El recazo (del italiano ricasso) es una porción de de la hoja de una espada, daga o cuchillo, inmediatamente después de la guarda, que se mantiene sin afilar. Esta característica es universal en muchas clases de armas blancas desde la edad de bronce.[1]
El recazo es especialmente común en las espadas europeas de la Edad Media o el Renacimiento, en las que servía para que el usuario agarrara la cruceta con el índice por encima de ésta sin cortarse o, llegado el caso, asiera el propio recazo como una prolongación de la empuñadura. Hacer esto proporcionaba un mejor agarre. A veces, sin embargo, el recazo era puramente estético y estaba presente incluso en espadas que no se beneficiarían de ser agarradas de esta manera. En todo caso, ello condujo al desarrollo de las guardas compuestas, típicas de las roperas del renacimiento, que permiten sostener el recazo mientras la mano permanece aún en el interior de la guarda.[2]