Historia de las salas de cine en la República Dominicana (siglo XX) | ||
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Localización | ||
Lugar | Santo Domingo, República Dominicana |
La Historia del cine dominicano del siglo XX documenta la evolución de la producción y exhibición cinematográfica en la República Dominicana desde la llegada del cinematógrafo en 1900 hasta 1999. La etapa inicial quedó oficialmente inaugurada con la llegada del empresario italiano Francesco Greco y la primera proyección documentada del Cinematógrafo Lumière en Puerto Plata en agosto de 1900, evento que marcó el comienzo del cine en el país.[1]
Hasta hace poco, la versión más aceptada situaba la primera proyección cinematográfica en el país en agosto de 1900, en el Teatro Curiel de Puerto Plata, según la prensa contemporánea.[1] Sin embargo, investigaciones recientes citadas por Félix Manuel Lora y Martha Checo señalan que, de acuerdo con el testimonio de Jovino A. Espínola Reyes (publicado en 1950), Francesco Greco habría presentado el cinematógrafo en La Vega en julio de ese año, en un salón de billares propiedad de Nathan Cohén.[2][3] Esta nueva versión, aunque plausible, se basa en un relato memorialístico escrito medio siglo después y no en una crónica de prensa contemporánea, por lo que debe considerarse con cautela. Ya que es un hecho basado en un recuerdo, no se puede tomar por encima de lo que la documentación escrita contemporánea señala. Es preferible esperar a que se pueda confirmar con algún documento de la época, ya que La Vega queda fuera de la lógica de una posible iniciación en el interior, siendo un pueblo pequeño que habría sido visitado pasando por dos grandes ciudades con teatros y vida cultural activa.
La primera referencia conocida al kinetograph de Thomas A. Edison (presentado en mayo de 1891) en la prensa dominicana aparece en *El Día* de Santiago, el 20 de agosto de 1891, bajo el título «La última invención de T. Edison».[4][5]
En julio de 1894, los hermanos Robiou presentaron en Santiago un Estereopticón Gigante. Con motivo de la visita del presidente Ulises Heureaux, el programa incluyó «retratos foto-estereópticos del ciudadano presidente y de varios episodios de su entrada y festejos».[6][4]
En esos años, el teatro —en especial la zarzuela— fue la principal distracción pública, junto a espectáculos como corridas de toros, el circo «Independencia» y peleas de gallos. Entre los recintos destacaban La Republicana, Quisqueya y Heureaux (este último inaugurado el 20 de julio de 1897 en la calle Sánchez). El 5 de enero de 1896 se inauguró el alumbrado eléctrico en Santo Domingo. Entre los fotógrafos sobresalieron Julio Pou —fotógrafo del presidente y premiado en Nueva York (1895) y Bruselas (1897)— y Eduardo Borges, quien abrió su galería en octubre de 1897.[4]
En noviembre de 1897 se anunció por primera vez la próxima llegada de un cinematógrafo a Santo Domingo. El *Listín Diario* informó: «Julio Pou está preparando vistas para el cinematógrafo que uno de esos días se exhibirá en esta ciudad».[7] Días después se comunicó que su galería había sido reconstruida para acoger «grupos hasta de 50 o más personas».[8] No obstante, ante la falta de confirmación posterior, se considera poco probable que esas «vistas» llegaran a exhibirse entonces, pudiendo tratarse de un anuncio promocional.[4]
Aunque se ha planteado la posibilidad de que se realizaran sesiones de cinematografía en el país durante 1898 y 1899, la primera proyección documentada corresponde al año 1900. El empresario ambulante Francesco Grecco, que había presentado su cinematógrafo Lumière en San José (Costa Rica) en mayo de ese año, arribó en agosto al puerto de Puerto Plata a bordo del vapor Cherokee. Allí organizó una función en el Teatro Curiel (también conocido como Teatro Municipal), inaugurado en noviembre de 1895.
Con la llegada de Francesco Greco y la primera proyección documentada del Cinematógrafo Lumière en agosto de 1900, quedó oficialmente inaugurada la etapa inicial del cine en la República Dominicana.
Según el historiador Sáez (1982: 25-26), esa noche se exhibieron once películas producidas por la casa Lumière, de Lyon, entre 1895 y 1899.
