The New Yorker es una revista estadounidense semanal que publica críticas, ensayos, reportajes de investigación y ficción. Aunque se concentra preferentemente en la vida social de Nueva York, The New Yorker tiene una amplia audiencia fuera de esta ciudad debido a la calidad de sus periodistas. Es cosmopolita, con un carácter urbano acentuado por su sección Talk of the Town, con sus comentarios refrescantes sobre la vida en Nueva York, la cultura popular y las excentricidades estadounidenses, y el seco ingenio de sus sketches y famosas viñetas.
The New Yorker | ||
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País | Estados Unidos | |
Sede central | Nueva York | |
Idioma | Inglés | |
Categoría | Política, arte, cultura, humor | |
Fundación | 1925 | |
Fundador | Harold Ross y Jane Grant | |
Primera edición | 17 de febrero de 1925 | |
Desarrollo | ||
Editor | David Remnick | |
Compañía | Condé Nast Publications | |
Circulación | ||
Frecuencia | Semanario | |
Circulación total | 1 062 310 | |
ISSN | 0028-792X | |
OCLC | 1760231 | |
[www.newyorker.com Página web oficial] | ||
A mediados del siglo XX popularizó el relato corto como una forma literaria. Fue la publicación que dio a conocer el cuento Brokeback Mountain de Annie Proulx, luego llevado al cine y multipremiado (tres premios Óscar y el León de Oro en Venecia). Dentro de la profesión periodística, The New Yorker disfruta de bastante reputación por tener los mejores equipos de editores y columnistas en la industria de las publicaciones.
The New Yorker se empezó a publicar el 21 de febrero de 1925. Empezó con una tirada semanal. Ahora, publica 47 veces al año, de las cuales, cinco son bisemanales. Fue fundada por Harold Ross, quien quería crear un humor sofisticado para la revista, lo que contrastaba con el humor de otras publicaciones como Judge, para la cual Ross había trabajado; para ello reclutó a la ácida plana mayor de la Mesa redonda del Algonquín. Junto a Raoul Fleishmann fundó la primera oficina en la 25 West 45th Street de Manhattan. Ross continuaría editando la publicación hasta su muerte en 1951. La primera portada de la revista fue ilustrada por Rea Irvin. El personaje llegó a convertirse en el símbolo de esta publicación y fue llamado «Eustace Tilley» por Corey Ford.
The New Yorker es una de las pocas revistas que cuenta en su plantilla con la figura de un verificador. Un verificador se encarga de analizar cada uno de los datos que serán publicados con el fin de no cometer errores o publicar informaciones falsas, asegurando así una información más fiable y de mayor calidad.
Tradicionalmente, la política de la revista ha sido liberal (en el sentido estadounidense del término). En la tirada del 1 de noviembre de 2004, rompió por primera vez la que hasta entonces había sido su norma durante sus ochenta años de historia y publicó un editorial, firmado por «los editores», en el que se criticaba específicamente las políticas de George W. Bush.
El 13 de octubre de 2008 publicaron otro largo editorial, también firmado por «los editores», en el que hablaban de Barack Obama y, a su vez, se criticaba tanto a George Bush como a John McCain.
Una característica poco común del estilo de la revista es el uso del signo de diéresis en palabras con doble vocal. Por ejemplo en «reëlected», «preëminent» y «coöperate—in», en las cuales las dos vocales indican sonidos separados. También continúa utilizando palabras actualmente poco usadas, como «focusses» y «venders».
La revista no indica los títulos de obras de teatro o libros con tipografía cursiva, sino entre comillas. Cuando se refiere a otras publicaciones que en su nombre incluyen lugares geográficos, solo utiliza itálica en la otra parte, como por ejemplo en Los Angeles Times o en Chicago Tribune.
El tipo de letra utilizado en el cuerpo de texto de todos los artículos es Adobe Caslon.[1]
Aunque sus contenidos suelen centrarse en la cultura de Nueva York, ésta también tiene una alta audiencia fuera de la ciudad que le da nombre. Y eso lo corroboran determinados informes. Como el que ha revelado que en 2004 tuvieron 996.000 suscriptores. Este número ha subido en un 3% anual desde entonces. Además, estas suscripciones han ido creciendo geográficamente. En 2003 había más suscriptores en California (167.000) que en Nueva York (166.000) por primera vez en su historia.
