La Pelegrina es una de las perlas más famosas del mundo. Su historia se remonta a mediados del siglo XVI, y ha sobrevivido tanto a la revolución francesa de 1789-1799 como a la revolución rusa de 1917. Perteneció a reyes y reinas europeos.[1][2]
"La Pelegrina" es una palabra española. Algunos historiadores de las gemas han traducido el nombre como "la Incomparable", pero en realidad "La Pelegrina" no tiene ese significado. Otros historiadores de gemas creen que el nombre se creó para mostrar una conexión entre "La Pelegrina" y otra famosa perla, La Peregrina. "La Peregrina" hace referencia a un largo viaje, y es posible que ambas perlas se llamaran inicialmente "La Peregrina", y se cambiara una sola letra al nombre de una de ellas para distinguirlas.[1][2]
El peso original de esta perla en forma de pera era de 133,16 granos (8,62 gramos).[3] La perla, sin duda, posee todas las características deseables según los siete factores de valor de una perla según el GIA: tamaño, forma, color, lustre, calidad de la superficie, calidad del nácar y compatibilidad."[1][2]
La perla fue encontrada por un esclavo africano en la costa de la isla de Santa Margarita, en el golfo de Panamá, a mediados del siglo XVI. El esclavo que la encontró fue recompensado con la libertad.[1] El historiador y escritor Inca Garcilaso de la Vega, del Virreinato del Perú, parte del Imperio español, hizo famosa la perla. En sus "Comentarios Reales del Perú", escribió:
Esta perla, de forma de pera por naturaleza, tenía un cuello largo y, además, era tan grande como el mayor huevo de paloma. Estaba valorada en catorce mil cuatrocientos ducados, pero Jacoba da Trezzo, natural de Milán y excelente artesano y joyero de Su Majestad Católica, estando presente durante la valoración, dijo en voz alta que valía treinta, cincuenta y cien mil ducados para demostrar con ello que no tenía parangón en el mundo.[1]
La perla apareció por primera vez en España en 1660, cuando el rey Felipe IV se la regaló a su hija María Teresa. El motivo del costoso regalo fue el matrimonio de María Teresa con Luis XIV de Francia.[2] Antes de que el rey se la diera a su hija, él mismo la lució. Un testigo ocular señaló:
El rey (Felipe IV) vestía una túnica gris con bordados de plata; un gran diamante tabular sujetaba su sombrero, del que colgaba una perla. Son dos joyas de la corona de extrema belleza: al diamante lo llaman el Espejo de Portugal y a la perla, la Pelegrina.[1]
La Pelegrina viajó a Francia con su nueva dueña.[2] Tras la muerte de María Teresa en 1683, la historia de La Pelegrina quedó en blanco hasta que reapareció en San Petersburgo en 1826.[2] Aunque se desconoce qué sucedió con la perla tras la muerte de María Teresa, existen buenas razones para creer que se la legó a su único hijo, y que la perla pasó a formar parte de las Joyas de la Corona de Francia. Su último dueño real podría haber sido [[Luis XVI de Francia]|Luis XIV], quien fue ejecutado durante la revolución francesa.[2]
Las Joyas de la Corona fueron robadas en 1792, cuando el "Garde Meuble" (almacén del Tesoro Real) fue asaltado por los alborotadores. Es posible que La Pelegrina fuera robada junto con el diamante Sancy y con el diamante Azul Francés, y posteriormente vendida a los nobles rusos de la Casa de Yusúpov.[2] Zinaída Yusúpova mandó pintar sus retratos mientras lucía la famosa perla, que pasó a su hijo, Félix Yusúpov, conocido por su participación en el asesinato de Grigori Rasputín.[2][4]
Durante la revolución de Octubre de 1917, muchas joyas de la colección Yusúpov pasaron a manos de los bolcheviques, pero La Pelegrina tuvo un destino diferente. Félix logró sacar de contrabando de Rusia la perla, junto con algunas otras joyas.[2][4] Durante los años siguientes, vendió algunas de sus joyas, pero no se atrevió a vender La Pelegrina, uno de sus tesoros favoritos, hasta 1953, cuando se la vendió a un joyero de Ginebra.[2][4]