La terapia celular forma parte de las nuevas tendencias en las ciencias médicas, que se asocian con términos como Terapias Avanzadas o Medicina Regenerativa.[1] La terapia celular se fundamenta en la idea de que las células pueden ser empleadas como medicamentos para reparar tejidos u órganos dañados.[2] Este nuevo paradigma busca dotar al cuerpo de células -manipuladas o no en el laboratorio- para activar las funciones reparadoras del cuerpo.
El uso de células con propósitos medicinales tiene antecedentes históricos. Desde la exitosa transfusión sanguínea realizada por Jean-Baptiste Denys en 1667, hasta el uso de células embrionarias de oveja por parte del cirujano suizo Paul Niehans en 1931, y el primer trasplante de médula ósea llevado a cabo por el Dr. Edward Donnall Thomas en 1956. Décadas más tardes, en los años 90, se iniciaron los primeros ensayos clínicos de la terapia CAR-T contra el cáncer linfático, desarrollada por el Dr. Carl June y su equipo en la Universidad de Pensilvania. Esta terapia se basa en el uso de linfocitos T del paciente, cultivados y modificados en el laboratorio para reconocer y atacar los tumores.
La terapia celular se puede clasificar de acuerdo al objeto del tratamiento:[3]
Una gran parte de las terapias celulares se realizan con diversos tipos de células: células madre, células del sistema inmunitario, que pueden generar otras clasificaciones según su origen.
Hay muchas formas potenciales de la terapia celular. Básicamente podemos dividirlas en seis tipos: