El término blanco (también persona blanca o etnia europea) generalmente se ha utilizado para designar a personas cuya tonalidad de piel clara suele asociarse a poblaciones de origen europeo. Aunque literalmente implica cuestiones externas como la piel clara, la forma y color del cabello y los ojos, entre otras, se ha usado de distintas maneras en diferentes periodos históricos y lugares. Como ocurre con otros términos complejos, su definición precisa puede ser confusa.
La antropología del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX definía a una población como caucásica si presentaba ciertas características como variaciones en la forma, el tamaño y el color de los ojos que pueden ser medios o claros (azules, grises, marrones, verdes, avellana) y en la coloración de pelo (castaño oscuro o claro, rubio o rojo), etcétera. También los blancos compartirían otras características como más vello facial y corporal en relación con otras etnias.
El concepto de "blanco", como raza, emerge en 1781 de la mano de Johann Friedrich Blumenbach, quien propuso la denominación raza caucásica para la población europea, y desarrolló la hipótesis según la cual la gente de piel clara se habría originado o dispersado en las tierras frías de las montañas del Cáucaso. Hacia 1855, Joseph Arthur de Gobineau, en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, sostenía que la raza nórdica era la mejor de todas; negó la existencia de la raza blanca, y dijo que era perjudicial la mezcla con otros grupos, pues esto degeneraría la "pureza racial".
Las ideas de Gobineau sobre la pureza de las razas influyeron en las doctrinas los grupos racistas y supremacistas, que se desarrollaron desde la segunda mitad del siglo XIX en adelante, como el nazismo, en Alemania, o el Ku Klux Klan, en los Estados Unidos.
Hoy existe un amplio consenso científico de que no existen razas humanas en un sentido biológico.[1][2]
Las razas no existen, ni biológicamente ni científicamente. Los hombres por su origen común, pertenecen al mismo repertorio genético. Las variaciones que podemos constatar no son el resultado de genes diferentes. Si de "razas" se tratara, hay una sola "raza": la humana.José Marín Gonzáles[3]
Una connotación común en varias definiciones de “blanco” es que el término se refiere a la gente fundamentalmente originaria y nativa de Europa. Por extensión, algunas teorías incluyen poblaciones próximas a Europa, como ciertas zonas del Norte de África y Oriente Próximo. Otras teorías incluso más extensionistas incluyen áreas del norte de la India y poblaciones tan alejadas de Europa como los pastunes de Pakistán y Afganistán.
También existe una controversia sobre la diferencia de “piel clara” respecto a “blanco”. El término blanco es equivocado, pues la mayoría de las personas denominadas “blancas” (sin importar su origen) tienen una pigmentación que hace que su color de piel presente tonalidades de rosa pálido, rosado o rosáceo tenuemente bronceado y cambie al tomar el sol. No obstante, una piel es considerada clara si en el registro del espectrofotómetro manifiesta un índice alto o reflectante, y revela un bajo nivel de melanina o pigmento capilar. Las poblaciones nativas de Europa, más que cualquier otra población del planeta, se encuentran en estos parámetros.[4]
La expansión de la población blanca en todo el mundo es atribuible a la conquista de casi todo el mundo por las naciones europeas y la emigración de millones de europeos a los territorios conquistados y colonizados durante el período comprendido entre el siglo XVI y el siglo XX. Aproximadamente, a partir de 1800, emigraron a todos los continentes unos 100 millones de europeos.
Cuando los glaciares retrocedieron hace unos 16 mil años, a las poblaciones que se habían refugiado se les unieron muchas oleadas de gente de Asia y África para recolonizar la región que volvió a ser habitable. Sus descendientes se convirtieron en cazadores-recolectores que ocuparon Europa hasta la llegada de la agricultura. Entonces, hace unos ocho milenios, la agricultura se extendió desde Asia a toda Europa, trayendo consigo la familia de lenguas indoeuropeas además de nuevas tecnologías.
