Segunda visita de Juan Pablo II a Argentina | |||||
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![]() El papa Juan Pablo II saluda a la multitud en su visita a la ciudad de Mendoza, 7 de abril de 1987. | |||||
Localización | |||||
País |
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Lugar | |||||
Datos generales | |||||
Tipo | Viaje Apostólico | ||||
Organizador | Conferencia Episcopal Argentina | ||||
Histórico | |||||
Fecha | 6-12 de abril de 1987 | ||||
Cronología | |||||
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La visita de Juan Pablo II a Argentina, realizada entre el 6 y el 12 de abril de 1987, fue el segundo viaje del papa de ese entonces, hoy Santo de la Iglesia Católica, a dicho país, como parte final del 33° viaje apostólico fuera de Italia, que incluyó Uruguay y Chile. Visitó en total diez provincias y pronunció 26 discursos. El 12 de abril, Domingo de Ramos, se celebró la II Jornada Mundial de la Juventud, la primera fuera de Roma, sobre la avenida 9 de Julio, en Buenos Aires.
La misma se enmarcó en respuesta a la invitación de Argentina y Chile en agradecimiento a la mediación papal por el canal de Beagle, tratado firmado en 1984, y en pleno debate de la Ley de divorcio vincular, que el propio papa condenó en su discurso en la ciudad de Córdoba. Tres días después ocurriría el primer levantamiento carapintada en la Semana Santa de 1987, bajo la conducción de Aldo Rico.
El conflicto del Beagle fue una disputa territorial entre Argentina y Chile sobre la determinación de los límites entre ambos países en la zona de la boca oriental del canal de Beagle, involucrando las islas Picton, Nueva y Lennox, y el acceso de Chile al océano atlántico. El Laudo arbitral de 1977, bajo la mediación del Reino Unido, dejó las islas en poder del país vecino, trazando como límite una línea diagonal hacia el este. El arbitraje fue aceptado por Chile, pero rechazado por Argentina. Durante 1978, Argentina comenzó a aumentar su presión militar sobre Chile, llegando al borde de la guerra, con el cierre de las fronteras y la preparación para una invasión. Chile por su parte recurrió a la movilización de tropas en la frontera y el control de su espacio aéreo.[1]
Apenas dos meses en el cargo, el papa Juan Pablo II se involucró en el tema, nombrando al cardenal Antonio Samoré como mediador. Samoré llegó a Buenos Aires en diciembre de 1978, viajando a ambos países para recaudar información. Con el acta de Montevideo de enero de 1979, ambos países aceptaron tener al Vaticano como mediador para buscar una solución diplomática, poniendo una tregua a la situación.[2] En diciembre de 1980, el santo padre mandó su primera propuesta: que las islas queden en posesión chilena, y establecer el confín marítimo chileno a 12 millas naúticas. La misma fue aceptada por la dictadura de Augusto Pinochet, pero no tuvo respuesta de su par argentino, el dictador Jorge Rafael Videla. La guerra de Malvinas retrasó un nuevo acuerdo, y el papa Juan Pablo II, en su primera visita a Argentina, pidió al entonces presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri una pronta respuesta.[3]
Con la recuperación de la democracia en la Argentina, el 10 de diciembre de 1983, el presidente Raúl Alfonsín encomendó a su canciller Dante Caputo una pronta resolución, que, junto al embajador Marcelo Delpech y su contraparte chilena Ernesto Videla, concluyeron las negociaciones. En junio de 1984, el secretario de Estado del Vaticano, Agostino Casaroli, mandó la última propuesta, que fue aceptada por ambos países en octubre, y firmada ante el propio papa el 29 de noviembre de 1984.
