Se entiende por arquitectura dzong o jong (en dzongkha: རྫོང, en transliteración Wylie: rDzong) al estilo en que se construyeron una serie de fortalezas-monasterio en las regiones del sur del Himalaya, visible especialmente en Bután y, en menor medida, en el Tíbet.[1] Los espacios, patios y edificios, quedan definidos por una construcción masiva de muros pautados con torres. Estas fortificaciones se construyeron con fines militares, religiosos (servían de hogar a monjes budistas), y administrativos.
Los jongs o dzongs existen desde los primeros siglos del segundo milenio, si bien su época de esplendor fue el siglo XVII.
El primer término conocido para este tipo de edificios es «phodrang», que probablemente proviene de la India y aparece en varias ocasiones en el Kanjur. En Bután y el Tíbet, la palabra «dzong» hacía referencia a elementos de la naturaleza sencillos, como rocas y piedras, y dicha acepción se sigue conservando en la actualidad. Los diccionarios tibetano-inglés de Jäschke y Das (1881 y 1902) traducen la palabra como «castillo» o «fortaleza», aunque Chandra Das añade el significado moderno de «sede de un magistrado de distrito y funcionario de ingresos».[a] El académico butanés Khenpo Phuntsok Tashi apunta como posible origen al término «durga» en sánscrito, que quiere decir «indestructible» y que aplicado a un lugar significaría «fortaleza indestructible». Este paralelismo se basa en uno de los libros sobre el vastu shastra, el cual usa la palabra para fortificación y durga indistintamente.[2]
Phuntshok Tashi describe a los dzongs como lugares «donde uno está protegido y la mente puede florecer». Esta interpretación refleja su significado en la sociedad butanesa: fortalezas que albergan tanto al poder político como al religioso. En las fuentes literarias el vocablo surge durante la segunda expansión del budismo. En los documentos de esa época, la palabra «dzong» habla de los lugares que visitó Gurú Rinpoche (Padmasambhava) en el siglo VIII y que obtuvieron cierta notabilidad mística. Ingun B. Amundsen teoriza que la interpretación moderna podría deberse a que el vocablo adquirió una connotación más amplia; los lugares de meditación de Gurú Rinpoche, aunque pequeños, poseían «poder espiritual». «Dzong», por tanto, se convirtió en una palabra viable para que los gobernantes, muy relacionados con el estamento religioso, describieran sus edificios, que destacaban por su escala y por el esfuerzo invertido en ellos. Amundsen señala que es habitual que las palabras «tengan un significado en el ámbito religioso y otro en el cotidiano», por lo que las dos acepciones del término, como «lugar sagrado» y «lugar de protección mundana», pueden coexistir y superponerse, en especial porque los dzongs budistas posteriores también funcionaban como sedes monásticas.[3]
Los dzongs se desarrollaron a lo largo de los siglos, con diferentes condiciones religiosas y socio-económicas, así como en el marco de contiendas civiles y sectarias. Incluso en tiempos más pacíficos, los pueblos butaneses y tibetanos guardaban sus posesiones con recelo ante el peligro de nuevas guerras. La arquitectura era un reflejo de las medidas de seguridad necesarias: las personas rara vez ocupaban la planta baja de sus casas y las escaleras se podían replegar en caso de ataque. En los períodos de guerra, buscaban refugio en las fortificaciones más cercanas, que solían alzarse en lo alto de las colinas. Los gobernantes aprovecharon estos complejos defensivos para la expansión y el control, y también contribuyeron a la dominación territorial. Durante la dinastía Yarlung (siglos VII-IX) los fuertes locales ejercían autoridad sobre sus distritos y los anales de la dinastía Tang (618-907) mencionan que había una fortaleza por cada 50 km de territorio.[5] Durante el reinado de Songtsen Gampo (627-650), los tibetanos afirmaban que en el área que posteriormente sería Bután vivían «los bárbaros de la frontera y los bárbaros de más allá»; en el sur del Tíbet eran comunes los asaltos y robos, como demuestran los restos de torres en la zona. Las personas del lado butanés opinaban lo mismo de los tibetanos, y buscando protegerse también construyeron fortificaciones.[4]
