Luis Cenobio Candelaria (29 de octubre de 1892 Buenos Aires - , 23 de diciembre de 1963 San Miguel de Tucumán) fue un teniente y piloto militar, del Ejército Argentino, que cruzó la cordillera de los Andes, uniendo las localidades de Zapala (Argentina) y Cunco (Chile), en un avión Morane-Saulnier Parasol de 80 caballos de fuerza, el 13 de abril de 1918, en un tiempo de vuelo de 2 horas y 30 minutos, alcanzando los 4.000 m s. n. m..[1] El gobierno de la nación argentina le dio el título de Aviador Militar por dicha hazaña.[2][3][4][5]
Luis Cenobio Candelaria | ||
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Información personal | ||
Nacimiento |
29 de octubre de 1892 Buenos Aires | |
Fallecimiento |
23 de diciembre de 1963 (71 años)![]() | |
Nacionalidad | Argentina | |
Información profesional | ||
Ocupación | Militar | |
Obras notables | Primero en cruzar la cordillera de los Andes en avión | |
Sus restos descansan en en la ciudad de Zapala, con la inscripción "13 de abril de 1918".
Capitán (R.) D. Luis Cenobio Candelaria. Piloto Aviador N° 109: 24 de marzo de 1917. Aviador Militar: 23 de mayo de 1918. Falleció el 25 de diciembre de 1963. Es considerado precursor y benemérito de la Aeronáutica Argentina. En 1970, la Ley 18559 lo declaró Precursor de Aeronáutica Argentina, junto a Manuel Félix Origone, Jorge Newbery, Aarón Félix Martín de Anchorena Castellanos, Teodoro Fels, Enrique Padilla y Benjamín Matienzo quien le dio el nombre a otro aeropuerto internacional, en este caso el Aeropuerto Internacional de Tucumán.
Luis Cenobio Candelaria nació en Buenos Aires el 29 de octubre de 1892, era hijo de Asisclo Victorio y de la joven italiana María Luisa Micossi. Pronto falleció su padre, y quedó al cuidado de su madre. A los 16 años, ingresó becado al Colegio Militar de la Nación. Fueron sus compañeros, entre otros, Manuel Nicolás Savio, Benjamín Matienzo, Antonio Parodi, Manuel Félix Origone y Gregorio Pomar. En diciembre de 1910, egresó como subteniente del Arma de Ingenieros (Promoción 35) y fue destinado al Batallón 5 de Ingenieros, en San Miguel de Tucumán en 1912, y al Batallón 2 de Ingenieros, en Azul, en 1914. La trágica muerte de Jorge Newbery en Mendoza, mientras planificaba el cruce de la cordillera de los Andes en aeroplano, lo conmocionó de tal modo que se comprometió ante sí a concretar el proyecto trunco del admirado piloto. No está claro cuándo nació su interés por la aviación, pero ya en 1912 había solicitado incorporarse al 1.er Curso de Aviador Militar de la Escuela de Aviación Militar. Recién en septiembre de 1916, con el apoyo del director general de Ingenieros, el coronel Isidro Arroyo, se hizo realidad su sueño al ser admitido como alumno agregado en el 4.o Curso. Lo acompañó su camarada y mejor amigo, el teniente Benjamín Matienzo. Candelaria realizó con rapidez el aprendizaje teórico-práctico de vuelo para obtener su patente civil y militar. Mientras era alumno, llevó a cabo numerosos vuelos de duración, distancia y altura, y dos ascensiones diurnas en globo libre, como acompañante. El 24 de marzo de 1917 aprobó los exámenes de piloto y obtuvo el brevet N.º109, otorgado por el Aero Club Argentino. Con esta intensa actividad aérea, apuntaba a obtener el título de Aviador Militar y conquistar un ideal que conservaba en su corazón desde aquel luctuoso 1 de marzo de 1914: cruzar por primera vez en aeroplano la cordillera. Desde hacía tiempo, sobrevolar los Andes por las cumbres más altas (entre 31º y 35º de latitud sur) en dirección este-oeste representaba uno de los grandes desafíos para los aviadores argentinos y chilenos. El temible obstáculo de la altura, y los fuertes y permanentes vientos del oeste eran una valla casi infranqueable para aquellos frágiles aeroplanos. A pesar de