Arabella es una novela romántica ambientada en la Regencia escrita por Georgette Heyer. Se publicó por vez primera por Heinemann en 1949. Trata de la situación de una chica joven, relativamente pobre, de la gentry inglesa, que llama la atención de un hombre muy rico pretendiendo ser una heredera; aunque él no la cree, le entretienen su presunción y su carácter. La historia se ambienta en la primavera de 1817.[1]
Arabella (novela) | |||||
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de Georgette Heyer | |||||
Género | Romance de la Regencia | ||||
Edición original en inglés | |||||
Título original | Arabella | ||||
Cubierta | Philip Gough | ||||
Editorial | William Heinemann | ||||
País | Reino Unido | ||||
Fecha de publicación | 1949 | ||||
Formato | Impreso (Tapa dura & rústica) | ||||
Páginas | 288 | ||||
Edición traducida al español | |||||
Título | Arabella | ||||
Traducido por | Gemma Rovira Ortega | ||||
Editorial | Salamandra | ||||
País | España | ||||
Fecha de publicación | 2007 | ||||
Páginas | 288 | ||||
Serie | |||||
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Arabella, la bella hija de un vicario rural, marcha a Londres para tener una temporada y hacer un matrimonio ventajoso. En camino a la ciudad, su carruaje sufre un accidente, y tiene que detenerse en el pabellón de caza de Robert Beaumaris, a quien llaman el Nonpareil («Simpar») de la ciudad y uno de los hombre más ricos de Inglaterra.
El señor Beaumaris sospecha que el «accidente» era un truco, por parte de alguien que lo persigue por su fortuna. Al oír este comentario, Arabella impulsivamente pretende ser una heredera. Al señor Beaumaris, sabiendo que esto no es verdad, le entretiene la osadía de ella para ponerlo en su lugar, y decide animar la creencia de su amigo en esta falsedad. Está aburrido de la Sociedad, y mira a la ciudad de forma cínica. También le entretiene el hecho de que la sociedad seguirá a cualquiera que lo lidere, con independencia de la sabiduría del comportamiento de esta persona.
Arabella le piden al señor Beaumaris y al amigo de éste, lord Fleetwood, que no revelen su «fortuna». Sigue su viaje hacia Londres, para quedarse con su madrina, lady Bridlington, creyendo ciegamente que nada resultará de este interludio. Sin embargo, lord Fleetwood no es muy discreto, y la ciudad pronto cree que Arabella es una heredera. Para entretenerse, el señor Beaumaris decide convertir a Arabella en la chica de moda en la ciudad, coqueteando con ella, y saliendo de paseo con ella en su carruaje. Arabella es consciente de que las intenciones de Beaumaris no son serias, pero le sigue la corriente, porque la admiración de Beaumaris la convierte en un éxito social.
Arabella siente que no puede contraer un buen matrimonio cuando toda la ciudad la toma por una rica heredera. Sabiendo que el señor Beaumaris no puede tener ninguna pretensión con su supuesta fortuna, y que sólo se está entreteniendo con ella, se siente de lo más cómoda en su compañía. Al final, ella lo enamora con su comportamiento inusual (lo que incluye endilgarle un niño deshollinador y un chucho) y el hecho de que ella no parezca estar quererlo.
El señor Beaumaris acaba enamorándose de Arabella y le propone matrimonio. Arabella, desconociendo que él sabe desde el principio que ella no es una heredera, lo rechaza, toda llorosa, dándose cuenta entonces de que en realidad sí que está enamorada de él, pero no puede poner de manifiesto su engaño sin arriesgarse a perder el amor de él. Mientras tanto, uno de los hermanos de Arabella, Bertram, ha llegado a la ciudad con cien libras que ha ganado. Sus amigos ricos lo hacen incurrir pronto en deudas y Arabella decide aceptar la propuesta del señor Beaumaris para poder pagar las deudas de Bertram. El señor Beaumaris adivina la causa de este cambio repentino de opinión y le divierte bastante, pues sabe que ella lo ama, a pesar de lo que las apariencias digan. Ella insiste en que deben fugarse para casarse, pues está desesperada, y él se manifiesta de acuerdo, pero en lugar de ello la lleva a visitar a la abuela de él. Una vez que llegan allí, ella confiesa que no es una mujer rica, a lo que él responde que lo ha sabido desde el principio y que él se marchó a visitar a la familia de ella. Todo se resuelve por el hecho de que la fortuna de él es inmensa, así que la falta de recursos de Arabella no será nada relevante, y la carencia de fortuna de sus hermanos y hermanas se explicará por un tñio excéntrico que dejó dinero a Arabella.
