El Canto Primero del Purgatorio de Dante Alighieri se desenvuelve al pie de la montaña del Purgatorio, en las costas de una playa; nos ubicamos entre la noche del 9 y el 10 de abril de 1300 (Pascua), o, según otros comentaristas, entre la noche del 26 y el 27 de marzo de 1300.
Purgatorio: Canto Primero | |||||
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![]() Catón, dibujo de Paul Gustave Doré, 1861 | |||||
Cantos | |||||
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« Comienza la segunda parte, o cántico, de la Comedia de Dante Alighieri de Florencia. En ella, se expían los pecados y los vicios cometidos, por los cuales el hombre confiesa y se arrepiente con satisfacción; y contiene treinta y tres cantos. Aquí están aquellos que esperan llegar, algún día, al reino bienaventurado. » (comentarista anónimo de Dante del Siglo XIV)
Es el 10 de abril, y Dante está sumamente feliz por ver el amanecer luminoso sobre la playa del Purgatorio: Dante y Virgilio han logrado escapar del Inferno. Dante, abandonando por fin el reino del dolor, dirige sus primeros pasos en la tierra de la esperanza. Su ingenio ahora es como una "navicella" que se dispone a seguir una derrota más tranquilo, refiriéndose al "segundo reino," donde las almas se purifican y se vuelven dignas de contemplar a Dios.
Las Musas, particularmente Calíope, son invocadas para acompañar el canto del poeta con la misma pericia demostrada cuando, desafiadas a un concurso de canto por las Piérides, ganaron y castigaron a las perdedoras. Es evidente el ejemplo de una soberbia purgada, pecado el cual Dante reconoce que se ha manchado (este tema se retomará en el proemio del Paraíso).
El aspecto del aire es sereno, de una coloración parecida al corundo oriental (este tono tan exacto del cielo es mencionado porque, según el Lapidario, el zafiro era la piedra que otorgaba la libertad). Mientras la mañana avanza, el bello planeta de Venus, símbolo de amor y concordia entre los hombres, resplandece sobre la playa del oriente, anunciando así el Sol. Cuatro estrellas, símbolo de las virtudes cardinales (prudencia, justicia , fortaleza, y templanza), brilla en el cielo del Purgatorio, y el poeta se lamenta que estas ya no son vistas por el resto de humanos, además de "la primera gente", Adán y Eva, que fueron vetados del Paraíso terrestre.
Aparece un hombre de apariencia venerable, cuya sola vista suscita temor. Las estrellas virtuosas iluminan su rostro. Severamente pregunta a los dos poetas su identidad; él cree que estos son condenados, debido al peculiar camino por el que llegaron. Virgilio induce a Dante de asumir una actitud sumisamente humilde. Dante está vivo, Virgilio ha sido encargado para ayudarlo a huir de todo mal. Necesario fue recorrer por el mundo de la malvada raza. Con respecto a su persona, Virgilio dice que no está bajo la jurisdicción de Minos; él mora en el Limbo. Junto con él habita Marcia, la esposa de Catón, quien es el espíritu que se hizo presente a los dos poetas. En nombre de su querida Marcia, Virgilio pide la benevolencia de Catón, aunque la inflexibilidad moral de éste indica cuán vano es esta petición allí donde la única voluntad a seguir es la de Dios: en el Purgatorio, es una figura de la libertad del pecado, mientras que en la Tierra de le recuerda como una figura del respeto ante la ley.
Consecuentemente, si el viaje de Dante fue concebido por la voluntad de Dios, Catón obedecería a ésta, ignorando el intento de seducción del mundo humano, donde permanece aún la dulce memoria de la mujer que alguna vez se preocupó por él y él por ella. Catón ordena a Virgilio que someta a Dante a un rito: ceñirá su cintura con un junco, y limpiará de su rostro los esbozos de su pasaje por el Infierno.
Los juncos crecen en la orilla de la isla del Purgatorio. Símbolo de la humildad que se deja llevar por la voluntad divina, sin nudos y al compás del mover de las olas que solo ellos pueden soportar sin perecer. Catón se desvanece; los dos poetas descienden por la playa.
El alba, con su luz, conquista la tenebrosa oscuridad. La hierba, que puebla y pinta el suelo, está fresca y mojada por el rocío nocturno. Virgilio coloca las palmas abiertas de sus manos sobre las briznas húmedas, para luego apoyarlas en las mejillas de Dante. Las huellas del Infierno son eliminadas. Los poetas comienzan la segunda parte de la iniciación. Virgilio, según Catón le explicó, ciñe las caderas de Dante con un junco.
