El sombrero de charro, cuyo nombre correcto es jarano,[1] es un sombrero popular e icónico de la cultura mexicana, de ala ancha y, hoy en día, de copa alta que ofrece protección del sol. Se elabora tradicionalmente con fieltro de lana, de pelo de liebre o de paja de trigo y puede llevar bordados, ribetes o toquillas ornamentales, con estilos regionales variados, y con "pedradas" en la copa que le dan resistencia en caso de impacto. Uno de los accesorios indispensables del traje de ranchero, el sombrero jarano o charro de ala ancha galoneado en metales preciosos y otros elementos decorativos, se elaboró y su uso se extendió rápidamente en las haciendas de Puebla, Jalisco, El Bajío y otras del centro y norte del país. Hoy en día es usado principalmente por los jinetes conocidos como charros.
Si bien se cree que el sombrero jarano tiene su origen en Europa o que llegó a México desde allí con su diseño ya plenamente desarrollado, esto es incierto, pues, se carece de evidencias suficientes anteriores al siglo XVIII que respalden dicha hipótesis. Las evidencias pictóricas demuestran que el sombrero usado originalmente por los vaqueros y gentes de á caballo era muy distinto y comienza a tomar forma hasta la época dieciochesca con gran variedad de estilos y formas; y no sería sino hasta el México decimonónico cuando adquiere sus características más conocidas y, finalmente, hacia el fin de esa centuria, su forma más conocida y estereotípica. Para muchos, el sombrero es resultado del mestizaje, pues, se considera que combina las costumbres nacionales con elementos europeos para satisfacer las necesidades de los rancheros mexicanos.[2][3]
El origen, historia y evolución del sombrero de «charro» ha sido objeto de debate en los últimos años.[4] El tema ha sido complicado y dificil de averiguar ya que existen muy pocas evidencias que demuestren cómo vestían los vaqueros y demás gentes del campo antes del siglo XVIII, específicamente en las primeras etapas de la ganadería en el siglo XVI. Se sabe que en el México prehispánico los indígenas llegaron a usar sombreros de ala ancha, como lo demuestran pinturas y artefactos de aquella época. También es sabido que los caballeros peninsulares y criollos, gentes ricas no necesariamente asociadas a los oficios campestres, vestían sombreros lujosos como sus similares en Europa; sombreros que difícilmente un vaquero o campesino podrían costear. Aunque no muestra sus evidencias, el historiador estadounidense Philip Wayne Powell aseguró que uno de los prototipos del Charro mexicano se encuentra en los hombres de á caballo del siglo XVI, en su mayoría vaqueros y estancieros, mulatos y mestizos que conformaban la caballería no oficial o irregular que luchó en la Guerra Chichimeca, y que estos vestían «sombrero de piel de alas anchas, reforzado por una banda de acero».[5][6]
La única evidencia que quizá nos podría indicar que tipo de sombrero usaron los primeros vaqueros o campesinos en el país durante el siglo XVI la podemos encontrar en los grafitis en conventos de Tepeapulco, centro ganadero importante de aquel entonces en lo he hoy es el Estado de Hidalgo, en donde aparecen algunos jinetes que podrían ser vaqueros o algo parecido, no necesariamente «caballeros», portando un sombrero de ala ancha y lo que parece ser una copa mediana y plana. Esta es, quizá, la evidencia más antigua de lo que los hombres de a caballo del campo portaron como tocado para protegerse de las inclemencias durante los últimos años del siglo XVI.
