Supay es un tipo de entidades espirituales dentro de la mitología incaica. De acuerdo al diccionario quechua-castellano de 1560 del fraile Domingo de Santo Tomás, el término en su forma original era neutral y podía ser utilizado para referirse a un espíritu moralmente bueno (allisupa, 'angel bueno') o a un espíritu moralmente malo (manaallisupa, 'angel malo'). Posteriormente, el término es utililizado para referirse al diablo cristiano.[1]
Según los diccionarios de Jesús Lara, Fray Diego González de Holguín, Lira y Anónimo, el nombre Supay proviene vocablo quechua supa que se traduce como sombra, enfermedad, muerte, poseído o loco.[2]
Según la mitología incaica, el término Supay comprende a una raza entera de demonios, así como también al dios de la muerte, dueño del inframundo y de una raza de guerreros abisales.
Supay es comúnmente descrito con una apariencia "demoníaca", pues tenía largos cuernos, ojos vidriosos y estelares, un rostro felinico poblado de largos colmillos y largas orejas. Al igual que otros dioses andinos, Supay es un dios multiforme; puesto que puede manifestarse bajo la forma de cualquier cosa. Sumando lo anterior con su personalidad conflictiva e inpredecible, Supay es clasificado como Trickster, pues puede tanto proteger a la humanidad en su travesía hacia el más allá como también tiene la potestad de engañar y/o instar a la humanidad a relucir su más retorcida versión. Dichas características y habilidades lo convertían en un ser muy peligroso para aquellos que no le mostraban respeto.
Aun después de lo antes mencionado, existieron y existen personas que creen firmemente en su poder al punto de venerarlo, para que de esta manera el dios les haga favores, tanto para el mal como para el bien. Su veneración era a través de ofrendas, altares y rituales.
Supay es colocado comúnmente como la personificación de toda la maldad. A pesar de esto, el concepto original de Supay lo retrata como un dios ambivalente, podía ser considerado tanto malo como bueno. Las antiguas leyendas mencionaban que Supay iba más allá de la maldad que evocaba. Debido a que él es descrito como el protector y guía del camino que toman los muertos. Rol muy similar al del dios Anubis.
Supay fue creado por Viracocha, con el propósito de mostrar a la humanidad que siempre habrá maldad en el mundo, pero no la suficiente. Debido a esto, los incas creyeron que él era un ser que equilibraba la balanza entre el bien y el mal. El hecho de que Huiracocha lo haya creado, lo hace hermano del dios Inti, Illapa y Mama Quilla.
Podía ser benevolente con los vivos de su agrado y con los que tenían una muerte digna, pero era terrible y malvado con el resto, tanto en el mundo inferior como en el mundo terrenal, porque podía inclinar la balanza de la mala suerte con solo pensarlo.[3]
Supay era una divinidad maquiavélica y se burlaba de los sufrimientos ajenos, de las creencias y hasta los conocimientos, porque lo ponía todo en duda, y era capaz de cambiar las ideas y los pensamientos, haciendo del hombre santo un malvado, y de un hombre sabio un loco sin conciencia ni conocimiento.
Uku Pacha, era su hogar natural, pero podía ir y venir de la Tierra al Cielo cuando se le antojara. Esto último lo establece como una deidad impredecible, voluble y de caracter ubicuo (podía ser benevolente o maquiavélico; podía manifestarse bajo cualquier forma y en todo lugar, demostrando ser omnipresente y que las leyes no están del todo sujetas a él). Por donde sea que se manifestaba, Supay iba extendiendo un manto de terror y desazón. Asimismo, esta deidad iba recordándole a todos y cada uno (dioses o humanos), que estaban siempre bajo la amenaza de la destrucción, la desaparición y la muerte. Este pensamiento aplica para cualquier cosa que creyeran hermosa o segura, puesto que esta misma podía desaparecer en un instante y para siempre, frustrando todos los sueños y los planes de los dioses y los hombres.
Supay también fue creador de hombres, pero le salieron a su imagen y semejanza convirtiéndose con el tiempo en terribles demonios de las profundidades, de los caminos, de las montañas, de las aguas, de la selva y de las cuevas.
