El turismo salvaje, en su sentido más simple, consiste en ver animales salvajes en su hábitat natural. Puede ser un turismo amigable con el ecosistema y la fauna, tanto en entornos de cautiverio o silvestres. Ha experimentado un crecimiento espectacular y rápido en los últimos años a lo ancho del mundo, convirtiéndose también en una industria de millones de dólares que ofrece paquetes turísticos a medida y safaris.[1][2]
La actividad turística puede generar una presión excesiva sobre ecosistemas frágiles, como los arrecifes de coral, los bosques tropicales y las regiones árticas, provocando daños ambientales que afectan su equilibrio y conservación.[3]