El Cantar de los Cantares 3 (abreviado como Cantar 3) es el tercer capítulo del «Cantar de los Cantares» o «Cantar de Salomón», un libro de la Biblia hebrea o Antiguo Testamento de la Biblia cristiana.[1][2] Este libro es uno de los Cinco Megillot, un grupo de libros cortos, junto con Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester, dentro de los Ketuvim, la tercera y última sección de la Biblia en hebreo.[3] La tradición judía considera a Salomón como el autor de este libro (aunque esto está ahora muy controvertido), y esta atribución influye en la aceptación de este libro como texto canónico.[3] Este capítulo contiene una canción femenina sobre la búsqueda de su amante por la noche y el poema que describe la procesión del rey Salomón.[4]
El texto original está escrito en lengua hebrea. El capítulo se divide en 11 versículos.
Algunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo en hebreo pertenecen al texto masorético, entre ellos el Códice de Alepo (siglo X d. C.) y el Códice Leningradensis (1008 d. C.).[5] Algunos fragmentos que contienen versículos del Cantar 1 se encontraron entre los Manuscritos del Mar Muerto, asignados como 6Q6 (6QCant); 50 d. C.; versículos 1-7 existentes).[6][7][8]
También existe una traducción al griego koiné conocida como la Septuaginta, realizada en los últimos siglos antes de Cristo. Entre los manuscritos antiguos conservados de la versión de la Septuaginta se encuentran el Códice Vaticano (B; B; siglo IV), el Códice Sinaítico (S; BHK: S; siglo IV) y el Códice Alejandrino (A; A; siglo V).[9]
Leído en el conjunto del Cantar, este tercer poema ocupa el centro y presenta rasgos que lo distinguen de los demás. A diferencia de los otros, carece de los estribillos repetidos (2,6-7; 3,5; 8,3-4; 2,16; 6,3; 7,11) y, en vez de privilegiar el diálogo o la exaltación amorosa, adopta un tono marcadamente descriptivo. Su composición es heterogénea, tanto en los contenidos —la litera de Salomón (3,6-10), la belleza de la “amada” (4,1-7), la de la “esposa” (4,8-15), con un breve diálogo final (4,16-5,1)— como en las formas —incluye términos de origen griego (3,9: appyron) y persa (4,13: pardes). Todo ello sugiere una unión de textos diversos, aunque se articulan en torno al motivo del “Día de bodas” (cf. 3,11), lo que permite leer el conjunto como una unidad literaria, aunque artificial.
La perspectiva del poema es visual. Primero se percibe en el horizonte una figura en movimiento que resulta ser la litera de Salomón con su escolta (3,6-7). Al acercarse, se describe con asombro tanto la litera como al propio rey (3,8-11). No se precisa quién asciende desde el desierto, pero si se la identifica con la amada, como en 8,5, la secuencia continúa con la descripción que el amado hace de su belleza (4,1-15). Esta se divide en dos partes: en la primera (4,1-7) aparece como “amada”, y se ofrece un retrato poético de su cuerpo; en la segunda (4,8-15) es llamada “esposa”, y se evocan más bien los sentimientos que despierta en el amado.[11]
El Verbo de Dios descendió para unirse a su Esposa, muriendo voluntariamente por ella para transformarla en gloriosa e inmaculada en el baño de la purificación. Porque, de otra forma, la Iglesia no podría concebir a los creyentes, ni hacerlos nacer de nuevo con el baño de la regeneración.[12]
La Nueva Biblia del rey Jacobo agrupa este capítulo en:
La primera parte de este capítulo es «una canción muy bien construida» de la protagonista femenina, en la que describe cómo busca a su amante por la noche (o en un sueño) por las calles de la ciudad, hasta que lo encuentra y lo lleva a la casa de su madre.[13] El escenario de este poema avanza desde la cama de la mujer (versículo 1) a las zonas públicas de la ciudad (versículos 2-4b) y, finalmente, a la intimidad del dormitorio de su madre (versículos 4c-5).[14] Termina con la segunda llamada a las «hijas de Jerusalén».[13]
«Por la noche» (בלילות, ba-lê-lō-wṯ[16]) puede leerse como «nocturno» o «noche tras noche»:[17][18] la palabra «se refiere a más de una noche».[19] La mujer esperaba que su amado regresara «antes del amanecer»;[20] Hudson Taylor señala que ella podría haberse arrepentido de «despedirlo a la ligera, con el pensamiento: Un poco más tarde podré disfrutar de su amor... ¡Pobre novia tonta!».[21]