La edad media de sus suscriptores subió de los 46,8 años en 2004 a los 48,4 en 2005, comparándolo con el aumento de edad de la población estadounidense de los 43,88 a los 44,0, y el aumento de los 45,4 años a los 46,3 para los suscriptores de revistas de noticias.
The New Yorker influyó en varias revistas similares, entre ellas The Brooklynite (1926 a 1930), The Chicagoan (1926 a 1935) y The Boulevardier] (1927 a 1932) de París.[2][3][4]
Kurt Vonnegut dijo que The New Yorker ha sido un instrumento eficaz para conseguir que un gran público aprecie la literatura moderna. Su entrevista de 1974 con Joe David Bellamy y John Casey contenía una discusión sobre la influencia de The New Yorker:
[E]l factor limitador [en literatura] es el lector. Ningún otro arte requiere que el público sea un intérprete. Tienes que contar con que el lector sea un buen intérprete, y puedes escribir música que no pueda interpretar en absoluto, en cuyo caso es un fracaso. Los escritores que has mencionado y yo mismo estamos enseñando al público a tocar este tipo de música en su cabeza. Es un proceso de aprendizaje, y The New Yorker ha sido una muy buena institución del tipo necesario. Tienen un público cautivo, y salen todas las semanas, y la gente finalmente capta a Barthelme, por ejemplo, y es capaz de interpretar ese tipo de cosas en su cabeza y disfrutarlas.[5]
Tom Wolfe escribió sobre la revista: "El estilo del New Yorker era el de la subestimación pausada y serpenteante, divertida cuando era humorística, tautológica y litótica cuando era seria, constantemente amplificada, matizada, adumbrada, matizada y matizada, hasta que las páginas gris pálido de la revista se convirtieron en triunfos del alto barroco de la cláusula relativa y el modificador apositorio". [6]
Joseph Rosenblum, al reseñar About Town, de Ben Yagoda, una historia de la revista desde 1925 hasta 1985, escribió: "The New Yorker creó su propio universo. Como escribió un viejo lector a Yagoda, era un lugar 'donde Peter DeVries ... {levantaba eternamente una copa de Piesporter, donde Niccolò Tucci (con un smoking de terciopelo ciruela) flirteaba en italiano con Muriel Spark, donde Nabokov sorbía port de una copa prismática (mientras una Roja Admirable se posaba en su meñique), y donde John Updike tropezó con los zapatos suizos del maestro, excusándose encantadoramente{'"}}. [7]
En 1927, The New Yorker publicó un artículo sobre Edna St. Vincent Millay que contenía múltiples errores factuales, y su madre amenazó con demandar a la publicación por difamación.[8] En consecuencia, la revista desarrolló amplios procedimientos de confirmación de hechos, que se convirtieron en parte integral de su reputación ya en la década de 1940.[9] En 2019, la Columbia Journalism Review afirmó que "ninguna publicación se ha identificado de forma más consistente con su rigurosa comprobación de hechos". [8]
A partir de 2010, emplea a 16 verificadores de hechos.[10]
Se han presentado al menos dos demandas por difamación por artículos publicados en la revista, aunque ninguna fue ganada por el demandante. Dos artículos publicados en 1983 por Janet Malcolm sobre el legado de Sigmund Freud dieron lugar a una demanda del escritor Jeffrey Moussaieff Masson, quien afirmaba que Malcolm había falsificado citas que se le atribuían.[11]Tras años de procesos y apelaciones, un jurado falló a favor de Malcolm en 1994.[12] En 2010, David Grann escribió un artículo para la revista sobre el experto en arte Peter Paul Biro que escudriñaba y expresaba escepticismo sobre los métodos declarados por Biro para identificar falsificaciones. [13] Biro demandó a The New Yorker por difamación, junto con otros múltiples medios de noticias que informaron sobre el artículo, pero el caso fue desestimado sumariamente.[13] [14][15][16].
Existen una serie de referencias a The New Yorker en diversas producciones cinematográficas: