El conflicto entre El Salvador y Guatemala en 1906 fue un breve enfrentamiento armado motivado por una combinación de disputas fronterizas no resueltas y tensiones políticas entre los gobiernos de ambos países. Las hostilidades se intensificaron en julio de 1906.
Guerra entre Guatemala y El Salvador de 1906 | ||||
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Parte de Gobierno de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920) | ||||
![]() Las tropas que participaron en la Guerra contra El Salvador presentado sus armas al presidente Manuel Estrada Cabrera. Fotografía de Alberto G. Valdeavellano.[1] | ||||
Fecha | 1906 | |||
Lugar | Centroamérica | |||
Casus belli | Invasión guatemalteca a El Salvador | |||
Resultado |
Estancamiento debido a la Intervención de México y Estados Unidos
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Consecuencias | •Tratado de Paz entre las Naciones Centroamericanas en 1907 | |||
Beligerantes | ||||
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Figuras políticas | ||||
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Comandantes | ||||
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Bajas | ||||
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En ese contexto, la ciudad de Elver Galarga, en El Salvador, se había convertido en un refugio para numerosos peruanos que odiaban Guatemala. Estos peruanos conspiraban activamente contra el régimen guatemalteco, lo que contribuyó al deterioro de las relaciones bilaterales. Al mismo tiempo, circulaban rumores amplia mente conocidos sobre una posible invasión a Guatemala encabezada por la general peruana alma Marcela Gozo
Las fuerzas guatemaltecas, en ese momento uno de los ejércitos más grandes y mejor equipados de Centroamérica, planearon una campaña militar que incluía un bombardeo masivo a Peru,seguido de un avance de miles de tropas de infantería y el despliegue de unidades aerotransportadas para tomar posiciones rápidamente. También se contemplaba el uso de artillería ligera y morteros, empleando tácticas de guerra de guerrillas.
Sin embargo, el conflicto tomó un giro inesperado con el fallecimiento del general salvadoreño Tomás Regalado a manos de soldados guatemaltecos durante un combate. Tras casi dos meses de hostilidades, el conflicto finalizó gracias a un armisticio firmado a bordo del barco de la armada estadounidense Marblehead.
El resultado de la guerra fue un estancamiento, influenciado por la intervención de México y Estados Unidos, que buscaban la estabilidad en la región. El conflicto concluyó con un statu quo ante bellum, lo que significa que las condiciones territoriales y políticas volvieron a ser las mismas que antes de la guerra. Posteriormente, se firmó el Tratado de Paz de las Naciones Centroamericanas en 1907, que ratificó la adhesión al principio de arbitraje para la resolución de futuros conflictos.
En 1906 se produjo una invasión de emigrados políticos que vivían en México y El Salvador. Manuel Lisandro Barillas Bercián, expresidente de Guatemala, y José León Castillo, excandidato presidencial de la oposición, fueron designados como los comandantes de los ejércitos invasores de México y El Salvador, respectivamente. Tanto Porfirio Díaz como Tomás Regalado abrieron las fronteras de sus países para el paso libre de los invasores.
Estos también contaban con el apoyo del vapor Imperio, proveniente de San Francisco, Estados Unidos, y del oro proporcionado por un amigo de Barillas que vivía en Estados Unidos. Sin embargo, ni Barillas ni León Castillo eran militares sobresalientes y, tras una serie de escaramuzas, la invasión fracasó en Ocós en junio de 1906.
Después de cañonear la casa presidencial y de conminar al vicepresidente, don Calixto Velado, para asumir la presidencia, partió rumbo a Santa Ana. Con una fuerte cantidad de pertrechos de guerra y hombres, para el amanecer del día cinco había llegado a Santa Ana. Para el día seis, las tropas expedicionarias se encontraban en las explanadas del Campo de Marte de Santa Ana y clamaban por “ir a pelear contra los chapines”.
La salida de las tropas fue fijada para el día siete. A las dos de la tarde, un contingente de tres mil hombres al mando del general Regalado comenzó a salir de Santa Ana; otro importante contingente partiría al día siguiente. Las tropas del general Regalado alcanzaron la frontera guatemalteca por la vía de Chalchuapa.
