Los Zapatos viejos es una escultura de Cartagena de Indias, Colombia, también conocida como las Botas viejas. Fue creada en honor al poeta cartagenero Luis Carlos López, quien en su poema A mi ciudad nativa evoca el cariño que siente por su ciudad natal comparándola con unos zapatos viejos.[1]
Zapatos viejos | ||
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Material | Bronce | |
Coordenadas | 10°25′17″N 75°32′15″O / 10.42128, -75.53762 | |
Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y la espada,
del ahumado candil y las pajuelas...
Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletín... Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada...
¡Ya no viene el aceite en botijuelas!
Fuiste heroica en los tiempos coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.
Mas hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a sus zapatos viejos...
En 1954, el escultor Tito Lombana propuso al alcalde de Cartagena, Vicente Martínez Martelo, rendir un homenaje al poeta Luis Carlos López y concibió la idea de diseñar unos zapatos de gran tamaño y de aspecto ajado, elaborados en cemento, alambre y hierro.[2][3]
La escultura fue erigida en medio de una fuerte polémica: desde su anuncio en 1957 fue tildada de «adefesio» e «irrespeto»[4] por apartarse de la estética monumental tradicional, lo que la convirtió en un ejemplo de antimonumento, semejante a los casos de Rodin y Rosso. La obra, lejos de exaltar un héroe o un hecho histórico, mostraba lo cotidiano y lo banal, generando rechazo por su carácter antiestético y prosaico. Sin embargo, esa crítica destructiva, amplificada por la prensa y la opinión pública, resultó ser el detonante que permitió que la pieza fuera legitimada con el tiempo, transformándose en un símbolo moderno de la ciudad, apropiado por los ciudadanos y revalorizado tras el discurso inaugural de Héctor Rojas Herazo, que resignificó sus connotaciones como una representación compartida de la experiencia colectiva.[5][6]
Pese a la recepción negativa del público, el poeta Héctor Rojas Herazo dio un discurso[4] con el cual invitó a la ciudadanía a darle una mirada diferente de la obra:
Esos zapatones de cemento han sido motivo de desconcierto. Y esto se explica porque es un país donde nos gusta jugar al héroe de la plaza pública: una estatua engendra otra. Nos gusta jugar a la seriedad del mármol y a la seriedad del bronce. Nos gusta jugar al señor de mostachos y a la operática arrogancia que nos sale al paso en una avenida sobre un plinto de piedra falsa. Esta ha sido y seguirá siendo la nación de las estatuas.
Pues bien, estos zapatos son la negación de la estatua. Y, por una extraña paradoja, Luis Carlos López está aquí, está más viviente en estas piedras desoladas que si su efigie se irguiese frente a este bloque de muralla y frente a este trozo de mar. Porque estos zapatos que hoy descansan en este pedestal son los zapatos de todos nosotros. Los zapatos que todos hemos usado y los que tienen el molde de nuestro andar y han sufrido en un tramo de nuestra existencia la desdicha de nuestro paso, los que nos esperan en la mañana como si fueran lábiles amigos o navíos de nuestra sangre.
Con estos zapatos, la estatua de todos los zapatos humanos, hemos padecido y hemos amado. Y con ellos, a bordo de ellos, hemos conocido a una mujer, saludado a un amigo y hemos ido a un hospital, a una casa del placer, a un templo o a un cementerio.
Héctor Rojas Herazo.
La escultura permaneció en la ciudad durante 37 años hasta que, en 1994, con motivo de la construcción de una avenida, se decidió su traslado. No obstante, debido a su avanzado estado de deterioro, no podía ser restaurada, por lo que el escultor Héctor Lombana, hermano de Tito, optó por demolerla y crear una réplica en bronce, que constituye la escultura actualmente conocida. La nueva obra fue ubicada en el Pie Del Cerro, detrás del Castillo de San Felipe de Barajas.[7]
También existe otra réplica de la obra en la Plaza de Coral Gables, Florida, que fue un obsequio de la ciudad de Cartagena.[8]
La escultura está compuesta por dos grandes zapatos o botas de bronce con cordones: una en posición vertical y la otra recostada en el suelo. Se alzan sobre una base de cemento y están rodeadas de arbustos podados.[9] Según el gestor cultural cartagenero Gustavo Tatis Guerra,cuando Tito Lombana le tomó medidas para realizar la réplica, descubrió que uno de los zapatos era más grande que el otro.[10]