Como gesto de agradecimiento, el 16 de junio de 1985, día de la vírgen del Carmen, la Conferencia Episcopal de Chile mandó una carta al Vaticano reiterando su invitación al papa. «Los obispos de Chile solicitamos por unanimidad vuestra visita pastoral a nuestra patria», decía la misiva. La respuesta llegó el 21 de octubre de 1985, cuando la Nunciatura Apostólica de ese país manifestó el deseo del papa de visitar Argentina y Chile en el primer trimestre de 1987.[4] La Conferencia Episcopal Argentina manifestó en un comunicado que «La próxima visita del Santo Padre a nuestro país, que colmará de gozo al alma cristiana de nuestra Patria, será por su misma finalidad un extraordinario impulso evangelizador, que sin duda alguna dejará una huella profunda en esta esforzada tarea común de la nueva evangelización que implante definitivamente la civilización del amor».[5]
1985 fue nombrado por la Organización de las Naciones Unidas como el «año Internacional de la Juventud».[6] Es así que el papa encarga al cardenal argentino Eduardo Pironio, presidente del Pontificio Consejo de los Laicos, la concreción de una idea para hacer presente a la iglesia católica en dicho año, una reunión que involucre a niños de todo el mundo.[7] A las vísperas del Domingo de Pascua de 1985, se hizo un encuentro en Roma ante 300 000 asistentes. La idea prosperó, llamándose Jornada Mundial de la Juventud, que tuvo su primera jornada en 1986.[8]
Ante tal éxito, el 8 de junio de 1986, el papa Juan Pablo II anunció la celebración de la segunda Jornada Mundial de la Juventud el Domingo de Ramos de 1987 en Buenos Aires, coincidiendo con el final de su viaje apostólico, que ya incluía a Uruguay. En su mensaje de convocatoria, el papa escribió: «En Buenos Aires, tendré el gran gozo de encontrarme no sólo con la juventud argentina, sino también con muchos jóvenes provenientes del área latinoamericana y de otros países del mundo.(...) No deja de ser significativo que, esta vez, la Jornada tenga su lugar central de celebración en tierras latinoamericanas, pobladas mayoritariamente por jóvenes, que son los animadores y futuros protagonistas del llamado “continente de la esperanza”. »[9]
En 1978, el juez de Instrucción, Juan Bautista Sejean, de 42 años, conoció a Alicia Kuliba, trabajadora de la Cámara del fuero Contencioso Administrativo. Ambos estaban separados, un delito según el Código Civil de Argentina, siendo uno de los cuatro países en donde aún el divorcio era ilegal. Luego de tener una hija en 1984, Sejean comenzó una presentación judicial contra el artículo 64 de la ley de Matrimonio Civil 2393, para permitirle volver a contraer matrimonio. Tras ser rechazada por la Cámara Nacional de Apelaciones en primera instancia, la Corte Suprema de la Nación, el 27 de noviembre de 1986, falla a favor de Sejean, por tres votos (Fayt, Petracchi y Bacqué) a dos (Caballero y Bellusio).[10] En marzo de 1987, Sejean y Kuliba, «el señor y la señora divorcio», tal como la prensa de ese entonces los llamó, se casaron, noticia que llegó a las principales portadas del mundo.[11]
El caso de Sejean coronó un debate que surgió luego de la llegada de Alfonsín a la presidencia. Para el verano de 1984, ya habían sido presentados al Congreso tres proyectos de ley para modificar el Código Civil. Históricamente, los países que contaban con una larga y viva tradición católica, como Argentina, atravesaron por ciertas turbulencias a la hora de avanzar en alguna modificación en la legislación familiar,[12] por lo que generó movilizaciones impulsadas por la iglesia Católica, entre ellos el arzobispo de Buenos Aires, Juan Carlos Aramburu, y el obispo de Mercedes-Luján, Emilio Ogñenovich, la más importante la desarrollada frente a la Basílica de Luján el 5 de julio de 1986 bajo el lema «la familia es garantía y esperanza en nuestra patria», que contó con la participación de sectores de la Unión del Centro Democrático, la Unión Popular, el Movimiento de Integración y Desarrollo, y sectores ortodoxos del Peronismo y el sindicalismo.[13]
Por su parte, en agosto de 1986, la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina ordenó sancionar a los diputados que votaran a favor de los proyectos de ley.[14] Las homilías, los discursos y los documentos explicitaban el rechazo episcopal al divorcio, proclamando «decidida y expresamente la firmeza del vínculo matrimonial tal como lo ha enseñado y enseña la Iglesia Católica», y «que esa firmeza e indisolubilidad del vínculo matrimonial es un irrenunciable don de Dios Creador al hombre, y por lo mismo, no modificable por leyes humanas».[15] En palabras del obispo Ogñenovich, como «si fuerzas del averno se hubieran desatado contra el matrimonio y la familia renegando de las tradiciones nacionales que hicieron grande a la Argentina».[16]
Al momento de la visita del papa, el proyecto tenía media sanción, por parte de la Cámara de Diputados de la Nación, el 19 de agosto de 1986, con 177 votos a favor y 35 en contra.[17] Desde entonces surgieron voces disidentes con el episcopado, con una mirada más pastoral, bajando el tono al debate, como el cardenal Raúl Primatesta, que dijo «En más de una ocasión, frente a los cambios, a dificultades nuevas, a renovados planteos pastorales, a opinables enfoques y apreciaciones o fuimos mal interpretados, o no supimos dar la imagen de una unidad que ciertamente existe en nuestro corazón de pastores».[18]
Para la conformación de una comisión organizadora, el presidente Raúl Alfonsín dispuso que la organización sería llevada a cabo por el Ministerio de Relaciones Exteriores, y la seguridad y el traslado dentro del territorio argentino por parte de la Casa Militar de la Presidencia. Sus integrantes fueron el secretario de Culto, Juan Carlos Palmero, el jefe de la Agrupación Seguridad, coronel Yago Degarcía, y el jefe de la División Aviones, comodoro Alberto Vianna.