Inmediatamente, en el vacío que dejó el junco tras ser sacado, sublimemente renace otro, indicando así cómo la humildad crea humildad y es inagotable.
Desde los primeros hasta los últimos versos es evidente el acento usado por Dante en el nuevo condominio del Purgatorio con respecto al Infierno. El cielo y el mar contrastando el aire anterior, oscuro y oprimente; la evolución de la luz - desde el ennegrecido firmamento al refulgente amanecer - que indica el pasar del tiempo (mientras la ausencia del tiempo, o la eternidad del Infierno, se enfatiza frecuentemente, a partir del íncipit del Canto Tercero); el rol de Dante, que de observador crítico y partícipe se transforma en un penitente en peregrinación (como las ánimas que encontrará) se debe a que debe prepararse con humildad para su purificación; la certeza de que esta purgación será el inicio de la verdadera libertad, o la libertad de todo pecado: estos temas son los desarrollados en el canto.
Así como en el ya visto Infierno e igualmente en el presente Canto Primero, y también en el próximo Canto Segundo, no de relaciona inmediatamente al inicio del nuevo recorrido, sino que representa el preludio de toda la cántica del Purgatorio y, por lo tanto, anticipa muchas de las características, tanto el los contenidos como en el tono poético. Para denotar la continuidad con el Infierno, se retorna a la presentación de los argumentos, el llamado a las Musas, la indicación de la hora, la imprevista aparición de Catón, que recuerda a también a la improvista presentación de Virgilio, las alegorías a la Naturaleza, los luceros, y a Catón mismo, que corresponden a las anteriores selvas, las fieras, el Galgo, y los otros. Pero, junto con estas alegorías y referencias, nos encontramos con otros nuevos: la dulzura de la imaginación y del lenguaje, los temas del amor y la libertad, che corrispondono alla ritrovata pace del cuore. Accanto, però, a questi elementi, los cuales se refieren a la nueva situación poética del cántico, se distingue del otro Canto Primero un tema en particular: la resurrección, que es traducido en formas diferentes en las tres importantes secuencias del relato: la descripción del pasaje, la representación de Catón, y el rito final de purificación.
En términos narrativos, la ascensión desde el cerrado abismo del Averno a la superficie de la Tierra comparten la recuperación de la visión del mundo natural. Esta transición, sin embargo, no ocurre directamente ni con violencia, y mucho menos en unos versos sorpresivos en los que se pasa de la obscuridad total a los rayos del mediodía; sino mediante una transición tenue, en tanto la luminosidad vaga y difusa del nacimiento del día crea una apacible atmósfera de bienvenida y de expectación. El camino en el cual el romeriante se embarca es un senda verdadera, aunque el poeta no duda en describirlo realisticamente. Las referencias al cielo, al mar, y a la playa, nos recuerdan a cómo se vería una isla real, pero el significado profundo de cada imagen está ligado al su valor simbólico, aparentemente, del renacimiento del espíritu, que recupera la inocencia: el cielo, las cuatro estrellas, el presagio del Sol representando un lugar el cual la luz regeneradora de la Gracia es más relevante que las leyes naturales. La dimensión temporal confirma el mismo tema: lo que se está anunciando en el horizonte es la mañana del día de Pascua, la Resurrección de Cristo, cosa que induce a la dulzura y a la esperanza, pero el alcanzar las costas de la playa que bañan la montaña del Purgatorio no es el logro de una meta, sino el inicio de un cammino penitencial. El hombre ya no es como Adán; así que debe fatigosa y laboriosamente recuperar el jardín perdido. La renovada paz del corazón se tiñe de melancolía, confortada de la esperanza. Por otra parte, todo el valor simbólico son absorbidos por la atmósfera poética del cuento, el cual se desarrolla en un silencio contenido, correspondiente a la intrépida espera del protagonista.
Junto a las conocidas figure de Dante y Virgilio, surge un personaje caracterizado de dignidad y austeridad: es Marco Porcio Catón Uticense, quien funge aquí una función de "guardián", hasta el punto de intervenir con tono resentido cuando ve a los peregrinos y pregunta si han sido quebrantadas las "leyes del abismo". La respuesta de Virgilio describe brevemente la condición de Dante, y pone en evidencia la conexión entre el Alighieri y Catón: ambos ansían la libertad (Libertad va buscando, que no por nada es cara, como sabe quien pierde la vida por ella, vv. 71-72). Catón se suicidó, pero se encuentra en el Purgatorio (recordemos que Dante nos enseñó a los suicidas en el Infierno, por ser violentos contra sí mismos). Esto abre un problema de interpretación para nada menor.
