Son ecosistemas boscosos ubicados en la cordillera de los Andes en un rango de elevación que va de los 1 000 hasta los 5 000 m s. n. m. Presenta condiciones climáticas secas, estacionalmente húmedas y húmedas; dependiendo de su ubicación[1]. Son ecosistemas frágiles, vulnerables a los efectos del cambio climático y las actividades antrópicas [2]
Bosques andinos del norte | ||
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Características | ||
Ecozona (s) | Neotropical | |
Clima |
Húmedo de montaña Cfbi Ecuatorial de montaña Csbi | |
Localización | ||
Continente (s) | Sudamérica | |
País (es) |
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Ecorregiones en la red Global 200 | ||
Bosques montanos del noroeste de los Andes Bosques montanos del Valle del Magdalena Bosques montanos del Valle del Cauca Bosques montanos de la Cordillera Oriental Bosques montanos de la Sierra Nevada de Santa Marta Bosques montanos de la Cordillera Real Oriental | ||
Ecorregiones de bosque de montaña | ||
Los bosques andinos se agrupan en dos ecorregiones globales:[3]
Estas 2 ecorregiones globales no tienen continuidad, ya que la ecorregión del Bosque seco del Marañón en el Perú las separa[4].
Los bosques montanos de los Andes del norte, más conocidos con denominaciones como bosque andino, bosque nuboso o bosque de niebla, son los bosques, selvas de montaña lluviosos, nubosos, templados y fríos, situados en los Andes septentrionales, que son propios de Colombia, Venezuela, Ecuador y una parte del Perú.
Se divide en las siguientes ecorregiones terrestres:[5]
Las Yungas de los Andes centrales se extendienden desde el sur del departamento de Amazonas, en Perú, atravesando Bolivia, hasta llegar a la provincia de Catamarca, en Argentina. Esta región se distingue como una estrecha franja verde que bordea el flanco oriental de la Cordillera de los Andes, asemejándose a una larga “ceja” sobre el continente. Su coloración oscura destaca en el paisaje sudamericano, resultado de su densa cobertura vegetal y del relieve abrupto que caracteriza a estas montañas húmedas. [3].
Se divide en tres ecorregiones terrestres:[5]
Los bosques andinos constituyen una fuente esencial de subsistencia para las poblaciones locales debido a los múltiples servicios ecosistémicos que brindan, los cuales son fundamentales para el bienestar humano y la seguridad ambiental [8]. Estos bosques regulan el flujo hídrico, asegurando el suministro de agua para las zonas rurales y urbanas y sosteniendo la agricultura; además, previenen la erosión del suelo, mitigan desastres naturales o antrópicos, regulan el clima y la calidad del aire, y albergan una alta diversidad biológica y endémica . Por su capacidad de almacenar carbono, son considerados sumideros naturales con un papel clave en la mitigación del cambio climático [9], mientras que su conservación y restauración resultan vitales para garantizar la sostenibilidad de estos servicios ecosistémicos.
Los bosques andinos están estrechamente ligados a la vida y cultura de millones de personas que habitan los Andes[10], donde cerca de 60 millones de habitantes dependen directa o indirectamente de sus recursos naturales[1].Representan oportunidades económicas sostenibles mediante el ecoturismo, las cadenas de valor maderables y no maderables, los pagos por servicios ambientales y otras iniciativas de conservación que promueven el bienestar local [11][12]. En Colombia, cerca del 75 % de la población vive en los Andes; en Ecuador, más del 60 % se concentra en las tres provincias andinas principales; y en Perú, la población andina representa una proporción significativa del total nacional.
Los bosques andinos destacan por su extraordinaria biodiversidad y alto grado de endemismo[13]. Entre sus especies más representativas destacan el oso andino, la intimpa y la queñoa, símbolos de la riqueza biológica y cultural de la región.
Se localizan en las tres cordilleras, la Sierra Nevada de Santa Marta, la Sierra de la Macarena y la Serranía del Darién.
