendarias de la memoria oral, sin correlato arqueológico firme publicado hasta la fecha.[12]
Desde una perspectiva comparada austronesia, los Vazimba han sido puestos en paralelo con los Menehune de Hawái o con categorías nativas como los Orang Rimba de Sumatra (gente del bosque), figuras asociadas a pobladores primigenios y a la alteridad ancestral, lo que refuerza su lectura como metáfora de «los de antes» en el imaginario malgache.[13]
El término vazimba se ha relacionado con raíces de las lenguas austronesias que significan «gente del bosque» o «habitantes de la selva» (de *ba/va-yimba; cf. malayo orang rimba), en contraste con Vezo («los de la costa»).[14]
En las fuentes merina de los siglos XVI–XVII, vazimba designa genéricamente a poblaciones anteriores asentadas en las Tierras Altas y en el occidente de la isla. Estas tradiciones distinguen subgrupos en función de su hábitat:
En el lenguaje ritual posterior, el vocablo pasó a emplearse también para ciertos tompontany (guardianes de lugares sagrados) o ancestros remotos, lo que refuerza su ambivalencia entre categoría histórica, mítica y espiritual.[16]
La investigación arqueológica, lingüística y genética sitúa la llegada de poblaciones humanas a Madagascar entre ca. 350 a. C. y 500 d. C., con aportes tanto austronesios procedentes del Sudeste Asiático como africanos orientales en proporciones significativas.[17][18]
En este marco, Vazimba ha sido interpretado como designación de las primeras oleadas de colonos austronesios adaptados a los bosques y al interior montañoso, en contraste con corrientes posteriores más «tecnificadas» que introdujeron metalurgia y rizicultura irrigada; esta hipótesis explicaría la oposición mítica entre unos «Vazimba primitivos» y recién llegados con mayor dominio técnico.[19]
Otros autores subrayan que el término funcionó sobre todo como etiqueta de alteridad cultural utilizada por merina y betsimisaraka para referirse a tompontany anteriores a su hegemonía, sin implicar necesariamente un grupo biológico distinto. En esta lectura, más que un pueblo extinguido, aludiría a poblaciones paulatinamente asimiladas en el mosaico étnico malgache, cuya memoria persiste en relatos y rituales locales.[20][21]
Las tradiciones sitúan a los Vazimba en aldeas fortificadas sobre colinas y bordes de bosque, donde empleaban la piedra con fines constructivos y rituales (cierres defensivos, marcadores de territorio y tsangambato).[22]
Su economía se habría basado en la agricultura de roza o tavy —tubérculos, bananas, taro, jengibre—, complementada por recolección de miel, frutos y semillas, y caza menor en bosques montanos. La irrigación sistemática del arroz en terrazas, central en la cultura merina y betsileo, suele asociarse a fases posteriores, aunque se han propuesto experiencias incipientes en algunos valles durante la etapa atribuida a los Vazimba.[23] La arqueología de altura documenta ocupaciones antiguas compatibles con estos modos de vida, con huellas de agricultura itinerante, hogares y manejo del paisaje forestal.[24][25]
Según la compilación de Callet, el faha vazimba concluye con las campañas de Andriamanelo (ca. 1540–1575) desde Alasora; su hijo Ralambo y su nieto Andrianjaka consolidan la toma de colinas estratégicas —entre ellas Analamanga (actual Antananarivo)— y la subordinación o desplazamiento de linajes vazimba hacia el occidente boscoso.[26]
Los estudios etnohistóricos ven en este relato un mito político de legitimación: genealogías mixtas (merina–vazimba) y ancestoras como Rafohy y Rangita sostienen la continuidad entre tompontany y nueva realeza, articulando soberanía con arraigo territorial.[27][28]
El corpus oral describe a los Vazimba con rasgos variables según región y narrador (desde «gente pequeña» hasta seres monstruosos de rostro alargado). Se les asocia a lugares sacralizados —ríos, rocas, gargantas, colinas— y a fady que regulan el contacto con sus espacios. Entre los fady más citados figuran las prohibiciones de introducir sal, ajo o carne de cerdo en tumbas atribuidas a los Vazimba.[29] Las menciones a sepulturas lacustres o en lakanas refuerzan esa asociación simbólica con el agua y la madera, si bien se tratan de temas legendarios sin prueba arqueológica concluyente. Muchos parajes vinculados a «tumbas vazimba» son hoy sitios de peregrinación y ofrenda. En varios relatos, ciertos Vazimba devienen razana (ancestros protectores), lo que los integra en el continuo entre mito, religión y memoria.[30][31]
Las tradiciones distinguen grupos en función del paisaje habitado:
Las tradiciones sobre héroes y soberanos merina relatan pactos, conflictos y alianzas matrimoniales con tompontany identificados como Vazimba. La figura de Andrianerinerina —descendiente del dios celeste Zanahary— encarna la soberanía investida desde lo divino, mientras que la aceptación de su autoridad por los Vazimba simboliza la subordinación ritual de los pobladores primigenios.[33] Fuera de Imerina, la memoria sobre «Vazimba desplazados» se entrecruza con la formación de colectivos como Sakalava, Antankarana, Tsimihety y Sihanaka.[34]
Se atribuyen a un sustrato «vazimba» elementos como la toponimia de colinas, cuevas y piedras sagradas; ciertas costumbres funerarias; fady locales; y la centralidad de la veneración a los ancestros. En las Tierras Altas, lugares asociados a antiguas tumbas vazimba siguen siendo espacios de peregrinación, sacrificio e invocación. La historiografía reciente tiende a ver en estas atribuciones sedimentos culturales de larga duración dentro de un proceso de poblamiento y sincretismo austronesio-africano, donde la memoria vazimba expresa la alteridad fundacional y la legitimación política de grupos posteriores.[35][36]