Cantar de los Cantares (hebreo שִׁיר הַשִּׁירִים, Shir Hashirim), conocido también como Cantar de Salomón o Cantar de los Cantares de Salomón, es uno de los libros del Tanaj (parte de los Ketuvim), y por ende del Antiguo Testamento.[1][2] El Cantar es un libro único en la Biblia y no encaja en ninguno de los principales géneros bíblicos: no se ocupa ni de la Ley, ni de los profetas, no es propiamente un libro sapiencial, ni examina tampoco la alianza y ni siquiera se ocupa de Dios. En el Cantar, los amantes se encuentran en plena armonía, y sienten un deseo mutuo y se regocijan en su intimidad.[3]
Cantar de los Cantares | |||||
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de «Salomón»[α] | |||||
![]() El rey Salomón (a la derecha), a quien se atribuye este libro, junto al rey David (Monasterio de El Escorial). | |||||
Género | Literatura sapiencial | ||||
Idioma | Hebreo bíblico | ||||
Título original | שִׁיר הַשִּׁירִים (hebreo) | ||||
Texto en español | Cantar de los Cantares en Wikisource | ||||
Libros Sapienciales | |||||
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Los estudiosos modernos tienden a sostener que los amantes de la Canción no están casados,[4],[5] lo que concuerda con su contexto en el antiguo Oriente Próximo.[6] Las mujeres de Jerusalén forman un coro para los amantes, actuando como una audiencia cuya participación en los encuentros eróticos de los amantes facilita la participación del lector.[7]
La mayoría de los estudiosos consideran que el Cantar de los Cantares es poesía erótica que celebra el amor humano, no una metáfora divina, y algunos ven influencias de los cultos a la fertilidad y la Literatura sapiencial. Su autoría, fecha y orígenes siguen siendo inciertos, y los estudiosos debaten su unidad, estructura y posibles influencias de la poesía amorosa mesopotámica, egipcia y griega.
En el judaísmo moderno, el Cantar se lee el sábado durante la Pascua judía, que marca tanto el comienzo de la cosecha de cereales como la conmemoración del Éxodo de Egipto.[8] La tradición judía lo interpreta como una alegoría de la relación entre Dios e Israel. En el cristianismo, se considera una alegoría de Cristo y su novia, la Iglesia.[8][9] El Cantar de los Cantares ha inspirado diversas obras de arte, cine, teatro y literatura, entre las que se incluyen piezas de Marc Chagall, Carl Theodor Dreyer, Toni Morrison y John Steinbeck.
El Cantar de los Cantares ocupa un lugar singular dentro de la Biblia, no solo por su forma poética sino también por lo que omite. A diferencia de la mayoría de los libros del Antiguo Testamento, en él no se menciona de manera explícita a Dios, ni aparecen referencias centrales como la Ley, la Alianza o la Promesa. Esta ausencia desconcierta, ya que parece apartarse de los ejes fundamentales de la tradición bíblica. Sin embargo, ese mismo silencio lo convierte en un texto enigmático y abierto a múltiples lecturas. Su brevedad, apenas 117 versículos, contrasta con la intensidad de su contenido, lo que ha llevado a que sea objeto de gran atención en la tradición judía y cristiana. No en vano, dentro del canon hebreo, forma parte de los cinco rollos o megillot, cuya lectura se reserva a festividades específicas; en el caso del Cantar, se proclama durante la celebración de la Pascua, subrayando así su dimensión festiva y vital.
El tema central del libro es el amor humano expresado en el lenguaje del deseo y la unión entre los esposos. No obstante, esa experiencia tan concreta y cotidiana trasciende lo meramente humano. El estilo y las imágenes recuerdan, en más de una ocasión, la manera en que los profetas hablaban de la relación entre Dios y su pueblo. De ahí que la tradición interpretativa, tanto judía como cristiana, haya visto en el Cantar un símbolo del amor divino, un espejo de la alianza amorosa de Dios con la humanidad. Esta doble lectura, que une lo humano y lo divino, constituye la riqueza del texto: el amor de los esposos se convierte en una parábola del amor de Dios, y el mismo lenguaje del afecto humano sirve para hablar de lo trascendente.
