El vestido Letty Lynton es un traje que la actriz Joan Crawford lució en la película Letty Lynton (1932).
Vestido Letty Lynton | ||
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Autor | Gilbert Adrian | |
Creación | 1932 | |
Material | organdí | |
A comienzos de la década de 1930, los vestidos de noche solían ceñirse al cuerpo dejando la espalda al descubierto. Para 1932, los trajes femeninos se ajustaban perfectamente a la figura, sobre todo en la cintura y a la altura del busto, algo que no se había visto desde antes de la Primera Guerra Mundial. Concretamente, el corte recto y la línea horizontal que estos vestidos dibujaban a lo largo de las caderas ya desde los años 1920 creaba la sensación de que las mismas eran más anchas, mientras que en la década siguiente, el corte al bies se centró en acentuar la curvatura natural del cuerpo, en ocasiones remarcada con delicadas fajas y sostenes de látex y con preferencia por tejidos como el satén y el lamé, algo inalcanzable para la mujer promedio.[1][2] Por otro lado, los atuendos de manga ancha ya eran populares desde principios del siglo xix, cuando aparecieron las mangas «pata de cordero», caracterizadas por poseer una forma similar a la de un jamón al contar con un gran volumen desde la axila hasta el codo, ciñéndose desde ahí hasta la muñeca. Su popularidad llegó al punto de convertirse en una de las características más distintivas de la moda de los años 1830, alcanzando sus máximas proporciones a mediados de la década de 1890, época en la que experimentaron su segundo apogeo.[2] Poco antes del estreno del filme, en la Exposición colonial internacional de París en 1931, los hombros anchos volvieron a ponerse de moda al exhibirse «trajes japoneses y balineses y bailarinas de Bangkok con hombros alados y cinturas pequeñas». La acentuación de los hombros empezó a verse en la alta costura parisina ese mismo año gracias a Elsa Schiaparelli, logrando su auge poco después de la mano de Gilbert Adrian.[3]: 105–106
Adrian, famoso diseñador que llevaba trabajando para la Metro-Goldwyn-Mayer desde 1928, y conocido por la originalidad de sus creaciones, fue el encargado de vestir a Crawford en Letty Lynton. Debido a que la actriz tenía unos hombros en aquel entonces considerados demasiado anchos, el estudio pidió a Adrian, supuestamente, la confección de un vestido que disimulase esta parte del cuerpo de Crawford mediante la inclusión de mangas abullonadas; el diseñador optó por emplear unas mangas entonces innovadoras que no solo no ocultaban el tamaño de los hombros sino que los exageraba al mismo tiempo que los realzaba, adaptándose a su vez al nuevo estilo entonces en boga a la par que disimulaba el gran tamaño de las caderas de la actriz. Sin embargo, esta petición por parte del estudio carece de sentido ya que en el filme Crawford luce un traje el cual dejaba sus hombros completamente al descubierto; este atuendo, fuertemente influenciado por la estética art déco y conocido como «el otro vestido Letty Lynton», estaba realizado en crepé blanco y negro.[2][4][5]: 91 [nota 1]
De acuerdo con Rashna Wadia Richards, la revivificación por parte de Adrian de las mangas de comienzos del siglo xix junto con el añadido de otros elementos, como las gorgueras (cuello isabelino), el tipo de cintura y el acampando de la falda, fruncida y con volantes, fue reunido creando una suerte de collage en el cual se pueden apreciar detalles de diferentes épocas, lo cual concuerda con una declaración efectuada por el propio diseñador al Ladies Home Journal acerca de que el vestido «parece tener varias ideas». Por otro lado, se afirma que el atuendo fue confeccionado por un total de 250 sastres, cortadores, bordadores, joyeros, artistas plumarios y costureras,[2] mientras que el tono del traje pudo haber sido escogido por ser el blanco un color tendencia en aquel momento.[4] Independientemente de si Adrian obedeció o no órdenes de los ejecutivos de la MGM, el vestido, descrito por el propio diseñador como «divertido pero un poco exagerado», tenía como misión resaltar la inocencia del personaje interpretado por Crawford a la vez que resultar lo suficientemente sensual como para constituir un arma de seducción, pues en la película la actriz asume el papel de una dama de la alta sociedad que durante un crucero se enamora de un millonario para poco después ser víctima de un chantaje por parte de un antiguo amante; al no encontrar otra salida, la mujer decide envenenarlo, fungiendo el atuendo de Adrian como una falsa declaración de inocencia y vulnerabilidad.[2][nota 2]
