La apuesta atea es una respuesta atea a la apuesta de Pascal,[1] aparecida en el libro Atheism: A Philosophical Justification, escrito por el filósofo estadounidense y profesor de la Universidad de Boston Michael Martin, y publicado en 1989.[1]
Blaise Pascal sugirió que es mejor la posibilidad de creer en Dios que arriesgarse a perder una felicidad infinita. En contraste, la apuesta atea sugiere:[1]
Deberías vivir tu vida e intentar hacer del mundo un lugar mejor estando en él, tanto si crees en Dios como si no. Si no hay Dios, no habrás perdido nada y serás recordado al morir por todos los que dejaste atrás. Si existe un Dios benevolente, te juzgará a ti y a tus méritos y no por el hecho de si has creído o no en él.
La apuesta establece que si una persona analiza las opciones con respecto a como vivir su vida se encontrará con las siguientes ocho posibilidades:[1]
Las siguientes tablas muestran los valores asignados a cada resultado posible:
Dios existe | Creer en Dios (C) | No creer en Dios (~C) |
---|---|---|
Vida bondadosa (B) | Beneficio infinito (cielo) | Beneficio infinito (cielo) |
Vida malvada (~B) | Desgracia infinita (infierno) | Desgracia infinita (infierno) |
Dios no existe | Creer en Dios (C) | No creer en Dios (~C) |
---|---|---|
Vida bondadosa (B) | Beneficio finito (legado positivo) | Beneficio finito (legado positivo) |
Vida malvada (~B) | Desgracia finita (legado negativo) | Desgracia finita (legado negativo) |
Dados estos valores, la opción de vivir una vida bondadosa (B), claramente domina sobre la opción de vivir una vida malvada (~B), independientemente de la creencia en Dios (C o ~C).
Siendo una variación de la apuesta de Pascal, la apuesta atea aparentemente sufre de la falacia lógica del falso dilema, basándose en la suposición de que las únicas posibilidades son las siguientes:
La apuesta atea equivale un Dios benevolente a uno que castiga o recompensa de acuerdo a acciones, asumiendo implícitamente que un Dios que actuara de otra forma (como en la apuesta de Pascal), no es un Dios benevolente. Esta premisa permite a la segunda proposición no solo cubrir la posibilidad de la ausencia de Dios sino también de todos los dioses posibles que no son benevolentes (recompensan o castigan de acuerdo a las acciones de la persona), de forma que cubre todas las posibilidades.