Deuteronomio (del griego τὸ Δευτερονόμιον / tò Deuterounómion, «la segunda ley»; hebreo: דְּבָרִים, Devarim, «estas son las palabras») es un libro bíblico del Antiguo Testamento y del Tanaj hebreo. Se ubica en el quinto lugar, precedido por Números y es, en consecuencia, el último texto de la Torá («La Ley» o «Enseñanzas de Dios») y, para los cristianos, del Pentateuco («las cinco cajas» donde se guardaban los rollos hebreos). En las Biblias cristianas, se encuentra antes de los Libros históricos, el primero de los cuales es el libro de Josué.
Deuteronomio | |||||
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de Moisés | |||||
![]() Portada del Deuteronomio en la Biblia de San Paolo | |||||
Género | Libro sagrado | ||||
Idioma | Hebreo bíblico | ||||
Texto en español | Deuteronomio en Wikisource | ||||
Pentateuco | |||||
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Los capítulos 1-30 del libro consisten en tres sermones o discursos pronunciados a los israelitas por Moisés en las llanuras de Moab, poco antes de entrar en la Tierra Prometida. El primer sermón relata los cuarenta años de peregrinación por el desierto que habían llevado a ese momento, y termina con una exhortación a observar la ley. El segundo sermón recuerda a los israelitas la necesidad de seguir a Yahvé y las leyes (o enseñanzas) que les ha dado, de las que depende su posesión de la tierra. El tercer sermón ofrece el consuelo de que, aunque la nación de Israel se muestre infiel y pierda la tierra, con el arrepentimiento todo puede ser restaurado. Los últimos cuatro capítulos (31-34) contienen el Canto de Moisés, la Bendición de Moisés, y las narraciones que relatan el paso del manto de liderazgo de Moisés a Josué y, finalmente, la muerte de Moisés en el Monte Nebo.
Uno de sus Versículos más significativos es Deuteronomio 6:4, el Shemá Israel, que ha sido descrito como la declaración definitiva de «identidad judía» para los judíos teístas: «Escucha, Israel: el SEÑOR nuestro Dios, el SEÑOR es uno."[1] Los Versículos 6:4-5 también fueron citados por Jesús en el Marcos 12:28-34 como El primer mandamiento.
Tradicionalmente, se creía que Dios dictó la Torá a Moisés, pero la mayoría de los eruditos modernos datan el Deuteronomio en los siglos VII-V a. C.[2].
El libro recibió el nombre de Deuteronomio porque así se lo titula en la versión griega de los LXX: déuteros nómos o "Segunda Ley", por oposición a la "Primera Ley" recibida por Moisés en el Monte Sinaí. Por este motivo, la Vulgata latina translitera la voz griega como Deuteronomium.
El Deuteronomio es el quinto libro del Pentateuco. Su nombre proviene de la traducción griega de la Biblia (Septuaginta), donde en Dt 17,18 se entendió la expresión “copia de la Ley” como “segunda Ley” (deuteronómion). Aunque no es una traducción literal, el título resulta adecuado porque el libro reúne, además de recuerdos históricos y discursos de Moisés, un nuevo conjunto de leyes que guarda relación con las ya presentes en Éxodo y en parte en Levítico. En la tradición judía, este libro se llama Debarim (“Palabras”), a partir de sus primeras expresiones, destacando su tono exhortativo y doctrinal.[3]
La Vulgata es la traducción de la Biblia al latín, hecha por San Jerónimo.
El Pentateuco ha sido atribuido tradicionalmente al patriarca Moisés.[4] El Deuteronomio es, en consecuencia, el discurso con el cual el legislador se despide de su pueblo en los llanos de Moab (Deut. 1:5).
Sin embargo, los judíos que se encuentran frente a él escuchándolo no son los mismos que se encontraban al pie del monte Sinaí. Han pasado por muchas tribulaciones; conocen las tentaciones de la idolatría, a los falsos profetas y también a los verdaderos. Conocen también a los reyes traidores.
Moisés entrega a esta gente la Segunda Ley como prolongación y epítome de la primera: la voz de la reforma religiosa será la herencia de los hebreos complementando a la entrega de la tierra por parte de Yahveh. Ambas serán los bienes primordiales de los judíos en este nuevo país y en el futuro.
