Edipo y la esfinge es un cuadro del pintor Gustave Moreau, realizado en 1864, que se encuentra en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Con esta obra, Moreau recibió el reconocimiento de la crítica del salón de París.[1]
Edipo y la esfinge | ||
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Año | 1864 | |
Autor | Gustave Moreau | |
Técnica | Óleo sobre lienzo | |
Estilo | Simbolismo | |
Tamaño | 206,4 cm × 104,8 cm | |
Localización |
Museo Metropolitano de Arte, Nueva York, ![]() | |
Edipo era descendiente del rey tebano Layo, quien lo abandonó al nacer porque un oráculo pronosticó que fallecería a manos de su hijo. Criado por el rey de Corinto a quien fue entregado por un pastor que lo encontró en el monte Citerón, al crecer quiso saber quién era en realidad, por lo que decidió visitar el oráculo el cual le dijo que estaba condenado por el destino a desposar a su madre y matar a su padre. Edipo no regresó a Corinto para no cumplir con su destino y se encaminó a Tebas. En el entorno de la ciudad de las siete puertas, la esfinge, monstruo que retaba a todo viajero que pasaba a descifrar un enigma bajo pena de muerte al no acertar, se enfrentó a Edipo.
El héroe tebano descifraría el famoso acertijo, (¿Cuál es el ser que con una sola voz tiene cuatro patas por la mañana, dos patas a mediodía y tres patas al atardecer? Edipo acertó al contestar que el hombre es cuadrúpedo al nacer, bípedo en su madurez y anda con tres patas al usar bastón en su vejez)[2] que motivaría al monstruo al suicidio. Es un episodio frecuentemente representado en el arte, por ejemplo, en un cuadro de Jean Auguste Dominique Ingres, Edipo y la esfinge del Louvre.
En una descripción muy colorista y de temática algo onírica, propias del simbolismo, Moreau representa al héroe tebano con sus atributos iconográficos (el manto esmeralda y el bastón en su mano derecha) y a la esfinge encaramándose encima de él. La esfinge es un monstruo con cuerpo de león con alas y busto y cara de mujer.[3] Una belleza engañosa, como demuestra los restos humanos al pie de la columna donde espera la esfinge el paso de sus víctimas.
Otras interpretaciones plantean que Moreau intenta destacar la dimensión humana de la esfinge. Según el ensayo Los condenados, por Orlando Echeverri Benedetti:
«En oposición a Ingres, que había presentado en su propia pintura a una esfinge distante, ominosa, hierática, parcialmente velada por las sombras, Moreau nos muestra a una esfinge suplicante y ansiosa que se aferra al pecho de Edipo. El héroe trágico no parece, en la pintura, intimidado por aquel monstruo mitológico que acumula cadáveres en un abismo que se abre junto a sus pies. Por el contrario, su postura sugiere total indiferencia a los peligros que están asociados con aquel encuentro. Está semidesnudo. Sostiene despreocupado una lanza clavada en el suelo, apoya el codo casualmente sobre una roca y consiente un acercamiento de erótica desesperación. El despliegue emocional de la esfinge, por otro lado, demuestra que Moreau intenta destacar la faceta humana del monstruo. Nos esboza a una muchacha de pechos adolescentes y perfil aristocrático que lleva una diadema en la cabeza y el pelo recogido en la nuca. Sus garras se clavan en el himatión de Edipo como dedos que ruegan clemencia. El ángulo que elige para su mirada establece su condición mendicante. Hay, en aquella mirada, expectación, una solicitud, ¿pero qué cosa podría estar pidiendo en aquel estado de sumisión? Moreau contradice así la narrativa del mito canónico, que asume a la esfinge como una abominación temible que atormenta la ciudad de Tebas[4]».
Moreau dedicó otros cuadros al tema, como La esfinge derrotada, 1878, en el Louvre[5] o La esfinge victoriosa (1886).