En última instancia, el Cantar revela que no existen dos lenguajes separados para expresar el amor: el corazón que ama a una persona es el mismo que se abre a Dios. Por ello, el poema no se limita a describir sentimientos íntimos, sino que los eleva al rango de Palabra revelada. Allí radica su grandeza y su vigencia: lo que parece un canto nupcial adquiere la categoría de Escritura inspirada, porque en el misterio del amor humano se deja entrever el amor eterno de Dios.[10]
El poema propiamente dicho comienza con la expresión del deseo de la mujer por su amante y su autodescripción ante las «hijas de Jerusalén»: insiste en su negrura nacida del sol, comparándola con las «tiendas de Kedar» (nómadas) y las «cortinas de Salomón». A continuación, tiene lugar un diálogo entre los amantes: la mujer le pide al hombre que se reúnan; él le responde con un tono ligeramente burlón. Los dos compiten en ofrecer cumplidos halagadores («mi amado es para mí como un racimo de flores de henna en los viñedos de Ein Guedi», «un manzano entre los árboles del bosque», «un lirio entre zarzas», mientras que la cama que comparten es como un dosel forestal). La sección termina con la mujer diciéndoles a las hijas de Jerusalén que no despierten un amor como el suyo hasta que esté listo.[11]
La mujer recuerda una visita de su amante en primavera. Utiliza imágenes de la vida de un pastor y dice de su amante que «pastorea su rebaño entre los lirios».[11]
La mujer se dirige de nuevo a las hijas de Jerusalén y describe su ferviente y finalmente exitosa búsqueda de su amante por las calles nocturnas de la ciudad. Cuando lo encuentra, lo lleva casi a la fuerza a la habitación en la que fue concebida.[12] Revela que se trata de un sueño, visto en su «lecho por la noche», y termina advirtiendo de nuevo a las hijas de Jerusalén «que no despierten el amor hasta que esté listo».[11]
La siguiente sección narra una procesión nupcial real. Se menciona a Salomón por su nombre y se invita a las hijas de Jerusalén a salir y ver el espectáculo.[11]
El hombre describe a su amada: sus ojos son como palomas, su cabello es como un rebaño de cabras, sus dientes como ovejas esquiladas, y así sucesivamente desde el rostro hasta los pechos. Los nombres de lugares tienen un gran protagonismo: su cuello es como la Torre de David, su olor como el aroma del Líbano. Se apresura a llamar a su amada, diciendo que le embriaga incluso una sola mirada. La sección se convierte en un «poema del jardín», en el que la describe como un «jardín cerrado» (lo que normalmente se interpreta como que es casta). La mujer invita al hombre a entrar en el jardín y probar los frutos. El hombre acepta la invitación y un tercero les dice que coman, beban y «se embriaguen de amor».[11]
La mujer cuenta a las hijas de Jerusalén otro sueño. Estaba en su habitación cuando su amante llamó a la puerta. Tardó en abrir y, cuando lo hizo, él ya se había ido. Volvió a buscarlo por las calles, pero esta vez no lo encontró y los guardias, que antes la habían ayudado, ahora la golpeaban. Pide a las hijas de Jerusalén que la ayuden a encontrarlo y describe su atractivo físico. Finalmente, admite que su amante está en su jardín, a salvo de cualquier daño y comprometido con ella como ella lo está con él.[11]
El hombre describe a su amada; la mujer describe una cita que han compartido. (La última parte no está clara y es posible que esté corrupta).[11]
El pueblo alaba la belleza de la mujer. Las imágenes son las mismas que se utilizan en otras partes del poema, pero con un uso inusualmente denso de nombres de lugares, por ejemplo, las piscinas de Salomón, la puerta de Bath-rabbim, la torre de Damasco, etc. El hombre manifiesta su intención de disfrutar de los frutos del jardín de la mujer. La mujer lo invita a una cita en los campos. Una vez más, advierte a las hijas de Jerusalén que no despierten el amor hasta que esté listo.
La mujer compara el amor con la muerte y el Seol: el amor es tan implacable y celoso como estos dos, y ninguna fuerza puede apagarlo. Ella convoca a su amante, utilizando el lenguaje empleado anteriormente: él debe venir «como una gacela o un ciervo joven sobre la montaña de las especias».[11]
Existe un consenso generalizado en que, aunque el libro no tiene trama, sí tiene lo que se podría llamar un marco, indicado por los vínculos entre su principio y su final.[13] Sin embargo, más allá de esto, parece haber poco acuerdo: los intentos de encontrar una estructura quiástica no han sido aceptados, y los análisis que dividen el libro en unidades han empleado diversos métodos, lo que ha dado lugar a conclusiones dispares.[14]
El siguiente esquema indicativo procede de la obra de Kugler y Hartin titulada «An Introduction to The Bible» (Introducción a la Biblia):[15]
La construcción Cantar de los Cantares tiene valor superlativo, análogo al de otras expresiones como "Rey de reyes" (Ez 26,7; Dn 2, 37), "Libro de los libros", "Santo de los santos" o Sábado de sábados[16] Este honroso tratamiento implica reputarlo como "El Cantar por excelencia", superior a todos los demás y el singular y el excelso entre los de su misma textura. El nombre, concretamente, dimana del capítulo 1 versículo 1 ("La canción superlativa que es de Salomón") "la canción de las canciones". La obra también se conoce como «Cantar de Salomón», lo que significa la canción «de», «por», «para» o «[dedicada] a» Salomón.[17]
En la Biblia hebrea encabeza los libros llamados megillot y se ubica entre Rut y Eclesiastés. En la Biblia cristiana católica se encuentra entre Eclesiastés y Sabiduría. En la Biblia cristiana protestante se encuentra ubicado entre los libros de Eclesiastés e Isaías.