Los nombres de Dios aparentemente se sustituyen por frases de sonido similar que describen «gacelas hembras» (צְבָא֔וֹת, tseḇā’ōṯ') por [Dios de] los ejércitos (צבאות tseḇā’ōṯ), y «ciervas del campo»/«ciervas salvajes/ciervas hembras» (אילות השדה, ’ay-lōṯ ha-śā-ḏeh) para Dios Todopoderoso (אל שדי, ’êl shaddai).[24]
Esta sección comienza con una exposición poética del amor y el matrimonio, que constituyen el núcleo del libro (Cantar 3:6-5:1).[25] Hess aplica estos seis versículos al hombre,[26] mientras que Fox prefiere que sea la hija de Jerusalén quien habla, [27] y la Nueva Biblia del rey Jacobo los asigna a «la sulamita» (= la mujer).[28]
Salomón es el protagonista de esta sección, ya que su nombre se menciona tres veces (versículos 7, 9 y 11), y el sufijo «su» (-o) se refiere a él una vez en el versículo 7, otra en el versículo 9 y cuatro veces en la segunda parte del versículo 11.[26] La última palabra de esta parte es «su corazón» (libbo), que se refiere directamente al aspecto esencial del rey Salomón y al más relevante para todo el poema de amor.[26] La mención de la madre de Salomón en el versículo 11 está en consonancia con el enfoque en las madres en el libro, tanto la mujer (Cantar de los Cantares 1:6; Cantar 3:4; Cantar 6:9; Cantar 8:1, 2), como en la del hombre (Cantar 8:5).[29]
Este pasaje representa una nueva etapa del amor, distinta a la anterior. En medio de la noche y en el marco de la ciudad, la amada relata la ausencia del amado y la búsqueda que emprende hasta hallarlo. Habla desde la certeza de la unión actual (v. 5), pero recuerda el proceso que la condujo a ella: un primer intento fallido (v. 1), una segunda búsqueda igualmente frustrada (v. 2) y, por fin, una tercera en la que logra encontrarlo (vv. 3-4). El poema subraya así la dimensión de prueba, que la amada supera gracias a su constancia y fidelidad.[30]
Si quieres retener a Cristo, búscalo y no temas el sufrimiento. A veces se encuentra mejor a Cristo en medio de los suplicios corporales y en las propias manos de los perseguidores. Apenas los pasé; dice el Cantar. Pues, pasados breves instantes, te verás libre de los perseguidores y no estarás sometida a los poderes del mundo. Entonces Cristo saldrá a tu encuentro y no permitirá que durante un largo tiempo seas tentada. La que de esta manera busca a Cristo y lo encuentra puede decir: Lo abracé, y ya no lo soltaré; hasta meterlo en la casa de mi madre, en la alcoba de la que me llevó en sus entrañas. ¿Cuál es la casa de tu madre y su alcoba, sino lo más íntimo y secreto de tu ser? Guarda esta casa, limpia sus aposentos más retirados, para que, estando la casa inmaculada (…), el Espíritu Santo habite en ella. La que así busca a Cristo, la que así ruega a Cristo no se verá nunca abandonada por Él; más aún, será visitada por Él con frecuencia, pues está con nosotros hasta el fin del mundo.[31]
El primer cuadro del día de bodas (cf. v. 11) presenta a la amada, esplendorosa, que asciende desde el desierto, mientras el rey Salomón sale a su encuentro. La escena puede entenderse como símbolo de la alianza esponsal entre Dios, el Rey de Israel, y su pueblo en tiempos de la restauración. Esta misma imagen es proclamada por Isaías: «Serás corona gloriosa en la mano del Señor, diadema real en la palma de tu Dios… Como un joven se desposa con una virgen, contigo se desposará tu constructor, y como se alegra el novio con la novia se deleitará en ti el Señor» (Is 62,3-5). En una etapa anterior, el amado aparecía con la figura del pastor; ahora, en cambio, se presenta como rey. Ambas imágenes, en clave alegórica, remiten a Dios. De ahí que los autores sagrados emplearan estas metáforas como una pedagogía: ofrecer al creyente modos concretos de comprender y relacionarse con el misterio divino que....[32]
...cuando quiere ser temido, se llama Señor; cuando quiere ser honrado, Padre; y cuando quiere ser amado, Esposo.[33]