Jueces 11 es el decimoprimer capítulo del Libro de los Jueces en el Antiguo Testamento o la Biblia hebrea.[1] Según la tradición judía, el libro fue atribuido al profeta Samuel,[2][3] pero los eruditos modernos lo consideran parte de la Tradición deuteronómica, que abarca los libros de Deuteronomio a 2 Reyes, atribuidos a escritores nacionalistas y fervientes yahvistas durante la época del rey reformador de Judea Josías en el siglo VII a. C.[3][4]. Este capítulo recoge las actividades del juez Jefté.[5] perteneciente a una sección que comprende Jueces 6:1 a 16:31.[6].
Este capítulo fue escrito originalmente en hebreo. Está dividido en 40 versículos.
Algunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo en hebreo pertenecen a la tradición del Texto Masorético, que incluye el Códice de El Cairo (895), el Códice de Alepo (siglo X) y el Códice Leningradoensis (1008).[7]
Los manuscritos antiguos existentes de una traducción al griego koiné conocida como Septuaginta (originalmente se hizo en los últimos siglos a. C.) incluyen el Codex Vaticanus (B; B; siglo IV) y Codex Alexandrinus (A; A; siglo V). [8][10]
Un estudio lingüístico de Chisholm revela que la parte central del Libro de los Jueces (Jueces 3:7-16:31) puede dividirse en dos paneles basados en los seis estribillos que afirman que los israelitas hicieron el mal a los ojos de Yahvé:[11]
Además a partir de la evidencia lingüística, los verbos utilizados para describir la respuesta del Señor al pecado de Israel tienen patrones quiasticos y pueden ser agrupados para encajar en la división anterior:[13]
Este capítulo contiene la Narrativa de Jefté, que puede dividirse en 5 episodios, cada uno con un diálogo distinto, de la siguiente manera:[14][15]
Episodios | Versículos | Diálogo | Versículos |
---|---|---|---|
A. | 10:6-16 | Israel y Yahvé | 10-15 |
B. La amenaza amonita | 10:17-11:11 | Los ancianos y Jefté | 5-11 |
C. | 11:12-28 | Jefté y el rey amonita | 12-28 |
B'. La derrota amonita | 11:29-40 | Jefta y su hija | 34-38 |
A'. | 12:1-7 | Jefté y los efraimitas | 1-4a |
La Narrativa de Jefté tiene un patrón de relato tradicional sobre el éxito del héroe, antaño marginado, que asciende al poder en una sociedad «no dinástica» con «patrones fluidos de liderazgo».[5] El héroe, Jefté, era hijo de una prostituta, a quien los hijos legítimos de su padre negaron el derecho a la herencia. Luego se convirtió en un jefe 'bandido social' y adquirió la destreza militar para liderar y salvar a su nación.[5] Ante la inminente amenaza amonita, los líderes de Galaad intentaron atraer de nuevo a Jefté, al que habían marginado, ofreciéndole el cargo de «comandante», pero cuando se negó tuvieron que aumentar la oferta al cargo de «jefe» («caudillo»). El acuerdo entre Jefté y los ancianos se selló en un pacto con YHWH como testigo (Versículo 10).[5]
Existe una estructura paralela del diálogo entre YHWH y los israelitas en Jueces 10:10-16 y el diálogo entre Jefté y los ancianos de Galaad en Jueces 11:4-11.[16].
YHWH y los israelitas (10:10-16) | Jefté y los ancianos (11:4-11) |
---|---|
La opresión amonita (10:7-9) | La opresión amonita (11:4) |
Israel apela a Yahvé (10:10) | Galaad recurre a Jefté (11:5-6) |
Yahvé replica sarcásticamente (10:11-14) | Jefté replica sarcásticamente (11:7) |
Israel repite la apelación (10:15-16) | Galaad repite el llamamiento (11:8) |
Yahvé se niega a ser utilizado (10:16b) | Jefté aprovecha el momento de forma oportunista (11:9-11). |
Jefté, el galaadita, era un hombre valiente, hijo de una ramera; y Galaad engendró a Jefté.[17]
La figura de Jefté presenta ciertos paralelismos con la de Abimélec: mientras que este último era hijo de una concubina, Jefté era hijo de una prostituta (Jue 11,1). Ambos enfrentaron conflictos con sus hermanos: Abimélec los asesinó, mientras que Jefté fue rechazado y expulsado por ellos (Jue 11,2). Estas narraciones reflejan los intentos iniciales de establecer un gobierno estable en Israel. Primero, Gedeón rechazó ser proclamado gobernante (Jue 8,22-23); luego, Abimélec buscó el poder con el apoyo de los ciudadanos de Siquem, pero fracasó (Jue 9,1-57); finalmente, Jefté fue llamado por los ancianos de Galaad para liderar sus tropas (Jue 11,5-11). Aunque aún no se utiliza el título de rey, estas historias preludian el surgimiento de la monarquía.
