Vicente Zegers Recasens (Valparaíso, 22 de septiembre de 1862-Santiago, 16 de septiembre de 1926) fue un marino chileno, contraalmirante de la Armada de Chile que participó en la Guerra del Pacífico. Inicialmente como guardiamarina en la cañonera Magallanes en el combate naval de Chipana, luego a bordo de la corbeta Esmeralda en el combate naval de Iquique y finalmente en la cañonera Pilcomayo en los bombardeos de Mollendo, El Callao y Chancay.
Terminada la guerra, prestó servicios en las corbetas O'Higgins y Chacabuco, en el monitor Huáscar y en el vapor Toltén. Ocupó los puestos de comandante de Arsenales y adicto naval de Chile en España.[1]
Nació en Valparaíso el 22 de septiembre de 1862. Hijo de José Zegers Montenegro y de Mercedes Recasens Lavín. Ingresó a la Escuela Naval en 1874 como aspirante y egresó el 14 de julio de 1876 como guardiamarina.[2]
Su primera destinación fue el blindado Cochrane, nave que en esa época fue al astillero Hull (Inglaterra) a completar su construcción.
Durante la Guerra del Pacífico, conflicto que entre 1879 y 1883 enfrentó a la república de Chile contra las de Bolivia y Perú, al comienzo de esta se embarcó en la cañonera Magallanes a bordo de la cual, el 12 de abril de 1879, participó en el combate naval de Chipana.
Luego fue transbordado a la corbeta Esmeralda, correspondiéndole actuar el 21 de mayo de 1879 en el combate naval de Iquique. Su puesto de combate fue aprovisionamiento de la munición, además de ser quien clavó las banderas de la nave chilena, en señal de que habría rendición posible. Los últimos momentos del comandante Arturo Prat son relatados por el guardiamarina Vicente Zegers Recasens en una carta enviada al diario “La Unión” de Valparaíso e impresa en el libro de la escritora M. Angélica Iturriaga A. en su obra “Carmela C. de Prat. Cartas de mi Esposo”, cuya lectura dice lo siguiente:
“Habían transcurrido largas horas de intenso combate, cuando el Huáscar puso su proa hacia nosotros con el indudable propósito de espolonearnos. Fue en esos momentos, cuando oí que el Comandante me llamaba: Hágame el servicio de llamar a mi mayordomo; fue la orden”.
“ La cumplí inmediatamente i noté que éste, después de hablar con él breves palabras bajó a la cámara para volver luego a subir llevando en la mano algo que el Capitán miró durante algunos segundos antes de ponerlo en su bolsillo. Instantes habían transcurrido solamente desde la escena anterior cuando volví a oír mi nombre pronunciado por el Comandante. Acudí a su llamado, subiendo por una pequeña escala que a babor comunicaba a la cubierta con la toldilla, i al ponerme en el descanso, esperando me hablara, vi se ceñía la espada que durante la acción había tenido colocada sobre la caja de banderas.
Luego se dirigió hacia mi, i después de breve pausa, con su fisonomía perfectamente tranquila i como sonriéndose, me dijo: ‘Creo, Zegers, que Ud. como los demás, no ignora el fin que nos espera’ .Guarde silencio, ‘Pero Ud. es muí joven, replicó i tengo para mi que su buena estrella lo ha de salvar. Señor, le dije, creo que tiene Ud.las mismas expectativas de salvación que nosotros i Dios a de querer que el Comandante no nos falte’. Gracias, me contestó con la misma tranquilidad, agregándome enseguida: ‘pero como eso es difícil que suceda, si lo que espero se cumple no se olvide de mis palabras que serán tal vez las últimas: cuando vuelva Ud. a Valparaíso, vea a mi Carmela, dígale que mis últimos votos son para ella y para mis dos hijitos’.
Al oír aquellas palabras, no sé realmente lo que pasó por mi. Me sentí dominado de un sentimiento tan estraño, que no atiné a contestar, i habría tal vez llorado si en aquellos instantes no hubiera comprendido la necesidad de sobreponerme asimismo. Vino a sacarme de tan angustiosa situación, las palabras del mismo Comandante, que volvió a decirme: ‘Zegers, tenga presente mi encargo. luego mirando hacia el ‘Huáscar’ que estaba ya muí próximo me dijo: Vaya a la máquina y dígale a Hyatt (ingeniero) que dé a máquina toda fuerza. Baje al entrepuente en cumplimiento de la orden que acababa de recibir.
Subía ya a cubierta, cuando dentro del estruendo de los cañones, se sintió un golpe terrible, el buque se inclinó sobre estribor i crujió bajo nuestros pies. Era el ‘Huáscar’ que había espoloneado a la ‘Esmeralda’. Cuando el humo se hubo disipado i todos pudimos darnos cuenta, lo que a nuestro alrededor había pasado, vimos al ‘Huáscar’ como a 8oo metros de nuestra aleta. Los que no habíamos alcanzado a oír la voz ordenando al abordaje, no acertábamos a explicarnos la desaparición del Comandante y yo solo pude darme cuenta de ella, cuando Serrano que venía de popa me dijo: ‘Prat ha saltado al ‘Huáscar’ i ha muerto. El querido Capitán había sucumbido, pero su sombra había quedado entre nosotros. Aún parece oírse el eco de su voz al dirigirse a la tripulación pidiéndole que no se sentara ese día el precedente de arriar el Pabellón (SIC)».
Se hundió con su buque, fue hecho prisionero por personal peruano y a los pocos días fue canjeado por otro prisionero peruano siendo destinado a la cañonera Pilcomayo. Debido a su desempeño en el combate, con fecha 16 de junio de ese año, fue ascendido a teniente. A bordo de su nuevo buque, participó en los bombardeos de Mollendo, El Callao y Chancay y en cinco bloqueos a diferentes puertos enemigos.[3]
Terminada la guerra, prestó servicios en las corbetas O'Higgins y Chacabuco, en el monitor Huáscar y en el vapor Toltén. En 1885 fue licenciado por problemas de salud pero volvió al servicio en 1891 desempañándose en la Escuadra y después como comandante de Arsenales hasta 1894 y finalmente como agregado naval de Chile en España. Se retiró definitivamente de la Armada en 1908 fijando su residencia en la ciudad de Santiago, donde falleció el 16 de septiembre de 1926.[3]