Se estima que los pueblos indoeuropeos, que reemplazaron casi por completo a los pueblos paleolíticos que habitaban Europa, procedían de alguna región comprendida entre el Cáucaso y la India. Con el correr de los siglos los pueblos indoeuropeos se fueron mezclando por medio de numerosas migraciones e invasiones procedentes de Asia central, Medio Oriente y África; como por ejemplo, las invasiones asiáticas protagonizadas por hunos y mongoles, la conquista musulmana en la mayor parte de la península ibérica o la invasión turca en Grecia, Sicilia, Albania, los Balcanes y los territorios correspondientes a la actual Bulgaria y partes de Hungría, donde una parte de la población presenta diversos grados de mestizaje de origen túrquico y árabe.[5][6]
En general, la población europea autóctona está compuestos por elementos genéticos prehistóricos y más recientes de diferentes partes de Asia y África.[7][8][9] Aunque excepciones a esto son los saami de Finlandia, que tienen característicos rasgos genéticos preindoeuropeos y hablan lenguas preindoeuropeas.
En la Europa del siglo XIX era común categorizar a la mayoría de los blancos como semitas y arios. Ese último término fue usado como un sinónimo para los indoeuropeos, que eran vistos como una “raza” separada de los semitas en los lugares donde los dos grupos tenían distintas historias lingüísticas. Esto se pensaba que implicaba una ascendencia separada, que se presuponía visible en rasgos culturales y físicos diferentes. El término ario derivaba de los que hablaban los idiomas indoeuropeos que ocupaban la antigua Irán y el valle del Indo, un hecho que resultaba problemático en la ecuación con el término “blanco”. No obstante, desde 1880 algunos escritores teorizaron que los primeros arios vinieron del Norte de Europa. Esto llevó a los nazis a afirmar que los arios eran gemelos de los nórdicos. Eruditos posteriores del siglo XX fueron mucho más reacios a asumir la coincidencia entre ascendencia lingüística y genética, debido a que los idiomas se pueden fácilmente traspasar a poblaciones genéticamente no relacionadas.
En el Reino Unido, “blanco” es un término generalmente usado para aquellos individuos con características físicas propias de Europa occidental y del Norte, y se refieren a aquellos “blancos” europeos de color de piel algo menos clara como “mediterráneos”, en un contexto similar al uso de designar “blanco” a los de piel más clara. A pesar de que tradicionalmente el término “blanco” funciona como sinónimo de "europeo",[10] los nuevos estudios sobre racialidad en Europa reviven el debate, a fin de mostrar una Europa más diversa de la "blanca", mostrada habitualmente.[11] Los términos de etnicidad y variedad lingüística son ampliamente usados indiferentemente por la gente autóctona y las comunidades inmigrantes.
Hoy en día varias corrientes, basadas en nuevas investigaciones científicas, apoyan la idea de una etnia blanca protoeuropea, y usan el haplogrupo R1b del cromosoma Y como una guía para su ascendencia y distribución. Esta marca genética es asociada a la de los primeros europeos que se refugiaron en la península ibérica durante la Edad de hielo. Este factor R1b1 es predominante en las actuales poblaciones occidentales europeas, particularmente en las áreas de influencia celta como Irlanda, Inglaterra, Gales, España, norte de Italia, áreas de Francia y zonas del norte de Europa.[12]
Ya desde el Descubrimiento de América y la conquista y colonización de la mayor parte de los territorios americanos por parte de los imperios español y portugués, los españoles ya se habían establecido en muchos de los actuales territorios estadounidenses, principalmente en el sur y el oeste como California, Nuevo México y Florida, demostrado en el hecho de que muchos lugares en estas zonas llevan nombres españoles (Los Ángeles, Las Vegas) y que dichos territorios (a excepción de Florida) pasarían a formar parte de México tras la independencia de este país de España. Sin embargo, varios navegantes ya habían realizado varias expediciones a la costa este norteamericana bajo las coronas británica y francesa, las cuales habían intentado establecer algunas colonias que habían acabado en fracaso. No sería hasta comienzos del siglo XVII cuando lograría sobrevivir la primera colonia británica de Jamestown, que vendría seguida por una oleada de colonizadores ingleses que se establecieron en toda la costa este norteamericana y posteriormente de escoceses tras la unión de Inglaterra y Escocia en Gran Bretaña, aunque también se establecerían neerlandeses y franceses más tarde, estos últimos principalmente en el norte. A diferencia de lo que ocurrió en Latinoamérica, estos grupos colonizadores no se mezclaron con los nativos de la zona, con lo cual, la población blanca de las colonias británicas, neerlandesas y francesas fue siempre mayoritaria.
