El salto de rebote es un tipo de comportamiento que se manifiesta en cuadrúpedos, especialmente en las gacelas, mediante el cual pegan grandes saltos hacia arriba, elevando simultáneamente las cuatro patas del suelo. Por lo general, las patas se mantienen en una posición relativamente rígida (realmente es imposible estar quieto) y arquean el lomo mientras la cabeza apunta para abajo. Se han propuesto numerosas explicaciones para el salto de rebote; existen evidencias que indican que por lo menos en algunos casos este comportamiento es una señal honesta hacia los depredadores que indica que no vale la pena esforzarse en perseguir al animal que brinca.
Este comportamiento se observa en varias especies de ciervos de América del Norte, incluidos el ciervo mulo y el antílope americano,[1] el ciervo de cola negra cuando un depredador se muestra amenazante,[2] y en diversas especies de ungulados de África, incluidos la gacela de Thomson y el springbok.[3]
El salto de rebote también se observa en animales domesticados tales como en las ovejas, pero por lo general solo es practicado por ejemplares jóvenes.[4]
La práctica del salto de rebote aumenta la exposición de una presa[5] e implica el uso de energía y tiempo que en cambio podrían utilizarse para escapar. Por lo tanto, se supone que debe proveer algún beneficio al animal que se comporta de esta manera. Se han propuesto varias posibles explicaciones para la razón que impulsa a practicar el salto de rebote.[6][7] El salto de rebote, podría ser:
John Maynard Smith biólogo evolucionista británico es de la opinión que "la explicación natural es que el salto de rebote es un indicador sobre la capacidad física y de escape", utilizado especialmente como una señal para advertir a los depredadores. Además hace notar que "es difícil ver como es que podría ser un handicap", a menos que fuera una señal para otras gacelas de la misma especie.[3]