La Carta a los hermanos del Monte Dei es una obra de Guillermo de Saint Thierry, escrita
Guillermo de Saint-Thierry (n. en Lieja en 1085 y fallecido en 1148) fue un monje, famoso por sus escritos de espiritualidad y mística. Conocemos datos más o menos detallados de su biografía gracias a una Vita que se escribió casi inmediatamente después de su muerte.[1]
Ya en 1113 entra la abadía benedictina de San Nicasio en Reims, donde recibió la formación fundamental. En 1119 es elegido abad de la Abadía de Saint Thierry, siempre en Reims. Allí permanece durante 25 años y escribe sus primeras obras: Sobre la naturaleza y la dignidad del amor, Sobre la contemplación de Dios, Sobre el sacramento del altar, Sobre la naturaleza del cuerpo y del alma, un comentario a la Epístola a los romanos y algunas meditaciones.
En 1118 conoció a Bernardo de Claraval y decidió hacerse cisterciense. Sin embargo, Bernardo no lo dejó entrar a Clairvaux y Guillermo se trasladó al monasterio de Signy. Allí escribió otras obras como El espejo de la fe y El enigma de la fe.
En 1144 pasó un periodo en la cartuja de Mont-Dieu y tras volver, los eremitas de allí le pidieron que les escribiera un tratado de vida espiritual, texto que es conocido como la Carta a los hermanos del Monte Dei. Es sin duda, su obra más famosa.
También comenzó a escribir, movido por la admiración que sentía por Bernardo, una Vita del cisterciense, aun cuando éste estuviera todavía vivo y que, curiosamente, Guillermo muriera antes que Bernardo.
Aun cuando en la Escuela de Laon, Guillermo había conocido personalmente a Abelardo, Guillermo recopiló una serie de sentencias, tomadas de obras de Abelardo como Teología cristiana e Introducción a la teología que según él resultaban heterodoxas. Estas 19 sentencias que, confutadas forman la obra Disputatio adversus Petrum Abelardum, fueron también empleadas en el sínodo de Sens (1140) para condenar a Abelardo.
Ha sido caracterizado por Jean Leclercq[2] como un hombre preocupado ante todo por la ortodoxia doctrinal, con profundas bases en los padres de la Iglesia, especialmente Orígenes, Gregorio de Nisa, Juan Scoto Erígena y Agustín de Hipona. En cuanto a su teología espiritual, repropone los famosos tres grados del amor que llevan a la unión con Dios y a recomponer en el hombre la imagen divina, por medio de la ascesis.[3] Dado que esa imagen divina del hombre es la finalidad del trabajo ascético, la asunción de la vida divina, trinitaria, es —siguiendo a los padres de la Iglesia oriental— una forma de divinización, según Guillermo.[4]
Durante su período de abad de Saint-Thierry:
Tras su traslado a Signy, ocupó el cargo de bibliotecario, cosa que según él mismo, le permitió seguir escribiendo (es sabido que la Orden del Císter privilegiaba el trabajo manual sobre el intelectual o litúrgico):