Inclusive la figura de Catón Uticense, el severo custodio del Purgatorio, en su sustancial papel de ayudante, está relacionado al tema de la resurrección. En él, como en el paisaje, se funden realidad y simbolismos: es una persona histórica, pero en lo que respecta a su martirio por la libertad, representa simbólicamente la renuncia del alma para librarse del pecado de vivir sin la totalidad del libre albedrío. No es un héroe o un político y mucho menos un santo: posee sapiencia y virtud natural, pero no la Gracia. Entonces, es más semejante a la figura de Adán y le demuestra al humano cómo será éste allá en la cima del Purgatorio. Es también más magnánimo que Farinata degli Uberti, pues forma parte del plan de Dios. Su sacrificio es algo parecido al de Cristo y, por lo tanto, la posibilidad de la resurrección. De este modo recuerda, ayudado por la figura de antiguo sabio, a un patriarca bíblico. En él, no hay ningún resentimiento por la vida terrena, aún cuando estas memorias asumen el dulce y puro rostro de su, alguna vez amada, Marcia. Su libertad consiste en velar por el bien e incluye el desapego de toda pasión y de todo afecto exclusivamente mundano. Su función de vigilante le mantiene en la condición de su actual exilio: será salvado, pero tendrá que esperar hasta el último de nuestros días. En una clase de examplum, delante de él se presentan las sinuosas grutas del Infierno, contrastadas por la redentora montaña del Purgatorio a sus espaldas. En este sentido Catón complementa y supera el rol de Virgilio, pues en él la virtud estoica pagana se integra (simbólicamente) con la verdad de la revelación cristiana.
La literatura latina, desde el Siglo I a.C., presenta a Catón como ejemplo de la virtud; sin embargo, el suicidio suscita un rotundo rechazo para los pensadores cristianos: (por ejemplo, Agustín de Hipona).
Erich Auerbach escribe: «Catón es una "figura", o, mejor dicho, el Catón humano que en Útica renunció a la vida por la libertad lo era, y el Catón que aparece en el Purgatorio es la figura revelada o consumada, la verdad del aquel advenimiento figurativo. En verdad, la libertad política y terrenal por la cual fue muerto era tan solo una "umbra futurorum": una aproximación de aquella libertad cristiana que ahora está decidido a custodiar y por la cual se resiste ante toda tentación terrena; a partir de esta libertad cristiana de cualquier maligno impulso que conduce al auténtico dominio de sí mismo, precisamente es esta libertad por la cual Dante es ceñido por el junco de la humildad, hasta que él la conquiste realmente en la montaña y sea coronado como amo de sí mismo por Virgilio.»[1]
Al concluir el canto, tras dejar atrás a Catón, Dante y Virgilio proceden solos y en silencio por la playa: regresan así los temas del pasaje y del camino con los cuales el canto empieza. Pero ahora la relación con la naturaleza adquiere un significado aún más exquisitamente religioso, mediante el cumplimiento del rito que Catón había ordenado. Dante se purifica el rostro con el rocío y se ata las caderas con un junco puro. Ya desde arribo a la playa el canto está lleno de actos simbólicos, que evocan a ritos y ceremonias litúrgicas: el girar a la derecha, el contemplar las estrellas, la indicación de la hora, etcétera; esto significa que Dante, a través del los rituales que aluden a la confesión, se reintegra a la naturaleza primitiva y reconquista el sentido de la comunidad (de aquí nacerán las numerosas enemistades con sus amigos de la juventud). Es esencial, por lo tanto, el rito de la purificación y de la humildad para resurrección espiritual. La naturaleza sacrosanta de la ceremonia confiere a Dante una magnanimidad que le eleva por encima del modelo de héroe al estilo de Farinata degli Uberti, abriéndole un destino muy diferente. De esta humildad, es decir, del renacer de una conciencia pura, es evidenciado por el constante silencio e ininterrumpido silencio del poeta-protagonista, el cual, precisamente por su religiosa conciencia, se encuentra en el centro del canto: Virgilio y Catón hablan de él, de su salvación y la de otros muchísimos más, de su figura, y demás, atrayendo irremediablemente la atención del lector hacia su persona.
Plantilla:Purgatorio