Los españoles lo asimilaron con el Diablo; sin embargo, según las tradiciones y leyendas andinas, Supay aparece como huaca de la buena y mala suerte, del amor sexual o del enamoramiento, de la transgresión y de la aventura, de los excesos y de la diversión que no se toma la vida en serio, porque la vida es pasajera y nada seria.[3]
Al igual que los primeros evangelizadores, muchos cronistas han descrito y expuesto a la divinidad Supay de la misma manera errónea.
La referencia a Supay más atávica, se encuentra en el lexicón de Fray Domingo de Santo Tomás. En ella, él alega la naturaleza de Supay de la siguiente manera:[4]
«Y a estos ángeles malos (Supays) por sus pecados los echó Dios del cielo, y desterró acá baxo de la tierra, al infierno en gran fuego, oscuridad, y hedor, donde hasta agora están, y estarán para siempre encerrados, padesciendo por sus pecados. Y estos son los que en vuestra lengua llamays "manaalliçupay"».Léxicon, o Vocabulario de la lengua general del Perú
En este testimonio, se puede identificar la equiparación de Supay con los ángeles malos, siendo estos considerados como manaalliçupay. La cita alude falazmente a que, las almas de los que se convertían en los ancestros que iban al Uku Pacha eran demonios. Esto se hizo para homologar forzosamente los conceptos andinos asociados a la muerte con el demonio y el infierno. Dicha equiparación de Supay con el demonio fue cuestionada por algunos, entre ellos, está el clérigo Bartolomé Álvarez. Esta persona cuestionaba la antedicha equiparación, pues reconocía que, al hacerlo, se estaría confirmando que el demonio solo podía tratarse del individuo muerto.
Otra interpretación es la descripción de Supay como una divinidad de alineamiento dual. El dualismo en los dioses incas es algo muy frecuente, puesto que los dioses pueden ser benevolentes o por su furia, causar desgracias.
Relacionado al vínculo entre las almas y Supay, Guamán Poma de Ayala también destaca dicha relación en su obra Nueva corónica y buen gobierno. El cronista expone que:[5]
«Ídolos, Uacas del Inga de los demás de este reino, que fue en tiempo del Inga de cómo se siguió primero, de cómo Topa Inga Yupanqui hablaba con las uacas y piedras y demonios, y sabía por suerte de ellos lo pasado y lo venidero de ellos y de todo el mundo, y de cómo habían de venir los españoles a gobernar; y así por ello el Inga se llamó Uiracocha Inga. Pero lo demás de cosa de Dios no le enseñó a saber, aunque dicen que decían que había otro Señor muy grande más que ellos, eran diablos, y así decían Supay, que por tal conocían por Supay».Nueva corónica y buen gobierno, capitulo 12, pagina 264
En esta cita, se destacan dos aspectos importantes: el primero remite al origen de la idolatría en los Andes, asociada con el gobernante inca. El segundo se refiere al término Supay, el cual es traducido nuevamente como diablo, para indicar que los incas ya tenían conocimiento del demonio. El Supay presentado por Guamán está relacionado a la autoridad del Inca y a su transformación una vez muerto en "demonio", que exigía de los nativos su veneración y ofrenda de sacrificios.
Como es axiomático, no todos los difuntos podían ser considerados como Supay o ancestros, ya que solo los que habían tenido cierto prestigio, es decir, aquellos que habían sido jefes políticos o personajes destacados cuya investidura les permitía, aún después de muertos, demandar el cumplimiento de los rituales que le correspondían.
Vale mencionar que, el Inca al fallecer pasaba a su estado de ancestro, en el cual era momificado en posición fetal y ofrendado como muestra de apoyo para que el alma atravesase el camino hacia la otra vida. El mallqui (momia o cuerpo de los antepasados) del gobernante y/o líder étnico era colocado en sepulcros denominados machays (cuevas). En diversas ceremonias y eventos especiales, la momia era expuesta al exterior de su recinto y era paseada por diversos sitios.