Aunque la función de las torres antiguas era defensiva, a su vez podrían haber sido «medios de comunicación con el cielo». Tal es el caso de las denominadas «torres demoníacas» de Kongpo, que tienen forma de mandala de doce esquinas y están agrupadas en grupos de tres. Textos chinos de los siglos II al VIII describen también estructuras con una pequeña base cuadrada de cuatro a cinco metros.[6][7] Las viviendas con torres fortificadas podrían haber contado con un piso superior en voladizo, de manera similar a la arquitectura tradicional de Himachal Pradesh. La única estructura parecida de la que se tiene constancia en Bután estaba en Wangdue Phodrang. Estos antiguos edificios son los precedentes del utse, la atalaya principal de un dzong. El tibetólogo Rolf Stein define las torres como «los prototipos de la arquitectura tibetana en general».[8]
Partiendo de la arquitectura de las torres del Himalaya, los khars eran los palacios fortificados de los gobernantes. Uno de los más antiguos que se conserva es el Yungbulakang, en el valle de Yarlung (Tíbet), aunque lo reconstruyeron en la década de 1980 tras los daños de la Revolución Cultural. Posee un tejado elevado a modo de claraboya, que permite el paso de la luz a través del entrepiso de la segunda planta, además de contribuir a la ventilación. Esta disposición podría ser una versión temprana del yangtok, un tipo de techado presente en Bután.[9]
Muchas de las familias nobles de dicho reino remontan sus raíces, precisamente, a la dinastía Yarlung y sus primeros reyes. El Langdarma, la crónica del príncipe Tsangma, narra que el hermano del emperador Langdarma (siglo IX) viajó por todo Bután, dejando tras de sí vástagos, quienes crearon lo que evolucionó en linajes nobiliarios. La historia cuenta en varias ocasiones que estos hombres usurparon y construyeron castillos reales (rgyal mkhar). El escrito además menciona la presencia de fortalezas cabeza de distrito (yul mkhar) y atalayas de vigilancia (mkhar mthon). Los topónimos que incluyen el término «mkhar» aluden a antiguos principados feudales identificados por los palacios-fortaleza de sus señores, con frecuencia enfrentados entre sí. Con el tiempo, la mayoría de estos dominios locales acabaron conquistados, y en algunos de los antiguos enclaves reales las ruinas de sus khars dieron paso a la construcción de dzongs.[10]
A partir del cambio de milenio, la segunda expansión del budismo aceleró el ritmo con el que se construían templos y monasterios de mayor tamaño e importancia. Estos centros acumularon tesoros que requerían de protección y, a su vez, aumentó la rivalidad entre las distintas facciones religiosas, lo que propició los conflictos. En un principio, castillos y conventos se levantaban por separado, pero con el tiempo ambos modelos se integraron en monasterios fortificados concebidos como asentamientos defensivos. En ellos, las construcciones exteriores conformaban un perímetro cerrado y contaban con diversas medidas de protección. La primera fuente butanesa que emplea la palabra «dzong» es la biografía de Phajo Drugom Zhigpo (1208-1276), primer lama documentado del linaje Drukpa Kagyü, procedente de Ralung (Tíbet), quien se trasladó a la región occidental de Bután. El texto ilustra una etapa en la evolución del término, cuando pasó de designar lugares de meditación a referirse también a monasterios fortificados con autoridad normativa sobre los distritos locales, en línea con las prácticas de gobernantes seculares. Algunas fortalezas anteriores al siglo XVII se conservan casi intactas, como el dzong Dobji (distrito de Paro), que se erige en un emplazamiento sagrado desde el siglo XVI o antes. Por otra parte, el lama tibetano Gyalwa Lhanangpa fundó el linaje Lhapa, la primera escuela en establecer un dominio significativo en el oeste del actual reino. Esta introdujo un modelo de administración basado en las fortalezas, siguiendo la tradición ya consolidada en el Tíbet.[11]
