El mar de Lucas es una película de Argentina filmada en colores dirigida por Víctor Laplace sobre el guion de Martín Salinas sobre una idea de Víctor Laplace, que se estrenó el 7 de septiembre de 2000 y que tuvo como actores principales a Víctor Laplace, Pablo Rago, Virginia Innocenti y Ana María Picchio.
El mar de Lucas | ||
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Ficha técnica | ||
Dirección | Víctor Laplace | |
Ayudante de dirección |
Juan Iribas (Asistente de Dirección) | |
Dirección artística | Santiago Elder | |
Producción | Víctor Laplace | |
Guion | Martín Salinas | |
Basada en | Una idea de Víctor Laplace | |
Música | Damián Laplace | |
Fotografía | Fabián Giacometti | |
Montaje |
Miguel Pérez César Custodio | |
Vestuario | Marcelo Mateo | |
Protagonistas | ||
Ver todos los créditos (IMDb) | ||
Datos y cifras | ||
País | Argentina | |
Año | 2000 | |
Género | Drama y comedia | |
Duración | 90 minutos | |
Clasificación | SR | |
Idioma(s) | Español | |
Compañías | ||
Productora | Val Producciones | |
Distribución | Primer Plano | |
Ficha en IMDb Ficha en FilmAffinity | ||
Fue filmada parcialmente en Carlos Keen, una localidad cercana a Luján y en Tandil, ambas en la provincia de Buenos Aires.
La noche en que un hombre festeja sus 50 años se entera de que tiene un nieto que su hijo le ocultó y trata de reconstruir un vínculo.[1]
Adolfo C. Martínez en La Nación opinó:
"Víctor Laplace desarrolla, con acertadas pinceladas cotidianas y un clima que se detiene en la simplicidad y la ternura, una anécdota sin más pretensiones que las que se reflejan en la pantalla. Si el guion adolece por momentos de una simplicidad algo elemental y llega a un final repentino, Laplace sabe manejar estas deficiencias con el ardor de quien conoce ese micromundo hogareño pleno de sueños, de remordimientos y de perdones.[2]
Clarín dijo:
«…hay un planteo fresco y bienintencionado que finalmente es consumido por roles esquemáticos y mensajes tan débiles como altisonantes. Entre postales del deterioro del nivel de vida en un pueblo chico (que podrían haber sido mejor aprovechadas) y una sensata puesta al día doméstica entre Juan y su familia, Laplace sigue tocando una cuerda (diríase "tragicómica"), que encuentra su peor momento en una confrontación padre-hijo que, se supone, es central.»[3]
Christian Aguirre en La Razón opinó:
«Una mirada sobre la Argentina de nuestros días, plagada de proyectos y buenas intenciones, pero también de una mediocridad angustiante.»[1]
Premios Cóndor 2001