Los Betsimisaraka («los numerosos inseparables») son el segundo mayor grupo étnico de Madagascar, tras los merina, y representan alrededor del 15 % de la población nacional.[1] Se localizan principalmente a lo largo de la costa oriental de Madagascar, desde Mananjary en el sur hasta Antalaha en el norte, con importantes núcleos en Toamasina, Fenoarivo Atsinanana y Maroansetra.
Betsimisaraka | ||
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![]() Mujeres betsimisaraka en la costa oriental de Madagascar (1890-1910) | ||
Otros nombres | Antavaratra (Betsimisaraka del norte), Antatsimo (Betsimisaraka del sur), Betanimena, Tsikoa, Zana-malata (subgrupo mestizo) | |
Ubicación | Costa oriental de Madagascar, entre Mananjary y Antalaha | |
Fundación | Siglo XVIII (confederación unificada bajo Ratsimilaho) | |
Fundadores | Ratsimilaho | |
Descendencia | > 1,5 millones (≈ 15 % de la población nacional)[1] | |
Idioma | Idioma malgache (dialectos betsimisaraka del norte y del sur), francés | |
Religión | Cristianismo (protestante y católico, en sincretismo con religión tradicional), culto a Zanahary y a los razana (ancestros) | |
Etnias relacionadas | Sakalava, Tsimihety, otros pueblos malgaches, pueblos bantúes, pueblos austronesios | |
Asentamientos importantes | ||
≈ 325 000 (2020)[2] | Toamasina | |
≈ 60 000 (2020)[2] | Fénérive Est | |
≈ 30 000 (2020)[2] | Maroansetra | |
≈ 40 000 (2020)[2] | Antalaha | |
≈ 25 000 (2020)[2] | Mananjary | |
≈ 20 000 (2020)[2] | Vatomandry | |
≈ 25 000 (2020)[2] | Soanierana Ivongo | |
≈ 15 000 (2020) | Mahambo | |
≈ 30 000 (2020) | Mananara Nord | |
≈ 20 000 (2020) | Foulpointe | |
≈ 25 000 (2020) | Nosy Boraha | |
Constituyen una confederación de comunidades que se unificaron en el siglo XVIII bajo el liderazgo del soberano Ratsimilaho. El término Betsimisaraka significa literalmente «los numerosos que no se separan» o «los inseparables».[3]
Hasta comienzos del siglo XVIII, las poblaciones de la costa oriental de Madagascar estaban organizadas en pequeños clanes gobernados por jefes locales (filohany).[4]
Entre 1680 y 1720 la región atrajo a numerosos piratas y comerciantes europeos —principalmente ingleses, franceses y en menor medida holandeses—, que se asentaron en enclaves estratégicos como Nosy Boraha, Foulpointe y Tamatave. Estos extranjeros establecieron vínculos con las poblaciones locales, a menudo a través de alianzas políticas y matrimoniales con mujeres malgaches, lo que dio origen a la población zana-malata («descendientes de mulatos»).[3]
En torno a 1710, Ratsimilaho, hijo de una princesa de Foulpointe y de un pirata británico (probablemente Thomas Tew o Thomas White), emergió como líder al frente de las comunidades del norte (Antavaratra). Tras derrotar a las del sur (Tsikoa), fue proclamado soberano con el nombre de Ramaromanompo («Señor servido por muchos»), y otorgó a su pueblo el nombre de Betsimisaraka («los numerosos que no se separan»).[4] Con capital en Foulpointe, su reinado se prolongó hasta 1754 y proporcionó varias décadas de unidad y relativa estabilidad política a la confederación.[3]
Tras su muerte, la cohesión comenzó a debilitarse. Sus sucesores —entre ellos Zanahary, Iavy y Zakavolo— fueron considerados tiránicos o dependientes de los intereses extranjeros, lo que provocó rebeliones internas y un aumento de la injerencia francesa en los principales puertos.[4] A finales del siglo XVIII, aventureros como Maurice Benyowsky llegaron incluso a proclamarse reyes en territorio betsimisaraka, reflejo de la fragmentación política de la región.
En 1817, el rey Radama I del Reino de Imerina lanzó una expedición desde el altiplano central y conquistó Toamasina, sometiendo a los Betsimisaraka y consolidando la hegemonía merina en la costa oriental.[5]
La colonización francesa, iniciada en 1896, fue recibida en un principio como una liberación del dominio merina, pero pronto generó nuevos conflictos. Los Betsimisaraka participaron en la rebelión de los Menalamba y desempeñaron un papel activo en la insurrección malgache de 1947, levantamientos que fueron reprimidos con gran violencia y severas represalias contra la población local.[5]
La sociedad betsimisaraka se organiza en clanes y linajes (fehitry), unidos por tumbas ancestrales comunes (lônjobe) que refuerzan la cohesión del grupo. Los líderes tradicionales (tangalamena) y los consejos de ancianos (lohandriana) ejercen la autoridad, tanto en lo espiritual como en lo político.[6] La veneración a los razana (ancestros) constituye el eje de su cosmovisión, y se expresan en numerosos ritos destinados a mantener la armonía entre vivos y muertos.