El poema parece tener sus raíces en una representación festiva, y se han propuesto conexiones con el "matrimonio sagrado" de Ishtar y Tammuz.[18] No ofrece ninguna pista sobre su autor o sobre la fecha, lugar o circunstancias de su composición.[18] La inscripción indica que es "de Salomón", pero incluso si esto pretende identificar al autor, no puede leerse tan estrictamente como una declaración moderna similar.[19] La evidencia más confiable para su fecha es su idioma: el arameo reemplazó gradualmente al hebreo después del final del exilio babilónico a fines del siglo VI a. C., y la evidencia del vocabulario, la morfología, el idioma y la sintaxis apuntan claramente a una fecha tardía, siglos después del rey Salomón a quien se le atribuye tradicionalmente.[20] Tiene paralelismos con la poesía amorosa mesopotámica y egipcia de la primera mitad del primer milenio, y con los idilios pastorales de Teócrito, un poeta griego que escribió en la primera mitad del siglo III a. C.[19][20][21] Como resultado de estos signos contradictorios, la especulación va desde el siglo X hasta el siglo II a. C.[18] con la lengua apoyando una fecha alrededor del siglo III.[22] Otros estudiosos son más escépticos sobre la idea de que la lengua exige una fecha posterior al exilio.[23]
El debate continúa sobre la unidad o desunión del libro. Aquellos que lo ven como una antología o colección señalan los cambios abruptos de escena, orador, tema y estado de ánimo, y la falta de estructura o narrativa obvias. Aquellos que sostienen que es un solo poema señalan que no tiene signos internos de orígenes compuestos, y ven las repeticiones y similitudes entre sus partes como evidencia de unidad. Algunos afirman que hay un diseño artístico consciente subyacente, pero no hay acuerdo entre ellos sobre cuál podría ser. La cuestión, por tanto, sigue sin resolverse.[21]
Su canonicidad fue puesta en duda en el ámbito judío, pero establecida firmemente en el Concilio de Jamnia. En la tradición cristiana siempre ha sido considerado canónico.
El poema parece tener sus raíces en una representación festiva, y se han propuesto conexiones con el «matrimonio sagrado» de Ishtar y Tammuz.[24] No ofrece ninguna pista sobre su autor ni sobre la fecha, el lugar o las circunstancias de su composición.[25] La inscripción indica que es «de Salomón», pero incluso si esto pretende identificar al autor, no puede interpretarse de forma tan estricta como una afirmación moderna similar.[26] La prueba más fiable de su fecha es su idioma: el arameo sustituyó gradualmente al hebreo tras el fin del exilio babilónico a finales del siglo VI a. C., y las pruebas del vocabulario, la morfología, el idioma y la sintaxis apuntan claramente a una fecha tardía, siglos después del rey Salomón, a quien se atribuye tradicionalmente. [27] Tiene paralelismos con la poesía amorosa mesopotámica y egipcia de la primera mitad del primer milenio, y con los idilios pastorales de Teócrito, un poeta griego que escribió en la primera mitad del siglo III a. C. [28][7][29] como resultado de estos signos contradictorios, las especulaciones oscilan entre los siglos X y II a. C., [25] y el idioma apunta a una fecha alrededor del siglo III.[30] Otros estudiosos se muestran más escépticos sobre la idea de que el idioma exija una fecha posterior al exilio.[31]
El debate sobre la unidad o desunión del libro continúa. Quienes lo ven como una antología o colección señalan los cambios abruptos de escena, narrador, tema y estado de ánimo, así como la falta de una estructura o narrativa obvia. Quienes sostienen que se trata de un único poema señalan que no hay indicios internos de orígenes compuestos y consideran que las repeticiones y similitudes entre sus partes son prueba de su unidad. Algunos afirman encontrar un diseño artístico consciente subyacente, pero no hay acuerdo entre ellos sobre cuál podría ser. Por lo tanto, la cuestión sigue sin resolverse.[32]
Se han propuesto varias interpretaciones sobre la estructura de la obra y el género literario al que pertenece. Así, Lapide divide el libro en cinco secciones; Muntz, en seis escenas, y Bossuet, en siete cantos; pero hay aspectos que dan unidad:
Se trata de dos amantes separados, que se buscan ávidamente, claman su amor común, se reúnen y se ven de nuevo separados, esperando llegar, después de una prueba de que triunfa la amada, a poseerse definitivamente.
El Cantar de los Cantares, al no seguir un orden preestablecido, siempre ha planteado dificultades a la hora de dividirlo para su estudio. Se lo ha considerado dividido, según las diferentes consideraciones, en cinco secciones, en cinco cánticos, en seis escenas, en siete poemas y más, hasta llegar al caso extremo de considerarlo formado por veintitrés cantos. La división más moderna y aceptada es la siguiente, que consta de un prólogo, cinco poemas y dos apéndices:
Hay dos apéndices añadidos con posterioridad (8, 8-14).