Tras su presentación en Puerto Plata, el pionero italiano Francesco Grecco llevó su Cinematógrafo Lumière a Santiago en septiembre de 1900.
El Listín Diario del 14 de septiembre de 1900 reproduce un artículo de La Redención, de Santiago, que describe la recepción del público y detalla dos de los cuadros exhibidos. El primero mostraba una calle de París con automóviles, bicicletas y peatones, mientras el segundo retrataba a un grupo de oficiales italianos montados a caballo, junto a una compañía de artillería y trenes, superando las dificultades de un terreno agreste. Ambos fueron calurosamente aplaudidos, destacándose la impresión de realismo que causaron en la audiencia.
La prensa local, como El Constitucional, anunciaba la “última exhibición del aparato Lumière” para el 18 de septiembre, aunque la buena acogida del público prolongó las funciones. Entre las vistas proyectadas destacaban escenas urbanas de París, con automóviles, bicicletas y transeúntes, y un cuadro militar italiano con oficiales a caballo, artillería y trenes, descritos como de notable realismo.
El 19 de septiembre, El Constitucional reseñó nuevos títulos que incluían escenas de bailes públicos en Milán, fiestas en palacio, corridas de toros en Valencia y episodios bélicos como Paso difícil por la artillería italiana y El asalto de un muro por cazadores franceses, junto a dramatizaciones como La Pasión de Cristo.
En noviembre de 1900, Greco se trasladó a Santo Domingo, donde presentó su espectáculo en el Teatro La Republicana (antigua iglesia de los Jesuitas). Las crónicas del Listín Diario y El Nuevo Régimen reflejan un público entusiasta y funciones bien recibidas, aunque con variaciones de asistencia. El empresario ajustó los precios de las entradas para facilitar el acceso, ofreciendo localidades desde 0,20 pesos para niños hasta 2 pesos en palcos altos. Entre las vistas más comentadas figuró La corrida de toros.
Greco permaneció en la capital cerca de un mes antes de continuar su gira por el Caribe, con una estancia en Haití en febrero de 1901, para luego regresar a la República Dominicana.
El Proyectógrafo de James Myers (1900)
En diciembre de 1900, el estadounidense James Myers presentó en Santo Domingo el Proyectógrafo de Edison, aparato que sucedió al Vitascope a partir de 1897. Su llegada se inscribía en la competencia internacional entre las tecnologías Lumière y Edison.
El Listín Diario del 10 de diciembre anunció funciones con escenas de la guerra de Filipinas y del Transvaal, así como otras novedades de Estados Unidos. La única proyección documentada tuvo lugar el 23 de diciembre en el Teatro La Republicana, compartiendo cartel con una función teatral. Las fuentes apuntan a que, debido a la escasez de cintas, este tipo de exhibiciones eran limitadas y podían repetirse hasta agotar el interés del público. El primer espacio documentado fue el Teatro La Republicana (calle Las Damas). En diciembre de 1900 el empresario estadounidense Mr. Myers presentó el Vitascope de Thomas A. Edison. El local funcionó hasta 1917; hoy el edificio alberga el Panteón de la Patria.[9]
En abril de 1901, Francisco Maymón Palmer, asociado con Fundador Vargas, llegó a Santo Domingo con la Empresa Maymón y Vargas para presentar un Cinematógrafo Edison, posiblemente un projectoscope. Siguiendo la ruta de otros pioneros como Francesco Grecco, Maymón emprendió un recorrido por la República Dominicana, del cual solo se conocen algunas etapas. El 21 de abril, el periódico El Nuevo Régimen reseñaba:
VARIADAS son las funciones que ofrecen al público de esta ciudad los Señores Vargas y Maimon [sic] en su cinematógrafo.
Conseguida la luz eléctrica que necesitaban, la exposición de las vistas no dejan nada que desear y la concurrencia se retira del coliseo altamente satisfecha. Los que no hayan gozado aún de ese espectáculo, deben asistir al teatro a darse cuenta de los progresos que la ciencia alcanza en nuestros días.