Estos sombreros de ala ancha aparentemente fueron muy comunes entre dicha población durante décadas, pues, un sombrero similar aparece de nuevo en una imagen de la primera mitad del siglo XVIII, en el «Códice Chapa de Mota» de 1703 en donde uno de los dibujos rústicos muestra a un mestizo o indígena vestido con el atuendo de los charros de aquel entonces alanceando un toro durante las festividades en Jilotepec con motivo del centenario del triunfo y fin de la guerra Chichimeca. El sombrero representado es de alas anchas dobladas hacia arriba y con copa baja y plana. Si este sombrero es del mismo tipo al representado en el grafiti de Tepeapulco o fue su evolución o fue algo totalmente distinto, es difícil de saber. El origen de estos sombreros también es incierto. Podrían ser inventos locales basados en diseños autóctonos o en algunos de los sombreros de ala estrecha que usaba la élite europea, pero adaptados a las necesidades y circunstancias de los vaqueros y demás gentes del campo; o bien pudieron haber sido una evolución del sombrero chambergo de origen francés introducido a España por el mariscal Charles de Schomberg durante la sublevación de Cataluña en 1640. De hecho, el término «chambergo» se convirtió en España en nombre genérico para todo y cualquier tipo de sombrero de ala ancha. Partiendo de esta información limitada, podría argumentarse que estos sombreros pudieron haber servido cómo base para los sombreros del siglo XVIII y siglo XIX.
Hacia el siglo XVIII tendríamos mayores evidencias sobre la vestimenta de los jinetes del país. La iconografía dieciochesca muestra una gran variedad de sombreros de diferentes estilos. Todos eran pequeños con las alas de anchura moderada. Variaban, según se puede notar, en la rigidez del ala, ya que algunos parecen ser flexibles y otros no. También variaban en el tipo de copa, todas eran bajas pero algunas eran planas y otras redondeadas. Habían de distintos colores, pero predominaban los de colores claros, como el blanco y gris. En cuanto a los adornos que estos tenían, resaltaba únicamente la toquilla, que era muy pequeña, asemejándose a un listón. Sobre los materiales es difícil saber con exactitud ya que se carece de información pero se puede deducir que los había de palma y de materiales más finos como el fieltro. A causa de esta falta de información más detallada, se desconoce el nombre de cada uno de estos estilos de sombreros dieciochescos.
Sería hasta el siglo XIX cuando tendríamos una mayor cantidad de evidencias, tanto textuales como pictóricas, sobre los sombreros mexicanos, pues, es en esta centuria cuando surgió el interés por las costumbres nacionales, en especial las de los rancheros mexicanos y sus atuendos, evidenciado por la gran cantidad de artículos, tanto nacionales como extranjeros, sobre el tema. Sería también en este siglo cuando se registra por primera vez el nombre o denominación de «jarano», el nombre propio del sombrero mexicano; estrictamente hablando se usaba para referirse o denominar a cualquier sombrero de ala ancha, sin importar el estilo o hechura; sinónimo del castellano «chambergo» anteriormente mencionado.[7]
En las primeras décadas del México decimonónico, especialmente después de la independencia, continuaría el gusto entre los rancheros y los ricos por los sombreros pequeños. El gran cambio sería en que las alas ahora eran tendidas de 6 pulgadas de ancho (15 cm), con una copa muy baja, y las toquillas se hicieron más prominentes con un mayor grosor,[8] un gusto que perduraría en décadas posteriores. Los sombreros jaranos más prominentes en esta época eran los de ala ancha, hechos de lana (fieltro) o forrados, con chapetas de plata para asegurar el barbiquejo. Los mejores y más preciados eran los que estaban hechos en Puebla denominados «poblanos» o «jarano poblano»,[9] típicamente de un color claro, plomo o «aplomado»,[10] porque dichos tonos reflejan la luz y el calor. En un artículo de 1844 detallando las costumbres de los rancheros mexicanos en la revista «El Museo Mexicano», Don Domingo Revilla, relata que:
El sombrero mas galán, fuerte y propio para los charros, es el que se fabrica en Puebla; es color de plomo y de falda ancha tendida.[11]
Una de las primeras descripciones hechas por un extranjero poco tiempo después de la independencia sería hecha por el explorador y escritor británico Edward B. Penney, quien describió detalladamente el traje de charro en la Ciudad de México en 1824, relatando que el sombrero era «bajo», de copa, y ala ancha, al estilo, según el, de los cuáqueros:
El equipamiento de un Charro, el nombre que se le da a un aficionado al traje nacional tanto de él como de su caballo. […] El «sombrero» es un sombrero bajo, de ala ancha, al estilo de los cuáqueros, hecho de lana teñida de marrón, verde, negro o gris; el ala está forrada con un cordón dorado; la banda es un cordón grueso de oro, que termina en una borla dorada, que juega sobre el ala. […][12]
Entre las décadas de 1820 y 1830, surgió otro estilo de sombrero jarano de mayor tamaño, con copa mediana y plana, un ala mas ancha moderadamente flexible y con una toquilla muy delgada, como cordón, que terminaba en unas borlas que se extendían y reposaban sobre el ala. Este estilo de sombrero quedaría en desuso hacia la década de 1850.
Hacia mediados de la década de 1840 se puso de moda un nuevo estilo de sombrero jarano, este con las alas rígidas ya no flexibles, con la copa plana, y una toquilla de mediano grosor en forma de un chorizo.
En la década de 1850 se dio nuevamente un cambio, se comenzó a estandarizar el diseño de los jaranos-poblanos que hasta ese entonces variaban mucho en la rigidez de sus alas, los colores y en la altura y forma de la copa.[13] Las alas se hicieron rígidas, ya no eran flexibles, y variaban solamente en la anchura, siendo algunos de ala mediana y otros de ala muy ancha. Las copas quedaron bajas y redondeadas o planas, aunque predominaban las primeras, y algunas veces con pedradas. Los colores predilectos eran los claros o aplomados, dejando atrás los colores oscuros o muy llamativos. Las toquillas eran grandes, gruesas, en forma de chorizo o trenzadas y se asemejaban muchas veces a una serpiente que se enroscaba alrededor de la copa.[14] Esta estandarización del sombrero charro llevó, hacia la década de 1860, a la desaparición de los diseños anteriores y, en parte, influyó durante las décadas posteriores a una evolución gradual que culminaría en los grandes cambios que sufriría a finales del siglo siglo XIX, dando origen así al sombrero estereotípico de charro de los últimos 120 años.
El médico cirujano francés, Leon Cordet, uno de los principales médicos del cuerpo expedicionario durante la intervención francesa (1861-1867) y jefe médico de los hospitales veracruzanos, escribió acerca del sombrero charro de esta época, sobre sus cualidades y beneficios, en 1867:
Conocemos el sombrero jarano, con su ala ancha trenzada y su voluminosa toquilla; sabemos que suele estar hecho de fieltro gris de diversas calidades, y el fieltro claro posee un poder emisor y radiante que supera a su conductividad, de modo que elimina el calor solar antes de que llegue a los tegumentos a través de su grosor. Desde este punto de vista, este sombrero resulta ventajoso en las alturas de México, donde la influencia directa del sol tiene efectos formidables, como hemos repetido varias veces. Dejando de lado esta consideración, se podría suponer que este tocado es problemático debido a su peso; pero esto es un error, ya que cuando el fieltro es delgado y está libre de todo tipo de adornos superfluos, pesa poco más que nuestros sombreros de copa, ya que al ser más ancho, su altura es menor, lo que compensa. La forma puede resultar un poco torpe al principio, pero uno se acostumbra rápidamente. Para que se produzca esta incomodidad, el fieltro debe ser muy resistente, en cuyo caso comprime la circunferencia de la frente, resultando incómodo de usar. Las aberturas y ventosas que suele tener permiten una fácil renovación y circulación del aire sobre la cabeza. En tales condiciones, este sombrero es sin duda mejor que el sombrero de paja de ala ancha, que, para ser útil en la montaña, debe estar hecho de tela gruesa y cubierto con lona blanca. Los mexicanos lo saben bien, pues cuando trabajan en el campo, rara vez, cuando pueden, no forran este sombrero de paja con algún tipo de tela, y si se les pregunta la razón, responden que es por miedo al sol, contra el cual la paja no ofrece suficiente protección. El sombrero protege no solo la cabeza, sino también las orejas, el rostro y el cuello. Esta es una ventaja innegable: por ello, los oficiales y soldados de la fuerza expedicionaria francesa se aseguraban de llevarlo durante la marcha. De hecho, es en esta circunstancia que puede apreciarse especialmente. En la ciudad, uno está menos expuesto y puede protegerse mejor de las influencias solares; por lo que un tocado como este no es absolutamente indispensable; pero en el campo ya no es lo mismo y todos sienten la necesidad, al salir, de protegerse bien del sol con un sombrero grande que les proteja. […] en México, recomiendo un sombrero de color blanco claro, que evita la absorción de los rayos del sol, especialmente en las circunstancias mencionadas, cuando se trabaja en el campo, o cuando se camina o viaja.[15]
El sombrero jarano de ala ancha rígida y copa baja redonda que entró en boga en la década de 1850 se volvió el sombrero charro «estándar» en décadas posteriores. Sería este estilo de sombrero el cual entraría en una evolución gradual entre las décadas de 1870 y 1880. El cambio más notable sería en la copa, la cual pasó de ser baja y redonda a ser más prominente, alta y puntiaguda. Este cambio, como ya se mencionó, no fue rápido sino gradual y se comienza a notar ya entre finales de la década de 1870 y principios de 1880. Y hacia 1890 culmina en lo que se conocería como «copa de piloncillo». Ya en 1893, el sombrero de copa alta o «de piloncillo» se halla en uso entre los charros del norte de México. Los cambios continuarían en la primera década de 1900, cuando se comenzó a usar las alas levantadas o dobladas hacia arriba, costumbre que continúa hasta nuestros días. Esta evolución dejaría en el olvido al diseño antiguo del sombrero, convirtiéndose en un estereotipo del mexicano desde entonces, a tal punto que muchos ignoran hoy en día la existencia de aquellos sombreros y de dicha evolución y creen que dicho sombrero de copa alta existió desde mucho antes.
En su libro, «Souvenirs du Mexique: cosas de Méjico» (1908), el coronel francés Éloi Lussan habla de esta evolución del sombrero mexicano al recordar que los sombreros eran muy distintos cuarenta años atrás durante la Intervención francesa:
El sombrero mexicano se lleva hacia atrás, dejando la frente bien expuesta, y la parte inferior, así expuesta, suele estar profusamente bordada en oro o plata. Su precio, naturalmente, varía según la riqueza de la ornamentación. No son raros los sombreros que cuestan 100 piastras; me han mostrado algunos por 500. Hace cuarenta años, la forma era baja y redonda, con las alas planas y rígidas; hoy, la forma es alta y puntiaguda, y las alas, en lugar de ser planas y rígidas, están dobladas hacia arriba y suaves como la forma.[16]
Varias han sido las hipótesis propuestas que tratan de explicar esta evolución del sombrero de charro y finalmente la adopción de la copa alta o «copa de piloncillo». El historiador charro, José Ramón Ballesteros, argumentó que el cambio en la copa se hizo para aumentar la cámara de aire y las alas se agrandaron para mayor protección de los rayos del sol.[17] Don Carlos Rincón Gallardo, aunque no da razones específicas, mencionó que el primero en usar el sombrero de copa alta fue su tío, Don Pedro Romero de Terreros y Gómez de Parada, a quien describió «no como un buen charro» sino como una persona «extravagante».[18] Un estudio publicado por la «Journal of American Folklore» en 1896 mencionó que dicho sombrero de copa alta era una modificación hispana de los sombreros de paja usados por los Tlaxcaltecas, Tarascos y Otomíes.[19] La hipótesis más extraña divulgada hoy en día es la que propone el director del Museo de la Charrería, Humberto Carmona Cobo, quien argumenta, sin evidencia, que la copa alta surgió para marcar el estatus social de los hacendados porque, según el, con la copa alta indicaban que eran de la alta sociedad.
