La existencia de Dios es un tema que plantea cuestiones filosóficas fundamentales en relación con la ontología, e implica un debate entre diferentes ideas, cuya expresión habitualmente no se limita al mundo de la racionalidad, sino que se extiende al de las creencias.[1] El teísmo y el ateísmo son las posturas teóricas favorables y contrarias a la existencia de Dios o divinidad alguna, respectivamente. Por su parte, el agnosticismo niega la posibilidad de conocer la existencia de Dios. La rama de la filosofía que se centra principalmente en esta cuestión, además de la naturaleza o atributos de Dios, se conoce tradicionalmente como teología natural.
El debate en torno a este tema ha sido objeto de argumentos a favor y en contra, propuestos por filósofos, teólogos y otros pensadores. Los argumentos a favor de la existencia de Dios suelen incluir cuestiones metafísicas, empíricas, antropológicas y gnoseológicas. Las alegaciones en contra, suelen incluir cuestiones empíricas y razonamientos deductivos o inductivos. Sin embargo, no existe una definición universalmente aceptada de Dios. Algunas definiciones sobre Dios no son tan específicas como para permitir llegar a probar que exista una realidad que se ajuste a tales definiciones, y por lo tanto existen diferentes líneas de debate.
Aunque hace tiempo buena parte del mundo académico occidental veía la cuestión de la existencia de Dios como un tema intocable o un pseudoproblema, esta cuestión ha vuelto a suscitar debates vivos en filosofía. De hecho, se ha llegado a escribir: «En el mundo académico, Dios no está muerto en referencia a la muerte de Dios descrita por Nietzsche: volvió a la vida a finales de los años sesenta».[2]
En la cultura occidental, el término «Dios» normalmente se ha referido al concepto teísta de un ser supremo, diferente de cualquier otro ser. El teísmo clásico afirma que Dios posee toda posible perfección, incluyendo cualidades tales como la omnisciencia, la omnipotencia y la omnibenevolencia, y que es providente con su creación.
Sin embargo, esta definición no es la única posible definición de Dios. Otros enfoques filosóficos toman una simple definición de Dios como «motor inmóvil» o «causa incausada»,[3] o «el creador definitivo»[4] o «un ser superior sobre el cual nada puede ser concebido»[5] a partir de lo cual se pueden deducir sus propiedades clásicas.[6] Por el contrario, el panteísmo no cree en un Dios personal. Por ejemplo, Spinoza y sus seguidores filosóficos (por ejemplo, Einstein) utilizan el término «Dios» en un sentido filosófico particular, para significar, aproximadamente, la sustancia o principios esenciales de la naturaleza.[7] Para Spinoza ningún ser obra por fines, esto es solo una ilusión humana; los humanos creén que lo hacen, y, por antropomorfismo le atribuyen a dios lo mismo. Solo obra por un fin un ser deseoso de algo que no tiene, pero esto es absurdo decirlo de un dios infinitamente perfecto.
Este razonamiento puede ser expresado mediante el silogismo:
El Dios de Spinoza no es consciente, solo es una secuencia, por su propia naturaleza todas las cosas se siguen de él; así como 1, 2, 3 y le sigue el 4. Este Dios además es una causa inmanente, todo lo que produce permanece en él y no fuera de él.
En la rama del hinduismo denominada advaita vedanta, la realidad se considera en última instancia un único ser, ajeno a las cualidades y al cambio, llamado nirguna Brahman (‘Dios sin cualidades’), que se supone más allá de la comprensión humana ordinaria; siendo el mundo que normalmente percibimos, compuesto de pluralidad de objetos, provocado por las consecuencias de nuestras acciones. La doctrina adwaita introduce el concepto de saguna Brahman (‘Bráhman con cualidades’) como una manera de referirse a ese Brahman ante el pueblo.[8] A esta deidad sí se le atribuyen cualidades tales como la omnisciencia, la omnipotencia y la omnibenevolencia.
Las religiones politeístas utilizan la palabra «dios» para múltiples seres con diversos grados de poder y habilidades, que en relatos como los de la mitología grecorromana (Homero, Hesíodo, Virgilio, Ovidio) aparecen antropomorfizados, con vicios y virtudes humanas (luchando, engañando, discutiendo, etc.).
Es por estas razones que el filósofo contemporáneo Anthony Kenny se declara a sí mismo agnóstico, y no ateo. Dice, al respecto:
Se pueden ofrecer muchas definiciones diferentes de la palabra "Dios". Dado este hecho, el ateísmo hace una afirmación mucho más fuerte que el teísmo. El ateo dice que no importa la definición que usted elija; "Dios existe" siempre es falsa. El teísta sólo afirma que hay alguna definición que hace que "Dios existe" sea verdadero. En mi opinión, no se ha demostrado de manera convincente ni la afirmación más fuerte ni la más débil.Anthony Kenny, What I Believe.[9]
Y añade:
La verdadera "posición por defecto" no es ni el teísmo ni el ateísmo, sino el agnosticismo... Una afirmación de conocimiento debe fundamentación; la ignorancia sólo debe ser confesada.Anthony Kenny, What I Believe.[9]
Siguiendo la fe cristiana, los filósofos y teólogos protestantes distinguen dos formas de conocer a Dios:
La Iglesia católica además incluye un tercer tipo de revelaciones, conocidas como revelaciones privadas. Es el caso de apariciones marianas, visiones que experimentaron los santos (como san Pablo), milagros, y otro tipo de fenómenos que no pretenden ampliar ni mejorar la revelación de Cristo, sino que la confirman. Los fieles católicos no tienen obligación de asentir este tipo de revelaciones.
En el marco de quienes piensan poder probar la existencia de Dios desde la razón, el Catecismo de la Iglesia Católica, siguiendo la tradición tomista y la definición dogmática del Concilio Vaticano I, postulan que en la doctrina de la Iglesia católica, se admite la validez de pruebas de la existencia de Dios como las presentadas en las Cinco Vías de santo Tomás de Aquino.
Muchas otras confesiones cristianas comparten el punto de vista de que la existencia de Dios puede ser demostrada sin recurrir a la revelación. Los católicos sostienen que el argumento puede ser conocido, en línea de principio, por todos, incluso sin ninguna revelación divina, ya que es anterior a la cristiandad. San Pablo utilizó este argumento al insistir en que los paganos no tenían excusa:
Desde la creación del mundo, la invisible naturaleza de Dios ―es decir, su poder eterno y divinidad― se han percibido claramente en las cosas que han sido hechas.Pablo de Tarso, Carta a los romanos (1.20)
La Biblia no parece interesada en demostrar la existencia de Dios mediante pruebas metódicas o convencionales. Se asume la existencia de Dios como evidente, como creencia natural para el hombre. Pues la fe aunque puede apoyarse en los datos de la razón, no surge necesariamente de un proceso demostrativo:
La idea de que el hombre llega a conocer a Dios, o alcanza comunión con él mediante sus propios esfuerzos es completamente extraña al Antiguo Testamento. Dios habla, aparece; el hombre escucha y contempla. Dios se acerca al hombre; acuerda un pacto o inicia relaciones especiales con el hombre; le da mandamientos. El hombre lo recibe cuando se acerca a Dios, acepta su voluntad y obedece sus preceptos. Jamás se presenta a Moisés o a los profetas en actitud pensante, reflexionando sobre el Invisible y llegando a conclusiones con respecto a él, o ascendiendo a concepciones elevadas de la divinidad. El Invisible se manifiesta a sí mismo ante ellos, y ellos lo saben.A. B. Davidson[10]
Sin embargo, la vida y obra de Jesús, las experiencias de diversos santos, los milagros como el de Alexis Carrel con la estatua de María en Lourdes (Francia), las apariciones marianas y otros muchos fenómenos que se derivan de esta revelación son y han sido objeto de estudio de numerosos escritores ateos y apologistas cristianos.