El personaje que da titulo a la novela, Arabella, está descrita como impetuosa e impulsiva. «... Su mayor pecado, como su madre le había dicho con frecuencia, era la impetuosidad que la conducía a tantos líos.». También es compasiva, valiente y cariñosa. Siguiendo las enseñanzas de su amado padre, defiende impetuosamente a aquellos que tienen necesidad: un caballo despiadadamente golpeado en las calles de Londres, una doncella cuya mandíbula está inflamada por dolor de muelas, un niño que limpia chimeneas y cuyos pies han resultado quemados para obligarle a trepar por la chimenea, un chucho sin raza torturado por un grupo de patanes. Sus decisiones impulsivas la llevan a su último «apuro» — una fuga precipitada para salvar a su hermano de la prisión por deudas. El libro acaba con Arabella animando a su querido Robert (el señor Beaumaris) a ofrecerle un trabajo a Leaky Peg, una «fulana» a la que ella encuentra cerca de «la esquina de Duck Lane, Tothill Fields».
Robert Beaumaris describe así el carácter de Arabella a su abuela:
—Es la pequeña desgraciada más encantadora que he conocido —dijo—. Cuando intenta convencerme de que está dispuesta a trepar en el juego social, se las arregla para parecerse a cualquier otra mujer, pero cuando, como sucede con demasiada frecuencia para mi comodidad, se despierta su compasión, está dispuesta a hacer lo que sea para socorrer al objeto de su compasión. Si me caso con ella, sin duda esperará que emprenda una campaña para aliviar la suerte de los jóvenes limpiachimeneas, y muy probablemente convertirá mi casa en un asilo para perros callejeros.
Mukul Kesavan de The Telegraph observa similitudes entre el personaje de Arabella y muchas otras heroínas de la Regencia de Heyer: mientras todas viajan a Londres para encontrar maridos ricos, lo hacen en sus propios términos. Kesavan dijo,
«Lo notable de las novelas de la Regencia de Heyer es cómo sus heroínas logran no bailar el minué nupcial, su torpe negativa a "encajar" en el modelo de la debutante ansiosa y conformista. Sus heroínas no son revolucionarias ni siquiera protofeministas: aceptan el mercado matrimonial formal como la norma del mundo, pero se esfuerzan por encontrar espacio para sí mismas y su naturaleza dentro de sus limitaciones».[2]
Escribiendo para Tor.com, Mari Ness afirmó que Arabella destacaba por ser una de las pocas novelas de Heyer en la que aparecen auténticos signos de pobreza. Ness escribió que Heyer
«decidió introducir un toque –simplemente un toque– de pobreza, como si quisiera reconoccer que incluso en la idealista mundo de la Regencia creado por ella, puede aparecer la pobreza genuina y real. Y como si quisiera inmediatamente suavizar esto, rodea a su pobreza con diálogo ingenioso, charlas románticas, y lo que según todas las apariencias es el final romántico que se espera».[3]
En una crítica de 1949, The New York Times criticó la novela por no mostrar «el menor signo del Londres áspero y sórdidode Swift y Defoe... Ni hay el menor signo de robustez y vitalidad que hacía que las creaciones de aquellos maestros cobrasen vida... Arabella y the Nonesuch son estereotipos de The Ladies Monthly Museum."[4]
Ness considera que Arabella es una favorita de los aficionados, «con pasajes que están entre lo mejor [de Heyer], y algo de su más irónica escritura. Y justo hasta esas últimas páginas, es una de las más deliciosas y reconfortantes novelas de Heyer, llena de momentos hilarantes y agudos comentarios sobre el comportamiento humano».[3] A Ness no le gustó el final, especialmente porque parece que la voluntad de Beaumaris, y su superioridad social, se emplearán para anular la crítica que hace su nueva esposa de la sociedad londinense y su deseo de ayudar a los oprimidos.[3]