Los rituales más destacados incluyen:
Los sacrificios de cebú en honor a los ancestros son frecuentes en momentos de crisis, en agradecimiento por cosechas abundantes o durante celebraciones comunitarias.[7]
La vida cotidiana está regida por los fady (tabúes), que varían según cada clan y territorio. Entre los más comunes se encuentran la prohibición de consumir anguilas, consideradas sagradas en algunas regiones; la obligación de liberar a los lémures atrapados y darles sepultura si mueren; o la prohibición de pronunciar el nombre de un jefe tras su muerte, lo que obliga a sustituir esas palabras por sinónimos.[8]
El tabú constituye un mecanismo de cohesión social y de regulación simbólica de la relación con la naturaleza y los espíritus, influyendo tanto en la vida agrícola como en la vida doméstica.
Los géneros musicales característicos son:
En la actualidad, el basesa tradicional convive con un basesa contemporáneo que incorpora influencias del sega de las Mascareñas y del kwassa kwassa congoleño, con batería, guitarra eléctrica y teclados.[4]
Tradicionalmente, la ropa se elaboraba con fibras de palma de rafia, trenzadas y tejidas en paños que servían para confeccionar faldas (simbo) y túnicas (akanjo). Aunque hoy predomina la vestimenta industrial, las prendas de rafia se mantienen en ceremonias rituales y festivas como símbolo identitario.[9]
El calendario social está marcado por el ciclo del arroz:
Además del arroz, cultivan mandioca, plátano, caña de azúcar y especias como la vainilla y el clavo, integrando la producción agrícola en un marco ritual que vincula la fertilidad de la tierra con la protección de los ancestros.
Los Betsimisaraka hablan dialectos propios del idioma malgache, lengua común de Madagascar perteneciente a la rama malayo-polinesia de las lenguas austronesias, derivada de las lenguas barito de Borneo.[10]
Se distinguen dos variantes principales:
Estas variedades se consideran dialectos del malgache estándar, pero con rasgos fonéticos y léxicos propios. Comparten características como la entonación tonal, el uso de partículas enclíticas y un vocabulario particular vinculado a la vida marítima y agrícola.[11]
El francés, introducido durante la colonización (1896-1960), es hoy una segunda lengua frecuente en la educación y la administración. En áreas urbanas como Toamasina se utiliza como lengua de prestigio, mientras que en las zonas rurales predomina el uso exclusivo del dialecto local.
La religiosidad betsimisaraka combina elementos del cristianismo —introducido a partir del siglo XIX por misioneros europeos— con prácticas tradicionales centradas en el culto a Zanahary, dios creador, y a los razana (ancestros).[12]
Las ceremonias de posesión espiritual o tromba, en las que los espíritus ancestrales se manifiestan a través de médiums, constituyen un eje central de la vida religiosa. Estos rituales, acompañados de música, danzas y sacrificios, refuerzan la cohesión comunitaria y la continuidad de los vínculos con los antepasados.[13]
El sincretismo religioso es característico: muchos betsimisaraka se declaran cristianos (protestantes o católicos), pero continúan observando ritos tradicionales, como los sacrificios de cebú en honor a los ancestros, las ofrendas a los espíritus o la observancia de fady (tabúes).[14]
Las creencias tradicionales incluyen también la existencia de seres sobrenaturales como los angatra (fantasmas), las sirenas zazavavy an-drano y los espíritus traviesos llamados kalamoro.[15]
La economía betsimisaraka es predominantemente de subsistencia, aunque con una importante orientación comercial desde la época colonial. La base es la agricultura, especialmente el cultivo del arroz, que constituye el alimento principal. Junto a él destacan los cultivos de vainilla, café, coco, ylang-ylang y caña de azúcar, destinados en gran parte a la exportación.[16]
También se cultivan mandioca, batata, taro, plátano, piña, aguacate, lichi, naranja, mango y fruta del pan, además de hortalizas y legumbres.[17] La pesca fluvial y marítima complementa la dieta, junto con la recolección de mariscos y cangrejos de río.
La ganadería de cebú es menos común que en otras regiones de Madagascar, aunque tiene un papel ritual en sacrificios ancestrales. En cambio, es frecuente la cría de cerdos y aves de corral.
Entre las producciones artesanales destacan las bebidas alcohólicas: el toaka (ron destilado de caña) y el betsa (cerveza de caña), elaboradas de forma doméstica y consumidas en celebraciones.[6]
La explotación de recursos minerales —oro, granate y otras piedras semipreciosas— constituye una fuente adicional de ingresos, junto con la producción de especias y aceites esenciales empleados en perfumería (notablemente en Fenoarivo Atsinanana).[14]
El puerto de Toamasina, principal salida comercial del país, se encuentra en territorio betsimisaraka y sigue siendo un centro clave para el comercio internacional de vainilla y otros productos de exportación.