El gato negro es considerado un animal muy simbólico con interpretaciones muy ambiguas.[1] Mientras que en civilizaciones como la del Antiguo Egipto se los consideraba animales sagrados, ya que estaban relacionados con el culto a la diosa Bastet,[2] en la tradición hebrea y babilónica, los gatos se comparan a serpientes, arrolladas en un hogar. Se dice que los gatos negros están asociados a las brujas.[3][4]
Está asociado con la diosa griega Hecate y con la diosa nórdica Freya, ambas relacionadas con la brujería, por lo que en la Edad Media el gato negro ya sería considerado símbolo del Diablo.[5]
Históricamente, los gatos negros fueron asociados simbólicamente a brujería y el mal. Los gatos negros (y a veces, otros animales del mismo color o incluso blancos) se temía que fueran los familiares de brujas. En el siglo XVII, el gato comenzó a ser asociado a la brujería en muchas áreas del mundo. El gato negro fue visto generalmente como símbolo de buena suerte; sin embargo, en los EE. UU. y zonas de Europa, que mantuvieron cazas de brujas, la asociación con las brujas los hizo ser considerados como portadores de mala suerte, aunque esta mala fama también puede deberse a los Matagones ("Matagots") del folclore gascón.
Un estudio de 1977 sobre la prevalencia de distintos colores entre los gatos de Europa y Estados Unidos señala que había más gatos negros en Gran Bretaña, a lo largo de la costa oeste de África, en las costas de España y Francia y en los valles del Ródano y el Sena, lo cual sugiere que fuera distribuido por los mercaderes procedente de Grecia o Fenicia.[6] Su poca prevalencia en Italia concuerda con que no existen imágenes del gato negro en el arte romano.[6]