También puede atenerse al siguiente esquema estructural:
A primera vista, el Cantar de los Cantares se estructura como un poema de amor conyugal a voces o cantos alternos, ajeno a todo plan organizado y que escapa a cualquier categorización rigurosa.
Trata de dos amantes, un joven pastor y una sulamita, que han sido obligados a separarse, que se buscan con desesperación, declaman su amor en una forma poética altamente sofisticada, se reúnen y vuelven a separarse, siempre con la profunda esperanza de volver a estar juntos para siempre, apoyándose en la antigua premisa de que "el amor siempre triunfa". Una de las claves del Cantar de los Cantares es la forma descriptiva, sensual e inspiradora, con la que se desarrollan todas las situaciones utilizando la metáfora a través del mundo de la naturaleza, los frutos, las flores, los capullos, los árboles y la miel, para relacionarlo con los enamorados, el deseo de verse y el amor profundo entre ambos. Las palabras utilizadas y la forma de usarlas inspiraron muchos sermones como los de Bernardo de Claraval, quien encontró en las Cántigas, una forma nueva de expresar el amor hacia Dios.
El consenso entre los estudiosos contemporáneos de la Biblia es que el Cantar de los Cantares es un poema erótico y no una metáfora elaborada.[34][35][36]
En su comentario para la Anchor Bible Series, Marvin H. Pope describe el Cantar como una liturgia del culto a la fertilidad, arraigada en los cultos a la fertilidad de las antiguas culturas del Cercano Oriente de Mesopotamia y Canaán, así como en sus ritos sagrados de matrimonio y banquetes funerarios.[37]
J. Cheryl Exum escribió: «El deseo erótico de sus protagonistas, evidente en todo el Cantar, me lleva, en conclusión, a la contribución única del Cantar a la conceptualización del amor en la Biblia: su visión romántica del amor».[38]
El historiador y rabino Shaye J. D. Cohen resume:
El Cantar de los Cantares [es una] colección de poemas de amor que él le cantaba a ella y ella a él: [– –] Aunque la autoría se atribuye a Salomón en su primer versículo y por los tradicionalistas, [los estudiosos modernos de la Biblia] sostienen que, si bien el libro puede contener material antiguo, no hay pruebas de que Salomón lo escribiera... ¿Qué hace una colección de poemas eróticos en la Biblia hebrea? De hecho, algunos rabinos antiguos se sentían incómodos con la inclusión del libro en el canon.[39]
Varios estudiosos también han argumentado que, además de su condición de poesía amorosa, el Cantar de los Cantares también comparte una serie de características con la literatura sapiencial.[40] Por ejemplo, Jennifer L. Andruska sostiene que el Cantar emplea una serie de convenciones literarias típicas de esta literatura didáctica y que combina características tanto de las canciones de amor del antiguo Oriente Próximo como de los géneros sapienciales para producir una literatura sapiencial sobre el amor romántico, instruyendo a los lectores a perseguir lo que ella describe como un tipo particular de relación de «amor sabio», inspirada en los amantes del poema. [41][42] Del mismo modo, Katharine J. Dell señala una serie de motivos de sabiduría en el Cantar, como los paralelismos entre los amantes y los consejos y la conducta de la Mujer Sabiduría y la Mujer Libertina del Proverbios, entre otros.[43]
Panigarola, Jacobi y Guitton afirman que se trata de una obra dramático-lírica.
Agustín de Hipona reconocía que el Cantar de los Cantares es un enigma,[44] y lo cierto es que, siglos después, sigue siéndolo. Aunque la Iglesia confirmó su lugar en el canon desde muy temprano, la lectura del libro no deja de suscitar interrogantes. Lo único claro es que habla del amor entre un hombre y una mujer, y que, al mismo tiempo, contiene alusiones a la alianza esponsal de Dios con su pueblo'. Más allá de esto, aspectos como su género literario, su origen y el modo en que se desarrolla siguen siendo objeto de conjeturas y debates entre los estudiosos. Una de las hipótesis más difundidas ha sido la de entenderlo como un drama, debido a su estructura dialogada en la que intervienen la amada, el amado y un coro. No obstante, esa clasificación resulta poco convincente: el texto apenas contiene acción, los personajes parecen cambiar de identidad y en la literatura hebrea de la época no encontramos ejemplos de teatro que sostengan esta idea. Resulta más natural considerarlo como un poema lírico, pues no depende de una trama y sí posee una gran riqueza expresiva. Sin embargo, incluso desde esta perspectiva aparecen tensiones, como las incoherencias en los personajes o la manera en que se repiten ciertos motivos.[45]