Es difícil de averiguar la razón exacta para dicha evolución, pero lo más probable es que haya sido, como muchos otros cambios del atuendo charro, por un tema de moda y gustos y no por una razón específica. En un breve artículo publicado en 1900 acerca del traje nacional y su evolución en el periódico «El Mundo Ilustrado», así lo indica, al decir que la moda ha hecho modificar el traje de charro, especialmente en el sombrero que anteriormente era de copa baja y hacia 1900 ya era de copa alta en forma de piloncillo:
La moda no ha perdonado tampoco á los charros y los ha hecho modificar muchos detalles de su indumentaria. Muy especialmente en el sombrero se notan esos cambios: antaño la copa era baja y redonda, ornada de ancha y pesada toquilla, mientras que hoy es ancha y puntiaguda, semejando un pilón de azúcar. El pliegue de las anchas alas no sólo sigue los caprichos de la moda, sino también las costumbres del regionalismo: hay quines la usan plana y quienes la usan levantada atras y plana por delante. Otras de las innovaciones de la moda, consiste en que mientras antiguamente se prefería para los sombreros el fieltro liso y de color unido, —aplomado de preferencia,— hoy se prefieren los sombreros de pelo y los multicolores, los hay hasta solferinos.[20]
Estos cambios extremos que continuaron durante las primeras dos décadas del siglo XX no siempre fueron del agrado de todos los charros. Hacia ese entonces, se comenzaron a usar sombreros de copa muy alta y puntiaguda y alas enormes muy arriscadas, así como barbiquejos muy largos que terminaban en borlas, pero ninguno de estos eran reputados de buen gusto, y los barboquejos largos eran considerados «anticharros» porque estorbaban al amarrar la reata a la cabeza de la silla y a enredarse con la reata; y con los movimientos del galope o carrera las puntas o borlas azotan y lastiman la cara.[21]
Hay que notar que hoy en día se le conoce erróneamente como sombrero de «chinaco» a todos los sombreros antiguos con copa baja redonda o plana, debido una confusión histórica sobre lo que era un chinaco, pues la gente cree, erróneamente, que los «Chinacos» fueron un tipo de jinete y que fueron los antecesores de los charros o que dieron origen a estos. Por esta confusión, el traje antiguo de charro es llamado «traje de chinaco» y todo lo que lo compone como «de chinaco».[22]
El sombrero jarano fue y sigue considerado como un fuerte símbolo de la mexicanidad, una parte importante de la cultura mexicana, desde épocas de la independencia. El sombrero es considerado como un objeto especial de la vestinenta del mexicano, tanto del rico como del pobre. En el pasado se solía decir que el sombrero representaba la esencia reconcentrada del mexicano y que sin él los mexicanos no eran nada.[23] Un turista extranjero en la década de 1880 comentó que el sombrero era el «orgullo» del pueblo mexicano, señalando que, aunque muchos andaban descalzos y andrajosos, siempre portaban un sombrero, aunque les hubiera costado mucho dinero; y advirtió a los viajantes de no portar sombreros muy caros, pues, el sombrero era lo que los bandidos pedían primero.[24]
«El Sombrero Jarano»[25]
El uso del traje de ranchero, siendo el traje nacional y símbolo de la mexicanidad, llegó a ser motivo de controversia. Durante la Intervención francesa, los republicanos-liberales, a quienes se les llamaba despectivamente chinacos, vestían el traje de charro con sombrero jarano y chaparreras como símbolo patriótico en contra de los invasores y sus partidarios mexicanos, [26][27] los conservadores-monárquicos a quien se les llamaba despectivamente «mochos». Sin embargo, los mochos también se vestían de charro y, para colmo, también el emperador Maximiliano de Habsburgo, según algunos, para mostrar que su corazón estaba con los mexicanos.[28][29][30][31] Pero esto enfureció enormemente a los republicanos, quienes consideraban que el traje de los rancheros era exclusivo para los patriotas y no para los traidores. Guillermo Prieto, escritor y político liberal, aludió en 1863 sobre este conflicto en un poema titulado «El Sombrero Jarano»:[32][33]
Para los estadounidenses y otros angloparlantes influidos por la cultura estadounidense, el término "sombrero" se usa específicamente para el sombrero de charro. Esto se debió a que escucharon la palabra por primera vez en México y en lo que hoy es el suroeste de Estados Unidos, antiguo territorio mexicano, y creyeron erróneamente que era el nombre propio de este tipo de sombrero.