El Nuevo Régimen, Santo Domingo, 21 de abril de 1901, p. 2
En junio del mismo año, la empresa se presentó en Santiago, donde El Constitucional destacó la calidad y variedad de su repertorio (22 de junio de 1901) y advirtió sobre los desórdenes del público (24 de junio de 1901). Las funciones incluían reconstrucciones de la guerra de Cuba y Filipinas, como registran las ediciones del 27 de junio y del 1 de julio de 1901. Tras menos de un mes, Maymón y Vargas concluyeron su recorrido y regresaron a Puerto Rico.
Tras una estancia en Haití, Francesco Grecco regresó a la República Dominicana en junio de 1901, encontrando competencia directa por primera vez. En Santo Domingo, las funciones del 22 de junio en el Teatro La Republicana fueron escasamente concurridas, aunque poco después logró restablecer el éxito. Con la incorporación del fonógrafo, ofrecía además audiciones musicales, lo que fue bien recibido por el público (Listín Diario, 19 de julio de 1901).
Greco denunció públicamente a la empresa Olmos y Vendrell por presentar un aparato Edison como si fuera un Cinematógrafo Lumière, afectando su contrato exclusivo con la casa Lumière para las Antillas (Listín Diario, 20 de julio de 1901). A comienzos de agosto, anunciaba la superación de problemas técnicos y prometía «una nueva exhibición ilustrada con 21 cuadros» (Listín Diario, 3 de agosto de 1901), entre los que se incluían los tres actos de la comedia francesa La Muñeca (Listín Diario, 6 de agosto de 1901).
El 10 de agosto, Grecco anunciaba un programa con «cuadros representando la Exposición de 1900, cargas de caballería, corrida de toros y ejercicios militares», y dos días después El Cronista destacaba la variedad y mérito de las vistas, como Sombrero multiforme, Batalla de mujeres, Ataque por mar a Cuba y Caballería pasando un río. En la función de despedida, el 14 de agosto, el programa incluyó «cargas a salto por la caballería italiana» y «Carga de caballería por los húsares de Czarina», además de cuadros taurinos.
Según las reseñas, su repertorio combinaba producciones de los catálogos Lumière y Edison, consolidando su papel como figura central en la introducción del cine en la República Dominicana.
En los primeros meses de 1902, la actividad cinematográfica en la República Dominicana contó con la presencia de varias empresas y exhibidores itinerantes.
La empresa Olmos y Vendrell, rival de Francesco Grecco, continuó exhibiendo su aparato Edison hasta que, a inicios de enero, en Azua, vendió todo su material al señor Eliseo Pérez Castro:
AZUA
El Cinematógrafo y fonógrafo de la empresa Olmos y Vendrell ha sido comprado por el Sr. Eliseo Pérez Castro.
El Día, Santo Domingo, 15 de enero de 1902, p. 2
Tras adquirir el equipo, Pérez Castro organizó funciones en el teatro de Azua. El 29 de enero, El Día informaba:
La Compañía dramática que dirije el Sr. Nortes no pudo ir a Azua, como pensaba, por razón de que el teatro de la simpática ciudad del Vía lo tiene por ahora uno que excibe [sic] un cinematógrafo.
Embarcara mañana para Macorís.
El Día, Santo Domingo, 29 de enero de 1902, p. 3
En marzo de 1902, un empresario identificado como Sr. Teunissen ofreció funciones en el Teatro La Republicana:
CINEMATÓGRAFO.–Esta noche hace su debut en “La Republicana” el Sr. Teunissen, presentado al público capitaleño su cinematógrafo. A juzgar por los títulos, muy originales serán las vistas que estrenará. La función ha sido dividida en 3 tandas de a 7 vistas cada una. Los precios son módicos. El Día, Santo Domingo, 8 de marzo de 1902, p. 3
Pese a la novedad, la asistencia fue escasa y la crítica señaló deficiencias técnicas:
CINEMATÓGRAFO.–Se llevaron a efecto las exibiciones del Cinematógrafo de la empresa Teunissen, en las noches del sábado y domingo, quedando poco concurridas. El Día, Santo Domingo, 10 de marzo de 1902, p. 3
Incluso se reseñó el carácter inapropiado de algunos contenidos:
EN el Cinematógrafo sirvieron anoche un PLATO muy fuerte para paladares delicados. El Día, Santo Domingo, 10 de marzo de 1902, p. 3
En marzo de 1902, llegaron a la capital los empresarios Édouard Hervet y Sr. Didier con un aparato de la casa Lumière:
PRESENTADOS.–Nos han sido presentados hoy en esta Redacción adonde vinieron a hacernos una visita, los señores Hervet y Didier, Empresarios del Cinematógrafo Lumière perfeccionado que llegó ayer a esta ciudad. El Día, Santo Domingo, 14 de marzo de 1902, p. 3
El propio Hervet promocionó su espectáculo destacando títulos de ficción y actualidades:
OTRO CINEMATÓGRAFO.–El Cinematógrafo que ha llegado hoy a esta ciudad es de la fábrica Lumière y el más perfecto que hasta ahora
El Cinematógrafo de Francesco Grecco (marzo de 1902)
Después de varios meses sin noticias suyas, se sabe que Francesco Grecco seguía activo en la República Dominicana y que, en marzo de 1902, anunció su próxima salida hacia Europa. Antes de partir, en San Pedro de Macorís declaró que su intención era adquirir un cinematógrafo Lumière perfeccionado para volver a exhibirlo en el país. El 24 de marzo, la prensa documenta su salida en el vapor Seminole con destino a Nueva York, su lugar de residencia.