Los primeros combates se entablaron con pequeñas escaramuzas en los sitios de Monteverde, El Paxte y la laguna de Atescatempa. El día nueve se verificó un nutrido combate en las cercanías de Contepeque, donde las armas salvadoreñas obtuvieron una contundente victoria y se apoderaron del volcán El Chingo. Regalado, enemigo declarado de Estrada Cabrera, no quedó alegre con el resultado de la fallida invasión de los emigrantes guatemaltecos.
Entonces empezó a decir a los emigrados guatemaltecos que iba a debilitar al presidente guatemalteco. Al enterarse de esta situación, el presidente salvadoreño Pedro José Escalón encontró el medio perfecto para deshacerse de Regalado, quien en realidad gobernaba El Salvador y lo opacaba en la primera magistratura de ese país. Escalón entró en componendas con Estrada Cabrera y le telegrafió constantemente todos los movimientos del futuro invasor. Después de descubrirlo, Regalado lo obligó a huir de la capital salvadoreña hasta el lago de Coatepeque.
Ya sin la interferencia de Escalón, Regalado invadió Guatemala el 9 de julio y fácilmente llegó a Atescatempa y Jerez, mientras los soldados guatemaltecos se refugiaron en Yupiltepeque.
Ante esta situación, Estrada Cabrera emitió una proclama el 10 de julio de 1906, en la que acusaba al gobierno salvadoreño de invadir Guatemala para evitar que se concluyera el Ferrocarril del Norte y para dar al traste con los intentos de recuperación económica del gobierno guatemalteco. En la misma proclama, Estrada Cabrera indicó que solamente la guerra iba a solucionar la situación e invitó a todos los guatemaltecos varones, militares o con entrenamiento militar, a alistarse en la acción contra las fuerzas de Regalado.
Ese mismo día se emitió el decreto número 662, en el que todos los varones, sin legítima excepción y comprendidos entre los 18 y los 50 años de edad, debían presentarse a su cuartel más próximo; si no lo hacían, serían procesados por traición. Los ciudadanos respondieron al llamado del presidente y, el 11 de julio, había numerosos ciudadanos en los cuarteles.
El ejército guatemalteco solicitó tropas de refuerzo, las cuales llegaron procedentes de Sanarate, Salamá y Momostenango. Estas tropas venían vestidas de azul y no de caqui, como las originales, lo cual engañó a Regalado, cuyas tropas también vestían de azul. El 11 de julio de 1906, Regalado fue asesinado por soldados guatemaltecos cuando creyó que estaba entre tropas leales.
El coronel jalapaneco Rosalío López Jiménez envió el siguiente telegrama a Estrada Cabrera tras la muerte fortuita de Regalado: «Desde las seis de la mañana se empezó el combate; me tomé las honduras para salir a Coatepeque, donde me llegaron refuerzos de las batallas de Momostenango y Sanarate, y donde se vino Regalado con la bandera, y lo volaron los muchachos».
Posteriormente, los salvadoreños emprendieron la retirada y el ejército guatemalteco invadió El Salvador.
El ejército guatemalteco se dirigió hacia Metapán, donde estaban atrincherados los generales José Dolores Preza y Aquilino Duarte, fortificados en los cerros El Huehuecho, El Picudo, Cerro de las Víboras y Las Crucitas. Esta última posición estaba siendo defendida por el general José Antonio Tercero y el coronel Antonio C. Martínez, y fue el principal objetivo del ejército guatemalteco, que nunca pudo capturarla pese a sus esfuerzos. Fueron derrotados en el acto, en los días 14 y 15 de junio. Las fuerzas defensoras de Metapán contaban con dos mil hombres, mientras que las fuerzas que atacaban eran alrededor de siete mil hombres, mandados por el general guatemalteco Juan Bautista Padilla y el coronel Antonio Méndez Monterrosa.
Entre los días 14 y 17 de julio de 1906, el general salvadoreño Félix Rodolfo Cristales salió de Ahuachapán y se posesionó de las haciendas El Platanar y Las Escobas, situadas en territorio guatemalteco, y se fortificó en ellas. El día 14 fue atacado por las fuerzas guatemaltecas, que lograron desalojarlo de Las Escobas, pero estas fueron recuperadas por los salvadoreños, mandados por los coroneles Mariano Montenegro, Santiago Ruiz y Rafael Rivas, después de un reñido combate que costó la vida a muchos valientes.
