La festucosis es una enfermedad animal, producida por los alcaloides sintetizados por el hongo Neothypodium coenophialum, antes conocido como Acremonium coenophialum, hongo endófito que vive en el interior de la especie forrajera Lolium arundinaceum. Produce distintos efectos sobre los animales que se alimentan de este pasto, especialmente vacunos, equinos y ovinos, que van desde bajas en la producción de leche y carne hasta la muerte del animal.
Festucosis | ||
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Es la principal limitante del uso de Festuca en sistemas pastoriles, y su manejo resulta esencial en el uso de pastizales naturales o artificiales de esa especie.
La festuca es una forrajera que resulta prácticamente insustituible en una mezcla forrajera destinada al campo al campo de cría vacuna u ovina en zonas subtropicales. En el caso de la llanura pampeana, su producción forrajera supera a todas las demás gramíneas existentes.
El hongo Neothypodium coenophialum se propaga por semilla, y se desplaza y crece dentro de la planta acompañando el crecimiento de la planta. No se conocen otras formas de propagación de este hongo, aunque no cabe descartar que existan.[1]
El diagnóstico de la infestación por festucosis se realiza analizando microscópicamente la presencia del hongo en planta, preferentemente cerca de la flor o las espigas.[1]
La toxicidad de la festuca enferma se debe a que el hongo produce un alcaloide, la lolina, que tiene efectos sobre las plantas, generanto un aumento de la producción de otras sustancias, como la ergovalina, la ergovalinina y la chanoclavina, que son sustancias altamente tóxicas para los animales.[2]
Las propiedades agronómicas de la festuca -digestibilidad, contenido de proteínas y minerales- no cambian con la infección. En cambio, los animales prefieren consumir plantas libres de la enfermedad, ya que su gusto es distinto. Las plantas enfermas manifiestan mejor crecimiento de hojas y mayor producción de materia seca, y las semillas enfermas compiten con ventaja contra las sanas.[1]
Las praderas con baja infestación se van paulatinamente enfermando, no por infestación de plantas sanas, sino por la mayor viabilidad de las semillas enfermas, y porque los animales prefieren consumir plantas sanas. Es por ello que, en caso de implantar una pradera nueva, es esencial que se siembre con semilla libre del hongo.[1]
Los principales efectos tóxicos asociados con la presencia del hongo son:
Es evidente que el principal manejo que se debería buscar es la eliminación completa de pasturas enfermas de festucosis y su reemplazo por otras especies, o por variedades de Festuca libres del hongo. Una característica particular del hongo es su muerte tras un período de más de un año de acopio de las semillas; sin embargo, la pérdida del vigor de las mismas semillas le quita valor a la práctica de guardar la semilla por tiempos prolongados.[2]
No obstante, teniendo en cuenta las características del clima y suelo donde se utiliza esta forrajera, la implantación de una pastura con una cobertura apropiada no siempre es sencilla de lograr. Esta depende de las condiciones climáticas que permitan efectuar el laboreo de la tierra en el momento adecuado. Por otro lado, el costo de implantar una pradera de Festuca es relativamente elevado. Es por eso que, en el caso de pasturas bien logradas, aún con festuca tóxica, se tiende a buscar alternativas que permitan el uso de festucas tóxicas con el menor grado de riesgo posible.[1]
En el caso de terrenos destinados a yeguas preñadas, sin embargo, la eliminación total de la festuca es la única medida sanitaria segura.[2]
Una de las medidas más eficaces para el control de la festucosis en bovinos es el cierre de la pastura desde mediados de la primavera hasta principios del otoño. Este período coincide con el aumento de la temperatura ambiental y el aumento de la producción de las gramíneas naturales anuales. Para evitar una acumulación excesiva de pasto muerto, es preferible su henificación. Por otro lado, el regreso de los animales al pastoreo en otoño permite aprovechar una oferta muy alta de pasto que se produce en esa época.[1]
Una alternativa menos estudiada es utilizar las pasturas por períodos de aproximadamente una semana, alternándolas con potreros libres de la enfermedad, ya que después del 10° día aparecen los primeros síntomas clínicos. Sin embargo, no está comprobado que se eviten completamente los síntomas subclínicos.[1]
Otro manejo que puede paliar los efectos de la festucosis es adelantar los ciclos reproductivos de los animales, para que no deban quedar preñados en épocas de alta temperatura.[1]
Para evitar la diseminación de la enfermedad se recomienda pastorear fuertemente la Festuca a principios de primavera, y luego cortarla periódicamente para evitar la producción de semillas.[1]
En general, los controles químicos de Festuca no son enteramente efectivos, y exigen tratamientos repetidos; a veces no es siquiera suficiente eliminar toda la Festuca durante dos años, ya que las semillas de esta especie son muy durables. Cuando la calidad de suelo lo permite, se lo puede destinar a producciones agrícolas que justifiquen tratamientos químicos repetidos durante dos o más años, antes de volver a utilizarlo para la producción de forraje.[1]
El curado de semillas enfermas por medio de fungicidas de la familia del Triazol es altamente efectivo -es particularmente efectivo el Triadimenol- pero económicamente inviable, ya que aumenta el costo total de la pastura implantada muy por encima del valor del pasto producido.[2]