Tras la independencia de los Estados Unidos del Imperio británico hasta finales del siglo XVIII, millones de europeos, procedentes principalmente de los países de la Europa Septentrional (Inglaterra, Escocia, Irlanda, Alemania y Francia) se establecieron en el país. Durante el siglo XIX, el país inició su expansión hacia el oeste y el sur del continente, llegando cientos de miles de colonizadores estadounidenses promovidos por el gobierno para establecerse en el centro del continente y las zonas desérticas del oeste y el sur. Mientras que la inmigración europea a Canadá fue mayoritariamente británica y francesa, personas de casi todas las nacionalidades europeas entraron en Estados Unidos durante dos siglos, mientras que actualmente cabe destacar el continuo flujo de blancos procedentes de países como Venezuela y Argentina.
Los nacionalistas blancos de los Estados Unidos frecuentemente tienen una definición de “blancura” que es mucho más limitada que la definición gubernamental, requiriendo no solo una ascendencia única o casi exclusivamente europea, sino también una identificación psicológica y cultural con la etnicidad europea y un compromiso para avanzar en sus intereses. Bajo esta definición, muchas personas aparecen excluidas, como los judíos o los musulmanes balcánicos, los albaneses y los turcos. A pesar de este método de “blancura” usado por los nacionalistas blancos, ocurre que como muchos grupos raciales, la definición aún puede variar.
Entre algunos reducidos grupos nacionalistas blancos aún más exclusionistas, un serio punto ideológico y altamente discutido entre ellos, es la concesión de la etiqueta «no-blanco» a algunas personas de etnia europea con ascendencia del Sur de Europa y del Este de Europa (eslavos).[cita requerida] Esto puede percibirse en los requerimientos de membresía en organizaciones nacionalistas blancas como Alianza Nacional. El requisito de membresía para un individuo es que sea «de ascendencia completamente europea y no judía».
El Censo de Estados Unidos más reciente definía a la raza 'blanca' así (traducción): “El término blanco se refiere a las personas originarias de cualquier pueblo europeo, Oriente Medio o África del Norte”. Esto incluye a las personas que indicaron su raza o razas como “blanco” o seleccionó por ejemplo casillas de irlandés, alemán, italiano, sirio, español, libanés, portugués, polaco, etc.
Para justificar el genocidio de los pueblos indígenas y la esclavitud de los africanos, se propagaron ideologías racistas, incluso el racismo científico. Como resultado son pocas las personas de ancestralidad mixta o los blancos que presentan distintos porcentajes de genes no blancos y la creación de distintos grupos que promulgan el suprematismo blanco como el Ku Klux Klan.
Según una estimación de 2022 de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, la población blanca de Estados Unidos representa el 75,5 %[13] de la población total.
El censo canadiense de 2016 identificó al 72,9 % (73 %) de la población como de origen europeo.[14] Sin embargo sumado a otros caucásicos como los de origen árabe (1,5 %) y del resto de Asia occidental (0,8 %) la población caucásica de Canadá representaría el 75,2 %.[14] De acuerdo con el CIA World Factbook las etnias de origen europeo y la etnia canadiense (diferente de la nativa) contadas sumarían un 81,4 % de población blanca en 2021.[15]
La población considerada blanca o criolla en América Latina representa el 35 % de la población de la región.[16]
La población blanca es relativamente minoritaria en una región que es predominantemente multiétnica. No obstante en Uruguay, Argentina, Costa Rica, Chile y Cuba[17] esta llega a ser la única etnia que predomina indiscutiblemente con claridad debido a que compone más del 60 % de la población de los cinco países.