Jefté se distinguía por sus extraordinarias habilidades como guerrero (Jue 11,1) y por su profunda confianza en el Señor (Jue 11,9). A pesar de su origen humilde y del rechazo de sus hermanos, Dios lo eligió para salvar a Israel, resaltando una vez más la gratuidad de su elección. Dios prefiere a quienes los hombres desprecian, transformándolos en instrumentos de salvación para su pueblo.[19]
Agustín de Hipona ve en Jefté una figura de Cristo, dado el rechazo que ambos enfrentaron de su propio pueblo:
A Jefté lo reprobaron sus hermanos y lo echaron de la casa paterna. (…) Lo mismo hicieron con el Señor los príncipes de los sacerdotes, escribas y fariseos, acusándolo como destructor de la ley y tratándolo como un hijo ilegítimo. (…) El hecho de que quienes despreciaron a Jefté recurrieran luego a él para ser liberados prefigura cómo aquellos que rechazaron a Cristo, al volver a Él, encuentran la salvación.[20]
El concepto de «guerra justa» fue el tema principal del intercambio entre Jefté y el rey de los amonitas, que discutían sobre los derechos de la tierra utilizando un «lenguaje jurídico» (véase la fórmula en 2 Crónicas 35:21; 2 Reyes 3:13; 1 Reyes 17:18). Jefté exige saber qué justifica la invasión amonita contra Israel, y el rey amonita responde proporcionando una versión de los hechos registrada en Números 21:21-31 (cf. Deuteronomio 2:26-35), pero pintando a Israel como el agresor injusto. En una larga respuesta, Jefté dio una versión proisraelí de la toma del territorio en disputa utilizando tres argumentos:[5]
Como era de esperar, el rey amonita rechazó los argumentos de Jefté, porque en un «estado debilitado» (Jueces 10:8-9) Israel no debería tener poder para negociar, pero Jefté había estado dispuesto a dar una oportunidad a la diplomacia antes de la guerra y se mostró como el líder de Israel.[21]
Esta sección contiene la cuarta parte de la Narrativa de Jefté que registra la victoria de Jefté sobre los amonitas, que se ve ensombrecida por su voto poco meditado, y un diálogo especial entre Jefté y su hija en los Versículos 34-38.[22] En otras culturas del Próximo Oriente antiguo, los guerreros suelen prometer a la deidad algo de valor a cambio de su ayuda en la guerra, una creencia particular en la eficacia del sacrificio en la ideología de la «prohibición» (hebreo: herem), que lleva a la consagración de bienes valiosos tras la victoria (cf.Números 21:2-3; la terminología en Deuteronomio 13:16).[23] Sin embargo, en este caso, el voto de Jefté se considera precipitado y manipulador:[24]
La narración enmarca el voto (versículos 30-31) dentro de los registros de las batallas y la victoria sobre los amonitas en los versículos 29 y 32 para mostrar que el voto de Jefté es totalmente innecesario, ya que sus últimas palabras al rey amonita deberían ser suficientes, «Que el Señor, el Juez, decida hoy la disputa entre los israelitas y los amonitas» (versículo 27), que YHWH entregaría a los amonitas en manos de Jefté igual que YHWH entregó a Sijón a los israelitas (versículo 21). [25] A pesar de la comprensible renuencia de Jefté y su hija (versículos 37-38), ambos decidieron cumplir el voto (versículo 39).[26] La obediencia de la hija de Jefté se recuerda y se señala en una estructura correspondiente en los versículos 37-40 como sigue:[27]
Versículos 37-39a | Versículos 39a-40 |
---|---|
Dos meses | anual, cuatro días al año |
ella fue (hebreo: hlk) | Las hijas de Israel fueron (Hebreo: hlk) |
sus compañeras | las hijas de Israel |
lamentar (hebreo: bkh) | Conmemorar (hebreo: tnh) |
La Biblia condena de manera explícita el sacrificio humano, considerándolo un grave pecado, un crimen y una forma de idolatría (cf. Lv 18,21; 20,2-5; Dt 12,31; 18,10; Mi 6,7). Estas prácticas eran comunes entre los pueblos vecinos de Israel, como los moabitas y fenicios, y se describen en textos históricos y bíblicos, como el sacrificio del primogénito de Mesá, rey de Moab (2 R 3,27). Aunque en ocasiones se practicaron en Israel (2 R 16,3), las Escrituras reprueban este acto. Sin embargo, el sacrificio de la hija de Jefté (Jue 11,29-40) es relatado sin un juicio explícito, lo que resulta desconcertante. Este episodio, que se conmemoraba anualmente (Jue 11,40), parece conservarse para destacar la importancia del cumplimiento de los votos hechos a Dios, pero también advierte sobre los peligros de formular promesas de manera precipitada o imprudente. Esta enseñanza se encuentra reflejada en otros pasajes bíblicos que regulan los votos y su cumplimiento (cf. Nm 30,3; Dt 23,22-24; Qo 5,3-4).
Con la plenitud de la revelación, queda claro que una promesa o voto a Dios debe versar sobre algo bueno y posible; en caso contrario, su cumplimiento no sería acto de fidelidad, sino de error. La acción de Jefté, por tanto, es reprobable, ya que Dios no puede aceptar un acto intrínsecamente malo como expresión de devoción. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2102) afirma que un voto es "una promesa deliberada y libre hecha a Dios acerca de un bien posible y mejor", subrayando que los votos deben ser actos de devoción, nunca de error o imprudencia.[28]
La hija de Jefté, al conocer el voto realizado por su padre, le pidió un aplazamiento para poder «llorar su virginidad» (Jue 11,37). Esto refleja el profundo dolor de saber que moriría sin haber cumplido las aspiraciones fundamentales de una mujer israelita: casarse y tener descendencia. En la cultura de Israel, no llegar a ser esposa y madre era motivo de tristeza y vergüenza, ya que la maternidad se consideraba una forma de participar en las promesas de Dios al pueblo. El lamento de la hija de Jefté subraya la tragedia personal de su sacrificio, amplificando el dramatismo de un episodio que señala los riesgos de los votos precipitados y las consecuencias de decisiones imprudentes.[29]