El Cinematógrafo de James Myers (abril de 1902)
James Myers, del que no había referencias desde hacía casi año y medio, reaparece en abril de 1902 ofreciendo funciones cinematográficas en Santiago, según informó El Día el 2 de abril. Esta es la última noticia conocida sobre su actividad en la República Dominicana, antes de que se le vuelva a encontrar dos años más tarde en Haití, presentando un cinematógrafo Lumière.
El año 1904 representa un momento de especial relevancia en la historia temprana del cine en la República Dominicana. A partir de la llegada de diferentes empresarios y operadores de cinematógrafos, el país fue escenario de una actividad itinerante que no solo mostró películas extranjeras, sino que también incorporó, por primera vez, filmaciones locales de carácter noticioso. Estas iniciativas reflejaron tanto el potencial comercial como el valor documental del nuevo medio, en un momento en que la producción nacional era aún incipiente.
En los primeros meses de 1904, el empresario dominicano Francisco Maymón Palmer, acompañado en esta ocasión por el señor Rahola, regresó a la República Dominicana para presentar su cinematógrafo en Puerto Plata. La prensa de la época, citada por José Luis Sáez, registra la presencia del "cinema de los señores Rahola y Maimón" en esta ciudad, consolidando a Puerto Plata como un punto clave para la exhibición cinematográfica en la región norte, gracias a su actividad portuaria y vida cultural.
Uno de los hitos más significativos de 1904 lo protagonizó Egerton M. Massías, un exhibidor de origen inglés que desempeñó un papel fundamental en la primera década del cine en el país. En abril de ese año, Massías llegó a Santo Domingo con un cinematógrafo que, según sus propias declaraciones a la prensa, presentaba una "magnífica" calidad y un programa variado. Su mayor contribución radica en haber incorporado vistas rodadas en la República Dominicana, lo que las convierte en las primeras películas de carácter noticioso producidas en el país.
Entre las vistas destacadas estaban La toma de Puerto Plata por las fuerzas del Gobierno, La toma de Samaná por los revolucionarios al mando de Barba y La vanguardia del General Barba disponiéndose a un combate con las fuerzas del Gobierno. Estas imágenes documentaban episodios de la llamada Revolución de la Unión (1903), un conflicto político-militar que estalló tras el asesinato del dictador Ulises Heureaux. La inclusión de figuras como el Presidente Morales, los generales Horacio Vásquez, Ramón Cáceres y Jesús María Céspedes dotaba a estas proyecciones de un fuerte componente de actualidad y atractivo para el público.
Las funciones de Massías en el Teatro La Republicana fueron ampliamente anunciadas y suscitaron gran expectación. La prensa destacaba que el público no solo acudía por la curiosidad de ver escenas recientes de la guerra, sino también para conocer visualmente a personajes de la política y la milicia nacional.
Otro protagonista de 1904 fue B. Dupuy, exhibidor procedente de Cuba que llegó a Santo Domingo en junio de ese año con un cinematógrafo de su propiedad, identificado como Lumière. Sus primeras funciones en el Teatro La Republicana incluyeron un programa variado de vistas internacionales —como La venganza de un criado, Toros en México, Los Ministros hispano-americanos en Madrid, Asesinato del general Kleber, Dragones atravesando un río y Baile de mariposas— combinadas con vistas cómicas y fantasmagóricas.
