Ximena Armas (Santiago, 29 de julio de 1946) es una pintora chilena.[1]
Ximena Armas | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
29 de julio de 1946 Santiago de Chile (Chile) | (78 años)|
Nacionalidad | Chilena | |
Familia | ||
Cónyuge | Henri Richelet | |
Educación | ||
Educada en | ||
Información profesional | ||
Ocupación | Pintora | |
Sitio web | x.armas.free.fr | |
Su obra es un trabajo sobre la memoria, imágenes con elementos poéticos y simbólicos persistentes en el recuerdo, algunos motivos recurrentes como la pluma, perdidos por pájaros desconocidos ausentes, cintas, rubanes a líneas amarrados, carpas de playa, piedras, hierbas, plantas, escaleras, siluetas como sombras, un universo enigmático en un silencio inmóvil.
Estudia durante un año en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Posteriormente entra a la Escuela de Artes de la Universidad Católica entre 1965 y 1969 donde estudia Pintura, Arte Gráfico y Cine. Fue alumna de Mario Carreño, Eduardo Vilches y Mario Toral.[1]
Viaja a París en 1971 a estudiar en la Escuela Nacional Superior de Artes Decorativas y en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes. Desde entonces vive y trabaja en Francia. Está casada con el artista francés Henri Richelet junto a quien expuso en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile en 2001.[1]
El universo de Armas reposa sobre todo en un espacio arquitectónico donde la organización singular de perspectivas parece querer dar un decorado mítico a la vida. Este mundo despliega una escenografía del enigma y de la esperanza en el doble juego de sus interrogaciones y de sus aberturas en los paisajes sin edad donde el alma trasluce de preferencia el dualismo de la arquitectura y de la naturaleza.
A los límites inciertos del olvido y de la gestación, este universo parece poder dar una medida original y mítica al paisaje y a la luz que lo ilumina, jugando con las tonalidades de una paleta refinada. Los contornos de esta pintura modelada de lentor, de sensualidad, de estremecimientos latentes, de vuelos medidos y de magia someten progresivamente la mirada a la fascinación de esos enigmas.
La obra de Armas es una meditación sensible. No nos equivoquemos: solo una lectura superficial de sus imágenes figurativas llevaría a una percepción exterior, reducida a un simple soplo épico que atravesaría su universo, fruto del cruce de influencias entre los continentes latinoamericano y europeo. Ciertamente semejante enfoque reductor ocultaría la dimensión reflexiva que impregna cada una de sus representaciones. Cada imagen es una invitación al viaje en el universo de lo abstracto, ofreciendo un cuestionamiento sin fin de una poética del mundo. La obra es una suma de ventanas abiertas sobre el mundo posando múltiples interrogaciones.
El universo onírico de Armas es un espacio donde la presencia humana estaba. alejada, distante, en espera…pero ahora este hombre se deslizo en sus telas bajo la forma de una sombra que esboza movimientos o inmóvil. Sin embargo, la vida no está excluida de sus cuadros, solo está en suspenso. Lo que Armas pinta va más allá de las apariencias. Lo que ella pinta, es el paso del tiempo, y la frágil tenacidad de la vida.