La crítica literaria aplicada a los textos bíblicos, ha puesto en evidencia que no se puede atribuir el texto a Moisés, ya que responde a situaciones históricas posteriores.[4] En efecto, la insistencia temática en la unidad de Dios, la unidad del Culto, la unidad de la Ley y de la Tierra pone en evidencia una época de crisis en la que esto ya no se realiza. El libro del Deuteronomio es un compendio de textos escritos en diferentes épocas, y proveniente de diversas fuentes, como lo son una buena parte de los libros de la Biblia. Este libro cobró una especial relevancia en el reinado del rey Josías, bajo el cual fue descubierto el manuscrito en el Templo. De hecho, desde la perspectiva de la hipótesis documentaria, se considera que la fuente principal del libro es la tradición deuteronómica, la cual surgió durante el reinado de dicho Josías. La tradición oral que los sustentó pudo haber sido llevada por escribas que huyeron del Reino del Norte, a la sazón invadido por las tropas asirias de Sargón II, quien tomó la ciudad de Samaría, capital del Reino del Norte, en 721 a. C.[5]
La autoría de Moisés fue creída durante siglos, tanto por judíos como por cristianos. La Iglesia católica aceptó hace tiempo las aportaciones científicas de la crítica literaria, y las investigaciones hermenéuticas, tanto aplicadas a este texto como a toda la Biblia, aunque sectores más tradicionales insisten en la autoría mosaica del texto. Lo mismo cabría decir de las iglesias protestantes, y del judaísmo. En cada una de estas confesiones religiosas encontramos sectores que han admitido las aportaciones de la ciencia aplicada a la hermenéutica Bíblica, y otros que se resisten a ello.
Deuteronomio 20 da leyes para la guerra. Deuteronomio 20:1-9 - no temas en la guerra, Dios está aquí. Israel temía al enemigo más poderoso. Israel tiene instrucciones de no temer porque Dios está con ellos. Los hombres están exentos del combate si tienen una casa nueva, un viñedo listo para cosechar o un matrimonio no consumado. Deuteronomio 20:10-15 requiere que Israel ofrezca términos de rendición. Deuteronomio 20:16-18 instruyó a Israel a evitar la inmoralidad y el pecado de otras naciones. Deuteronomio 20:19-20 prohíbe cortar árboles que producen alimentos. La comida se puede tomar de los árboles.[6]
El Deuteronomio retoma la tradicional forma de contar la historia de Israel a través de grandes discursos; ellos son el marco y la referencia que limitan el Código ético que debería regir la vida del judío.
El libro relata lo que sucedió desde la entrega de las Tablas de la Ley hasta la llegada a los llanos del Moab, pero, como sucede con frecuencia en el Antiguo Testamento, no narra los hechos por la historia misma: los utiliza como medio para probar la realidad y verdad del Código.
Su personaje principal es el propio Moisés, viejo y en el fin de su vida, que recuerda el pasado y, con un estilo vivo y directo, se dirige a los israelitas para hacerles notar que si no guardan una fidelidad a ultranza al Pacto, serán ingratos y poco merecedores del amor de Dios. Él los ha elegido, y ellos han de honrar esa confianza o desaparecer.
La historia es, pues, en el Deuteronomio, el testigo que declara en favor de Dios que volcará al jurado (el pueblo) en su favor. El Deuteronomio muestra ser la puerta de ingreso a una interpretación correcta de la subsecuente historia del pueblo de Israel, esto quiere decir que el Deuteronomio tiene una proyección hacia el futuro del pueblo de Israel.
El libro está desarrollado en dos grandes partes que a su vez se dividen de la siguiente manera:
En el primer discurso de Moisés dentro del Deuteronomio, el acento está puesto en la memoria histórica del pueblo. Se evocan los principales episodios del Éxodo, desde la teofanía en el monte Horeb hasta la llegada a las llanuras de Moab, donde Israel se encuentra ya a las puertas de la tierra prometida. Este relato no tiene un fin meramente narrativo, sino exhortativo: se invita a reconocer con gratitud la acción poderosa de Dios, que ha conducido, protegido y sostenido al pueblo en medio de pruebas y dificultades. Moisés recuerda sucesos clave como la salida del Horeb, las dificultades enfrentadas en Cadés, el establecimiento en la región de Transjordania, y la grave infidelidad en Baal Peor, cuando Israel se apartó de Dios justo antes de alcanzar su meta.
