Maria Renata Singer o Saenger von Mossau (1680 – junio de 1749) fue una monja bávara ejecutada por herejía, brujería, apostasía y satanismo, siendo una de las últimas personas ejecutadas por estos cargos en Alemania y Europa.[1]
Maria Renata Saenger von Mossau | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
27 de diciembre de 1679 o 1680 Niederviehbach (Alemania) | |
Fallecimiento |
21 de junio de 1749 Höchberg (Alemania) | |
Causa de muerte | Decapitación | |
Nacionalidad | Alemana | |
Información profesional | ||
Ocupación | Monja | |
Orden religiosa | Orden de Canónigos Premonstratenses | |
Singer fue admitida en el convento de Unterzell en el Principado-Obispado de Würzburg en 1699, destacando por su gran piedad y siendo nombrada subpriora en 1740.[2]
En 1746, una de las monjas, Cecilia, comenzó a sufrir convulsiones y afirmó estar poseída por demonios y poltergeists. Los ataques se extendieron por el convento y pronto varias monjas sufrieron ataques histéricos. Una de ellas murió, tras lo cual Singer fue señalada como satanista y maga. La iglesia realizó entonces un exorcismo en el convento, durante el cual las monjas rodaron por el suelo y "aullaron y gruñeron como gatas rabiosas". Durante un registro en la habitación de Singer, se encontraron venenos, ungüentos y túnicas extrañas.[3]
Singer confesó a un confesor benedictino que era satanista y bruja; que en 1687, a la edad de siete años, había jurado lealtad a Satanás; a los doce, se había convertido en prostituta y había aprendido magia y a mezclar venenos; en 1694, había sido bautizada en una misa negra; y en 1699, había ingresado en el convento de monjas con el único fin de crear conflictos entre las "esposas de Cristo".[3]La confesión fue resultado de la coerción, siendo este uno de los últimos casos de brujería perseguidos en Alemania.[1]
Afirmaba ser una química experta y que prefería el veneno agua tofana desarrollado por Giulia Tofana en Nápoles. Dijo que estaba arrepentida, pero la Iglesia aun así la juzgó y la encontró culpable de brujería, herejía, brujería, apostasía y satanismo, y luego la entregó a las autoridades seculares para ser ejecutada.[3][4]
Sor María era una miembro anciana de la baja nobleza y de las órdenes sagradas, instalada en un claustro prominente. Su juicio por brujería y posterior ejecución fue un escándalo en toda Alemania y el norte de Italia. Los debates académicos que generó (entre el abad Tartarotti, Scipione Maffei, el conde Carli y otros) finalmente impulsaron el fin de la brujería como asunto legal.[6]