En el tema de la existencia de Dios se presenta una carga de la prueba impuesta sobre quienes afirman la existencia de Dios; ya que la exigencia contraria (pretender que sean los ateos quienes demuestren que Dios no existe) supone por regla general una imposibilidad lógica, ya que no se puede demostrar una inexistencia. Para los ateos, querer o pedir que se demuestre la inexistencia de Dios no tiene sentido. De esta manera, por ejemplo, la analogía de la llamada tetera de Russell, arguye que la carga de prueba acerca de la existencia de Dios debe recaer en el teísta en vez del no creyente. El razonamiento de Russell es el siguiente:
Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es demasiado pequeña como para ser vista incluso por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.Bertrand Russell, en el artículo «Is there a God?» (‘¿Hay un Dios?’)
Aunque en la práctica sí se puede demostrar la inexistencia de algo cuando existe una hipótesis planteada, ya que en matemáticas es muy común desmentir postulados de afirmaciones a priori, ya que su método de comprobación es numérico y el resultado es concreto (por ejemplo, la imposibilidad de la cuadratura del círculo o el teorema de incompletitud de Gödel); la prueba para la no existencia de Dios que se supone es atemporal, aespacial y espiritual, se vuelve casi imposible por métodos numéricos o empíricos. De esta manera, es común exigir la carga de la prueba sobre los teístas.
Sin embargo, la misma dificultad existe para probar la existencia de Dios mediante esos métodos.[cita requerida] Y muchos teístas opinan que dada la gran evidencia de la complejidad del cosmos y de la vida, la existencia de seres que interactúan, la consciencia, y otros fenómenos difícilmente explicables por pura física y que no parece ser fruto del azar; la carga de prueba debe caer también sobre el ateo, que debe dar una explicación convincente a estos temas.
Otro filósofo, Alvin Plantinga, afirma que hay una falsedad en el corazón del argumento de Russell. El argumento de Russell asume que no hay evidencia en contra de la tetera, pero Plantinga no está de acuerdo:
Claramente tenemos una gran cantidad de evidencia contra el teterismo. Por ejemplo, hasta donde sabemos, la única forma en que una tetera podría haber entrado en órbita alrededor del sol sería si algún país con capacidades de lanzamiento espacial suficientemente desarrolladas hubiera puesto esta olla en órbita. Ningún país con tales capacidades es lo suficientemente frívolo como para desperdiciar sus recursos tratando de poner una tetera en órbita. Además, si algún país lo hubiera hecho, habría estado en todas las noticias; ciertamente habríamos oído hablar de ello. Pero no lo hemos hecho. Y así. Hay mucha evidencia contra el teterismo.[11]
Otra respuesta a la tetera de Russell, por el filósofo Eric Reitan,[12] es que creer en Dios es diferente de creer en la tetera de Russell porque las teteras son físicas y, por lo tanto, en principio verificables, y que dado lo que sabemos sobre el mundo físico no podemos equiparar la creencia en una tetera a la creencia en Dios.[13]
El filósofo Brian Garvey sostiene que la analogía de la tetera falla con respecto a la religión porque, con la tetera, el creyente y el no creyente simplemente están en desacuerdo sobre un elemento del universo y pueden tener en común todas las demás creencias sobre el universo, lo cual no es cierto de un ateo y un teísta.[14] Garvey argumenta que no se trata de que el teísta proponga la existencia de una cosa y el ateo simplemente la niegue; cada uno está afirmando una explicación alternativa de por qué el cosmos existe y es como es: el ateo no es solo negar una existencia que el teísta afirma: el ateo está además comprometido con la idea de que el universo no es como es debido a Dios. O es como es debido a algo que no es Dios, o no hay razón alguna para que así sea.[14]
"Por lo tanto, nuestro veredicto sobre estas versiones reformuladas del argumento de San Anselmo debe ser el siguiente. Tal vez no se pueda decir que prueben o establezcan su conclusión. Pero como es racional aceptar su premisa central, sí demuestran que es racional aceptar esa conclusión. Y tal vez eso es todo lo que se puede esperar de cualquier argumento de este tipo."Plantinga, Alvin. The Nature of Necessity p.221
En 2017, con respecto a la afirmación de Plantinga de que el argumento ontológico hace que la creencia en Dios sea racional, responde: "Esa es una afirmación que hice, pero no estoy tan seguro de que muestre siquiera eso".[16]
Alexander Pruss formula el argumento de la siguiente forma:[24]
- Cada hecho contingente tiene una explicación.