Muchos vaqueros anglosajones de Texas que adoptaron la cultura ranchera mexicana y otros estadounidenses que se mudaron hacia el oeste, o aquellos que regresaron de México tras la Intervención estadounidense en México, adoptaron el sombrero jarano, que se convirtió en su primer “sombrero vaquero". Uno de ellos fue John B. Stetson, un sombrerero de Filadelfia, quien se familiarizó con el sombrero jarano mexicano, y en particular con el de mayor calidad, el jarano-poblano de fieltro, importado de la Ciudad de Puebla. En su taller de Filadelfia comenzó a fabricar sombreros jaranos poblanos de fieltro, hechos a mano y a un precio asequible. Su primer modelo se llamó "Boss of the Plains" (Jefe de las llanuras), el primer sombrero de vaquero estadounidense. El "Boss of the Plains" fue un éxito, y la marca Stetson se convirtió en sinónimo de sombrero y de jarano en Estados Unidos.[34][35]
Cuando la moda y el gusto cambiaron el diseño del jarano en la década de 1890, pasando de la copa baja a la copa alta y cónica, este también se popularizó en Estados Unidos. Según un artículo de 1906 en un periódico mexicano, los sombreros de charro de ala ancha y copa alta estaban de moda en Texas, tanto entre la clase trabajadora como entre la alta sociedad, y que la gente se aglomeraba en las tiendas para comprarlos sin importar el precio.[36] Este nuevo estilo de jarano sirvió de base para el sombrero "Ten Gallon" de copa alta, también fabricado por Stetson. En el oeste de Estados Unidos, el sombrero tenía una copa alta, cónica o cilíndrica, con ala ancha y redondeada, ricamente bordada y hecha de fieltro.[37]
Durante la segunda intervención francesa en México, las fuerzas expedicionarias francesas, las tropas voluntarias belgas, el cuerpo de voluntarios austriacos y los Cazadores de África adoptaron no solo el sombrero jarano, sino también el traje de charro. El emperador Maximiliano I de México también adoptó el traje y el sombrero de charro, y solía lucirlo con frecuencia, incluso en eventos formales.
De acuerdo a la región presenta variantes: en las zonas más secas, el ala es más ancha que en las zonas boscosas, y en aquellas con mayor humedad, los materiales son más frescos y ligeros que en las tierra altas.
Suelen adornarse generalmente con toquillas y ribetes bordados o "calados". Los tipos de sombrero más usados son el "San Luis Moderado", "Pachuca", "Cocula", "Hacendado", entre otros.
Un sombrero de charro verdadero es creado por artesanos especializados, y es muy distinto al que se vende en las tiendas de recuerdos para turistas.
Quienes lo han usado conocen los múltiples usos y beneficios de su diseño. Algunos pueden ser: no solo cubrirse del brillante sol, sino igualmente del viento y, sobre todo, del polvo; con él se atiza un fuego como se apaga si se enciende el campo; se ataranta una víbora y luego se la mata; se realiza un lance a un toro bravo que sale por el monte y se le esquiva; se le da de beber a un cuaco (caballo); se cubre el anonimato antes de un lance de amor o de librarse de un enemigo; se utiliza como escudo en la defensa de un ataque a machete o navaja, tomándolo del barbiquejo; cubre estupendamente de la lluvia que, con manga de paja o lona ahulada, es el mejor paraguas a pie o a caballo; en jaripeo, sobre todo de toros cebú, protege de los peligros de una cornada y, en caso de caída, hace las veces de casco; y otros usos que podrían añadirse por quienes lo han utilizado en el campo.