En junio de 1986 se desarrolló una reunión preparatoria en el Vaticano, con la presencia del embajador argentino ante la Santa Sede, Santiago de Estrada, y por el Vaticano, el sacerdote Roberto Tucci. Allí se definió el itinerario de la visita. Luego mantuvieron reuniones en Buenos Aires con el nuncio apostólico en Argentina, Ubaldo Calabresi. Entre el 21 y el 24 de octubre de 1986, el sacerdote Tucci viajó a la Argentina para realizar el itinerario y revisar cada lugar. Para los traslados en avión, se reacondicionó el T-02, propiedad de la Presidencia de la Nación, incorporando una mesa de trabajo, un sofá cama y una mesa de luz.[19]
Las principales actividades realizadas por el papa en Argentina fueron:
Día | Hora | Lugar | Ciudad | Actividad |
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Lunes 6 de abril de 1987 |
16:00 | Aeroparque Jorge Newbery | Buenos Aires | Bienvenida a la Argentina. |
17:15 | Catedral Metropolitana de Buenos Aires | Palabras al pueblo argentino. | ||
19:00 | Casa Rosada | Reunión con el presidente Raúl Alfonsín. | ||
Martes 7 de abril de 1987 |
09:30 | Aeropuerto Comandante Espora | Bahía Blanca | Encuentro con el gobernador de Buenos Aires, Alejandro Armendáriz, y autoridades religiosas. Homilía al campo y la vida espiritual. |
13:30 | Aeropuerto Gobernador Edgardo Castello | Viedma | Encuentro con el gobernador de Río Negro, Osvaldo Álvarez Guerrero, y los obispos de Viedma y Neuquén. Homilía sobre los primeros evangelizadores salesianos de la región, los mapuches y los pobres. | |
16:45 | Predio de la Virgen | Mendoza | Encuentro con los gobernadores y autoridades religiosas de Mendoza, San Luis y San Juan. Homilía sobre la paz y el valor de la familia. | |
Miércoles 8 de abril de 1987 |
09:30 | Catedral de Nuestra Señora de la Asunción | Córdoba | Encuentro con enfermos. |
11:00 | Fábrica Militar de Aviones | Encuentro con el arzobispo de Córdoba, cardenal Raúl Primatesta. Santa misa en defensa de la familia. | ||
16:30 | Aeropuerto Internacional Teniente Benjamín Matienzo | San Miguel de Tucumán | Homilía a los habitantes del norte argentino. | |
18:50 | Hipódromo de Limache | Salta | Santa misa al pueblo salteño y rezo al Señor y Virgen del Milagro | |
Jueves 9 de abril de 1987 |
11:00 | Avenida 3 de Abril | Corrientes | Encuentro con el gobernador de Corrientes, José Antonio Romero Feris y el arzobispo de Corrientes, Antonio Rossi. Santa misa a la religiosidad popular y la piedad mariana en la nueva evangelización. |
16:00 | Aeropuerto General Justo José de Urquiza | Paraná | Encuentro con el arzobispo Estanislao Esteban Karlic. Homilía sobre la inmigración. | |
Viernes 10 de abril de 1987 |
10:00 | Estadio José Amalfitani | Buenos Aires | Santa misa para los consagrados y los agentes de pastoral. |
13:00 | Catedral Ucraniana de Buenos Aires | Homilía a la comunidad ucraniana en Argentina. | ||
17:00 | Mercado Central de Buenos Aires | Encuentro con el secretario de la Confederación General del Trabajo, Saúl Ubaldini, y el obispo de San Justo, Rodolfo Bufano. Homilía a los trabajadores argentinos. | ||
19:00 | Estadio Luna Park | Homilía a la comunidad polaca en Argentina. | ||