En aquel entonces, el cine constituía un medio en el que se difundían tendencias tanto en moda como en peinados, siendo habitual que las espectadoras tendiesen a imitar el estilismo de las actrices; se calcula que al momento del estreno de Letty Lynton acudían al cine una media de ocho millones de estadounidenses cada semana, lo que motivó a los estudios a trabajar con minoristas con el fin de que la ropa mostrada en las películas se pudiese fabricar en masa («prêt-à-porter»).[2] Aparentemente, el público quedó prendado del vestido gracias a que la anchura de las mangas creaba la ilusión de una cintura pequeña,[1] algo muy deseado por la sociedad de entonces debido al gusto por la conocida como «cintura de avispa».[6] La estética del atuendo, muy alejado de la silueta ceñida imperante en la moda de inicios de los años 1930, causó sensación, al punto de llegar a erigirse como sinónimo de la moda de dicha década y de afianzar la reputación de Adrian como uno de los más importantes diseñadores de Hollywood. En consonancia con lo anterior, el traje supuso el inicio de la moda de los hombros acolchados que abarcaría casi toda la década de 1930 hasta imponerse en los años 1940, convirtiéndose esta característica a su vez en una de las señas de identidad de Crawford. Este fuerte impacto en la sociedad y en particular en el mundo de la moda supuso ya entonces toda una hazaña teniendo en cuenta que la película fue retirada de circulación pocos años después de su estreno debido a una acusación de plagio, hecho que ha provocado que desde la década de 1930 el filme prácticamente no haya vuelto a ver la luz.[2]
La repercusión del traje de Adrian, el cual desató el conocido como «efecto Letty Lynton»,[7] no se redujo a Estados Unidos sino que la fama del mismo traspasó fronteras y llegó incluso a París, con la revista Silver Screen declarando lo siguiente en 1932: «París puede decretar esto y aquello, pero cuando la joven Crawford aparece con mangas abullonadas, entonces son mangas abullonadas para nosotros antes de la hora del té».[8] Los grandes almacenes Macy's, con sede en Nueva York, advirtieron de inmediato el impacto del atuendo en el público y lo reprodujeron masivamente, llegando a vender la extraordinaria cifra de 50 000 unidades a un precio de $10 de acuerdo con The New York Times, aunque se afirma también que pudieron haberse vendido 500 000 copias[2] elevando algunas fuentes dicha cantidad al millón solo en Estados Unidos,[9] aunque Christine Gledhill considera este hecho un mito creado para dar publicidad al filme[10] (el éxito cosechado por Macy's con la venta de réplicas de este vestido llevaría a la compañía a crear en 1933 una «tienda de cine» con el objetivo de vender copias de trajes mostrados en películas recientes). Otras empresas optaron por imitar la táctica de Macy's, como Sears, quien puso a la venta una versión económica del atuendo en su catálogo de 1933 por un precio de $1,29, ofreciéndose al público a su vez infinidad de réplicas y patrones similares entre 1932 y 1935.[2][6]
La revolución originada por el vestido provocó que las mangas abullonadas dejasen de figurar únicamente en trajes de noche y poco a poco empezasen a verse en vestidos de día así como en blusas, jerséis e incluso trajes de novia, si bien esta nueva tendencia no llegaría a opacar por completo la silueta sin hombros característica de finales de los años 1920. Poco después del estreno del filme se empezarían a poner de moda los boleros y las chaquetas de noche con volantes en las mangas, detalle que permitía decantarse por un estilo u otro sin necesidad de cambiar de vestido, logrando al mismo tiempo una apariencia idéntica a la del personaje de Crawford.[2] Sumado a esto, en 1933 el Women's Institute ilustró el anuncio de un curso de costura con un traje muy similar al del filme, figurando la prenda no solo en anuncios de moda sino también en campañas publicitarias de todo tipo de productos, como por ejemplo un anuncio de jabón Lux de junio de 1934, siendo a su vez una constante en la publicidad de la empresa Butterick Publishing Company, la cual anunció a mediados de la década de 1930, en la revista The Delineator, patrones para la fabricación casera de atuendos similares.[1] Las imitaciones no solo se limitaron al comercio, pues apenas cinco meses después del lanzamiento de Letty Lynton se estrenó Trouble in Paradise (1932), película en la que Kay Francis luce un traje muy parecido al de Crawford, obra de Travis Banton.[8] Del mismo modo, las réplicas no solo se destinaron a las mujeres de clase media sino que las mismas tuvieron efecto en la alta sociedad: Amelia Prescott Allison, destacada socialite de Maryland, lució una versión más sencilla del mismo en color celeste para un baile de debutantes.[7]
La revista Vogue declaró que «dos semanas después de la publicación de la foto de Joan Crawford, cada niña a lo largo de todo el país sentía que se iba a morir si no tenía un vestido como ese […] el país se vio inundado de pequeñas Joan Crawfords»,[6] todo ello consecuencia de la venta masiva de reproducciones del vestido,[3]: 105 de las que se elaboraron copias tanto para mujeres adultas como para niñas en Estados Unidos y en Europa.[5]: 93 Al respecto, Adrian no fue consciente de la envergadura de su creación hasta que viajó a Nueva York:
La primera vez que fui consciente del tremendo poder de las películas fue unos meses después del estreno de Letty Lynton. Vine a Nueva York y me encontré con que todo el mundo estaba hablando del vestido de Letty Lynton. Tuve que ir a las tiendas para descubrir que de todas las prendas que había hecho para Crawford en esa película, fue el vestido blanco de organdí con grandes mangas abullonadas el que tuvo éxito. En el estudio, pensamos que el traje era divertido pero un poco exagerado. Las copias hicieron que el original de Letty Lynton se viese muy modesto y sencillo.[11]: 142