- Hay un hecho contingente que incluye todos los demás hechos contingentes.
- Por lo tanto, hay una explicación de este hecho.
- Esta explicación debe involucrar a un ser necesario.
- Este ser necesario es Dios.
William L. Rowe lo formula de la siguiente forma:[25]
- Cada ser (que existe o alguna vez existió) es un ser dependiente o un ser autoexistente.
- No todos los seres pueden ser dependientes.
- Por tanto, existe un ser autoexistente.
Cada uno de los siguientes argumentos tiene como objetivo mostrar que las características que describen y/o definen a Dios (o a los 'dioses'), posiblemente no responden a la realidad, al carecer intrínsecamente de sentido, ser contradictorias en sí mismas, o hallarse en contradicción con hechos científicos o históricos conocidos. Es decir, que no hay suficientes razones para creer en un Dios o dioses. No obstante, algunos de estos razonamientos se refieren a una definición específica de Dios, ya que no todas las religiones definen a Dios de igual manera.
Las mutaciones genéticas engendran nuevas formas de vida, pero exactamente los mismos procesos bioquímicos hacen que otras células mutantes se conviertan en malignas. No se puede tener lo uno sin lo otro. En el mundo hay cáncer no porque el Creador sea indiferente o incompetente, sino porque es el coste inevitable de una creación a la que se le permite hacerse a sí misma. No creo de ninguna manera que esta sea una respuesta completa a las dificultades que plantea el sufrimiento, pero al menos nos deja entrever que la existencia de la enfermedad no es algo gratuito. [Y sobre el sentido de la devoción de Dios:] Dios es merecedor de nuestra devoción porque Dios es en último término el fundamento de la bondad, la verdad y la belleza.[55]
Al igual que los argumentos a favor de la existencia de Dios, los argumentos subjetivos en contra de la divinidad sobrenatural se basan principalmente en el testimonio o la experiencia de testigos, o bien en las proposiciones de las religiones reveladas en general.
El ateísmo hinduista esgrime diversos razonamientos[¿cuál?] para rechazar un Dios creador o Íshwara. Hay que tener en cuenta que en el hinduismo hay dos corrientes distintas: una que es impersonal (no hay dios) y la otra, que promueve Krishna que rechaza la anterior y señala que hay un dios personal. En la línea impersonal está por ejemplo el budismo.
El texto del Samkhia-sutra (o Sankhia-pravachana-sutra) ―de la doctrina Sankhia―, afirma que no hay lugar filosófico para un Dios creador. También se argumenta en este texto que la existencia de Íshwara no puede ser probada, y por lo tanto no puede ser admitida.[56] La escuela sankhia argumenta en contra de la existencia de Dios por motivos metafísicos. Sostiene, por ejemplo, que un Dios inmutable no puede ser la fuente de un mundo siempre cambiante; Dios era una hipótesis metafísica necesaria exigida por las circunstancias.[57] Los textos del sankhia tratan además de demostrar que la idea de Dios es inconcebible y contradictoria, y algunos comentarios son esgrimidos con claridad sobre este tema. El Sankhya-tattva-kaumudi afirma que un Dios perfecto no puede tener necesidad de crear un mundo, y si el motivo de Dios es la bondad, la doctrina inquiere si es razonable llamar a existir a seres que, en el no ser, no padecían sufrimiento alguno. La doctrina sankhia postula que una deidad benevolente debería crear solo criaturas felices, no un mundo imperfecto como el mundo real.[58]
Los defensores de la doctrina mimaṃsa ―fundada en ciertos rituales y en la ortopraxis― afirman que ninguna evidencia supuestamente probatoria de la existencia de Dios era convincente. Argumentan que no hay necesidad de postular un creador para el mundo, al igual que no había necesidad de un autor para componer el Rig-veda (el texto más antiguo de la India, de mediados del II milenio a. C.) o de un dios para validar los rituales.[59] El mimamsa afirma que los dioses mencionados en los Vedas no tienen existencia aparte de los mantras que repiten sus nombres. En ese sentido, el único poder divino emanará de los mantras.[60]