Aunque su cinematógrafo fue bien recibido por la crítica, algunas funciones se vieron afectadas por problemas de orden público y por la falta de coordinación entre las imágenes proyectadas y la música interpretada en vivo, un aspecto que ya era motivo de debate en la época. La prensa recoge incluso declaraciones del propio Dupuy desmintiendo rumores sobre supuestas funciones "exclusivas para hombres", señalando que no proyectaría nada que pudiera ofender a damas o niños.
Tras su temporada en Santo Domingo, Dupuy continuó su gira hacia San Pedro de Macorís, ciudad que por entonces vivía un auge económico gracias a la industria azucarera y que se perfilaba como un importante mercado para espectáculos modernos.
El recorrido de Maymón, Massías y Dupuy en 1904 muestra la coexistencia de distintos modelos de exhibición cinematográfica: desde el empresario nacional que retorna con equipo y experiencia acumulada en el exterior, hasta el operador extranjero que recorre el Caribe con tecnología de vanguardia, pasando por el exhibidor que introduce contenidos locales de valor documental.
Ese año consolidó a la República Dominicana como parte de las rutas del cine itinerante en el Caribe y marcó un paso decisivo hacia la apropiación del medio para fines propios, como la documentación de eventos históricos recientes. Aunque la infraestructura y la producción nacional aún eran limitadas, las experiencias de 1904 dejaron claro que el cine, además de entretenimiento, podía convertirse en un testigo privilegiado de la historia nacional.
El año 1905 marca un periodo de intensa actividad para la exhibición cinematográfica itinerante en la República Dominicana. A través de diferentes empresarios y compañías, el cinematógrafo recorrió las principales ciudades del país, ofreciendo programas que combinaban vistas internacionales, acontecimientos de actualidad y espectáculos visuales variados. Entre los protagonistas de ese año destacan Bertrand Dupuy, el cinematógrafo Lumière y la familia Kaurt.
A inicios de 1905, Bertrand Dupuy se encontraba nuevamente en Santo Domingo, aunque no está claro si su regreso fue desde Cuba u otra parte del Caribe. Finalizadas sus funciones en la capital, inició una gira hacia La Vega a principios de febrero y poco después a Santiago, donde presentó su espectáculo en el Teatro Palmer a partir del 6 de febrero.
En Santiago, Dupuy organizó cinco funciones, iniciando el 9 de febrero. El programa, variado y extenso, constaba de tres partes con quince exhibiciones cada una, lo que suponía más de 45 vistas en total. Sin embargo, la calidad técnica de las proyecciones se vio afectada por problemas de iluminación, que dificultaban la nitidez de las imágenes. Entre las vistas presentadas se incluían escenas de la guerra ruso-japonesa y películas de carácter religioso como la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Esta gira concluyó en febrero, marcando la segunda vuelta de Dupuy por el país.
En mayo de 1905, la prensa reportó la presencia en Santo Domingo de un “famoso cinematógrafo, última modificación de la casa Lumière”, calificado como el mejor llegado al país hasta la fecha. Su programa incluía numerosas vistas de la guerra ruso-japonesa, un tema que despertaba gran interés en el público. Durante el mes de junio, este cinematógrafo recorrió San Pedro de Macorís, Puerto Plata y Santiago, llevando su espectáculo a los principales núcleos urbanos del país.
En agosto de 1905 llegó a la República Dominicana la familia Kaurt, reconocida por sus giras internacionales a través del Caribe, México, Brasil y España. Henry Kaurt arribó procedente de Venezuela a finales de julio, presentando un cinematógrafo acompañado de un “Estereopticón”. El 20 de agosto inauguró funciones en el Teatro Curiel de Puerto Plata, con gran asistencia y elogios de la prensa por la calidad de las vistas.
Posteriormente, Kaurt viajó a Santiago, donde su espectáculo se inauguró el 2 de septiembre. A pesar de que el aparato fue calificado como uno de los mejores que habían llegado al país y las vistas eran de buena calidad, la asistencia fue reducida. La prensa local atribuyó la baja concurrencia a lo elevado de los precios, recomendando al empresario una rebaja para atraer más público. Poco después, la compañía continuó su gira por Latinoamérica y se presentó en Barbados.