Por eso muchos estudiosos piensan que no se trata de un solo poema, sino de una recopilación de diversos cantos de amor. En esta lectura, el autor habría tomado materiales procedentes de distintas tradiciones —imágenes pastoriles, cantos nupciales o referencias a bodas reales— y los habría unificado con ligeras modificaciones, dándoles cierta coherencia sin eliminar del todo su diversidad original. Las semejanzas con cantos de amor egipcios y sirios de los siglos XIV y XIII a. C., así como con epitalamios de la tradición israelita, parecen reforzar esta hipótesis. El resultado sería un poema que, desde la búsqueda inicial hasta la unión final de los amantes, encadena y reelabora materiales preexistentes. Ahora bien, junto a los paralelos culturales, el Cantar posee rasgos únicos que lo distinguen como libro bíblico. La figura de la amada, que busca con insistencia al amado hasta alcanzarlo, y la del amado fiel que finalmente se deja conquistar, dan unidad al relato. Las metáforas que se despliegan —viña, esposo, esposa, pastor, rey— evocan el lenguaje profético que describe la relación entre Dios e Israel. Este trasfondo explica que la tradición, tanto judía como cristiana, haya leído el Cantar en clave espiritual, identificando al amado con Dios o con Cristo, y a la amada con Israel, la Iglesia o el alma creyente.[46]
Sin embargo, la alegoría no encaja del todo. En muchos pasajes la interpretación espiritual se vuelve forzada, y el texto mismo carece de señales que indiquen explícitamente que deba leerse así, a diferencia de otros libros bíblicos que sí aclaran su carácter alegórico. Tal vez lo más acertado sea comprender el Cantar como una síntesis: un conjunto de cantos de amor humanos, unificados bajo una inspiración que los convierte en un canto del amor en sus dos dimensiones, la humana y la divina. Así, el gozo del amor de los esposos se entrelaza con el gozo de Israel que experimenta la predilección de Dios, de modo que el poema celebra, al mismo tiempo, el misterio del amor humano y el misterio del amor de Dios.[47]
El Cantar fue aceptado en el canon judío de las Escrituras y se entendió como «una alegoría del amor entre Dios e Israel», una visión «dominante durante más de mil años». Sin embargo, según el sacerdote católico Andrew Greeley, el Cantar de los Cantares es «poesía amorosa secular, una colección de canciones de amor reunidas en torno a un único tema» y los estudiosos han «descartado la interpretación alegórica».[48] Aunque «existe una tradición según la cual incluso este libro se consideraba uno de los que debían excluirse», tal y como se afirma en Aboth d'Rabbi Nathan A1, una obra de entre los años 700 y 900 d. C., el Cantar de los Cantares no solo se incluyó, sino que se consideró «especialmente meritorio». El judío reformista Solomon Freehof señala que hay que pensar «si el libro es tan grosero... a diferencia de todos los demás libros de la tradición bíblica... ¿por qué aceptarlo?».[49]
La canonicidad estaba ligada a su atribución a Salomón y se basaba en una lectura alegórica en la que el tema no se consideraba el deseo sexual, sino el amor de Dios por Israel.[50][51][52] Por ejemplo, el famoso Rabino Akiva de los siglos I y II prohibió el uso del Cantar de los Cantares en las celebraciones populares. Según se dice, afirmó: «Quien canta el Cantar de los Cantares en tabernas, tratándolo como si fuera una canción vulgar, pierde su parte en el mundo venidero».[53] Sin embargo, el rabino Akiva defendió famosamente la canonicidad del Cantar de los Cantares, y según se dice, cuando se planteó la cuestión de si debía considerarse una obra profana, respondió: «¡Dios no lo quiera! […] Porque toda la eternidad en su totalidad no es tan digna como el día en que el Cantar de los Cantares fue dado a Israel, pues todos los Escritos son sagrados, pero el Cantar de los Cantares es el Santo de los Santos».[54]
Otros eruditos rabínicos que han empleado la exégesis alegórica para explicar el significado del Cantar de los Cantares son Tobiah ben Eliezer, autor de Lekach Tov,[55] y Zechariah ha-Rofé, autor de Midrash ha-Hefez.[56] El rabino francés Rashi no creía que el Cantar de los Cantares fuera un poema erótico. [57]
El Cantar de los Cantares es uno de los textos bíblicos abiertamente místicos para la Cábala, que dio una interpretación esotérica a toda la Biblia hebrea. Tras la difusión del Zohar en el siglo XIII, el misticismo judío adquirió un elemento erótico metafóricamente antropomórfico, y el Cantar de los Cantares es un ejemplo de ello. En la Cábala zohárica, Dios está representado por un sistema de diez emanaciones sefirot, cada una de las cuales simboliza un atributo diferente de Dios, que comprende tanto lo masculino como lo femenino. La Shejiná (presencia divina interior) se identificaba con la sefirá femenina Maljut, el recipiente de la realeza. Esto simboliza al pueblo judío y, en el cuerpo, la forma femenina, identificada con la mujer del Cantar de los Cantares. Su amado se identificaba con la sefirá masculina Tiferet, el «Santo Bendito Sea», un principio central en el benéfico flujo celestial de la emoción divina. En el cuerpo, esto representa el torso masculino, unido a través de la sefirá Yesod del órgano masculino signo del pacto de la procreación.
