El Tratado de San Petersburgo fue firmado el 5 de mayo de 1762 y marcó el fin de la Guerra de los Siete Años entre Prusia y el Imperio ruso. El tratado fue consecuencia de la coronación del zar Pedro III, quien admiraba al rey prusiano Federico II el Grande. Permitió a este último concentrarse en sus otros enemigos, Austria y Sajonia, en lo que se hizo conocido como el «milagro de la Casa de Brandenburgo».[1]
El tratado fue firmado por el canciller M. I. Vorontsov del Imperio ruso y por el enviado del Reino de Prusia, el barón Goltz.[2] Rusia se comprometió a ayudar en sellar la paz entre los distintos participantes en la Guerra de los Siete Años y devolver a Prusia todos los territorios ocupados por las tropas rusas durante la guerra.[3] La intención de devolver el territorio fue dada a conocer antes de la firma del tratado: el 23 de febrero, Rusia declaró que «debe haber paz con este rey de Prusia; que Su Majestad el Zar, por su parte, está decidido a una cosa; renuncia a Prusia Oriental y las así llamadas conquistas realizadas; la participación rusa en tal guerra ha cesado»[4] Además, acordó que Rusia ayudaría a Prusia a negociar un tratado de paz con Suecia.[2]
Federico II el Grande (1712-1786) estaba tan emocionado que «ordenó un Te Deum y festivales» después de firmar el Tratado el 5 de mayo.[5] La razón de su regocijo lo merecía, «ya que el Zar le prometió asistencia de una fuerza simbólica de 18.000 hombres» para ser empleada contra el Ejército austríaco.[6] La posterior Paz de Hubertusburgo selló la paz entre Prusia, Austria y Sajonia: «aunque restauró el statu quo previo a la guerra, marcó el ascenso de Prusia como potencia líder en Europa».[7]
Dos años después del tratado, Prusia y Rusia acordarían una alianza defensiva.[8]