El discurso concluye con una reflexión sobre la Alianza sellada en el monte Horeb, subrayando las responsabilidades que implica. Moisés no oculta las consecuencias de la desobediencia: anuncia castigos como advertencia, con el propósito de abrir camino a la conversión y a la renovación de la fidelidad. De este modo, la memoria del pasado se convierte en una escuela de vida y en una llamada urgente a mantenerse firmes en la relación con Dios.[7]
Es la parte central y más importante del libro. Comienza con la promulgación del Decálogo moral, seguida de una exhortación a la fidelidad a Dios que se abre con la profesión de fe en el único Señor, la Shemá. Continúa con el recuerdo de la elección realizada por Dios en favor de su pueblo y con la fuerza que esa elección les otorga. La experiencia de la peregrinación por el desierto, marcada por las infidelidades del pueblo, los castigos recibidos y también las victorias concedidas por Dios, se presenta como modelo de lo que puede ocurrir cuando se encuentren establecidos en la tierra prometida.
El núcleo del discurso es el llamado Código Deuteronómico o Alianza en Moab (capítulos 12-26), que reúne una amplia colección de normas legales y morales. La primera sección se centra en disposiciones religiosas con un principio fundamental: solo existe un Dios y únicamente debe haber un lugar legítimo de culto. A esto se añaden prescripciones concretas sobre la ley del talión, la vida familiar, el matrimonio y la protección de las personas más vulnerables. El bloque concluye con normas de carácter ritual referidas a las primicias y los diezmos. La conclusión de este segundo discurso es extensa y solemne. En ella se destacan con amplitud las bendiciones prometidas a quienes cumplan la Ley y las maldiciones destinadas a quienes la desobedezcan, subrayando la importancia decisiva de la fidelidad a la Alianza.[8]
El tercer discurso de Moisés se centra en renovar y reafirmar la fidelidad a la Alianza. Inicia recordando la liberación de Egipto y la Alianza establecida con Dios, con el propósito de dejar claro a las generaciones futuras que esa relación con el Señor debe mantenerse firme y constante a lo largo del tiempo. No se trata solo de un recuerdo histórico, sino de una enseñanza que apunta a la continuidad del compromiso. El discurso concluye con una invitación decisiva: escoger la fidelidad a Dios como verdadero camino de vida. Apartarse de sus mandamientos significa, en cambio, elegir la muerte. Moisés plantea esta elección en términos claros y radicales, subrayando que la vida del pueblo depende de su adhesión sincera al Dios de la Alianza.[9]
La estructura según Patrick D. Miller, en su comentario sobre el Deuteronomio, sugiere que las diferentes opiniones sobre la estructura del libro conducirán a diferentes opiniones sobre su contenido.[10]La estructura se describe a menudo como una serie de tres discursos o sermones (capítulos 1:1-4:43, 4:44-29:1, 29:2-30:20) seguidos de varios apéndices breves[11] o una especie de epílogo (31:1-34:12), consisten en el encargo de Josué, el cántico de Moisés y la muerte de Moisés.[12]
Otros estudiosos han comparado la estructura del Deuteronomio con los tratados hititas u otros textos de tratados del antiguo Oriente Próximo. Pero está claro que el Deuteronomio no es en sí mismo simplemente el texto de un tratado, ya que el Deuteronomio es algo más que la simple aplicación del modelo secular de tratado a la relación de Israel con Dios. [13]
Los Diez Mandamientos (Decálogo) del capítulo 5 sirven como modelo para el resto del libro, ya que los capítulos 12-26 son la exposición del Decálogo, por lo tanto el Decálogo ampliado.[13]
Mandamientos | Capítulos |
1–3 | 12–13 |
4 | 14:28–16:17 |
5 | 16:18–18:22 |
6 | 19:1–21:9 |
7 | 22:13–30 |
8–10 | 23–26 |
(El siguiente resumen «literario» del Deuteronomio es de John Van Seters;[14] y puede contrastarse con el análisis «covenantal» de Alexander Rofé en su obra 'Deuteronomy: Issues and Interpretation').[15]
La conclusión histórica del Deuteronomio recoge los últimos acontecimientos de la vida de Moisés. En primer lugar, se relata la designación de Josué como su sucesor, garantizando así la continuidad en la conducción del pueblo hacia la tierra prometida. A continuación, se incluye el Cántico de Moisés, una pieza poética de gran fuerza teológica y espiritual, y las Bendiciones dirigidas a cada una de las tribus de Israel, en las que se resumen tanto la identidad como la misión de cada una dentro del plan divino. El relato culmina con la narración de la muerte de Moisés, presentado como el gran libertador y legislador de Israel, quien, aunque no entra en la tierra prometida, permanece como figura central de la historia de la salvación.
Esta conclusión confirma el estilo característico del Deuteronomio: las leyes no aparecen aisladas, sino integradas dentro de relatos históricos y exhortaciones morales cargadas de sentido religioso. De esta manera, el texto evita la rigidez de un código legal abstracto y se convierte en una obra viva, en la que historia, ley y enseñanza espiritual se entrelazan para transmitir con mayor fuerza la llamada a la fidelidad y la confianza en Dios.[9]
Los versículos finales, Deuteronomio 34:10-12, «Nunca más surgió en Israel un profeta como Moisés», reivindican la visión teológica autoritaria del Deuteronomio y su insistencia en que la adoración de Yahvé como única deidad de Israel era la única religión permisible, habiendo sido sellada por el más grande de los profetas.[16]
Los versos finales, Deuteronomio 34:10-12, "nunca más se levantó en Israel un profeta como Moisés", hacen una reivindicación de la autorizada visión deuteronomista de la teología y su insistencia en que el culto a Yahvé como única deidad de Israel era la única religión permisible, habiendo sido sellada por el más grande de los profetas.[17]
Deuteronomio 12-26, el Código Deuteronómico, es la parte más antigua del libro y el núcleo en torno al cual se desarrolló el resto.[18] Se trata de una serie de mitzvot (mandamientos) dirigidos a los israelitas sobre cómo debían comportarse en Tierra Prometida.
El relato concluye con los últimos hechos de Moisés. Primero aparece la designación de Josué como su sucesor, después el conocido Cántico que recoge las palabras de Moisés, y más tarde las bendiciones dirigidas a cada una de las tribus. Finalmente, se describe la muerte del líder que había guiado y dado leyes a Israel. El libro presenta las normas deuteronómicas dentro de un marco narrativo de tono histórico, acompañado por exhortaciones de profundo carácter religioso y moral. De esta manera, no se limita a un código rígido de preceptos, sino que ofrece un estilo dinámico y vivaz.
Otra forma de comprender la estructura del Deuteronomio consiste en atender a los propios encabezamientos que aparecen dentro del libro y son las siguientes. Aquí tienes la re-redacción del fragmento que enviaste, siguiendo el mismo estilo claro y concreto:
Estos títulos funcionan como divisiones internas del libro y ayudan a comprender su estructura. En conjunto, corresponden a lo que se suele reconocer como los tres grandes discursos de Moisés.[19]
El Deuteronomio comparte rasgos teológicos, literarios y de estilo con los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Esta afinidad ha llevado a verlos como el fruto de una misma tradición, llamada «deuteronomista», que supo recoger la herencia de generaciones anteriores y, bajo la acción de Dios, elaboró una interpretación profunda de la historia de Israel. Esa visión abarca desde la llegada a Canaán, a fines del segundo milenio antes de Cristo, hasta el exilio en Babilonia en el siglo VI. La conciencia de ser un pueblo elegido y la certeza de la providencia divina dieron origen a una narración sin igual en la historia. Dentro de esta perspectiva, el Deuteronomio actúa como prólogo de una gran obra teológica que interpreta los acontecimientos pasados. No fue redactada desde cero, sino sobre materiales históricos, jurídicos y tradiciones antiguas. La historia subraya el papel de los profetas en momentos críticos: Natán aconsejando a David en la consolidación de la monarquía, o Elías enfrentando la idolatría en tiempos de Ajab. También se destacan figuras claves en cada etapa: Moisés recibiendo la Ley, Josué guiando la conquista, David estableciendo el reino, Salomón erigiendo el Templo, Josías impulsando la centralización del culto. A lo largo del relato, diversos discursos ofrecen interpretaciones que orientan al pueblo sobre el sentido de los sucesos.[20]