El bosque andino comienza por encima del nivel de la selva húmeda tropical y de los bosques tropicales secos, más o menos entre los 1.000 y 1.200 m s. n. m. A partir de los 1.800 o 2.000 m s. n. m. están frecuentemente cubiertos de neblina y se les suele llamar «bosques nubosos». Estos son el reino por excelencia de bromelias y orquídeas. Cada árbol es un jardín botánico con decenas de especies asociadas, todas dedicadas a la labor de cosechar las diminutas gotas de agua que forman la neblina. Esta agua que escurre por hojas, ramas y troncos contribuye a incrementar el caudal de los ríos y quebradas que nacieron en los páramos, o da origen a nuevos manantiales.
Entre la biodiversidad de estos bosques se destacan ranas y aves, dos grupos en los cuales Colombia es el primero del mundo.
La flora de los cerros y de las áreas rurales pertenece a los niveles que por altitud se definen como bosque altoandino y páramo. Entre 2.800 y 3.200 m s. n. m. se desarrolla el bosque alto andino que se distingue por su amplia diversidad biológica. Árboles como el raque, encenillo, mortiño, canelo, romero, aliso y varios familiares del sietecueros como el angelito, son predominantes. Una familia muy vistosa de arbustos está formada por los parientes del pegamosco que se distinguen fácil por lo vistoso de sus flores. Los helechos van desde las minúsculas gateaderas hasta el helecho palma, especie que supera los 10 m de altura; algunos de ellos se comportan como epífitos en el bosque alto andino y como rupícolas en el páramo. Los musgos y los líquenes al igual que las orquídeas son parte integral de estos ecosistemas; ellos aportan el color y las texturas propias del bosque nativo.
Prospera entre 2.800 y 3.200 m s. n. m., límite que varía en cien o doscientos metros por las condiciones locales (vientos, asolación). Es un ambiente supremamente húmedo que se aprecia a la distancia como el característico manto de nubes que envuelve las cumbres de las montañas. El exceso de humedad permite que sobre las ramas de los árboles crezca una abundante variedad de epífitas como quiches, orquídeas, musgos y líquenes que los cubren por completo. También llamado selva andina y bosque de alta montaña, cumple funciones específicas como son la regulación del flujo hídrico que desciende de los páramos y la acumulación y administración de sus nutrientes. Por esto crecen árboles hasta de 20 m de alto que resguardan y alimentan una amplia y muy importante variedad de especies animales y vegetales.
Se trata de un bosque de fisonomía muy distinta a la del bosque andino común, con un solo estrato de árboles pequeños y arbustos nanófilos (hojas muy pequeñas), de troncos por lo general torcidos y alturas entre 3 y 10 m, en el que predominan los elementos de la antigua familia Asteraceae. Además, forman parte de este estrato algunas hierbas altas como las cerbatanas y chusques y bromeliáceas. Los musgos son muy abundantes y forman espesos colchones en el piso del bosque. Muchos de ellos trepan y cubren totalmente los troncos y ramas de los árboles, junto con otras epífitas y bromelias.
El bosque alto andino ha sido destruido en su mayor parte, para dar paso al pastoreo de ganado vacuno y ovino y a algunos cultivos de papa. En su lugar se ha producido un avance de la vegetación del páramo, lo cual se conoce como proceso de paramización del bosque, esto caracteriza la mayoría de paisajes por encima de 3200 m. de altitud. Las quemas periódicas llevadas a cabo para favorecer el rebrote de los pastos impiden la recolonización del bosque, la cual de por sí es muy lenta dadas las condiciones muy limitantes de temperatura. Por esta razón, muchos autores han situado el límite bosque - páramo alrededor de los 3.200 m s. n. m. o a veces menos.
Esta degradación ha producido en muchos sitios un tipo especial de matorral más o menos abierto, basado en elementos propios del bosque alto andino y del páramo, el cual para algunos autores conforma lo que se denomina como «subpáramo». En realidad y dado que en algunas partes el paso del bosque al páramo herbáceo es relativamente rápido, la formación vegetal conocida comúnmente como subpáramo bien podría corresponder al bosque alto andino degradado, por lo menos en parte.
A pesar de lo anterior, se conservan relictos de muy diversos tipos de este ecosistema, desde los bosques paramunos de rodamonte y coloradito, pasando por la extensa franja de encenillal, hasta bosques andinos con especies de laureles y palmas de cera, lo cual configura una gama mucho más amplia que la conservada en el resto del área rural y un importante potencial biótico para la preservación de la biodiversidad y la extracción de herramientas de restauración para otras localidades.