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1 Corintios 1 | ||
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1 Corintios 7:33-8:4 en el Papiro 15, escrito en el siglo III.
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Libro | Primera Epístola a los Corintios | |
Parte de | Biblia | |
Orden | Nuevo Testamento | |
Categoría | Epístolas paulinas | |
Precedido por | Romanos 16 | |
Sucedido por | 1 Corintios 2 |
1 Corintios 1 es el primer capítulo de los dieciséis que consta la Primera Epístola a los Corintios del apóstol Pablo y contiene 36 versículos.
Pablo empieza con un saludo presentándose como apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios y presenta los siguientes temas:
El manuscrito original de este libro se ha perdido, y las texto de los manuscritos supervivientes varía. Los manuscritos más antiguos que contienen parte o la totalidad del texto de este libro incluyen:
En los versículos 1-2, el Apóstol se presenta con su nombre y destaca tres aspectos fundamentales de su misión: su llamada divina, su rol como apóstol de Jesucristo y su misión sustentada en la voluntad de Dios. Pablo se considera "llamado" porque reconoce que su vida cambió completamente después de su encuentro con Cristo en el camino a Damasco. Al identificarse como apóstol de Cristo Jesús, subraya la autoridad con la que enseña, corrige y orienta tanto en palabra como en escrito. La frecuente mención de Cristo Jesús —nueve veces en los primeros nueve versículos— muestra su papel central en la vida de los creyentes y en la comunidad de Corinto. La frase por voluntad de Dios refuerza la legitimidad de su ministerio.[4]
Además, Sóstenes, nombrado de una manera que sugiere cercanía con los corintios, posiblemente colaboró en la redacción de la carta, aunque no existen pruebas definitivas de que fuera el líder de la sinagoga en Corinto. La expresión Iglesia de Dios en Corinto indica el destino específico de la carta y alude a que cada comunidad local, como esta de Corinto, representa a la Iglesia universal en su unidad indivisible.
La llama el Apóstol Iglesia de Dios para designar que la unidad es el carácter esencial y necesario. La Iglesia de Dios es una en los miembros y no forma más que una sola Iglesia con todas las comunidades extendidas en el universo, porque la palabra Iglesia no es la designación del cisma, sino de la unidad, de la armonía, de la concordia.[5]
La expresión «los santificados en Cristo Jesús» (v. 2) señala que los bautizados están unidos a Cristo, de manera similar a los sarmientos conectados a la vid. Esta unión es la fuente de su santidad, ya que los hace partícipes de la santidad divina y los convoca a una vida de integridad moral. En las cartas de San Pablo, la frase «en Cristo Jesús» aparece unas 65 veces, subrayando el profundo vínculo espiritual y transformador que une al creyente con Cristo.[6]
Llámanse santos los fieles que se han constituido en pueblo de Dios, o que se han consagrado a Cristo al recibir la fe y el bautismo; a pesar de ofenderle en muchas cosas y de no cumplir lo que prometieron; a la manera que también los que profesan un arte, aunque no guarden sus reglas, conservan, sin embargo, el nombre de artistas. En virtud de esto, llama San Pablo santificados y santos a los de Corinto, entre los cuales es evidente que hubo algunos a quienes reprende duramente por deshonestos, y con epítetos aún más graves.[7]
La acción de gracias, habitual en las cartas de Pablo, se carga aquí de un profundo contenido doctrinal. En ella, el apóstol recuerda a los corintios que su posición privilegiada proviene de Dios (v. 4), y que han sido dotados con dones de palabra y conocimiento (vv. 5-6), mientras esperan la venida gloriosa de Cristo (vv. 7-9). Aunque los dones y carismas recibirán un tratamiento más detallado en otros capítulos de la carta (12,1ss.), en esta introducción Pablo destaca el enriquecimiento «en palabra y en ciencia» (v. 5), refiriéndose tanto al entendimiento de la doctrina cristiana como a la capacidad de comunicarla con claridad.[8]
Hay quienes poseen el don de ciencia, pero no el de la palabra; y hay quienes poseen una y otra. Los simples fieles, las inteligencias sencillas conocen nuestras verdades, pero no pueden expresarlas con la claridad con que están en su espíritu. Vosotros, en cambio, dice San Pablo, no sois así: vosotros conocéis esas verdades y podéis hablar de ellas, sois ricos en el don de la palabra y en el de la ciencia.[9]
La expresión «Os confirmará hasta el final» subraya la perspectiva escatológica, es decir, los eventos que sucederán al final de la vida y de la historia. Pablo aclara que, aunque algunos pensaban haber alcanzado la perfección plena, aún estamos en un camino de lucha y esperanza hasta la llegada del «día del Señor», que representa el juicio final en el que Cristo se revelará en su plena gloria.[10]
La primera parte de la carta aborda varios problemas presentes en la comunidad cristiana de Corinto. Primero, Pablo trata las «divisiones internas», recordándoles el mensaje del Evangelio de la cruz que habían recibido. Luego, a la luz de este mismo Evangelio, examina tres situaciones complejas: el caso de un miembro que incurre en incesto; la manera de resolver disputas legales entre ellos; y la enseñanza sobre el uso adecuado del cuerpo y la sexualidad.
El primer tema que Pablo aborda es la «falta de unidad en la comunidad». Después de señalar las divisiones entre los cristianos de Corinto, expone las causas de esta desunión: la incapacidad de comprender la verdadera sabiduría y de entender el rol auténtico de los ministros de Cristo.[11]
I Tesalonicenses 1 es el primer capítulo de la Primera epístola a los Tesalonicenses.[1] El libro se abrevia más comúnmente como «1Ts.1»[2] es el decimotercer libro del Nuevo Testamento. Fue escrito, según el texto, por Pablo el Apóstol y Timoteo, y dirigido a la iglesia en Tesalónica, una pequeña ciudad de [[] cerca de [[]] y aproximadamente a 100 millas (160,9 km) de Éfeso en Asia Menor. [3]