El turismo de memoria, también denominado turismo memorial[1] o turismo conmemorativo, es una modalidad de turismo cultural que pone en valor el patrimonio histórico de un lugar vinculado a acontecimientos traumáticos o trascendentales. Estos sitios suelen estar relacionados con batallas, actos políticos, masacres, desastres naturales o tecnológicos, así como con episodios de represión o genocidio.[1]
El turismo memorial pretende mantener viva la memoria de dichos sucesos y rendir homenaje a las víctimas, al mismo tiempo que busca fomentar la reflexión crítica y, en algunos casos, promover valores de paz y reconciliación.[2] Debido a su dimensión a menudo luctuosa, en ocasiones se asocia al tanatoturismo o «turismo negro».[3]
Entre los ejemplos más citados de turismo de memoria se encuentran los campos de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau,[4] el lugar de la masacre de Katyn, las playas del desembarco de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial,[5] la localidad española de Belchite en Aragón,[6] los campos de la muerte de Camboya y Vietnam o la isla de Gorea en Senegal.[2]
Muchos de estos lugares han recibido el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO debido a su relevancia histórica y testimonial.[7] En este sentido, el turismo de memoria se articula también como una herramienta educativa y de concienciación social.