La enseñanza principal es que la promesa de la tierra nunca fue incondicional, sino vinculada a la fidelidad a la Alianza. Así lo expresa el pasaje en que se plantea la elección entre la vida y la muerte, la bendición y la maldición, dejando claro que el futuro depende de escuchar la voz de Dios y obedecer sus mandamientos. La permanencia en la tierra se relaciona con la fidelidad; la infidelidad, en cambio, conduce a la expulsión. Esta clave se convierte en norma para interpretar la historia: no es Dios quien falla, sino el pecado del pueblo el que provoca la desgracia del destierro. Sin embargo, la paciencia y la misericordia divinas siempre se mantienen, esperando el arrepentimiento. El ciclo de rebelión, castigo, conversión y salvación se repite una y otra vez, aunque el pueblo rara vez logra aprender de esas lecciones.[21]
Las tribus asentadas en el norte de la tierra prometida, más numerosas que las del sur, conservaron con fuerza la memoria de la etapa anterior a la monarquía davídica. Su vida religiosa se articuló en torno a santuarios y celebraciones, y allí se mantuvo con mayor vigor el rito de renovación de la Alianza. Las tribus asentadas en el norte de la tierra prometida, más numerosas que las del sur, conservaron con fuerza la memoria de la etapa anterior a la monarquía davídica. Su vida religiosa se articuló en torno a santuarios y celebraciones, y allí se mantuvo con mayor vigor el rito de renovación de la Alianza. El libro de Josué menciona grandes asambleas en Siquem, donde se recordaban los principales hechos del Éxodo, los mandamientos transmitidos por Moisés y listas de bendiciones y maldiciones que exhortaban a la fidelidad. Otras renovaciones semejantes se celebraron en Siquem y en Guilgal, como confirman diferentes relatos bíblicos. Ese rito de renovación fue probablemente el momento privilegiado para actualizar la Ley y reforzar la memoria de las tradiciones mosaicas. En este contexto puede situarse el origen del núcleo central del Deuteronomio, surgido en buena parte de recuerdos mantenidos en el norte —la tradición elohista— y trasladados a Jerusalén tras la caída de Samaría bajo dominio asirio en el siglo VIII a.C. La fusión de esos elementos con los que se habían formado en Jerusalén durante la monarquía davídica dio lugar a la tradición «deuteronomista». De ahí habría nacido el Deuteronomio en su forma primitiva, muy cercana a la que se conoció ya en el siglo VI a.C.[22]
Ese escrito, que en su origen pudo funcionar como prólogo a la historia de Israel desde la entrada en Canaán hasta el exilio babilónico, fue luego retocado para ocupar el lugar de conclusión del Pentateuco. El conjunto de los cinco libros se cerró de este modo hacia los siglos V-IV a.C., tras la vuelta del destierro. Así, el Deuteronomio cumple una doble función: clausura la primera gran etapa a las puertas de la tierra prometida y, al mismo tiempo, abre la narración histórica que se desarrolla en los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Cualquiera que haya sido su proceso de formación, el Deuteronomio se presenta en el canon como un libro de gran peso teológico y moral. Sus cimientos descansan en la elección gratuita de Israel por parte de Dios, en la Alianza que lo vinculó al reconocimiento y adoración exclusiva del Señor, y en la promesa de la tierra. Constituye, en definitiva, el paso de los relatos de los patriarcas y el éxodo hacia la historia del pueblo elegido y de los profetas, y ocupa un lugar central en la revelación y en el pensamiento religioso de la humanidad.[23]
La Autoría mosaica de la Torá, la creencia de que los cinco libros de la Torá, incluido el Libro del Deuteronomio, fueron dictados por Dios a Moisés en el Monte Sinaí, es una antigua tradición judía que fue codificada por Maimónides (1135-1204 d. C.) como el octavo de los 13 principios de la fe judía.[24] Prácticamente todos los estudiosos seculares modernos, y la mayoría de los estudiosos cristianos y judíos, rechazan la autoría mosaica del Libro del Deuteronomio y datan el libro mucho más tarde, entre los siglos VII y V a. C.[2] Sus autores fueron probablemente la casta levita, denominada colectivamente deuteronomista, cuyas necesidades económicas y estatus social refleja el libro.[25] El contexto histórico en el que se compuso el libro se considera actualmente en los siguientes términos generales:[26]
Los capítulos 12-26, que contienen el Código Deuteronómico, son la sección más antigua.[29] Desde que la idea fue propuesta por primera vez por W. M. L. de Wette en 1805, la mayoría de los estudiosos han aceptado que esta parte del libro fue compuesta en Jerusalén en el siglo VII a. C., en el contexto de las reformas religiosas impulsadas por el rey Ezequías (que reinó entre 716 y 687 a. C. aproximadamente),[30][31], aunque algunos han defendido otras fechas, como durante el reinado de su sucesor Manasés (687-643 a. C.) o incluso mucho más tarde, como durante el exilio o los periodos postexílicos (597-332 a. C.).[2][32] El segundo prólogo (capítulos 5-11) fue la siguiente sección en componerse, y luego el primer prólogo (capítulos 1-4); los capítulos siguientes al 26 están estructurados de manera similar.[29]
El profeta Isaías, activo en Jerusalén aproximadamente un siglo antes de Josías, no hace mención alguna del Éxodo, los pactos con Dios ni la desobediencia a las leyes divinas. Por el contrario, Oseas, contemporáneo de Isaías y activo en el reino norteño de Israel, hace frecuentes referencias al Éxodo, al peregrinaje por el desierto, a un pacto, al peligro de los dioses extranjeros y a la necesidad de adorar solo a Yahvé. Esta discrepancia ha llevado a los estudiosos a concluir que estas tradiciones que subyacen al Deuteronomio tienen un origen septentrional.[33] Si el Código Deuteronómico fue escrito en la época de Josías (finales del siglo VII a. C.) o antes es objeto de debate, pero muchas de las leyes individuales son más antiguas que la propia recOseas (profeta)|opilación.[34] Los dos poemas de los capítulos 32-33, el Cántico de Moisés y la Bendición de Moisés, probablemente eran independientes en su origen.[33]
El Deuteronomio ocupa una posición enigmática en la Biblia, ya que vincula la historia del peregrinaje de los israelitas por el desierto con la historia de su historia en Canaán, sin pertenecer totalmente a ninguna de las dos. La historia del desierto podría terminar fácilmente con el Libro de los Números, y la historia de las conquistas de Josué podría existir sin ella, al menos a nivel argumental. Pero en ambos casos faltaría un elemento temático (teológico). Los estudiosos han dado diversas respuestas al problema.[35]
La teoría de la historia deuteronómica es actualmente la más popular. El Deuteronomio era originalmente solo el código legal y el pacto, escrito para consolidar las reformas religiosas de Josías, y más tarde se amplió para servir de introducción a la historia completa. Pero hay una teoría más antigua, que ve el Deuteronomio como perteneciente a Números, y Josué como una especie de suplemento del mismo. Esta idea todavía tiene partidarios, pero la interpretación mayoritaria es que el Deuteronomio, después de convertirse en la introducción a la historia, se separó más tarde de ella y se incluyó en Génesis-Éxodo-Levítico-Números porque ya tenía a Moisés como personaje central. Según esta hipótesis, la muerte de Moisés era originalmente el final de Números, y simplemente se trasladó desde allí al final de Deuteronomio. [36]
El Deuteronomio destaca la singularidad de Dios, la necesidad de una centralización drástica del culto y la preocupación por la situación de los pobres y desfavorecidos. [37] Sus numerosos temas pueden organizarse en torno a tres ejes: Israel, Yahvé y la alianza que los une.
Los temas del Deuteronomio en relación con Israel son la elección, la fidelidad, la obediencia y la promesa de bendiciones de Yahvé, todos ellos expresados a través de la alianza: «la obediencia no es principalmente un deber impuesto por una parte a otra, sino una expresión de la relación de alianza».[38] Yahvé ha elegido a Israel como su propiedad especial (Deuteronomio 7:6 y otros),[39] y Moisés subraya a los israelitas la necesidad de obedecer a Dios y al pacto, así como las consecuencias de la infidelidad y la desobediencia.[40] Sin embargo, los primeros capítulos del Deuteronomio son un largo recuento de la desobediencia pasada de Israel, pero también del cuidado misericordioso de Dios, que conduce a una larga llamada a Israel para que elija la vida en lugar de la muerte y la bendición en lugar de la maldición (capítulos 7-11).
