Atardecer (título original en italiano: Sera) es una pintura al óleo sobre lienzo realizada por el artista italiano Umberto Boccioni en 1906. La obra representa a una mujer en ropa festiva, sentada bajo un árbol, inmersa en una atmósfera introspectiva al final del día.
Atardecer | ||
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Año | 1906 | |
Autor | Umberto Boccioni | |
Técnica | Pintura al óleo sobre lienzo | |
Estilo | Filippinismo | |
Tamaño | {{{longitud}}} × 64 | |
Localización |
Colección privada, Milán, ![]() | |
La escena muestra a una figura femenina elegante, erguida y contemplativa, mirando hacia la derecha. La obra está caracterizada por una composición vertical, luz tenue y el uso de pinceladas impresionistas para capturar el ambiente rural al atardecer.
Sera de Boccioni está fuertemente inspirada en una obra homónima Verso Sera del pintor lombardo Francesco Filippini, cuya versión más temprana retrata una mujer campesina vestida con ropa de fiesta, mirando hacia la izquierda. Ambos cuadros comparten una ambientación similar: árboles estilizados, entorno agrícola y luz crepuscular.
A diferencia de Filippini —cuyo enfoque era más etnográfico y narrativo— Boccioni transforma la escena en una reflexión filosófica, elevando el gesto de la mujer hacia una dimensión casi simbólica. El contraste entre la contadina de Filippini y la dama de Boccioni revela una reinterpretación social y estética del mismo motivo pictórico.
El análisis comparativo entre Verso Sera de Francesco Filippini (c. 1888–1892) y Sera de Umberto Boccioni (1906), especialmente a través de representaciones en escala de grises con calibración tonal similar, revela una profunda continuidad estructural y semántica. Ambas obras comparten una visión lírica del paisaje habitado por una figura femenina solitaria, con marcos visuales notablemente similares.
En ambas pinturas, la mujer está sentada bajo un grupo de árboles delgados, ubicada en el cuadrante inferior izquierdo, en una pose contemplativa y serena. Sus manos descansan sobre el regazo; su mirada se dirige ligeramente hacia la izquierda. Los troncos crean un ritmo vertical que enmarca la escena y guía la mirada hacia un fondo suavemente iluminado. Estos elementos estructurales son casi idénticos en escala, disposición y función.
El paisaje en ambas obras se despliega detrás de la figura a lo largo de una diagonal ascendente de izquierda a derecha. El horizonte, la vegetación y el cielo están representados con contornos atenuados y una densidad atmosférica envolvente. La luz se distribuye en puntos de resplandor sutiles —sobre el prado, el vestido o el pañuelo— sin dramatismo, pero utilizados para intensificar la atmósfera suspendida entre figura y espacio.
Esta estructura compositiva no es una fórmula pastoril genérica, sino una gramática visual reconocible. Las similitudes en la postura, la alineación de los árboles, la difusión de la luz y el equilibrio cromático sugieren con fuerza una referencia directa o mediada por parte de Boccioni al modelo de Filippini.
La finalidad semántica, sin embargo, diverge de manera significativa. En Verso Sera, Filippini idealiza a una mujer rural sin signos de fatiga: está dignamente vestida, preparada para la festividad, inmersa en la calma del atardecer, aún conectada con un mundo social real, aunque poetizado. Boccioni, en cambio, transfigura la figura femenina en una presencia mental —despegada, estática, simbólica. El vestido es oscuro, el rostro absorto, y toda la composición está cargada de introspección. Transforma a la joven campesina en musa burguesa del silencio y del pensamiento.
La hipótesis de una influencia directa se ve reforzada por el contexto histórico: Boccioni estudió en Milán, donde las obras de Filippini eran bien conocidas, especialmente en exposiciones y colecciones lombardas entre 1890 y 1905. La presencia de mentores como Giuseppe Mentessi, Filippo Carcano y Eugenio Gignous en su entorno formativo refuerza la plausibilidad de esta herencia visual.
Puede afirmarse, por tanto, que el Evening de Boccioni no imita el Verso Sera de Filippini, sino que lo hereda y lo reinterpreta a través de códigos simbolistas y proto-modernistas. El paso es del realismo ético al lirismo introspectivo: de la dignidad campesina idealizada al paisaje psicológico de la modernidad.
En ambos casos, la mujer representa más que un tipo social: se convierte en mediadora de una visión poética más amplia del crepúsculo, la memoria y el silencio interior.