A través de obras benéficas y la observancia judía, el pueblo judío restaura la armonía cósmica en el reino divino, sanando el exilio de la Shejiná con la trascendencia de Dios, revelando la unidad esencial de Dios. Esta elevación del mundo se despierta desde arriba en el Shabat, un anticipo del propósito redimido de la Creación. El texto se convirtió así en una descripción, dependiendo del aspecto, de la creación del mundo, el paso del «Shabat», el pacto con Israel y la llegada de la era mesiánica. «Lecha Dodi», un canto litúrgico del siglo XVI con un fuerte simbolismo cabalístico, contiene muchos pasajes, incluidas sus dos primeras palabras, tomadas directamente del Cantar de los Cantares.
En el judaísmo moderno, ciertos versículos del Cantar se leen en la víspera del Shabat o en la Pascua, que marca el comienzo de la cosecha de cereales y conmemora el Éxodo de Egipto, para simbolizar el amor entre el pueblo judío y su Dios. La tradición judía lo lee como una alegoría de la relación entre Dios e Israel.[8] El Cantar de los Cantares completo, en su hebreo original, se lee en las sinagogas durante los días intermedios de la Pascua. A menudo se lee en un rollo similar en estilo al rollo de la Torá. Algunos también lo leen en su totalidad al final del Séder de Pascua y suele estar impreso en la mayoría de las Hagadás. Algunos judíos tienen la costumbre de recitar el libro completo antes del inicio del sabbat judío.
El tema literal del Cantar de los Cantares es el amor y el deseo sexual entre un hombre y una mujer, y tiene poco (o nada) que decir sobre la relación entre Dios y el hombre; para encontrar ese significado fue necesario recurrir a la alegoría, tratando el amor que celebra el Cantar como una analogía del amor entre Dios y la Iglesia.[9] La interpretación de la Iglesia cristiana del Cantar como prueba del amor de Dios por su pueblo, tanto colectiva como individualmente, comenzó con Orígenes.[58] San Gregorio de Nisa escribió quince «Homilías sobre el Cantar de los Cantares», que se consideran la cumbre de su exégesis bíblica. En ellas, compara a la novia con el alma y al novio invisible con Dios: el alma finita se acerca incesantemente al Dios infinito y permanece continuamente decepcionada en esta vida debido al fracaso en alcanzar la unión extática con el amado, una visión que embelesa y que solo puede alcanzarse plena y perfectamente en la vida después de la muerte.[59][60] Del mismo modo, siguiendo la interpretación alegórica interpretación de Ambrosio de Milán,[61] San Agustín de Hipona afirmó que el Cantar de los Cantares representa la boda entre Jesucristo y la Iglesia católica, pura y virgen, en un contexto ascético.[62] Sin embargo, en contra de la opinión predominante, Teodoro de Mopsuestia, influenciado por la Escuela de Antioquía, interpretó el Cantar de los Cantares de forma literal, entendiéndolo como un poema erótico escrito por Salomón a la hija del faraón. Pero, dado que la visión alegórica era tan predominante, su interpretación fue condenada en el Segundo Concilio de Constantinopla. Como resultado, sus escritos sobre este libro se perdieron, y solo se conoce su posición literalista, que más tarde (a partir del siglo XVIII) se convertiría en predominante entre los estudiosos de la Biblia.[63][64]
A lo largo de los siglos, el énfasis de la interpretación fue cambiando: primero se leía el Cantar como una descripción del amor entre Cristo y la Iglesia, en el siglo XI se añadió un elemento moral y en el siglo XII se entendió que la Novia era la Virgen María, de modo que cada nueva lectura absorbía las anteriores en lugar de sustituirlas, por lo que el comentario se volvió cada vez más complejo.[65] Estos temas teológicos no se encuentran explícitamente en el poema, sino que provienen de una lectura teológica. Sin embargo, lo que es notable de este enfoque es la forma en que conduce a conclusiones que no se encuentran en los libros abiertamente teológicos de la Biblia.[66] Esos libros revelan un desequilibrio permanente en la relación entre Dios y el hombre, que va de leve a enorme; pero leer el Cantar como una metáfora teológica produce un resultado muy diferente, en el que los dos compañeros son iguales, unidos en una relación comprometida.[66]
En la época moderna, el poema ha atraído la atención de las críticas bíblicas feministas, con el fundamental «Depatriarchalizing in Biblical Interpretation» (Despatriarcalización en la interpretación bíblica) de Phyllis Trible tratándolo como un texto ejemplar, y la serie Feminist Companion to the Bible (Compañera feminista de la Biblia), editada por Athalya Brenner y Carole Fontaine, dedicándole dos volúmenes.[67][68]