El panorama cinematográfico de 1905 en la República Dominicana muestra la consolidación del cine itinerante como forma predominante de exhibición. Los programas combinaban la actualidad internacional —como la guerra ruso-japonesa— con espectáculos religiosos, comedias y vistas exóticas, respondiendo a los intereses de un público variado. La llegada de figuras como Dupuy, el cinematógrafo Lumière y la familia Kaurt demuestra que el país estaba integrado a las rutas internacionales del cine y el entretenimiento, aun con las limitaciones técnicas y logísticas propias de la época
En octubre de 1906, el Teatro La Republicana de Santo Domingo fue escenario de una nueva experiencia cinematográfica gracias a la exhibición del aparato francés Beliograph Fono-Cinéma. Según registra el historiador José Luis Sáez, el 13 de ese mes se anunciaron funciones con este dispositivo, que representaba un avance tecnológico significativo para la época al combinar imagen y sonido sincronizados.
La llegada del Beliograph Fono-Cinéma ofreció al público capitalino la posibilidad de apreciar un espectáculo innovador que integraba proyección cinematográfica con registro fonográfico, acercando la experiencia local a las vanguardias técnicas europeas de inicios del siglo XX. Este evento se suma a la serie de hitos que, desde principios de siglo, ampliaron el repertorio de exhibiciones y dispositivos presentados en el país, marcando un precedente en la evolución de la tecnología audiovisual en la República Dominicana.
En 1908 el empresario Fundador Vargas abrió el Teatro Vargas, primer local concebido para exhibición estable, que luego se transformó en el Teatro Apolo.[9]
En 1911, Fernando Defilló y Ciriaco Landolfi inauguraron el Teatro Landolfi (entre Padre Billini y Arzobispo Portes), con entradas a 10 centavos.[10]
En 1913, Juan Bautista Alfonseca abrió el Teatro Independencia (56 palcos, 565 butacas y 80 lunetas), con “martes galantes” (entrada gratuita a mujeres acompañadas) y estrenos los jueves. En 1915 remodeló el Landolfi como Teatro Colón (500 butacas de madera), desaparecido tras el ciclón San Zenón de 1930.[11]
En 1915, el reconocido fotógrafo y cineasta puertorriqueño Rafael Colorado, veterano de la Guerra Hispanoamericana y figura clave en la historia visual del Caribe, viajó a la República Dominicana para registrar un acontecimiento de gran resonancia cultural: la visita del intelectual puertorriqueño José de Diego, “el caballero de la raza”. De Diego, poeta, orador, jurista y político, era un ferviente defensor de la autonomía cultural de Puerto Rico y del ideal de una soberanía antillana, lo que despertó gran expectación en los círculos culturales dominicanos.
Colorado filmó su llegada y actividades en Santo Domingo en un documental que el público conoció como La película de Concho. Para esta producción, contó con la colaboración del dominicano Francisco Arturo Palau, quien participó en diversas tareas técnicas y logísticas. Finalizado el rodaje, Palau viajó a San Juan de Puerto Rico para supervisar el revelado y la edición en el laboratorio que Colorado mantenía en la calle Fortaleza, uno de los centros de producción cinematográfica más modernos de la región en ese momento.
La película de Colorado, de carácter documental, constituye uno de los primeros registros cinematográficos realizados en suelo dominicano. Aunque no fue una producción dominicana en sentido estricto, su rodaje y procesamiento marcaron un hito en la historia del cine nacional al capturar un hecho real con fines de crónica visual o noticiario. Para Palau, esta experiencia representó una oportunidad única de aprendizaje, adquiriendo conocimientos en guion, dirección, revelado y montaje, que posteriormente aplicaría en sus propias producciones.
La colaboración entre Colorado y Palau fortaleció los vínculos entre los circuitos cinematográficos del Caribe y sentó bases para el desarrollo del cine en la República Dominicana. En este mismo contexto, el 31 de enero de 1920, los teatros Colón e Independencia proyectaron el reportaje Excursiones de José de Diego a Santo Domingo, integrando la incipiente producción cinematográfica a los espacios de exhibición de la capital.
Para los años 1920, la capital contaba con cinco salas principales: Colón, Independencia, Duarte, Capotillo y Rialto. El 31 de enero de 1920, Colón e Independencia proyectaron el reportaje Excursiones de José de Diego a Santo Domingo, primera película filmada en territorio dominicano.[9]
En 1923 se inauguró el Teatro Rialto (calle Duarte), especializado en cine mudo; cerró en septiembre de 1983. En 1925 abrió el Teatro Capitolio frente al Parque Colón y la Catedral, propiedad del expresidente Alejandro Woss y Gil.[9]
En agosto de 1922, durante los actos de la coronación canónica de la Virgen de la Altagracia —evento de profunda significación religiosa y cultural para el pueblo dominicano—, se realizó el primer registro fílmico documental de esta manifestación devocional. La filmación estuvo a cargo del fotógrafo y cineasta puertorriqueño Rafael Colorado y del empresario teatral Louis Pasquale, quienes viajaron desde Puerto Rico con el propósito de documentar los acontecimientos.
La cámara registró el traslado de la imagen sagrada desde la iglesia de San Dionisio, en Higüey, hasta la Catedral Metropolitana de Santo Domingo, así como las ceremonias celebradas en el Baluarte del Conde (antiguo Bastión de San Genaro), uno de los lugares más emblemáticos de la capital.
En las jornadas de filmación participaron Francisco Arturo Palau, Tuto Báez, Adam Sánchez y Salvador Sturla, quienes colaboraron activamente en la producción. Esa experiencia, unida al fervor colectivo hacia la Virgen, inspiró a Palau y al empresario Juan Bautista Alfonseca —propietario del Teatro Independencia— a concebir una película basada en la leyenda de la Virgen de la Altagracia.
Fruto de esta iniciativa, en 1923 Palau dirigió, junto a Tuto Báez y con producción de Juan Bautista Alfonseca, propietario del Teatro Independencia, la que se considera la primera película de ficción dominicana: La aparición de Nuestra Señora de la Altagracia, también anunciada como La leyenda de Nuestra Señora de la Altagracia.
Dividida en cuatro actos, la cinta se basó en un guion del historiador Bernardo Pichardo, con escenografía del artista español Enrique Tarazona. El estreno tuvo lugar el 16 de febrero de 1923 en los teatros Colón e Independencia de Santo Domingo, y fue recibido con entusiasmo por público y crítica.
La película dramatizaba la leyenda de la Virgen, advocación mariana profundamente enraizada en la identidad nacional, cuyo culto se originó en Higüey. La producción incluyó una innovadora campaña publicitaria y avances promocionales —una rareza en la época—. El reparto lo encabezaron Alma Zolessi, José B. Peynado Soler, Fernando Ravelo, Panchito Palau y Pedro Troncoso Sánchez.
El Listín Diario reseñó su estreno como «un triunfo ruidoso» y la consideró un esfuerzo «merecedor de ayuda y digno de encendido encomio», destacando escenas como la aparición fantástica de la Virgen y los paisajes tropicales.
Ese mismo año, Palau realizó La República Dominicana, considerado el primer documental cinematográfico producido en el país. Aunque su objetivo inicial no era fundar un género, la obra se convirtió en el primer testimonio fílmico de carácter documental de producción local.
La película —hoy perdida— mostraba paisajes rurales y urbanos, instituciones oficiales y actos cívicos, ofreciendo una mirada realista y didáctica de la nación. Su proyección en salas comerciales despertó gran interés, consolidando a Palau como pionero tanto del cine de ficción como del documental dominicano.
En 1924, Palau estrenó la comedia romántica Las emboscadas de Cupido, considerada el primer gran éxito de taquilla del cine dominicano. Rodada en locaciones reales y protagonizada por actores aficionados de la sociedad capitaleña —entre ellos Delia Weber y Pedro Troncoso Sánchez—, la película se dividía en cinco actos y narraba los enredos amorosos de una joven pareja frente a la oposición del padre de la novia por la humilde condición del pretendiente.
La cinta combinaba humor, situaciones de enredo y elementos del teatro costumbrista, retratando valores y tensiones sociales de la época. Su estreno el 19 de marzo de 1924 en la capital dio inicio a una gira por varias provincias, consolidando a Palau como figura central del naciente cine nacional.
