El tarro es un recipiente que tiene su origen en el vaso o vasija de barro cocido, con o sin asas, pero con tapa.[1] En su evolución industrial ha dado nombre a una larga lista de recipientes de diferentes tipos, fabricados en distintos materiales y con diseños técnicos muy variados, buscando mejorar sus propiedades de conservación de alimentos,[nota 1][2] como ocurre en los tradicionales tarros de farmacia, con más de cinco siglos de uso y tradición. A partir del siglo XX se impusieron los tarros de materiales resistentes como el metal, el vidrio y el plástico, más aptos para la disposición de sistemas de cerrado hermético, al vacío, etc.[3]
La complejidad de las investigaciones de restos arqueológicos ha hecho necesaria una nomenclatura de trabajo,[4] diferenciando de modo minucioso las partes de los recipientes, que en el caso general de los tarros, en la familia de vasos o vasijas, distingue, de arriba abajo:[5]