El internuncio era el nombre dado al jefe de la misión diplomática del emperador de Austria ante el Imperio otomano.
El puesto surge en el siglo XVI, cuando en un momento de tregua en el insistente conflicto de Austria con el Imperio turco, se envía un representante diplomático al que se denominó internuncio. Posteriormente, el nombre fue aplicado intermitentemente a otros representantes diplomáticos del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en Constantinopla, desde 1612.[1][2] Desde finales del siglo XVIII se nombraría a los jefes de misión en Constantinopla, con el título de internuncio.
El origen del uso de este título se encuentra en que la diplomacia del Sacro Imperio Romano Germánico no quiso admitir la precedencia que la Sublime Puerta otorgaba al embajador de Francia frente a cualquier otro embajador, incluso el embajador imperial. Con este motivo el representante tomó el título de internuncio y la primera posición dentro de los enviados diplomáticos de segundo rango.
Desde aproximadamente 1640 y debido a las dificultades derivadas del idioma, los internuncios siempre estaban acompañados de unos traductores llamados sprachknaben. Se trataba de jóvenes, en su mayor parte croatas, que eran educados especialmente para ser traductores de los internuncios imperiales. Hacia 1753, con la fundación de la Imperial y Real Academia de Lenguas Orientales, se abandonó la formación de sprachknaben, sustituyéndose por funcionarios formados en esta academia. La idea de la fundación de la academia fue de Kaunitz, canciller de María Teresa.[3]
El recibimiento de los internuncios en la corte otomana se realizaba con gran ceremonia. El de 1822 fue especialmente solemne, dándose la rara circunstancia de que el propio sultán dirigió la palabra al internuncio de Austria, el barón Francisco Javier de Ottenfels-Gschwind.[4][5]
En 1797, tras la adquisición por el Austria de la República de Venecia por el Tratado de Campo Formio, los internuncios residieron en el Palacio Veneciano de Constantinopla, antigua residencia de los embajadores venecianos. Sin embargo en el período de 1806 a 1815, el palacio fue ocupado por el Primer Imperio francés, tras el Tratado de Presburgo, y hasta su colapso.[6]
Hacia 1867 se abandonó el título de internuncio para el jefe de misión en Constantinopla pasando a llamarse a este, embajador.[7][8]
El cargo de internuncio era considerado uno de los más difíciles de la diplomacia austríaca, debido a la diferencia de las costumbres orientales de la corte de Constantinopla frente a las de cualquier otra corte europea.[9] Hasta 1719 el internuncio llegaba al extremo de revestirse de ropajes orientales para aparecer ante el sultán otomano. El cargo tuvo hasta 1822 el derecho de cobrar una parte del valor de las bienes objeto de comercio por los mercantes austríacos en el Imperio otomano. Este derecho se denominada Cottimo.[10]
Además de las funciones propias de la jefatura de una misión diplomática, el internuncio nombraba (en ocasiones sin intervención de Viena) los cónsules y personal consular de los distintos consulados y oficinas del Imperio austríaco.[11] La red consular del Imperio austríaco en el Imperio otomano era muy amplia. Por ejemplo, en 1866 comprendía las siguientes oficinas:[12]
En línea con la política seguida por Viena, el internuncio también socorría a la comunidad católica en Constantinopla. Por ejemplo en 1785, el internuncio, barón Peter Philipp von Rathkeal (1735-1804), ayudó al pago de las deudas de la iglesia de Santa María Draperis.[13]