Actualmente se desconoce el paradero del traje y no se sabe con seguridad si aún se conserva. Al igual que con el vestido de Glinda, obra también de Adrian, existe la posibilidad de que resultase destruido durante el incendio acaecido en la bóveda 7 de la MGM en 1965, desastre que provocó la pérdida de numerosas películas mudas. Otra posibilidad es que se reutilizase para otros filmes y se desgastase con el paso del tiempo al igual que ocurrió con otras prendas de la época, lo que podría haber llevado a que el atuendo fuese tirado a la basura sin saberse siquiera en qué películas se había usado.[12] Una tercera posibilidad es que fuese robado; durante muchos años los estudios no tuvieron ningún tipo de cuidado con los trajes, accesorios, guiones y demás elementos vinculados a las películas que producían, sin ser conscientes del alto valor que acabarían teniendo en el futuro (a menudo los empleados se llevaban estos objetos como recuerdo sin permiso, sabedores de que a los directivos no les importaba esta sustracción de material).[13] Por su parte, una cuarta posibilidad es que fuese vendido en la subasta que la MGM llevó a cabo en 1970, mientras que una quinta posibilidad es que Adrian lo modificase para su uso en otros filmes, caso que se dio, entre otros, con el traje de chifón de Greta Garbo en Camille (1936), completamente modificado para Joan Fontaine en Rebecca (1940), pues al diseñador le gustaba reutilizar modelos y variarlos en función de la actriz, siendo sin embargo más habitual entonces el reciclaje de prendas para extras en vez de para actrices principales.[14] A día de hoy solo quedan como único testimonio la película, de la que desde su estreno solo han vuelto a ver la luz pequeños fragmentos dado su estatus legal, y las fotografías publicitarias tomadas por George Hurrel. Respecto a las numerosas réplicas de la prenda, solo hay constancia de la existencia de una, mostrada en 1986 durante la exposición itinerante del Smithsonian Hollywood: Legend and Reality.[10]
El atuendo, realizado en organza de algodón (organdí) de color blanco, consistía en un corpiño configurado por una chaqueta larga hasta por debajo de las caderas ligeramente holgada y con ribete fruncido, adornada en la zona del cuello con una gorguera fruncida (cuello sastre) y en los hombros con vistosas mangas abullonadas y cubiertas de varias capas de volantes plisados que llegaban hasta el codo y se sujetaban en la sisa. A la altura del vientre destacaba un cinturón que ayudaba a dibujar levemente la silueta, mientras que la falda, larga hasta los pies, poseía forma de campana y se decoraba al final con tres volantes plisados de escaso volumen, todo ello de clara inspiración barroca.
El vestido, acreditado como el precursor de la estética romántica que siguió al inicio de la Gran Depresión,[7] es ampliamente considerado como el primer atuendo de una película en ser masivamente manufacturado y vendido a gran escala en Estados Unidos, lo que llevó a ver la industria de Hollywood como más influenciable que París en el mundo de la moda.[1] La fama tan rápidamente adquirida por el traje llevaría a Edith Head, una de las diseñadoras más insignes de la industria hollywoodiense, a declarar que el vestido era «la influencia más importante en la moda en la historia del cine», perdurando su fama en el siglo xxi gracias a diseñadores como Karl Lagerfeld, Valentino, quien en 1973 creó un vestido de chifón muy similar al de Adrian, y la casa Chanel, autora de un traje de color rosa inspirando en el vestido Letty Lynton que Lily-Rose Depp lució al cierre del desfile de la colección de primavera de 2017, destacando la aparición de una versión muy similar en Poor Things (2023), filme en el que Emma Stone lució una prenda casi idéntica creada por Holly Waddington.[2][6] Por su parte, varias actrices han perpetuado a lo largo de los años la fama del atuendo, como Joan Collins, enfundada en un traje obra de Nolan Miller durante el rodaje de Dinastía, o Sandra Oh, quien en la 92.ª edición de los Premios Óscar lució una variante en color champán creada por Elie Saab. Por su parte, Crawford, quien volvería a trabajar con Adrian en Mildred Pierce (1945), diría sobre el diseñador: «Querido Adrian. Fue el más grande diseñador de todos. Nunca habrá otro más grande». A su vez, Adrian declararía lo siguiente: «¿Quién hubiera pensado que toda mi reputación como diseñador descansaría sobre los hombros de Joan Crawford?».[2][nota 3] La fama del mismo ha llevado a que sea comparado con otros trajes icónicos de la industria del cine, como el vestido blanco de Marilyn Monroe en The Seven Year Itch (1955), obra de William Travilla; el traje negro de Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany's (1961); creación de Givenchy; y el vestido rosa de Molly Ringwald en Pretty in Pink (1986), facturado por Marilyn Vance.[7]