Un embarazo cervical es un embarazo ectópico que se implanta en el endocérvix uterino.[1] Este tipo de embarazo suele interrumpirse durante el primer trimestre; sin embargo, si la implantación ocurre más cerca de la cavidad uterina (denominado embarazo cervicoístmico), puede prolongarse por más tiempo.[2] La extracción de la placenta en un embarazo cervical puede provocar una hemorragia grave.
El diagnóstico puede realizarse en mujeres embarazadas asintomáticas, ya sea mediante inspección, observándose un cuello uterino de coloración azulada, o, más comúnmente, a través de una ecografía obstétrica. Un síntoma inespecífico frecuente es el sangrado vaginal durante el embarazo. La ecografía muestra la localización del saco gestacional en el cuello uterino y la cavidad uterina vacía. El embarazo cervical puede confundirse con un aborto espontáneo cuando el tejido gestacional atraviesa el cuello uterino.
Histológicamente, el diagnóstico se ha descrito mediante los criterios de Rubin: las glándulas cervicales se encuentran adyacentes al tejido trofoblástico; la inserción trofoblástica se localiza por debajo de la entrada de los vasos uterinos al útero o de la reflexión peritoneal anterior; y no hay elementos fetales en el cuerpo uterino.[3] En la actualidad, muchos embarazos se diagnostican de forma temprana y no requieren histerectomía, por lo que los criterios de Rubin no siempre son aplicables.
Los embarazos cervicales verdaderos tienden a interrumpirse espontáneamente; sin embargo, si la implantación se localiza en una zona más alta del canal cervical y la placenta logra apoyarse en la cavidad uterina, el embarazo puede prolongarse más allá del primer trimestre. Cuando la placenta se implanta de forma anómala, se espera un sangrado vaginal profuso en el momento del parto y durante la extracción placentaria.
En casos tempranos, el embarazo cervical puede tratarse mediante aborto espontáneo, escisión, dilatación y legrado, sutura, electrocauterización o taponamiento,[2][4] así como con tratamiento médico con metotrexato[4] o mediante embolización de la arteria uterina.[5] En embarazos más avanzados, puede ser necesaria una histerectomía para controlar la hemorragia.[6] Cuanto más avanzado sea el embarazo, mayor es el riesgo de sangrado grave que requiera histerectomía.[7]
En muy raras ocasiones, un embarazo cervical da lugar al nacimiento de un recién nacido vivo;[8] esto ocurre cuando la implantación se produce en la parte superior del canal cervical y logra extenderse hacia la porción inferior de la cavidad uterina.
El embarazo cervical puede coexistir con un embarazo intrauterino normal; en tal caso, se denomina embarazo heterotópico y requiere un manejo especializado para no poner en riesgo el embarazo intrauterino.[9]
Se ha reportado una incidencia aproximada de 1 por cada 1.000 a 16.000 embarazos.[6][7][10]
Los embarazos que afectan al istmo (el segmento del útero situado entre el cuello uterino y el fondo uterino) son más frecuentes que los embarazos cervicales verdaderos.[2] Aunque en muchos casos la causa de la implantación embrional anómala sigue sin estar clara, existe evidencia que asocia el desarrollo del embarazo cervical con procedimientos de instrumentación uterina, especialmente los legrados repetidos (dilatación y curetaje).[6][7]
Los embarazos cervicales deben distinguirse de aquellos que se originan en la cicatriz de una cesárea previa, denominados embarazos en cicatriz de cesárea.[1]