Los Sihanaka (también Antsihanaka) son un pueblo malgache asentado principalmente en torno al lago Alaotra y la ciudad de Ambatondrazaka, en la región centro-noreste de Madagascar. El etnónimo suele traducirse como «gente de los pantanos», en referencia a los humedales y marismas que rodean el Alaotra.
Sihanaka | ||
---|---|---|
![]() Pueblo malgache asentado en torno al lago Alaotra y Ambatondrazaka. | ||
Otros nombres | Antsihanaka | |
Ubicación | Madagascar (región de Alaotra-Mangoro) | |
Descendencia | 200000–460000[1][2] | |
Idioma | malgache (dialecto sihanaka) | |
Religión | Creencias tradicionales malgaches; cristianismo (católico y protestante)[3] | |
Etnias relacionadas | pueblos malgaches; pueblos austronesios; pueblos bantúes | |
Asentamientos importantes | ||
Ambatondrazaka | ||
Amparafaravola | ||
Imerimandroso | ||
Tanambe | ||
Ambohijanahary | ||
| ||
Históricamente, los Sihanaka se caracterizaron por la práctica de una agricultura intensiva de arroz, complementada con la pesca y el comercio, actividades que les permitieron prosperar en el ámbito regional. Mantuvieron asimismo estrechos vínculos políticos y económicos con los reinos vecinos del Imerina, Boina y los Betsimisaraka.
El nombre Sihanaka se asocia a los humedales de la cuenca del lago Alaotra. Diversas interpretaciones etimológicas lo vinculan a vocablos del malgache antiguo relacionados con las ideas de «perderse» o «dispersarse» en terrenos pantanosos, en alusión a las migraciones que condujeron a este pueblo hasta el Alaotra.
Su territorio tradicional comprende la llanura aluvial del lago y sus alrededores, con centros poblados en Ambatondrazaka, Amparafaravola, Imerimandroso y otras localidades de la región de Alaotra-Mangoro.
La tradición oral recoge diversos relatos sobre el origen de los Sihanaka. Algunos mencionan a comerciantes betsimisaraka que habrían penetrado en la zona a través del río Maningory, mientras que otras versiones vinculan sus orígenes con grupos procedentes del Imerina que se establecieron de forma permanente alrededor del lago Alaotra.
Desde mediados del siglo XVII, los Sihanaka aparecen como un grupo próspero y tecnológicamente avanzado, con aldeas fortificadas por tamboho (murallas de tierra) y un activo comercio de arroz y cebú. El tráfico de esclavos constituyó una actividad destacada hasta su prohibición por Radama I en el siglo XIX.
Durante el siglo XVIII estuvieron bajo vasallaje del Reino de Boina y sufrieron incursiones y conflictos regionales. Hacia 1800, su territorio fue incorporado al reino merina bajo Andrianampoinimerina, lo que supuso una intensa colonización merina y la asimilación de prácticas políticas, económicas y culturales.
Con la colonización francesa (a partir de 1897), los Sihanaka fueron sometidos a cargas de corvée (trabajo forzoso) para la construcción de infraestructuras, entre ellas el ferrocarril Tananarive-Côte Est que unía Antananarivo con Toamasina.
Las estimaciones sobre la población sihanaka varían según la fuente y el momento considerado. Algunos estudios la sitúan en torno a unas 200 000 personas a mediados de la década de 2000,[2] mientras que otras aproximaciones elevan la cifra a alrededor de 460 000.[4]
La mayor concentración de población se encuentra en los distritos de Ambatondrazaka y Amparafaravola, en la región homónima, aunque existen comunidades dispersas en localidades cercanas al lago Alaotra.
Los Sihanaka hablan un dialecto del malgache, perteneciente a la rama malayo-polinesia de la familia austronesia.
Al igual que el resto de variedades del malgache, el sihanaka deriva del grupo barito meridional de Borneo, con posteriores aportes léxicos y fonéticos procedentes de lenguas africanas y árabes debido a los contactos históricos mantenidos en Madagascar.
La estructura social de los Sihanaka es relativamente igualitaria a nivel comunitario y se organiza en torno al liderazgo de los ancianos, conocidos como tangalamena o zokiolona. La vida social se rige por el principio del fihavanana (solidaridad y buena armonía), valor compartido por otros pueblos malgaches.
