Crispina (fallecida el 5 de diciembre de 304), también conocida como santa Crispina,[1] fue una mártir cristiana de África que sufrió durante la persecución de Diocleciano. Nació en Thagora, ciudad de la provincia romana de Numidia, ubicada en Taoura, Argelia (la Tabula Peutingeriana la llama Thacora, en el norte de África). Murió decapitada en Theveste, Numidia (la actual Tébessa en Argelia).
Crispina pertenecía a una familia distinguida y era una matrona adinerada con hijos. Durante su persecución, fue llevada ante el procónsul Cayo Annio Anulino; al serle ordenada que realizase sacrificio a los dioses, declaró que solo honraba a un Dios. Cuando la amenazaron de muerte, Crispina respondió:
«No me importa la vida presente, sólo me preocupa la vida de mi alma. Sólo temo los tormentos eternos».[2]
Le raparon la cabeza por orden del juez y fue expuesta al escarnio público, pero se mantuvo firme en su fe y ni siquiera las lágrimas de sus hijos la conmovieron. Al ser condenada a muerte, dio gracias a Dios y ofreció su cabeza con alegría para la ejecución.[3]
Las Actas de su martirio, escritas poco después del acontecimiento, constituyen un valioso documento histórico del período de la persecución a los cristianos de esa época.[4] El día de la muerte de Crispina se observaba en tiempos de Agustín de Hipona; en sus sermones Agustín menciona repetidamente su nombre, como muy conocido en África y digno de ser tenido en la misma veneración de Inés de Roma y Tecla de Iconio.[5][6]
En su Sermón sobre el Salmo 120, Agustín dice:
«Los perseguidores dirigieron su furia contra Crispina, cuyo cumpleaños celebramos hoy. Desataron su ferocidad contra una mujer rica, criada con delicadeza; pero ella era fuerte, porque el Señor era para ella una mejor defensa que la mano de su diestra, y Él la custodiaba. ¿Hay alguien en África que no conozca estos acontecimientos, hermanos y hermanas? Difícilmente, pues ella era sumamente famosa, de noble cuna y muy rica.»[7]: 510
Thierry Ruinart en su colección de las Actas de los mártires da cuenta de su interrogatorio.[3] Alfonso Ligorio proporcionó una versión de estos actos en sus Victorias de los mártires.
Hacia el año 400 d. C., la tumba de Crispina, situada en un cementerio a las afueras de Theveste, se había convertido en un importante complejo de peregrinación, rodeado por una muralla. En su centro se alzaba una gran iglesia, elevada sobre un alto podio y acompañada de un atrio. Desde la iglesia se accedía a una capilla trilobulada más pequeña, dedicada a Crispina y ubicada tres metros más abajo. Al oeste de la iglesia había un área dividida en cuatro secciones, probablemente estanques poco profundos, delimitados por muros bajos y flanqueados por pilastras a lo largo de los senderos. Además, había una estructura porticada, identificada como establos, situada más al oeste.[8]
El contenido de este artículo incorpora texto de la Enciclopedia Católica (1913), que se encuentra en el dominio público.