20:30 | Nunciatura Apostólica en Argentina | Palabras a los privados de libertad. | ||
Sábado 11 de abril de 1987 |
09:10 | Monumento a la Bandera | Rosario | Santa misa a la misión de los laicos en la iglesia. |
13:00 | Estadio Luna Park | Buenos Aires | Palabras a los empresarios argentinos. | |
18:00 | Nunciatura Apostólica en Argentina | Homilía a la comunidad islámica en Argentina. | ||
Domingo 12 de abril de 1987 |
08:00 | Encuentro ecuménico con los representantes de las confesiones cristianas en Argentina. | ||
12:00 | Avenida 9 de Julio | II Jornada Mundial de la Juventud. Santa Misa del Domingo de Ramos. | ||
15:00 | Sede de la Conferencia Episcopal Argentina | Inauguración de la nueva sede. Encuentro con los obispos argentinos. | ||
16:30 | Teatro Colón | Encuentro con los representantes del mundo de la cultura argentina. | ||
19:30 | Aeropuerto Internacional de Ezeiza | Ceremonia de despedida. |
Juan Pablo II, de entonces 66 años, llegó al Aeroparque Jorge Newbery en Buenos Aires el día 6 de abril a las 16.00, en una visita de siete días, en un vuelo de LAN Chile proveniente de Antofagasta. Había culminado sus visitas a Uruguay y Chile. En la terminal aérea, fue recibido por el jefe de Estado Raúl Alfonsín y el arzobispo de Buenos Aires Juan Carlos Aramburu.[20] Allí manifestó:
Siento una profunda alegría y una gran emoción, al pisar por segunda vez en mi pontificado esta tierra bendita de Argentina. Vine aquí por primera vez en junio de 1982, en momentos particularmente difíciles para vuestra nación, como mensajero de la paz de Cristo. Vuelvo ahora de nuevo en visita pastoral para seguir cumpliendo la misión, que el Señor me ha encomendado, de evangelizar y ser Maestro de la fe. (...) Durante estos años he seguido de cerca todo el proceso, felizmente concluido, con la solución del diferendo sobre la zona austral entre Argentina y Chile. Considero ahora motivo de gran satisfacción poder celebrar juntos en el Señor la paz reafianzada, testimonio elocuente de las hondas raíces cristianas que hermanan a estas queridas naciones.
Desde allí se trasladó en un papamóvil provisto por la automotriz Sevel Argentina, una camioneta Chevrolet C-30 propiedad de un vendedor de sodas cordobés, siendo desarmada, quedándose con el chasis, las ruedas y parte del motor. Se cambiaron la cabina y los controles, partes del modelo C-10, que era más moderno; y se modificó el ancho de los guardabarros. La cabina donde viajaría el papa junto a tres acompañantes, de vidrios blindados, fue provista por el Automovil Club Argentino, siguiendo el modelo del papamovil de 1982, la Ford F-350.[21]
Su primera actividad fue un breve rezo en la Catedral Metropolitana ante el clero argentino, donde les encomendó ser «piedras vivas de Cristo», apoyándose en la piedad y la fe cristiana, y exhortó a los feligreses «reavivar entre vosotros "la fe que actúa por la caridad"». Luego se trasladó a la Casa Rosada, donde fue recibido nuevamente por Alfonsín, junto a miembros del Gobierno, del Congreso y del poder judicial. En esa breve reunión, el presidente argentino le obsequió un rosario confeccionado de plata y rodocrosita, la piedra nacional.
En el salón Blanco, el papa definió que «el poder político (...) debe tener como finalidad la realización del bien común», y que el «deber insoslayable de la autoridad pública es la tutela y promoción de los derechos humanos, (...) huyendo de la frecuente tentación de responder a la violencia con la violencia». A su vez, debido al conflicto entre el Estado y la Iglesia, definió esta relación en que «cada uno en su propio campo y con sus propios medios, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Se abre así un amplio espacio al diálogo y a variadas formas de cooperación, partiendo siempre del respeto mutuo a la propia identidad y a las funciones propias de cada una de las dos instituciones». Al término de la reunión, saludó a la multitud desde el balcón de la Casa Rosada, y luego permaneció en la Nunciatura Apostólica.[22]
El 7 de abril, a las 9.30 el papa llegó al aeropuerto local de Bahía Blanca, ciudad elegida por su proximidad con la agricultura. Allí fue recibido por el gobernador de Buenos Aires, Alejandro Armendáriz, el arzobispo Jorge Mayer y el intendente local, Juan Carlos Cabirón, quien le entregó las llaves de la ciudad. En el Cristo del Camino, a la vera de la ruta 51 y la ruta 252, y ante 130 000 personas, el santo padre desarrolló la homilía al mundo rural, destacando que «se hace urgente cada vez más también en el mundo agrícola y ganadero que la primacía de los valores espirituales prevalezca como fermento de salvación y de auténtico progreso humano», e instó al hombre de campo a que «no os dejéis fascinar por esa efigie moderna de la avaricia que es el consumismo, el cual os llevaría a perder (...) esa hermosa virtud de los hombres del campo que es la solidaridad».[23]
A las 13.30 viajó a Viedma, capital de la provincia de Río Negro y entonces parte del proyecto del traslado de la Capital Federal a la Patagonia. El papa brindó una homilía en el aeropuerto Gobernador Castello, recordando a los primeros evangelizadores de la región, entre ellos Juan Cagliero y José Fagnano, ambos parte de la misión evangelizadora salesiana de Don Bosco. Además hizo un llamado a la «profunda reconciliación fraterna» entre los argentinos que «destierre para siempre los odios y rencores». En ese entonces, dos representantes del pueblo mapuche, Mirella Pailliamilla y José Cañupan, le ofrecieron tomar un mate. El obispo local, Miguel Hesayne, en su bienvenida al papa, pidió su perdón, argumentando que «como iglesia, no siempre supimos identificarnos con los pobres, los necesitados y los perseguidos», y consideró que «todavía no hemos reparado el pecado histórico cometido».[24]
A las 16.45 aterrizó en la ciudad de Mendoza y se dirigió al Predio de la Virgen, donde realizó un acto ante 400 000 personas. La provincia lo recibió en representación de la región de Cuyo, y contó con los gobernadores, religiosos y representantes de las tres provincias: Mendoza, San Juan y San Luis. Allí recibió como regalo un coro de 250 personas, dirigido por el maestro José Felipe Vallesi, quienes entonaron una canción de cuna polaca. El papa realizó la liturgia de la palabra y una homilía sobre la paz y el valor de la familia, exhortando a «rechazar todo lo que degrada y deshumaniza: la droga, el aborto, la tortura, el terrorismo, el divorcio, las condiciones infrahumanas de vida, los trabajos degradantes». En cuanto al divorcio, se preguntó «¿Cómo podría existir paz en una nación, donde las familias estuviesen divididas, y no fuesen capaces de superar los conflictos en esa célula básica de toda convivencia, donde se aceptase la desintegración del matrimonio?». Tras tres horas en la provincia, voló a Córdoba, donde pasó la noche en la sede del arzobispado.[25][26]
El miércoles 8, comenzó la mañana en la Catedral de Córdoba. Allí mantuvo un encuentro con 260 enfermos, provenientes de distintos hospitales de la ciudad. Luego se trasladó al Área Material Córdoba, sobre la ruta 20, actualmente la Fábrica Militar de Aviones, donde celebró la santa misa. El gobierno provincial, para facilitar la llegada de las personas, decretó feriado provincial.[27] Junto al cardenal Raúl Primatesta, y ante más de 300 000 asistentes, el papa hizo su condena más enérgica hacia el divorcio:
Se equivocan quienes piensan que al matrimonio le es suficiente un amor cansinamente mantenido; es más bien lo contrario: los casados tienen el grave deber –contraído en sus responsales– de acrecentar continuamente ese amor conyugal y familiar.Hay quienes se atreven a negar, e incluso a ridiculizar, la idea de un compromiso fiel para toda la vida. Esas personas –podéis estar bien seguros– desgraciadamente no saben lo que es amar: quien no se decide a querer para siempre, es difícil que pueda amar de veras un solo día. El amor verdadero –a semejanza de Cristo– supone plena donación, no egoísmo; busca siempre el bien del amado, no la propia satisfacción egoísta.
No admitir que el amor conyugal puede y exige durar hasta la muerte, supone negar la capacidad de autodonación plena y definitiva; equivale a negar lo más profundamente humano: la libertad y la espiritualidad. Pero desconocer esas realidades humanas significa contribuir a socavar los fundamentos de la sociedad: ¿Por que, en esa hipótesis, se podría continuar exigiendo al hombre la lealtad a la patria, a los compromisos laborales, al cumplimiento de leyes y contratos? Nada tiene de extraño que la difusión del divorcio en una sociedad vaya acompañado de una disminución de la moralidad pública en todos los sectores.Juan Pablo II en el Área Material Córdoba.
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