Muerte de Clara Nunes | ||
---|---|---|
![]() Clara Nunes a inicios de los 80 | ||
Localización | ||
Lugar | Clínica São Vicente, Rio de Janeiro (Brasil) | |
Histórico | ||
Fecha | 2 de abril de 1983 | |
Hora | 04:30 | |
Desenlace | ||
Muertos | Clara Nunes | |
Resultado | Una investigación del Consejo Regional de Medicina de Bahía (Cremeb) determinó que no hubo error médico |
La muerte de Clara Nunes, provocada por un choque anafiláctico causado por el halotano, ocurrió el 2 de abril de 1983 en la Clínica São Vicente, en Río de Janeiro. La cantante y compositora, oriunda de Minas Gerais, tenía 40 años. Estuvo en coma durante 28 días con diagnóstico de muerte cerebral desde el inicio, tras sufrir una reacción alérgica grave durante una cirugía para remover varices en las piernas, realizada el 5 de marzo de ese mismo año. Considerada una de las artistas más populares de Brasil en ese momento, su caso generó muchas especulaciones sobre las causas del coma. La actuación del equipo médico y su relación con su esposo, el compositor Paulo César Pinheiro, fueron objeto de intenso escrutinio por parte de la prensa y sus admiradores. Una investigación llevada a cabo por el Consejo Regional de Medicina de Bahía —a solicitud del Consejo Regional de Río, entonces intervenido— concluyó que no hubo negligencia médica. La causa oficial, registrada en el certificado de defunción, fue una «hipersensibilidad al halotano», gas utilizado como anestésico durante la operación.
Desde 1979, cuando se sometió a una histerectomía por un mioma uterino, la artista comenzó un tratamiento de escleroterapia, procedimiento que reduce las venas varicosas mediante inyecciones. El tratamiento fue realizado por el angiólogo Antonio Vieira de Mello, recomendado por su ginecólogo, el Dr. Cézar Seminário. El objetivo era eliminar algunas venas prominentes que le causaban molestias estéticas, además de ciertos dolores, aunque su entorno pensaba que exageraba.
Con el tiempo, su preocupación por el aspecto de las piernas se intensificó hasta convertirse en una obsesión. En junio de 1982, tras una presentación en Berlín Occidental, le confesó a su amiga Bibi Ferreira que se sentía incómoda por la apariencia de una vena visible en las pantorrillas. Decidida a operarse al regresar a Brasil, escuchó de Bibi que, si tanto le molestaba, lo mejor era someterse al procedimiento, probablemente con anestesia local o peridural.
La intervención fue programada para el 5 de marzo de 1983, poco después del carnaval, en el que desfiló por última vez con Portela y el bloque de carnaval Clube do Samba, que ella misma había ayudado a fundar. Pidió discreción al equipo médico para evitar la atención mediática. Unas semanas antes, se había sometido a otro procedimiento menor para quitarse un chalación del párpado, realizado por el Dr. Marcos Wajnberg, quien aclaró que esa intervención no fue por estética, sino por salud.
El día de la operación, se levantó temprano y partió hacia la clínica en compañía de su amiga Lalita, a quien había llamado desde su ciudad natal para ayudarla durante la recuperación. Aunque su esposo se ofreció a acompañarla, ella prefirió ir sin él. Al enterarse del procedimiento a fines de febrero, el compositor supo que había optado por anestesia general, pues temía quedar paralítica si se usaba la epidural. Llegó a la clínica a las 7:50 y se dirigió a su habitación. Su presencia causó revuelo entre el personal, lo que la incomodó. Al llegar el anestesista Américo Salgueiro Autran Filho, le comunicó que no cambiaría de parecer. Aunque se le advirtieron los riesgos de la anestesia general, se mantuvo firme: «Si tiene que ser la otra, entonces me voy». Finalmente, se respetó su decisión. A las 10:30 fue llevada al quirófano, y la cirugía comenzó quince minutos después.Se usó una mezcla de halotano, óxido nitroso y oxígeno. Todo transcurría normalmente hasta que, al intervenir la segunda pierna, el médico notó que la sangre era muy oscura y abundante. La presión arterial había caído drásticamente: se trataba de un paro cardíaco. Se suspendió la anestesia, se incrementó el oxígeno y se inició reanimación manual, seguida de desfibrilación, pero no hubo respuesta voluntaria. Había entrado en coma. La reacción alérgica severa provocó una dilatación masiva de los capilares, causando un edema cerebral y una muerte cerebral inmediata. El tomógrafo de la clínica estaba fuera de servicio, y el único disponible en la ciudad estaba en la Santa Casa. A las 3:40 de la tarde, fue trasladada a la unidad de cuidados intensivos.
Desde su ingreso en cuidados intensivos, la prioridad fue informar a su esposo. Aunque sobreviviera, las secuelas serían irreversibles. Su familia llegó desde Minas Gerais, mientras que él decidió no volver a verla, prefiriendo conservar la imagen de esa última mañana. Por su pedido, se intentó mantener el caso en secreto, pero la noticia se filtró a la prensa dos días después.
La calle donde vivía la pareja y la clínica se llenaron de periodistas. Circularon versiones sobre abortos, inseminación artificial, intento de suicidio y hasta violencia doméstica. Incluso se dijo que había bebido en exceso o consumido drogas antes de la cirugía, pese a que en 1979 ya se había sometido en secreto a una histerectomía. El revuelo recordó a su esposo el caso mediático de Elis Regina, cuya muerte había impactado profundamente a la cantante. Ella le había pedido que evitara que lo mismo ocurriera con ella, pero fue imposible. La clínica se convirtió en un sitio de peregrinación para admiradores y artistas: Rosemary, Elizeth Cardoso, Dori Caymmi, Grande Otelo, João Nogueira, Dona Zica, Fafá de Belém, Paulinho da Viola, Alcione, Chico Buarque, entre otros.
En un momento tenso, Baby Consuelo intentó ingresar con el curandero Thomaz Green Morton, pero fue detenida por una de las hermanas mayores de la artista, que no se separaba de su lado. Durante ese mes, aparecieron numerosos sanadores. Su esposo permitió el ingreso solo de unos pocos, como Lourival de Freitas, «el brujo de Laranjeiras», y un acupunturista chino apodado Mister Wu. Ninguno tuvo éxito: no había actividad cerebral. Una tomografía realizada diez días después confirmó la gravedad del edema cerebral. A partir de entonces, quedó claro que no había posibilidad de recuperación.
El hermetismo del esposo y la falta de claridad médica desataron una exigencia de transparencia. Finalmente, se organizó una rueda de prensa y una inspección a la sala de cirugía. Se investigó si el anestesista había abandonado el quirófano, si hubo errores técnicos o fallos en el suministro de oxígeno. La revista Veja entrevistó a una empleada que confirmó la interrupción del flujo de oxígeno durante el procedimiento.