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La historia de Piura abarca un amplio desarrollo cultural y político desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad. Localizada en el noroeste del Perú, esta región fue cuna de diversas culturas originarias, entre ellas la Vicús y la Tallán, cuyas manifestaciones arqueológicas y cerámicas reflejan una compleja interacción con otras sociedades del norte andino y la región ecuatorial. Durante el período incaico, Piura fue integrada al Tahuantinsuyo mediante campañas militares y procesos de asimilación, convirtiéndose en un nodo estratégico del sistema vial imperial que conectaba Cajamarca con Quito.[1]
Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, Piura adquirió relevancia histórica al albergar la primera ciudad fundada por Francisco Pizarro en el actual territorio peruano: San Miguel de Piura.[2] A lo largo de la época colonial, la región desempeñó un papel importante como enlace entre los puertos del norte y la capital virreinal. Posteriormente, durante las luchas por la independencia y el periodo republicano, Piura participó activamente en la construcción del Estado peruano, destacando tanto por sus contribuciones militares como por su desarrollo agrícola y comercial.[3] La historia regional también ha estado marcada por fenómenos naturales como El Niño, que han influido en su economía y organización social.[4]
El territorio del actual departamento de Piura fue ocupado desde tiempos muy antiguos por diversos grupos humanos, algunos de los cuales desarrollaron culturas locales complejas y diferenciadas, tanto en la costa como en la sierra y zonas de transición. Estos pueblos preincaicos tenían estructuras sociales, económicas y religiosas propias, y muchas veces mantuvieron relaciones de intercambio o conflicto entre sí.
Los tallanes, también conocidos como yungas en algunas fuentes, constituyen uno de los grupos humanos más antiguos de la costa norte del Perú. Se establecieron en el litoral de la actual región Piura, particularmente en las zonas del bajo Piura, Catacaos, Narihualá y Sechura.[5] Su presencia está documentada desde el final del período formativo y continuó hasta poco antes de la conquista española.
Vivían en behetrías, es decir, asentamientos sin una jefatura política única ni estructuras de poder centralizado, lo que sugiere una organización tribal o de clanes. Esta condición facilitó su posterior sometimiento por parte de culturas más centralizadas, como la mochica y, más tarde, los incas.[6]
Aunque fueron incorporados al ámbito de influencia mochica, los tallanes conservaron ciertos elementos propios, como su lengua (probablemente de origen culle o pescadora) y algunas prácticas religiosas.[5] Se ha sugerido que la relación con los mochicas fue de subordinación cultural, aunque no necesariamente de total dominación política. Posteriormente, ya en el período tardío, fueron integrados al sistema imperial incaico mediante conquistas o alianzas, aunque los registros al respecto son escasos.
Uno de los centros más importantes de esta cultura fue Narihualá, donde aún se conservan restos de una arquitectura monumental de adobe, que ha sido interpretada como un centro ceremonial.[7][8] El sitio ha sido tradicionalmente identificado como el lugar del «Gran Templo del dios Walac», aunque esta interpretación aún carece de consenso académico definitivo.
Los bracamoros, también denominados pacamoros, habitaron —en lo que es el actual departamento de Piura— la provincia de Huancabamba,[9][10] en un territorio que representa una zona de transición entre los Andes y la cuenca amazónica. Su ubicación geográfica y rasgos culturales han llevado a algunos investigadores a considerarlos parte de un conjunto de pueblos de origen amazónico andinizado.[11]
Vivían en comunidades distribuidas principalmente a lo largo de los cursos fluviales, lo que sugiere un patrón de asentamiento ribereño. Su arquitectura, aunque poco documentada, ha sido asociada con estructuras de base circular y materiales perecederos, lo que dificulta su preservación arqueológica.[12]
Fuentes coloniales y crónicas como las de Pedro Cieza de León y Miguel Cabello de Balboa coinciden en resaltar la resistencia de los bracamoros frente a los intentos de sometimiento por parte del Imperio incaico.[13] Según estas crónicas, lograron repeler al menos dos expediciones incaicas, lo que sugiere cierto grado de organización militar o capacidad defensiva local.
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