Jangchub Gyaltsen (1302–1373), primer príncipe-abad de la dinastía Phagmodrupa (1354–1435), consolidó ese modelo administrativo. Durante su gobierno se proclamó autoridad tanto espiritual como secular, siguiendo el precedente de los líderes de la doctrina Sakya, e impulsó la restauración de una «verdadera realeza tibetana» libre de soberanía extranjera. El dzong de Gyantse se fundó hacia 1365 como palacio laico sin templos integrados, en la colina donde el último rey de la dinastía Yarlung había situado su residencia. En 1390 se estableció un gran templo junto al palacio y, entre 1418 y 1425, se fundó en las inmediaciones la ciudad monástica amurallada de Palcho. En Shigatse hay una separación análoga entre el monasterio de Tashilhunpo (1447) y el dzong que domina la cresta. Estos siglos constituyeron un período en el que la arquitectura palaciega influyó notablemente en la religiosa.[12]
A finales del siglo XV, los príncipes de Tsang arrebataron el control político a los Phagmodrupa, lo que supuso el regreso de la monarquía secular. Gobernaron entre 1435 y 1565, y les sucedieron tres reyes de Tsang que mantuvieron la corte en Shigatse (1566-1642). La tensión entre estos monarcas y los Gelugpas y sus patrones mongoles se intensificó, hasta que en 1640 los mongoles invadieron la meseta. Dos años más tarde, la orden Gelug entronizó a su líder, el quinto dalái lama, Ngawang Lobsang Gyatso (1617-1682), en el palacio de Shigatse como gobernante del país. Bajo el gobierno teocrático de los dalái lamas, las fortalezas del país unificado dejaron de estar en manos de reyes seculares y pasaron a formar parte del sistema administrativo dzong, así como se convirtieron en las sedes de los funcionarios del gobierno central.[12] El quinto dalái lama admiraba a Jangchub Gyaltsen y por ello buscó retomar las tradicionales fortalezas tibetanas. Eligió Lhasa como capital y al poco tiempo inició las obras del Potala en el lugar sagrado del antiguo palacio del rey Songtsen Gampo en la Colina Roja. El dzong de Shigatse inspiró directamente su estilo, pero buscando una mayor monumentalidad. La construcción del Palacio Blanco tuvo lugar entre 1645 y 1648 y Sangye Gyamtso fundó el Palacio Rojo en 1690; en las obras participaron miles de trabajadores y decenas de artesanos de origen chino, manchú, nepalí y mongol. Potala fue el escenario de los principales acontecimientos religiosos y políticos, la sede del gobierno teocrático y el centro administrativo de Lhasa. Su importancia es comparable a la del dzong Punakha en Bután, fundado en 1637.[13]
Los primeros dzongs que se erigieron en Bután datan del siglo XII. Según investigaciones de Karma Tenzin y otros autores, ya existían en 1153 estructuras similares, cuando Lanangpa introdujo el concepto desde el Tíbet. No se conserva ninguna fortaleza intacta de dicho periodo, pero ruinas como la del dzong Obtsho, en el distrito de Gasa, son representativas de la época incipiente.[14] Una de las más antiguas del país que sí se ha mantenido en pie es el dzong Zuri, en Paro, que data del 1352. En ambos ejemplos tempranos, la torre central (utse) es el principal elemento arquitectónico, y de ella parten los muros circundantes (shabkhor). La ausencia de patios amplios o estructuras religiosas exentas en los primeros dzongs sugiere que su objetivo primordial es defensivo, en contraste con los posteriores de la época del Shabdrung, que destinan espacio para las funciones administrativas y espirituales.[15]
La mayoría de las fortalezas se construyeron durante el siglo XVII, bajo mandato del Shabdrung Ngawang Namgyal, una de las figuras prominentes en la unificación del país. Este introdujo el sistema de administración radicado en los dzongs y le dio un carácter diferenciado respecto a otros estados budistas del Himalaya. En la actualidad, estos edificios albergan el sistema dual de gobierno —religioso y civil—. El reino cuenta con catorce dzongs que se levantaron al menos hace más de cien años y que se conservan en un estado muy similar al original. Aún así, los veinte distritos (dzongkhags) cuentan con dzongs, aunque en su mayor parte son de construcción reciente.[16]
En Bután los dzongs forman parte de su organización territorial, constituyendo un caso particular en el mundo actual. Cada dzong está a la cabeza de un distrito, y en su interior están repartidos los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Además, es sede tanto del gobierno político como del religioso (budista).[17]