Dentro del movimiento marxista, la palabra «revisionismo» es usada para referirse a varias ideas, principios y teorías basadas en una revisión significativa de las premisas fundamentales del materialismo histórico de Karl Marx en el siglo XIX.[1][2] La corriente opuesta al revisionismo marxista es el antirrevisionismo marxista.
En sentido estricto, el «revisionismo» dentro del movimiento marxista es cualquier interpretación heterodoxa del marxismo. El término ha sido históricamente usado por parte de aquellos marxistas que creen que tales revisiones son injustificadas, por lo que representan un abandono o traición de lo que ellos mismos interpretan como la variante «más pura» del marxismo. Debido a que el término «revisionismo» fue adquiriendo una connotación peyorativa con el paso de las décadas, actualmente pocos marxistas se autodefinen como «revisionistas», pero todavía hay marxistas abiertamente «revisionistas». Aquellos marxistas que se autodenominan como «revisionistas» afirman que «revisar el marxismo no es traicionarlo sino adaptarlo a las condiciones específicas de determinada época y de determinado país».
Estrictamente hablando, el «revisionismo» se puede definir como la acción de someter a revisión metódica doctrinas, apreciaciones o prácticas ya establecidas (en este caso las concernientes al marxismo) con el objetivo de actualizarlas o modernizarlas.[3] La palabra «revisionismo» ha sido usada en varios contextos diferentes, para referirse a las distintas «revisiones» a las que ha sido sometida la teoría marxista por parte de varios seguidores de la misma.
El término «revisionismo» fue usado por primera vez dentro del movimiento marxista en sentido peyorativo para referirse a las críticas formuladas por Eduard Bernstein a finales del siglo XIX en una serie de artículos publicados entre 1896 y 1898 en Die Neue Zeit y en su libro de 1899 Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia.
El propio Bernstein relató que el término surgió hacia 1903 o 1904 como reacción frente al libro de Alfred Nossig titulado precisamente «Die Revision des Sozialismus» —cuya traducción del alemán al castellano es «La Revisión del Socialismo»— y que, aunque al principio lo rechazó, acabó aceptándolo siendo aplicado, según Bernstein, «a todos aquellos socialistas que —incluido yo— tienen una posición crítica respecto a la teoría tradicional de la socialdemocracia».[4]
Eduard Bernstein y otros socialistas como Jean Jaurès revisaron las ideas de Karl Marx acerca de la supuestamente inevitable transición violenta del capitalismo al socialismo, y afirmaron que la revolución violenta no era inevitablemente necesaria para alcanzar una sociedad socialista. Estas críticas dieron origen a la teoría reformista dentro del movimiento marxista, la que asegura que se puede lograr paulatinamente el socialismo a través de reformas graduales y pacíficas emprendidas desde dentro del propio sistema capitalista.[5]
Fundamentalmente el revisionismo, en la formulación de Eduard Bernstein, consiste en la defensa de estos puntos de vista:
El revisionismo criticaba varios aspectos del marxismo:
El término «revisionismo» fue usado de forma despectiva por los comunistas, sobre todo por los soviéticos, para referirse a aquellas ideas o propuestas que se apartaban de la doctrina «ortodoxa» marxista fijada por el partido.[4]
A comienzos del decenio de 1960, el líder chino Mao Zedong (o Mao Tsetung), junto a los elementos más radicales dentro del Partido Comunista Chino (PCCh) revivieron el término «revisionismo» para atacar a la URSS en general y al premier de esta, Nikita Jrushchov, en particular. Ese claro distanciamiento mutuo se dio en el marco del cisma ideológico sino-soviético. Una de las primeras consecuencias del mismo fue el retiro de los asesores técnicos soviéticos de China.
Posteriormente, durante toda esa década —que coincidió con el mayor período de agitación ideológica maoísta— los chinos rutinariamente usarían el mote de «revisionistas modernos» (o «revisionistas contemporáneos») contra los soviéticos en particular, y contra todos los que se adhirieron a su línea ideológica en general. Esa denominación sería recogida y repetida por los grupos o fracciones maoístas que se separaron de algunos partidos comunistas occidentales y orientales, partidos a los que también acusaban de «quietismo» y de falta de suficiente «fogosidad» revolucionaria.
Los 25 puntos de Pekín[8]
En junio de 1963, el Partido Comunista de China publica un texto capital, los 25 puntos de Pekín, que suponen la ruptura definitiva con el «revisionismo soviético». El PCCh envía una larga carta al Comité Central de Partido Comunista de la Unión Soviética, exponiendo ante los revolucionarios de todo el mundo las graves divergencias estratégicas y de principios que dividen en aquellos momentos al Movimiento Comunista Internacional, que está a punto de escindirse en dos posiciones de clase antagónicas, dos corrientes ideológicas y políticas irreconciliables: el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsé Tung y el «revisionismo contemporáneo».
En 1978, tuvo lugar el cisma sino-albanés, cuando Enver Hoxha, quien por entonces era el secretario general del Partido del Trabajo de Albania, también condenó al PCCh como «revisionista», como lo había hecho durante la década de 1960 con la Unión Soviética post-estalinista de Jrushchov —pues para Hoxha, la «Teoría de Deng Xiaoping», también denominada como «Dengismo», es una rama más del «revisionismo moderno»—. En aquellas oportunidades, Hoxha había afirmado que «había sido forzado a optar entre seiscientos cincuenta millones de chinos y doscientos millones de rusos (sic)». En realidad, Hoxha hizo eso porque, luego de la muerte de Mao Tse Tung (acaecida el 9 de septiembre de 1976), China fue paulatinamente abandonando los aspectos más radicales del maoísmo, lo que para 1978 (con el ascenso del pragmático y más moderado Deng Xiaoping al poder) conformaba un hecho evidente.