En la obra, también se alude a Supay de manera no explícita, es decir, usa el término diablo y/o demonio para reemplazarlo. Sin embargo, en una cita de su obra, él escribe lo siguiente:[6]
«Quando le paresen o se les entran en sus casas las culebras y cantar de lechuzas y muchuelos, murciélagos que los llaman tuco, chuchic, pacpac, pecpe, chicollom, cayaycuuan. Taparanco yaycuuan. Uro nina, ayacta ayzaycuuan. Ycjapas maycan uanoson. Atocmi "zupayta" ayzan uarmitam ychapas carita. [El búho, la lechuza, el paq paq, p'iqpi, chiqallu (especie de búhos) me han llamado. Una mariposa nocturna ha entrado dentro de mí. Los fuegos fatuos me han arrastrado el cadáver. ¿Quizá cuándo vamos a morir? Por cierto, el zorro ha arrastrado al demonio, a una mujer o quizás a un hombre.]»Nueva corónica y buen gobierno, capitulo 12, pagina 284
Esta cita se complementa con la ilustración que hay en la sección Abuciones y agüeros de su obra, puesto que la ilustración exhibe a lo que parece ser un hechicero inca rodeado de diversos animales, entre los cuales aparece un zorro en primer plano. En el dibujo, el zorro arrastra en su hocico algo que parece ser un pequeño reptil o un insecto de gran tamaño. Este acto alude a una superstición de aquella época, un agüero que era, a su vez, interpretado por el hechicero inca.
Después de la antedicha cita, el cronista menciona: "oyendo bramar a las zorras o algún animal". Esto se interpreta como ejemplo de un anuncio de muerte. En relación con lo anterior, algunas leyendas andinas asocian al zorro con daños y percances. Asimismo, el animal mantiene una relación de perpetua enemistad con el hombre. Sin embargo, la figura del zorro tiene un significado ambivalente. En el Manuscrito de Huarochirí, el zorro conoce los secretos del héroe Tantañamca, pero se rehúsa a coadyuvar a la huaca Cuniraya Huiracocha y, por ende, es objeto de maldición que lo encizaña con los hombres. En zonas andinas, los campesinos asocian al zorro como el "perro del Mallku" (espíritu de la montaña que protege a la comunidad) y/o el "perro de los gentiles" que protege las casas de los antepasados finados y las chullpas (monumentos funerarios) en los que se encuentran enterrados.
La palabra Supay se puede apreciar por segunda vez en el capítulo de los ídolos como elemento principal de una maldición entre hechiceros:[6]
«Maldeciones que echaban entre ellos: Lo primero dizen: "Zupay apasunqui, maypi ysmoc tantay uarina puric, mana pacuspa causac ayamanpas chunca mita cutic runa, camacniquip micuscan, yntip llacsascan, pachap millpuscan". ["Que el diablo te lleve, donde se pudre mi pan, a vagar, como una warina, a vivir sin cesar como un hombre que se convierte en cadáver por diez veces, devorado por tu criador, derretido por el sol, tragado por la tierra."]»Nueva corónica y buen gobierno, capitulo 12, pagina 284 y 285
Esta cita es, prácticamente, una continuación semántica entre el pensamiento del zorro que arrastra a Supay en el hocico y Supay como el demonio mismo que arrastra el alma de los hombres a una muerte más allá de la muerte.
Por su parte, el Inca Garcilaso de la Vega también ha mostrado su punto de vista acerca del Supay. En su obra Comentarios Reales, él intenta explicar la equivocación de los españoles al considerar al dios Pachacámac como un demonio. Acto seguido, él menciona que el quien debería llevar dicho título sería Supay. En sus palabras:[7]
«Hablando ambos de este mismo Pachacámac, aunque por no saber la propia significación del vocablo se lo atribuyeron al demonio. El cual, en decir que el Dios de los cristianos y el Pachacámac era todo uno, dijo verdad, porque la intención de aquellos indios fue dar este nombre al sumo Dios, que da vida y ser al universo, como lo significa el mismo nombre. Y en decir que él era el Pachacámac mintió, porque la intención de los indios nunca fue dar este nombre al demonio, que no le llamaron sino Zupay, que quiere decir diablo, y para nombrarle, escupían primero en señal de maldición y abominación, y al Pachacámac nombraban con la adoración y demostraciones que hemos dicho. Empero, como este enemigo tenía tanto poder entre aquellos infieles, haciase Dios, entrándose en todo aquello que los indios veneraban y acataban por cosa sagrada. Hablaba en sus oráculos y templos y en los rincones de sus casas y otras partes, diciéndoles que era el Pachacámac y que era todas las demás cosas a que los indios atribuían deidad, y por este engaño adoraban aquellas cosas en que el demonio les hablaba, pensando que era la deidad que ellos imaginaban, que si entendieran que era el demonio las quemaran entonces como ahora lo hacen por la misericordia del Señor, que quiso comunicarlas».Comentarios Reales de los Incas, Libro Segundo, Capítulo II
En esta cita, se alude a Pachacámac como Dios, mientras que Supay es relegado como el demonio cristiano. También se le atribuyen caracteres malignos a Supay, como el hecho de entrar y poseer los objetos de veneración y culto de los nativos con el fin de engañarlos. En este punto, parece que Garcilaso hace hincapié a las huacas (sacralidades) que como bien se sabe, eran un conjunto de elementos sagrados para el pueblo inca. Dentro de estas huacas, se encontraban los ídolos y representaciones de diversos dioses, los cuales eran sumamente venerados. Para comprobar su veracidad, las huacas debían entrar en comunicación con los gobernantes incas para manifestar su poder y, por ende, ser objetos de veneración y respeto. En caso de que la huaca no hablase, se trataba de una huaca falsa y que no debía recibir prestigios como tal. En relación de estos elementos con Supay, Garcilaso alude a la posesión de estos elementos por parte del Supay para engañar y desorientar a la población. Múltiples cronistas han asociado las huacas con actos idólatras y, por ende, del diablo. El Inca Garcilaso no es la excepción en este aspecto.
Continuando con Garcilaso, en otra cita de su antedicha obra, él hace una equiparación del Uku Pacha con el infierno y/o inframundo. A continuación, la cita respectiva:[7]
«Creían que había otra vida después de esta, con pena para los malos y descanso para los buenos. Dividían el universo en tres mundos: llaman al cielo Hanan Pacha, que quiere decir mundo alto, donde decían que iban los buenos a ser premiados de sus virtudes; llamaban Hurin Pacha a este mundo de la generación y corrupción, que quiere decir mundo bajo; llamaban Ucu Pacha al centro de la tierra, que quiere decir mundo inferior de allá abajo, donde decían que iban a parar los malos, y para declararlo más le daban otro nombre, que es Zupaipa Huacin, que quiere decir Casa del Demonio».Comentarios Reales de los Incas, Libro Segundo, Capítulo VII
En la cita de Garcilaso, él expone que, para los nativos, el mundo se dividía en tres planos universales. También vale precisar que, la equiparación entre estos elementos y la trilogía del cristianismo (Padre, Hijo y Espíritu Santo) resulta palpable. Y más al notar la comparación entre el Uku Pacha y su gobernante, es decir, Supay con el infierno y el demonio respectivamente. De hecho, sería el Inca Garcilaso quien haría que el Uku Pacha cobre un sentido semejante a lo que muchos conocen como el "inframundo".
Otro punto a destacar, es la manera en cómo Garcilaso describe a lo que podría ser el Kay Pacha (este mundo), pues él le llama Hurin Pacha, el cual es tomado comúnmente como un sinónimo del Uku Pacha. Sin embargo, esto presentaría una mayor complejidad que algunos estudiosos sostienen.
Según diversas fuentes, el Hurin Pacha se trataría de una percepción bipartita. Por un lado, se ubicaba un plano intra-terreno, lugar donde se encuentra la fertilidad, el sol como Punchao (el sol durante el día), la luna y los animales nocturnos. Este plano, a su vez, se encontraba atravesado por el mar. Por el otro lado, se hallaba el plano de la eterna oscuridad, donde se ubicaba el máximo exponente de la noche. Este plano era el Uku Pacha y, aparte de comprender lo anterior, también era la forma antagónica de la potencia celeste y la potencia germinativa.[8]
Ambos vocablos, al parecer, fueron confundidos en las crónicas y, posiblemente, eran dos vocablos que aludían partes de un mundo intra-terrenal, pero los datos son confusos.
