Los Tanala (también Antanala, lit. «gente del bosque») son un pueblo malgache asentado en una región boscosa del sudeste de Madagascar, en el interior próximo a Manakara, entre los ríos Faraony (al norte) y Matitanana (al sur).[9][10] Su población se estima en torno a 400 000 personas.[11] El etnónimo hace referencia a su implantación histórica en los bosques húmedos de la vertiente oriental malgache.
Tanala | ||
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![]() Mujer tanala con su hijo | ||
Otros nombres | Antanala; Antagnala | |
Ubicación | Interior boscoso del sudeste de Madagascar (entorno de Ikongo, Ifanadiana, cerca de Manakara) | |
Descendencia | Plantilla:Aprox 400 000 (c. 2013)[1] | |
Idioma | Dialecto tanala del idioma malgache | |
Religión | Cristianismo (protestante y católica) y religiones tradicionales malgaches | |
Etnias relacionadas | Otros pueblos malgaches; Pueblos bantúes; Pueblos austronesios | |
Asentamientos importantes | ||
[2] | Ikongo | |
[3] | Ifanadiana | |
[4] | Ambohimanga Atsimo | |
[5] | Ivohibe | |
[6] | Manambondro | |
[6] | Sandrananta | |
El término Tanala (o Antanala) se traduce habitualmente como «pueblo del bosque». En determinadas fuentes aparece la variante Antagnala, empleada como exónimo o transliteración alternativa.[9][12]
El territorio histórico de los Tanala se localiza en el interior forestal del sudeste de Madagascar, a unos 40 km de la costa. Sus límites tradicionales se establecen entre los ríos Faraony (al norte) y Matitanana (al sur); hacia el este lo separaba una franja de aldeas Antemoro, mientras que al oeste lindaba con tierras Betsileo. La altitud general del área oscila entre los 250 y 600 m s. n. m., destacando el macizo de Ikongo, que alcanza alrededor de 1200 m.[10][13]
En el plano etnogeográfico se distinguen dos grandes subgrupos: los Tanala-Ikongo, asentados en la parte meridional y que conservaron una notable autonomía frente a la expansión merina durante el siglo XIX, y los Tanala-Menabe, situados más al norte en áreas montañosas y de difícil acceso, que acabaron integrándose bajo dominio merina.[9]
Las tradiciones orales señalan a los vazimba como primeros pobladores del área. Entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII se asentaron clanes procedentes de la costa, en particular los Zafirambo, cuya genealogía se vincula en la memoria oral a linajes Zafiraminia y Anteony.[14]
Durante el siglo XVIII, los jefes tanala consolidaron su autoridad en los valles de Sandrananta y Manambondro, al tiempo que sostuvieron prolongados conflictos con los Antemoro. El poder tanala alcanzó su máxima extensión a mediados de siglo bajo el reinado de Andriamatahetany, aunque poco después el territorio se dividió en los reinos de Manambondro y Sandrananta.[14][15]
En el siglo XIX, la expansión del Reino de Imerina impactó de manera desigual en los subgrupos tanala: mientras el Ikongo mantuvo márgenes de autonomía, el Menabe quedó integrado bajo gobernadores merina.[9][10]
Históricamente la organización social tanala distinguía entre nobles (mpanjaka), hombres libres y esclavos. El poder del rey estaba sometido a mecanismos de control comunitario, incluida la posibilidad de deposición, y se apoyaba en consejos de ancianos (zoky olo). Los ombiasy —sabios y adivinos, con frecuencia de filiación Antemoro— desempeñaban un papel de consejeros de las élites.[14]
El estatus se expresaba también mediante marcadores materiales: las casas nobles se distinguían por las cubiertas de cumbrera adornadas con cuernos de zebú tallados, y los reyes y sus descendientes disfrutaban de privilegios como portar el parasol rojo o lucir joyas de plata durante las festividades.[16]
Entre los grupos de Ikongo y Zafirambo se documenta asimismo una división simbólica entre fotsy («blancos», cultivadores de arroz) y mainty («negros», cultivadores de tubérculos), que no impedía la existencia de solapamientos sociales ni de alianzas matrimoniales entre estratos.[14]
Tras el parto se observaban resguardos y prohibiciones rituales: la madre debía permanecer un tiempo junto al fuego para eliminar impurezas y estaban prescritos ciertos tabúes o fady de calendario. Los recién nacidos eran sometidos a rituales de purificación y a la fijación de días tabú para su vida futura.[16]
En el ámbito judicial se documenta la práctica de ordalías fluviales para dirimir pleitos: el acusado debía atravesar un río a nado, con el riesgo de ser atacado por un cocodrilo. Si resultaba ileso, se consideraba inocente y el acusador debía compensarlo con la entrega de varios zebúes.[16]
Los Tanala fueron reputados como guerreros y también como especialistas en adivinación —mediante la lectura de semillas o la astrología—, prácticas atribuidas a saberes difundidos en Madagascar a través de intermediarios árabe-islamizados.[14][9] Entre las costumbres sociales se señala la práctica de cerrar la puerta de la vivienda durante las comidas, a fin de evitar que los vecinos presencien el acto de alimentarse.[16]
En cuanto a la vestimenta tradicional, se empleaban tejidos y piezas de tsihy (esteras) confeccionadas con harefo (Eleocharis plantagines). Las mujeres utilizaban envolturas tubulares cosidas con varias esteras rectangulares, que podían ceñirse al hombro o a la cintura, mientras que los hombres portaban taparrabos de corteza batida complementados con chaquetas o túnicas de estera; en los ancianos, estas prendas solían tener mangas más largas.[17]
Entre determinados grupos tanala el babakoto (Indri) es considerado un animal tabú: no puede cazarse ni consumirse y, en caso de hallarse muerto, debe recibir un tratamiento funerario semejante al de una persona.[16] También se documenta un fady respecto al cerdo, probablemente de origen islámico.[18] Asimismo, la montaña de Ambondrombe es mencionada en la tradición local como un espacio prohibido (fady) para los tanala.[16]
Entre los tanala son habituales las inhumaciones en el bosque, empleando ataúdes labrados a partir de troncos de gran diámetro. En determinadas comunidades se conservan reliquias de los nobles (lambohamba), que reciben baños rituales anuales como parte de ceremonias conmemorativas. En otras zonas los cadáveres se depositan en chozas dentro de recintos forestales consagrados, considerados espacios sagrados y vedados a toda visita.[9][16]
Los tanala hablan un dialecto del malgache, lengua de la familia austronesia. Se encuentra próximo al malgache estándar hablado por los merina y presenta vínculos con el subgrupo barito de Borneo, además de rasgos fonéticos propios.[19]
Los principales cultivos de subsistencia y comercio son el café y el arroz.[9] También se practica la recolección de miel silvestre; en algunas comunidades existe un fady que prohíbe su consumo directo por los tanala, debido a que las abejas suelen anidar en ataúdes suspendidos en los bosques. Por ello, la miel se destina principalmente al intercambio o venta a otros grupos.[20]
En el subgrupo septentrional (Tanala-Menabe) las actividades comerciales fueron históricamente más reducidas a causa del aislamiento geográfico y del relieve accidentado de la región.[13]
Las estimaciones recientes sitúan a los tanala en un rango intermedio dentro de los pueblos de Madagascar, con cifras en torno a 400 000 personas en la década de 2010.[11] Su población se organiza principalmente en aldeas (fokontany) distribuidas por los valles y laderas de la franja forestal del sudeste, en un patrón de asentamiento disperso característico de las sociedades agrícolas malgaches.
La mayoría de los tanala profesa el cristianismo —tanto en sus ramas protestante como católica—, que coexiste con prácticas y creencias tradicionales ligadas al culto a los ancestros (razana), la observancia de tabúes (fady) y la adivinación.[9][14]