El concepto de Dios en el Deuteronomio cambió con el tiempo. La capa más antigua, del siglo VII, es monolátrica; no niega la realidad de otros dioses, pero impone la adoración exclusiva de Yahvé en Jerusalén. En las capas posteriores, del exilio, de mediados del siglo VI, especialmente en el capítulo 4, esto se convierte en monoteísmo, la idea de que solo existe un dios.[41] Dios está presente simultáneamente en el Templo y en el cielo, un concepto importante e innovador llamado «teología del nombre».[42]
Tras el repaso de la historia de Israel en los capítulos 1 a 4, en el capítulo 5 se reafirman los Diez Mandamientos. Esta disposición del material destaca la relación soberana de Dios con Israel antes de la entrega y el establecimiento de la Ley.[43]
El núcleo del Deuteronomio es el pacto que une a Yahvé e Israel mediante juramentos de fidelidad y obediencia.[44] Dios dará a Israel las bendiciones de la tierra, la fertilidad y la prosperidad siempre y cuando Israel sea fiel a sus enseñanzas; la desobediencia conducirá a maldiciones y castigos.[45] Pero, según los deuteronomistas, el pecado principal de Israel es la falta de fe, la apostasía: contrariamente al primer y fundamental mandamiento («No tendrás otros dioses delante de mí»), el pueblo ha entrado en relación con otros dioses.[46]
Dillard y Longman, en su “'Introducción al Antiguo Testamento”', subrayan la naturaleza viva de la alianza entre Yahvé e Israel como nación: Moisés se dirige al pueblo de Israel como una unidad, y su lealtad al pacto no es una lealtad servil, sino que surge de una relación preexistente entre Dios e Israel, establecida con Abraham y atestiguada por el acontecimiento del Éxodo, de modo que las leyes del Deuteronomio distinguen a la nación de Israel, señalando el estatus único de la nación judía.[47]
La tierra es un regalo de Dios a Israel, y muchas de las leyes, fiestas e instrucciones del Deuteronomio se dan a la luz de la ocupación de la tierra por parte de Israel. Dillard y Longman señalan que «en 131 de las 167 veces que aparece el verbo «dar» en el libro, el sujeto de la acción es Yahvé».[48] El Deuteronomio convierte la Torá en la autoridad suprema para Israel, a la que incluso el rey está sujeto.
Se trata de un libro esencialmente religioso, aunque no es un tratado teológico. Su definición más simple es que consiste en un fuerte llamado a vivir con Yahveh y a respetar el Pacto.
Es, en última instancia, una advertencia. Dios ha entregado una Ley en Sinaí y ha suscrito una Alianza, pero esa Alianza caerá frente a un socio (el pueblo) donde unos estafan o explotan a los otros. Si el Pacto cae, el apoyo divino fallará y grandes desastres se abatirán sobre Israel.[49] Esta política de Dios no es negociable, así que la última misión de Moisés es advertir a los hebreos que cumplan el pacto cuando él ya no esté.
El Deuteronomio mantiene un estilo diferente a los otros libros de pentateuco, pues es una ley predicada. Por ello, se habla a una segunda persona con palabras de carácter homilético como escuchar, recuerda, hoy, teme al Señor. Este estilo se encuentra también en la historia deuteronómica.
La enseñanza central del Deuteronomio puede concentrarse en cinco ejes: un solo Dios, un solo pueblo, un único templo, una tierra prometida y una ley.
La afirmación de la unicidad de Dios aparece de manera solemne en el Shemá: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es uno”. Este principio no se limita a rechazar la existencia de otros dioses, sino que proclama la unidad interior de Dios. En consecuencia, el amor hacia Él debe ser total, sin división del corazón ni compromisos con otros poderes o afectos que aparten de su voluntad. De esa unicidad se deriva también la centralización del culto: debe haber un único santuario legítimo, identificado con el templo de Jerusalén. Ese único Dios, además, eligió y selló su Alianza con un pueblo que debía vivir como una comunidad indivisible. El Deuteronomio no diferencia entre tribus o familias sacerdotales, sino que presenta a todo Israel como un conjunto de hermanos, unidos en la condición de ser el Pueblo de Dios.[50]
La tierra, por su parte, se entiende como un regalo de Dios, destinado a ser administrado con fidelidad. El riesgo siempre presente es que el pueblo se apropie de sus frutos como si fueran exclusivamente suyos, olvidando que se trata de un don y una responsabilidad confiada por el Señor. La ley constituye la manifestación concreta de la voluntad divina, una guía que señala al pueblo el camino de vida y de fidelidad a la Alianza. Aunque la sociedad israelita en el tiempo de la redacción del Deuteronomio estaba lejos de ese modelo, el texto presenta un ideal que debía inspirar la transformación de la realidad. Ese ideal, al mismo tiempo, ofrece pautas permanentes que trascienden el momento histórico en que surgió.[51]
Enraizado de lleno en la historia natural de la salvación, el Deuteronomio relata los avatares del pueblo como un poderoso esfuerzo para salvar el patrimonio espiritual ahora en peligro.
El esfuerzo de Moisés no está aislado: lo mismo hacen los demás patriarcas, ciertos reyes y todos los profetas. Amós y Oseas predican también en el mismo sentido. Su lucha es la guerra contra la injusticia social y el combate para hacer cumplir el Decálogo.
Esta intención didáctica, sin embargo, no será muy aceptada en los primeros siglos de vida en Canaán. No obstante, lograrán cumplir con los designios de Yahvé (Dios) en tiempos del rey David (Siglo X a. C.). Fue un tiempo en que dirigentes y pueblo ya vivían cumpliendo la Ley. Durante el reinado de su hijo Salomón estaban logrando lo prometido en el Pacto:
Vivir de esa manera -según esos preceptos de Yahveh (1.º Re 8:61)- les aseguraba no solo prosperidad, sino la protección divina (1.º Re 5:4; Sal 147:14). Así, en los primeros tiempos del reinado de Salomón primaba el orden, la justicia y la alegría (1.º Re 4:20). El reino de Israel era considerado el más rico entre todos (1.º Re 9:26).
Pero cuando las riquezas abundaban, las influencias exteriores pudieron corromper esa vida justa y recta (1.º Re 2:3; Prov 29:14). Desde la segunda mitad del reinado de Salomón se aceptaba el comercio engañoso, se 'sacaba ventaja' de las transacciones (1.º Re 9:12-14), se oprimía al hermano, y hasta se incursionaba en la compra-venta de elementos para la guerra (1.º Re 10:26; 2ª Cró. 1:14-17). Es decir: habían olvidado la antigua advertencia de "no copiar las prácticas corruptas de los países vecinos" (Deut 8:11). Dicho de otra forma: habían abandonado a Yahvé.
Por eso, solo con el enorme dolor del Exilio los hebreos comprenderán que deben apegarse a la verdad deuteronómica. La culposa negligencia respecto del Pacto causa tanto sufrimiento que solo el cumplimiento estricto garantizará la felicidad del pueblo y la perpetua protección de la deidad. Por eso la pasión en la transmisión del mensaje hacia el pueblo por parte de Moisés, porque transmitía un mensaje final, conforme a la experiencia misma que poseía mediante su larga travesía como dirigente y amplia relación con la voluntad del Dios Único Yahvé.
El tema central del Deuteronomio, la unidad, alcanza su plenitud en Cristo, el Hijo único de Dios, que invita a todos a compartir la vida divina por medio de la gracia. Su oración pide que los creyentes vivan en comunión, reflejando la unidad que existe entre Él y el Padre. El estilo de vida que Jesús propone se resume en la ley del amor, que integra los dos mandamientos fundamentales: amar a Dios con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo. En la nueva Alianza, ese principio se expresa en un único acto de culto supremo: el sacrificio de Cristo en la cruz. Dicho sacrificio, de valor universal y permanente, se actualiza de manera sacramental en la vida de la Iglesia. Gracias a ese don, las divisiones han sido derribadas y todos los hombres son convocados a formar un solo pueblo, el pueblo de Dios. Sus miembros caminan en esta tierra como peregrinos, administrando con desapego los bienes que han recibido y orientando su esperanza hacia la herencia definitiva.[52]
Deuteronomio 6:4-5: «Escucha, Israel (“'shema Yisra'el”'), el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR es uno!» se ha convertido en el credo básico del judaísmo, el Shema Yisrael, y su recitación dos veces al día es una mitzvá (mandamiento religioso). Continúa diciendo: «Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas», por lo que también se ha identificado con el concepto judío central del amor a Dios y las recompensas que se obtienen como resultado.
En el Evangelio de Mateo, Jesús citó Deuteronomio 6:5 como El primer mandamiento. Los primeros autores cristianos interpretaron la profecía de Deuteronomio sobre la restauración de Israel como cumplida (o supersedida) en Jesucristo y el establecimiento de la Iglesia cristiana (Lucas 1-2, Hechos 2-5), y se interpretó que Jesús era «el que vendría (es decir, el profeta) como yo» predicho por Moisés en Deuteronomio 18:15 (Hechos 3:22-23). Aunque la posición exacta de San Pablo y el judaísmo sigue siendo objeto de debate, una opinión común es que, en lugar de la mitzvá establecida en Deuteronomio, San Pablo, basándose en Deuteronomio 30:11-14, afirmó que el cumplimiento del pacto mosaico había sido sustituido por la fe en Jesús y el evangelio (el Nueva Alianza).[53]
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no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas Bandstra, pp. 190-191
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(ayuda) el 13 de abril de 2008. Consultado el 2 de noviembre de 2007.
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