En el ámbito familiar, la autoridad recae tradicionalmente en el varón de mayor edad del linaje, aunque tanto hombres como mujeres gozan de cierto margen de decisión en cuestiones de matrimonio y divorcio. La circuncisión masculina es un rito de paso fundamental y se practica habitualmente antes de los siete años.
Entre los Sihanaka predominan las creencias tradicionales malgaches, centradas en el respeto a Zanahary (dios creador), el culto a los ancestros y la observancia de fady (tabúes) que regulan tanto la vida cotidiana como los rituales comunitarios. Entre las prácticas más habituales figuran el joro (oraciones colectivas para invocar la protección divina o ancestral), el famadihana (ceremonia de reentierro), así como la consagración de tsangambato (piedras conmemorativas) y de lugares sagrados (doany). También se atribuye a los ancestros la capacidad de posesión espiritual en forma de tromba.
Desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX se difundieron el catolicismo y el protestantismo, dando lugar en muchos casos a formas de sincretismo que combinan ritos cristianos con prácticas tradicionales.
Entre los fady más extendidos destaca la prohibición de trabajar en los arrozales los martes. Otros tabúes han contribuido a la preservación de especies emblemáticas como el indri y el aye-aye. Asimismo, existen fady alimentarios y rituales relacionados con la pesca, la ganadería y los principales ciclos de vida (nacimiento, matrimonio, muerte).
La base económica tradicional de los Sihanaka es el cultivo intensivo de arroz en las fértiles llanuras del lago Alaotra, consideradas una de las zonas de mayor productividad arrocera de Madagascar. A ello se suma la pesca lacustre y fluvial, donde en algunas comunidades las tareas se distribuyen de forma diferenciada por género, así como la cría de cebú, en la que destaca la práctica de la marcación ritual del ganado como signo de identidad colectiva.
Diversos estudios han señalado las fuertes desigualdades en la distribución de la tierra, con concentración de la propiedad en manos de sectores reducidos y arrendamiento o trabajo asalariado de los campesinos más pobres. La ampliación de superficies agrícolas mediante el drenaje de marismas ha permitido aumentar la producción, pero también ha generado una presión creciente sobre el ecosistema del Alaotra y sobre especies endémicas altamente vulnerables, como el lémur del bambú del Alaotra (Hapalemur alaotrensis).
Las aldeas sihanaka fueron descritas ya en el siglo XVII como asentamientos fortificados, con defensas de tierra (tamboho) y habitantes diestros en el uso del arco. Las viviendas tradicionales, construidas con materiales vegetales —como esteras de zozoro para paredes y techumbres—, incorporaban normas rituales vinculadas al respeto de los ancestros. La indumentaria clásica emplea fibras de rafia y el lamba, prenda común en toda la isla. Entre las prácticas culturales también se documenta el moraingy, arte marcial malgache extendido en varias regiones.
Los rituales de muerte incluyen la utilización de una segunda puerta exclusiva para la salida del cuerpo, banquetes separados por género, cantos responsoriales y un prolongado período de purificación y luto. En este tiempo se imponen prescripciones específicas para la viudez, como restricciones alimentarias o de conducta, tras cuyo cumplimiento la persona queda habilitada para un nuevo matrimonio o para reintegrarse plenamente a la vida comunitaria.
La capital regional y centro urbano más poblado es Ambatondrazaka. Otros núcleos destacados por su importancia administrativa, económica o histórica son Amparafaravola, Imerimandroso, Tanambe y Ambohijanahary, además de diversas comunas rurales distribuidas en la llanura del lago Alaotra y en los valles aledaños.
El área habitada por los Sihanaka forma parte de la Región de Alaotra-Mangoro, que concentra algunos de los espacios naturales más significativos del este de Madagascar. Entre ellos destacan el Lago Alaotra, designado sitio Ramsar por su valor ecológico y por albergar especies endémicas críticas, el Parque nacional de Andasibe-Mantadia, la Reserva especial de Analamazoatra, así como sectores del Parque nacional de Zahamena y del Corredor Ankeniheny-Zahamena, considerados núcleos de biodiversidad mundial.
La intensificación agrícola en torno al lago, la expansión de la pesca y la extracción de recursos forestales y mineros han generado fuertes presiones sobre los ecosistemas locales. Frente a ello, en las últimas décadas se han impulsado iniciativas de conservación participativa y de gestión comunitaria, destinadas a compatibilizar la seguridad alimentaria con la preservación del entorno natural.