Algunos miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días rechazan el Cantar de los Cantares como escritura inspirada, aunque el libro sigue formando parte del canon bíblico de los Santos de los Últimos Días.[69]
Varios apologistas islámicos sostienen que la palabra mahmaddim en Cantar de los Cantares 5:16 se refiere a Mahoma.[70] Mientras que la mayoría de los traductores traducirán las primeras palabras de ese versículo con expresiones como «Su boca es muy dulce, él es completamente encantador (mahamaddim)». En su libro Demystifying Islam, el apologista musulmán Harris Zafar sostiene que la última palabra (מַחֲּמַדִּים), con el sufijo plural «-im» (que se utiliza ocasionalmente para indicar intensidad, y normalmente se entiende que lo hace para ambos adjetivos de este versículo),[71][72][73] que expresa respeto y grandeza (como parece hacerlo la forma plural en la denominación hebrea común de Dios, Elohim —pl. maiestatus—), debería traducirse como «Mahoma», para que la traducción sea «Su boca es muy dulce; él es Mahoma». [57][74] Sin embargo, algunos apologistas cristianos han rebatido esta afirmación.[75][76][77]
Dado su carácter canónico dentro de la Biblia hebrea, se ha dudado de que se le diera un sentido literal, abogando más bien por un sentido alegórico. Por esta línea siguen Esdras (4 Esd 5, 24-26),[78] el Tárgum y el Talmud. Lusseau afirma:
Algunas torpezas de exégesis más o menos fantásticas no logran oscurecer la concepción esencial que se formaron del Cantar los judíos: la obra canta las bodas místicas del Señor con su pueblo escogido.cf. Cazelles, obra citada en la bibliografía, pág. 657
Los analistas antiguos no judíos se mantuvieron fieles a esta explicación, y lo mismo hacen los judíos modernos y la inmensa mayoría de las confesiones cristianas: Dios es el perfecto esposo del pueblo creyente y, como cualquier pareja de amantes, ambos suelen sufrir desilusiones, desesperanzas y problemas.
Con el cristianismo la imagen alegórica se actualizó: el cantar trata del matrimonio místico de Cristo con su Iglesia. Y aunque las correspondencias de la esposa hayan variado (la humanidad, el alma fiel del creyente), la interpretación simbólica prima durante bastante tiempo. Teodoro de Mopsuestia consideraba que el libro era una evocación de la relación de Salomón con una princesa egipcia.[79] En la Edad Media, el exégeta hispanohebreo Abraham ben Meir ibn Ezra (1089/92-1164/67), escribe en dos versiones (primero en Italia y más tarde en Francia), un comentario al Cantar en el que aborda su interpretación en forma tripartita (gramatical, literal y alegórica).
El sentido literal, fue vuelto a proponer por Sebastian Castellio (en el año 1537), en el ámbito judío. A partir de allí, diversos exégetas cristianos, entre los que se cuenta al mismo Bossuet, le dan una interpretación literal que da pie para la interpretación alegórica.
La otra escuela sostiene que la obra debe leerse en el sentido literal, es decir, no es más que una colección de cantos eróticos que celebran el amor humano protagonizado por un hombre y una mujer (cosa que también mandaría la Biblia). Según algunos analistas, el libro evitaría cuidadosamente la profanación de este amor, ya que el casamiento del hombre y la mujer estaría bendito por Dios y deseado por Él. No es la primera vez, como se ha dicho, que el tema es tratado en el Antiguo Testamento, y la santidad que para la Iglesia significa el matrimonio religioso justificaría que se lo entienda tanto de manera llana como alegórica.
La interpretación alegórica se enriquece con nuevas imágenes, como la de la unión de Salomón con la sabiduría (Rosenmüller),o la unión entre Israel y Judá (Hug). Al mismo tiempo, la interpretación literal siguió ganando adeptos como Renan. La interpretación llamada tipológica (es decir, que al sentido literal se superpone uno alegórico dado a conocer por la misma revelación) continúa siendo defendida por autores como Miller y Hontheim.
En los años 50 se abrió una nueva forma de considerar el sentido literal: según Dubarle y Audet el Cantar de los Cantares es un libro que canta y celebra el amor esponsal manifestando el modo querido por Dios para su desarrollo.
A lo largo de la historia, se le han atribuido interpretaciones cristianas y cabalísticas: la Virgen María, la Iglesia como esposa de Jesús (ver Ap: 12) y la Sabiduría. En el ámbito cabalístico, se dice que la mujer simboliza la sabiduría, en tanto hace alusión a la letra escrita (de color negro en los rollos de la Torah): «Soy morena, pero hermosa» (Ct 1:5).