La población criolla en Latinoamérica proviene de la antigua colonización española y portuguesa, como también de posteriores migraciones de españoles, portugueses, italianos, alemanes, franceses, británicos, irlandeses, eslavos entre otros. A diferencia de lo que ocurrió en algunas ex colonias británicas, en América Latina los colonizadores y los inmigrantes europeos que llegaron con posterioridad se mezclaron con la población local indígena, por lo cual buena parte de la población considerada “no blanca” tiene diferentes grados de mestizaje.[16]
Aunque la región estuvo bajo el dominio colonial de los imperios español y portugués durante poco más de cuatro siglos la población blanca fue siempre una minoría entre la mayoría mestiza e indígena y los esclavos africanos. Los colonos fueron principalmente varones militares o mercenarios, los cuales debido a los pocos prejuicios sexuales habidos y a la ausencia de mujeres blancas, tenían hijos con mujeres indígenas y en menor medida con sus esclavas africanas negras, dando proceso al mestizaje. Durante el período, los hijos exclusivos de los colonizadores ibéricos en el continente fueron denominados criollos, y por extensión, a todos los europeos instalados allí. A partir del siglo XIX y siguiendo a la continua independencia de los países latinoamericanos de sus imperios coloniales, unos 13 millones de europeos emigraron a la zona, instalándose mayoritariamente en Argentina (6,5 millones), país que recibió la mitad de los emigrantes, y Brasil (5,5 millones), que recibió una tercera parte (34 % del total). Cuba (857 mil, 6,5 % del total) —colonia española hasta 1898—, Chile (726 mil, 5,5 %), Uruguay (713 mil, 5,4 %) y Venezuela (400 mil, 3 %), tuvieron un flujo inmigratorio moderado; mientras que en México (226 mil, 1,7 %) y Perú (150 mil, 1 %) el flujo fue minoritario.[18][19][20][21][22]
En el continente residen según estudios de 2015 solamente unos 5.2 millones de blancos europeos (0,51 % de la población total)[89] de los cuales 4,6 millones viven en Sudáfrica, en este último comprenden alrededor del 8 %.[90] En su mayoría los blancos europeos que viven en África son descendientes de colonizadores europeos, principalmente de neerlandeses, británicos, franceses y portugueses, con significantes aportes españoles, alemanes, belgas, italianos, griegos y suizos. Actualmente, ningún país de África es de mayoría étnica blanca.
Los europeos comenzaron a llegar al África meridional a partir a finales del siglo XV, siendo los primeros establecimientos construidos por los colonos portugueses, luego vinieron los neerlandeses, cuyos descendientes serían conocidos más tarde como afrikáneres o bóeres.
A finales del siglo XIX, los poderes europeos establecieron colonias en casi la totalidad de África, pero solo se formaron pequeñas comunidades europeas, con la excepción de Sudáfrica. Las colonias ganaron su independencia en las décadas después de la Segunda Guerra Mundial, causando la emigración de muchos europeos. Sin embargo, en Sudáfrica, la minoría blanca estableció el régimen del apartheid, que se basó en una ideología racista y que perduró hasta 1992.
Los primeros testimonios de exploraciones europeas en la zona datan de principios del siglo XVII. Durante este período, hay polémica acerca de si fueron los portugueses y neerlandeses los primeros en llegar a la zona, pues hay numerosos mapas en portugués y neerlandés hechos por navegantes que cartografiaron la mayor parte de la costa australiana. Sin embargo, no sería hasta finales del siglo XVIII cuando los primeros europeos comenzaron a establecerse en Nueva Gales del Sur, en Australia. La mayor parte de ellos eran convictos que fueron transportados a las colonias penales como mano de obra debido a la lejanía de África para importar esclavos negros y como una buena salida para los prisioneros de la Corona británica. Tras la independencia del país, el gobierno solo promovió el establecimiento e inmigración de blancos, provenientes principalmente de Reino Unido e Irlanda. A pesar de su enorme tamaño, su lejanía de Europa y América ha dado como resultado una escasa población (apenas 20 millones de personas), aunque el gobierno impidió que los asiáticos inmigraran al país hasta finales del siglo XX, con lo cual, la gran mayoría de la población australiana es blanca. La población blanca de Australia representaría el 87,1 % según el censo de 2021 (contado a todos aquellos que se identificaron únicamente con una etnia europea el 57,2% y la etnia australiana 29,9% diferente de la nativa).[91]
El caso de Nueva Zelanda es similar. El país fue colonizado por los británicos en el año 1840, a raíz del temor de que otras naciones europeas (como los franceses que ya se estaban estableciendo) lo hicieran y pusieran en peligro sus colonias en Australia. A pesar de su pequeña población y la escasa inmigración europea que recibió, la violenta oposición de las tribus maoríes a la colonización ocasionó guerras y enemistades entre europeos y nativos, con lo cual, la población indígena se redujo considerablemente mientras que ya en 1860 los europeos eran la mayoría de la población. Según el censo de 2018 la población de origen europeo o blanca de Nueva Zelanda representa el 71,76 %.[92]
Tanto Australia como Nueva Zelanda recibieron emigración europea procedente casi exclusivamente de las islas británicas.