El pueblo merina es el mayor de los grupos étnicos de Madagascar, con más de cinco millones de integrantes.[2] Se concentra principalmente en las Tierras Altas Centrales, en torno a la actual capital, Antananarivo.
Merina | ||
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![]() Niñas merina en las Tierras Altas Centrales | ||
Ubicación | Tierras Altas de Madagascar (región de Antananarivo y alrededores) | |
Descendencia | > 5 millones[1] | |
Idioma | Dialecto merina del idioma malgache, francés | |
Religión | Cristianismo (protestante y católico), sincretizado con religión tradicional | |
Etnias relacionadas | Betsileo, otros pueblos malgaches, pueblos austronesios, pueblos bantúes | |
Conocidos como los «malgaches de las tierras altas», en contraposición a los pueblos costeros, los merina desempeñaron un papel central en la unificación política de la isla durante los siglos XVIII y XIX, bajo el Reino de Imerina.
Los merina tienen un origen mixto. La mayoría de sus ancestros fueron austronesios que llegaron a Madagascar entre los siglos I y V d. C., a los que se sumaron aportes posteriores de pueblos bantúes, árabes, indios y europeos.[3]
Según la tradición oral, tras convivir y mezclarse con los pueblos originarios conocidos como Vazimba, los merina se asentaron en el altiplano central. Desde el siglo XVI, bajo el reinado de Andriamanelo, comenzaron a consolidar pequeños reinos que darían lugar a la formación del Reino de Imerina.
Durante el siglo XVIII, la figura de Andrianampoinimerina (c. 1785-1810) resultó decisiva para unificar los distintos territorios de Imerina y sentar las bases de la expansión merina. Su hijo y sucesor, Radama I (1792-1828), extendió el dominio merina sobre casi toda la isla, con capital en Antananarivo. El reino fue reconocido internacionalmente y estableció tratados con potencias europeas, lo que facilitó la llegada de misioneros cristianos, comerciantes y asesores militares.[4]
A lo largo del siglo XIX, varias reinas ejercieron el poder, entre ellas Ranavalona I, Rasoherina y Ranavalona II, consolidando la monarquía y favoreciendo, en el caso de esta última, la cristianización oficial del reino.
La independencia merina finalizó con las Guerras franco-hovas (1883–1885 y 1895), que culminaron en la anexión de Madagascar por Francia en 1896 y la abolición definitiva de la monarquía en 1897.[5]
La sociedad merina fue históricamente estratificada y organizada en un rígido sistema de castas:
Practicaron la endogamia dentro de cada estrato y mantuvieron normas estrictas que prohibían los matrimonios mixtos. El sistema de castas persistió hasta la época contemporánea, y sus efectos sociales aún se perciben en la actualidad.[6][7]
Entre sus rasgos culturales destacan:
Los merina hablan el dialecto merina, también llamado hova o malgache de las tierras altas, que constituye la base del idioma malgache estándar. Este es idioma oficial en Madagascar, junto al francés, según la Constitución de 2010.
El malgache pertenece a la familia de las lenguas austronesias, dentro del subgrupo malayo-polinesio. El dialecto merina comparte numerosos cognados con el malayo, el indonesio, el tagalo y otras lenguas del sudeste asiático, lo que refleja los orígenes austronesios de gran parte de la población malgache.[8]
La escritura actual utiliza el alfabeto latino, introducido en el siglo XIX por los misioneros de la London Missionary Society, quienes elaboraron las primeras traducciones bíblicas y gramáticas. El dialecto merina es lengua de instrucción en los primeros niveles de enseñanza primaria y desempeña un papel central en la literatura oral, en particular en los hain-teny, poemas dialogados característicos de la cultura de Imerina.
Tradicionalmente, los merina practicaron un culto a Zanahary, el dios creador, en paralelo con una profunda veneración a los razana (ancestros). Se creía que los antepasados podían intervenir en la vida de los vivos, por lo que se les rendía homenaje mediante sacrificios, rituales de famadihana (exhumación y reinhumación de los muertos) y el mantenimiento de tumbas familiares. Los sacerdotes tradicionales y los ombiasy (adivinos y curanderos) desempeñaban un papel importante en la vida religiosa y social.
A partir del siglo XIX, se produjo una amplia conversión al cristianismo, en gran parte gracias a la labor de la London Missionary Society, que difundió sobre todo el protestantismo entre las élites merina, incluidas las reinas Ranavalona II y Rasoherina.[9]
El catolicismo se expandió posteriormente, especialmente entre antiguos esclavos y durante la colonización francesa a finales del siglo XIX y comienzos del XX, apoyado por la preferencia de la administración colonial hacia intérpretes y funcionarios católicos.[10]
En la actualidad, la mayoría de los merina son cristianos (protestantes o católicos), aunque muchas prácticas tradicionales de veneración a los ancestros y rituales comunitarios continúan presentes en su vida cultural y espiritual.