A partir de la década de 1930 se establecieron en la República Dominicana nuevas salas de cine, notablemente más modernas que sus predecesoras. Entre ellas destacan: Cine Ozama (1935), Mi Cine (1935), Teatro Max (1945; anteriormente El Travieso, 1930), Cine Diana (1951), Teatro Apolo (1936), Teatro Olimpia (1941), Teatro Julia (1942; con 1050 butacas en platea y 300 en palcos), Coliseo Brugal (posteriormente Coliseo/Jardín Ramfis) y el Cine Paramount (1938).[10][9]
La televisión llegó oficialmente a la República Dominicana el 1 de agosto de 1952, con la inauguración del canal La Voz Dominicana, convirtiéndose en el primero del país y el tercero en América Latina. Bajo la dirección de José Arismendy “Petán” Trujillo, el canal inició transmisiones en blanco y negro con equipos RCA, siendo su primer programa Romance Campesino, conducido por Macario y Felipa.
El nuevo medio supuso una transformación cultural: ofrecía acceso inmediato a información, entretenimiento y programas en vivo sin que el público tuviera que desplazarse, lo que afectó progresivamente la asistencia a las salas de cine. La inmediatez y la programación continua de la televisión empezaron a competir con el cine, sobre todo en el ámbito urbano, donde las familias incorporaron el televisor como centro de la vida doméstica.
Antes de convertirse en canal de televisión, la empresa había nacido como La Voz del Yuna en 1942, en Bonao, trasladándose a Santo Domingo en 1946. Durante sus primeros años televisivos, La Voz Dominicana integró escuelas de canto y locución, formando a los primeros locutores, cantantes y comediantes del país. Por sus estudios pasaron artistas nacionales e internacionales, convirtiéndose en un verdadero “Palacio de la Televisión”.
En 1959 surgió el segundo canal, Rahintel (Canal 7), pionero en transmisiones vía satélite.Fue el primer canal privado del país, que fue Rahintel, canal 7, con una participación importante de Radhamés Trujillo. El ingeniero Pedro Pablo Bonilla Portalatín, dueño y fundador de radio HIN que anteriormente eran las frecuencias de la ¨Voz de la Reelección de Trujillo¨ y más adelante Radio HIN Televisión (Rahintel). Cuando comenzó HIN era “Jazz”, la música predilecta de Pepe Bonilla, pero no era un ritmo muy popular.
La incursión de la televisión en la República Dominicana a partir de 1952 marcó un punto de inflexión en los hábitos de consumo cultural del país. La programación televisiva ofrecía acceso inmediato y gratuito a entretenimiento, noticias y música desde el hogar, reduciendo de forma progresiva la asistencia del público a las salas de cine.
A diferencia de la televisión, el cine requería altos costos de producción, equipamiento especializado y una infraestructura técnica que nunca llegó a consolidarse a gran escala en el país. Producir una película de manera profesional implicaba inversiones en rodaje, revelado, edición y distribución, procesos complejos que dificultaban la continuidad de proyectos cinematográficos.
Ante la falta de un sistema de apoyo industrial y la competencia directa de la televisión como medio de entretenimiento masivo, el cine dominicano de mediados y finales del siglo XX se desarrolló de forma independiente, sustentado en esfuerzos individuales o colectivos puntuales, sin contar con una gran infraestructura que garantizara su crecimiento sostenido.
Según el crítico Pachico Tejada, en las décadas de 1960–1970 perder un estreno podía implicar años de espera para volver a ver esa película; convivían salas de barrio y recintos de zonas acomodadas, con precios y programaciones diferenciadas.[12]
Espacios emblemáticos: Cine Leonor (luego Multicine Colonial, calle Arzobispo Nouel), Olimpia (Palo Hincado), Elite (Pasteur), Independencia (hoy Telemicro) y Lido (Avenida Mella; desde 1973, cine pornográfico).[10]
El formato de autocinema —pantalla al aire libre y audio para vehículos— tuvo presencia destacada:
Hasta junio de 2022, la República Dominicana registraba 192 salas en 28 exhibidores: Caribbean Cinemas 74% (142 salas), Palacio del Cine 22.3% (43 salas) y el 3.7% restante en siete salas independientes, según DGCINE.[13]
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