esas dificultades, Candelaria no se arredró; estaba convencido de que, desde el punto de vista técnico, un monoplano Morane Saulnier Tipo L Parasol de 80 hp sería suficiente para vencer el coloso andino desde Uspallata. El director de la Escuela Militar Lde Aviación no pensaba lo mismo, y le denegó el permiso. Replanteó su objetivo buscando una alternativa más viable y menos riesgosa en la zona andina de Neuquén. El 2 de abril de 1918, ya autorizado, dio comienzo la aventura utilizando el monoplano de dotación Morane Saulnier Parasol “Mendoza”, que había sido reconstruido y puesto a punto. Voló desde El Palomar hasta Cañuelas, donde los mecánicos desarmaron el aparato para trasladarlo en tren a Zapala. Rearmado el avión, efectuó dos intentos, el 8 y el 10 de abril. Finalmente, el 13 a las 15.30, se elevó, cruzó el límite argentino-chileno por el Paso del Arco y después de volar 2 horas 30 minutos, a una altura máxima de 4100 metros, aterrizó en Cunco (Chile), con el combustible agotado, a 230 kilómetros del punto de partida. El chileno Arturo Toro Herrera, testigo del hecho, relató la llegada de Candelaria: «Era […] un domingo de pueblo pequeño […]. A eso de las tres de la tarde, un grupo de fieles reunidos en la iglesia rezaba el santo rosario […] con el sacerdote, misionero capuchino, padre Miguel de Mauth. En medio de las oraciones, un ruido lejano en la altura […] que se mantenía in crescendo iba quebrando la quietud y despreocupación de los pobladores. La oración fue interrumpida de súbito. Fuera del templo, gritos y carreras por las calles polvorientas. El sacerdote se levantó […] y corrió hasta la puerta del templo. Ante sus ojos la gente corría mirando hacia lo alto, “santiguándose” temerosa y afirmando que aquello que se acercaba al pueblo del lado del volcán era inequívoca señal del fin del mundo, por la forma de cruz que el aparato semejaba con sus alas […]. El padre alzó la vista contagiado con la admiración general de sus feligreses, pero con una concepción diferente de la realidad, prorrumpió a grandes voces: zepelín… zepelín… zepelín… (el sacerdote era alemán). »El frágil aparato sobrevolaba en círculos el poblado, agotando su combustible y buscando un terreno propicio. El piloto se asomaba de vez en cuando, preocupado, pero sereno, controlando el vuelo y descendiendo poco a poco hasta ubicar el campo que se le indicaba […]. El aviador divisó el potrero… una maniobra mal calculada y el aparato tocó el terreno que circundaba un cerco de tranqueros, rozando, con la cola la rueda trasera, una de las estacas. En descontrolada carrera siguió por el campo enfrentando un nuevo cerco y al choque se volcó de campana, quedando invertido. El accidente tronchó la hélice de madera, la que se rasgó a lo largo, quebrándose además una de las alas. Felizmente, la cabina quedó justo en el vacío que hacía un pequeño zanjón del terreno, resultando ileso y sólo con un leve rasguño en una de sus manos. El primero en llegar a auxiliar al arriesgado aviador fue el vecino español, don Camilo Ardura, que vivía a poco más de cien metros del lugar y que era el único mecánico que había en Cunco. Rápidamente, desató el correaje que ataba al aviador manteniéndolo en una incómoda posición, y lo ayudó a salir de la cabina junto con don Eustaquio Astudillo, que llegaba en ese momento hasta el avión para prestar ayuda. Esta persona hacía de alcalde del pueblo. El aviador, puesto de pie, preguntó: ¿dónde estoy?, a lo que se le contestó: en Chile… en el pueblito de Cunco. […] Cuando se lo afirmaron, soltó un grito de alegría añadiendo que no le importaba que se hiciera pedazos el avión. El piloto Candelaria, era un hombre de gran corpulencia y recia contextura física. Vestía overall [sic] de color verde y calzaba botas abrochadas».
La hazaña le valió el título de Aviador Militar y emblema especial de oro, con relieve alusivo al cruce. En noviembre de 1918 pasó al Batallón 4 de Zapadores Pontoneros, y en febrero de 1820 ascendió a teniente primero. Luego de una breve estadía en la Escuela Militar de Aviación, se apartó de la actividad aérea de manera definitiva con un registro de 421 vuelos, realizados entre 1916 y 1920. Por aquellos años, los problemas de salud se agudizaron y terminaron afectando su carrera militar. Pidió el pase al Instituto Geográfico Militar, donde fue designado jefe de la Comisión Estereofotogramétrica que desarrollaba tareas de relevamiento en Mendoza. En tal situación y mientras se desplazaba por senderos montañosos, sufrió un despeñamiento que le ocasionó graves heridas y le dejó secuelas permanentes en su deteriorada salud. A tal punto que, entre 1922 y 1923, se vio obligado a tomar largas licencias médicas. El 12 de mayo de 1924, con el grado de capitán, pasó a situación de retiro. Vuelto a la vida civil, se radicó en Mendoza, luego en Posadas y, finalmente, en San Miguel de Tucumán, donde se dedicó a escribir, dibujar y pintar, y a la beneficencia. De personalidad altiva, carácter firme, voluntad férrea y moral intachable, Candelaria demostró ser un soldado cabal, forjado en los ideales sanmartinianos. Ello le permitió sobrellevar con estoicismo una existencia llena de sinsabores físicos, morales y materiales. En el ocaso de su vida, sintiendo que la muerte se aproximaba, pidió ser enterrado en Zapala, en una sencilla tumba de mármol blanco, despojada de todo ornamento, con excepción de una cruz y de la inscripción “13 de abril de 1918”. El 24 de diciembre de 1963, castigado por la enfermedad y la pobreza, pero en paz con Dios y con los hombres, falleció en Tucumán a los 71 años. Cumpliendo su última voluntad, un IA-35 Huanquero de la Fuerza Aérea trasladó los restos a Zapala, donde los pobladores lo consideran su hijo dilecto. La Ley 18559 lo reconoció Benemérito de la Aeronáutica Argentina, y la Ley 19422 le otorgó el título de Precursor de la Aeronáutica Argentina.[6]
El Aeropuerto Internacional Teniente Luis Candelaria es el Aeropuerto Internacional de San Carlos de Bariloche Teniente Luis Candelaria,[7] (IATA: BRC; OACI: SAZS), se encuentra en Bariloche, provincia de Río Negro, Argentina, lleva el nombre del piloto argentino que cruzó la cordillera de los Andes por primera vez en el año 1918, considerándose una hazaña para la época.
Musica
En el año 2019 el músico-compositor Zapalino Matías Hermosilla realizó una Obra musical denominada "Luis Candelaria" , que posee tres movimientos musicales:
1° Candelaria
2° Candelaria y El cóndor
3° El vuelo.
En la ciudad de Zapala la escuela primaria N°3 lleva el nombre del Teniente aviador Luis Candelaria.[8] A pesar de que falleció en San Miguel de Tucumán, en esta ciudad descansan sus restos, respetando los deseos del Teniente Candelaria. Su tumba tiene grabada la inscripción "13 de abril de 1918".[9]
En la ciudad de Paraná, la escuela EET N° 3 (La base), que se encuentra dentro de la Segunda Brigada Aérea, lleva el nombre de Teniente Luis Cenobio Candelaria.
En el Aeropuerto Internacional Juan Domingo Peron de la ciudad de Neuquén, se encuentra ubicada la Sección de Aviación de Ejército de Montaña 6, dependiente de la Jefatura de Agrupación de Aviación de Ejército 601 y en el marco de la Sexta Brigada de Montaña, brindando apoyo en el ambiente geográfico particular de montaña a esta Gran Unidad.
En la ciudad de Zapala la escuela primaria N°3 lleva el nombre del Teniente aviador Luis Candelaria. A pesar de que falleció en San Miguel de Tucumán, en esta ciudad descansan sus restos, respetando los deseos del Teniente Candelaria. Su tumba tiene grabada la inscripción "13 de abril de 1918".[10]