El Cantar de los Cantares ocupa un lugar singular dentro de la Biblia. Es desconcertante porque apenas alude a Dios y no aborda los temas habituales del Antiguo Testamento, pero, paradójicamente, ha sido uno de los textos más comentados a lo largo de la tradición judía y cristiana. En el canon hebreo pertenece a los megillot, los cinco rollos destinados a celebraciones litúrgicas, y su lectura se reserva para la Pascua, lo que resalta su importancia simbólica. El núcleo del libro es el amor humano expresado en clave esponsal, pero su lenguaje evoca el de los profetas cuando describen la relación de Dios con su pueblo. De ahí que la interpretación constante lo haya entendido también como una alegoría del amor divino. Su grandeza radica en mostrar que existe un solo corazón y un único lenguaje para amar: el amor humano y el amor de Dios se expresan con las mismas palabras, y en el Cantar ese lenguaje se convierte en Palabra revelada.[82]
El Cantar de los Cantares habla del amor humano y, a la vez, del amor divino. En su literalidad describe el amor entre un hombre y una mujer, pero como el amor verdadero es uno solo, ese mismo lenguaje sirve para expresar el amor entre Dios y el alma. El libro recoge los movimientos propios del amor: nace, crece, busca, encuentra, se separa y se reencuentra. Hay deseo, ilusión, entrega, pruebas y fidelidad. Todo esto no es solo experiencia humana, sino reflejo del querer de Dios inscrito en el corazón del hombre. Por eso el amor que presenta es exclusivo y duradero: un amado y una amada que se llevan como sello en el corazón del otro. El Cantar evoca así el amor original del paraíso y deja entrever que la fidelidad puede redimir de la herida del pecado.
El texto se convierte en una escuela de amor. Enseña que amar es contemplar la belleza del otro, entregarse con exclusividad, superar pruebas y dejarse transformar. Así lo entendieron los místicos, que leyeron el Cantar como la búsqueda del alma hacia Dios. También los esposos cristianos pueden verlo como modelo de su amor conyugal. Juan Pablo II lo resumió al decir que el Cantar revela el lenguaje del cuerpo: la fascinación mutua entre varón y mujer no se queda en lo físico, sino que expresa la atracción hacia la persona entera. De ese modo, el poema celebra tanto la belleza del amor humano como la grandeza del amor divino.[83]
El Cantar de los Cantares no se menciona directamente en el Nuevo Testamento, pero su lenguaje está presente en varias imágenes. Jesús habla del banquete de bodas en las parábolas de los invitados y de las vírgenes prudentes y necias, donde el esposo representa al Mesías y la esposa al pueblo llamado a la comunión con él. El mismo Jesús se identifica como el esposo cuya presencia es motivo de alegría, señalando que con él comienza el tiempo nuevo de la salvación. Esta idea alcanza su plenitud en el Apocalipsis, donde Cristo aparece como el esposo que llama a la puerta y la Iglesia como la esposa engalanada que se prepara para el banquete final. Así, aunque el Cantar no se cite de forma literal, su simbolismo atraviesa el Nuevo Testamento: el amor esponsal se convierte en la imagen más clara de la relación de Cristo con su Iglesia.
Alegrémonos; saltemos de júbilo; démosle gloria, pues llegaron las bodas del Cordero y se ha engalanado su esposa; le han regalado un vestido de lino deslumbrante y puro: el lino son las buenas obras de los santos.[84]
las alusiones más directas del Nuevo Testamento se encuentran en los escritos de Pablo de Tarso que en:
¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espada?.[85]
hace una mención expresa de Cantar de los Cantares 8; vers 6, así como en su Epístola a los efesios, cap 5; versículos 21-33 donde el amor de Cristo y su Iglesia es el modelo del amor matrimonial.[86]
Pero el primer gran comentarista del libro es Orígenes. Orígenes fue el primero en interpretar el Cantar de los Cantares de manera exclusivamente espiritual: la esposa no es solo la Iglesia, sino también el alma que busca unirse a Dios. Gregorio de Nisa profundizó esta línea, viendo en la esposa a la humanidad llamada a embellecerse con virtudes y alcanzar la comunión con el Verbo en los sacramentos. Esta lectura pasó a los Padres latinos. Ambrosio, Agustín de Hipona y Jerónimo citaron con frecuencia el Cantar, y en Ambrosio aparece la tipología mariana: la Virgen como esposa y modelo de la virginidad consagrada. La liturgia recogió esta tradición y San Gregorio Magno la resumió, interpretando el poema como la historia del alma que corre hacia Dios.[87]
De ahí nacieron los grandes comentarios místicos: los sermones de Bernardo, los escritos de Teresa de Ávila y el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, que convirtió en poesía la unión amorosa con Dios. Otros santos también hallaron en el Cantar un lenguaje privilegiado para expresar la experiencia mística. Aunque el sentido espiritual predominó durante siglos, nunca se perdió el literal, como muestra Fray Luis de León en In Canticum Canticorum triplex explanatio. Hoy, los estudios bíblicos han recuperado ese valor original sin olvidar la dimensión espiritual, propia de la tradición desde sus comienzos.[88]
Algunos fragmentos del libro han inspirado a compositores a escribir composiciones vocales e instrumentales, entre las que se incluyen:
En la novela de Marilynne Robinson de 2004, Gilead, el reverendo John Ames menciona el Cantar de los Cantares (pág. 207, edición de bolsillo de Picador).
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