Asimismo, podría haber existido muchas otras denominaciones y elementos que se han extraviado con el pasar del tiempo y las campañas de evangelización. Un ejemplo de esto, es el cuarto mundo denominado Hawa Pacha (mundo de afuera). Dicho mundo habría sido erradicado por los españoles en su afán de homologar la concepción cosmológica de los mundos andinos con la ya mencionada trilogía cristiana.
Cuenta el mito que el lago Titicaca era un valle fértil y poblado de personas que vivían felices en paz y armonía. Nada les faltaba, la tierra era rica y les procuraba todo lo que necesitaban. Sobre esta tierra no se conocía ni la muerte, ni el odio, ni la ambición. Los Apus, los dioses de las montañas, protegían a estos seres humanos. No les prohibieron más que una sola condición: que nadie debía subir a la cima de las montañas donde ardía el Fuego Sagrado.[9]
Durante largo tiempo, estas personas que habitaban el valle no pensaron en infringir esta orden de los dioses. Pero el Supay, espíritu maligno condenado a vivir en la oscuridad, no soportaba ver a estas personas vivir tan tranquilamente en el valle. Él se ingenió para dividir a los hombres sembrando la discordia. Utilizando artimañas logro conseguir que las personas desobedecieran a sus dioses y siguieran el camino de la curiosidad, para encontrar el Fuego Sagrado a la cima de las montañas.[9]
Entonces un buen día, al alba, estas personas desobedecieron y comenzaron a escalar la cima de las montañas, aunque a medio camino fueron sorprendidos por los Apus.
Éstos comprendieron que los hombres habían desobedecido y decidieron exterminarlos. Miles de pumas aparecieron, a la orden de los Apus, para devorar a los que intentaron ir por el fuego sagrado. Huyendo despavoridos suplicaban al Supay por ayuda, pero este permanecía insensible a sus súplicas. Todos murieron por su osadía.[10]
Viendo eso, Inti, el dios del Sol, se puso a llorar. Sus lágrimas eran tan abundantes, hasta formar un diluvio y que en cuarenta días inundaron el valle.
Solo un hombre y una mujer llegaron a salvarse sobre una barca de junco. Cuando el sol brilló de nuevo, el hombre y la mujer no creían ver ante sus ojos, bajo el cielo azul y puro, estaban en medio de un lago inmenso. En medio de esas aguas flotaban y los pumas que estaban ahogados y transformados en estatuas de piedra.[11]
De esto sale el nombre del lago Titicaca, aunque el nombre correcto seria ''Titekjarka'', que proviene de Tite (puma) y de Kjarka (roca), y que traducido a la lengua castellana es: El lago de los pumas de piedra; los españoles al llegar al lago, no pudieron pronunciar correctamente su nombre y le llamaron Titicaca.[12]
Tras la conquista de América, los sacerdotes católicos utilizaron su figura para denominar al Diablo cristiano. Como consecuencia de ello, el Supay o diablo indígena se configuró como un sincretismo, con elementos tomados tanto de las religiones indoamericanas como del catolicismo.
El Supay es una figura ambivalente, definida por el sincretismo, que ha sido asimilada al Diablo de la cultura cristiana, pero que también es adorado como señor de las profundidades o Salamanca.[13] [14] A diferencia de lo que sucede con el Diablo cristiano, "el indígena no repudiaba al Supay sino que temiéndole, lo invocaba y rendía culto para evitar que le hiciera daño".[15]
Durante la época colonial, el Supay se convirtió en uno de los personajes principales del culto a la Virgen de la Candelaria en el altiplano, de donde es exclusivamente y de la diablada. Se lo asocia con los indígenas que le rinden culto y le realizan ofrendas para ganar su simpatía y evitar que los dañe.
En la diablada, las personas bailan disfrazadas de diablos para pedir a la Virgen de la Candelaria perdón y comprensión por convivir con Supay, Tiw o tío de la mina en lo hondo de las minas y por los ritos y ofrendas que le dedican para encontrar las vetas del mineral y evitar los accidentes.[13]
La referencia más antigua al Supay de la que se tenga registro es del año 1560, y corresponde al Lexicón de Domingo de Santo Tomás, donde es definido como "ángel bueno o malo, demonio o trasgo de casa…".[16]