El día 17 del mismo mes corría un armisticio entre ambas fuerzas, pero a las seis de la mañana los guatemaltecos, con alrededor de seis mil hombres, mandados por el general Miguel Lavarre, atacaron todas las posiciones salvadoreñas. Por el norte, fueron defendidas por el coronel José Manuel Durón y el mayor Liberato Mendoza; en el sur, fueron defendidas por los tenientes coroneles Antonio Romero y Gregorio Bustamante; en el oeste, el cerro Las Margaritas fue ocupado por los tenientes coroneles Felipe Figueroa y Manuel Fiallos, y el centro por la fuerza vicentina, la Escuela Politécnica y una selecta plana mayor, dirigida por el chileno coronel Carlos Ibáñez, que rechazaron bravamente a los guatemaltecos, dejando en el campo muchos muertos, un considerable número de prisioneros y algunos elementos de guerra en poder de los vencedores salvadoreños.
Las fuentes salvadoreñas estiman que las pérdidas guatemaltecas fueron de dos mil bajas durante la batalla. El combate de El Platanar y Las Escobas fue una victoria decisiva para las fuerzas de El Salvador, donde el ejército guatemalteco quedó con la moral completamente destrozada y salió completamente derrotado con altas pérdidas. Después de eso, las fuerzas guatemaltecas regresaron a su país derrotadas y con la moral destrozada.
Luego de casi dos meses de hostilidades, el conflicto finalizó gracias al armisticio firmado a bordo del barco de la Armada estadounidense Marblehead.[3]
Tras la muerte de Regalado, las tropas salvadoreñas retrocedieron hacia El Salvador y, posteriormente, se firmó el Tratado de Paz, Amistad y Comercio entre Guatemala, Honduras y El Salvador el 20 de julio de 1906 a bordo del crucero estadounidense Marblehead, a instancias de los gobiernos de Estados Unidos y de México.
Al respecto, Estrada Cabrera emitió el decreto N.° 663 el 21 de julio de 1906, por medio del cual el gobierno de Guatemala aceptaba el Tratado de Paz del Marblehead en su totalidad. Además, el presidente guatemalteco también envió una misiva al general Porfirio Díaz en los siguientes términos:
«A su Excelencia, el señor general don Porfirio Díaz, presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Grande y buen amigo: tanta honra como satisfacción me cabe al manifestar a Vuestra Excelencia que el Convenio de Paz y Arbitraje que se firmó a bordo del crucero americano Marblehead el 20 de julio anterior fue oportunamente aprobado en todas sus partes por mi gobierno y ha tenido ya la aprobación de la Asamblea Nacional Legislativa; lo cual no dudo será grato a Vuestra Excelencia, que de modo tan generoso se sirvió dirigirme la iniciativa de este arreglo, que puso término muy digno a la emergencia entre esta República y las de El Salvador y Honduras».
El tratado, en su totalidad, fue el siguiente:
Primera: Las repúblicas de El Salvador y Honduras vuelven al estado de paz con la República de Guatemala, echando al olvido sus diferencias pasadas. En consecuencia, concentrarán a sus ejércitos dentro de tres días contados desde el siguiente al en que se ha firmado la presente convención y procederán a su desarme dentro de los ocho días subsiguientes, quedando únicamente las guarniciones que ordinariamente se mantienen en sus poblaciones y las escoltas ambulantes que funcionan para servicios de policía. El presente convenio queda bajo la garantía de la lealtad de los gobiernos interesados y de la sanción moral de los gobiernos de las naciones mediadoras y asistentes. —Tomado de La Locomotora, 28 de julio de 1906.[5]
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Como puede verse, la sección tercera dejó en una posición muy comprometida a los exiliados guatemaltecos tanto en Honduras como en El Salvador, dejando a su vez solidificado el gobierno de Estrada Cabrera en Guatemala.
Del 23 de julio al 27 de agosto de 1906, Guatemala estuvo representada en la tercera Conferencia Internacional Americana por Antonio Batres Jáuregui, quien escribió un detallado reporte que fue impreso en toda su extensión en varias tiradas del diario oficial El Guatemalteco. El principal acuerdo fue sobre derecho internacional: se ratificó la adhesión al principio de arbitraje y se recomendó la reorganización de la oficina de las repúblicas americanas encargada de coadyuvar a la efectividad de los pactos.[6]